José Antonio Fernández Romero
PAISAJES DEL FLAMENCO (Del libro "Vivencias y Recuerdos")

 

Rincón de la pies de toro,

con sangre y sudor curtida,

unas veces humillada,

otras gallarda y altiva.

Pero siempre bien amada,

por tu gente Andalucía,

que cuando llora tge canta,

que te canta en su alegría.

Por tarantos, por seranas,

por fandangos y seguiriyas,

granainas o soleares,

por mineras o bulerías.

 

Y por tarantos te canta,

mi tan callada Almería,

desde sus áridos suelos,

hasta su blanca bahia.

Desde el campo a la taberna,

desde el fondo de la mina,

aún parece que se escucha,

como un grito de agonía.

Una voz que se desgarra,

convertida en un lamento,

las notas de una guitarra,

y una vez más, el silencio.

Polos, cañas y serranas,

bellos palos de este arte

y esa malagueña antigua,

que es una joya del cante.

Son de Málaga un tesoro,

como el agua cristalina,

que llenan los aguaores,

en la fuente de la mina.

Que brota en la serranía,

entre toscos pedregales,

dando frescor a las bocas,

para que puedan cantarte.

 

de esa tierra marinera,

de la marinera Huelva,

llgan como brisa clara,

los cantes de ida y vuelta.

Cantes que con el fandango,

son el alma de esta tierra,

lejana que no olvidada,

tan brava como sincera.

Y tienen sabor a mar,

cuando se cantan en Huelva,

luego llegan a Calañas

y tienen sabor a tierra.

 

Brava tierra cordobesa,

sultana de Andalucía,

que pone en las copas vino,

y en el alma la alegría.

Para que puedan las bocas,

con el nectar de las viñas,

cantando por soleares,

por fandangos y alegrías.

Contarle al mundo secretos,

que no sabe la Mezquita,

que el Guadalquivir ignora

y no conoce Medina. 

 

Encuentro en tu atardecer,

silencios de luna clara,

que tienen voz de mujer,

de tus mujeres Granada.

Que estás del cielo tan cerca,

que las estrellas te hablan,

cuando en las noches pasean,

por los patios de la Alhambra

En celosías enredadas,

reflejadas en el agua

y escuchando granaínas

van quedando embelesadas.

 

Con su traje de gitana,

a la grupa de una estrella,

pasea la luna llena,

por el barrio de Triana.

Y la torre junto al río,

suspira al besar el agua,

mientras dibuja la noche,

el perfil de la Giralda.

Que no tiene tu Sevila,

ninguna pena escondía,

por eso cuando te canta,

te canta por alegrías. 

 

De sus profundas entrañas,

curitada la piel de oliva,

surge la voz que da vida,

a una sentida taranta.

Y desde el inmenso olivar,

llega el rumor de los ecos,

de cantes que al trabajar,

cantan los olivareros.

Y allá, en lo hondo del monte,

se oye el rumor de mineros,

la tarde llega a Jaén,

entre un velo de misterios.

 

Cuna del cante fue Cádiz,

que con sus bellas cantiñas,

fue marcando los caminos

que van a las seguiriyas.

Que son del flamenco flores

y en el alma son espinas,

que se clavan al cantarlas

y se clavan al oirlas.

Porque quien a tí te canta,

tan triste y solo se encuentra,

que sólo en el cante halla,

algún consuelo a su pena 

 

 Paisaje de un corazón,

de ocho metales fundido,

ocho estrellas que se abrazan,

camino del infinito.

Por una vereda blanca,

entre el verde de los pinos,

por donde pasan se escuchan

son de palmas y quejíos.

¡Qué más se puede tener!

¡Si a tí te cave la gloria!

¡Mi andalucía de ser1

¡Flamenca! ¡Sultana! ¡Y mora! 



Paisajes del Flamenco