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Voltaire, filósofo representativo de la Ilustración francesa.

 

 

 

Adam Smith (1723-1790) fue un filosofo y economista escocés, el representante más conocido de lo que se dió en llamar la Ilustración Escocesa, conocido principalmente por su obra La riqueza de las naciones.

 

El siglo XVIII

Así como el Renacimiento fue el movimiento cultural que realizó el tránsito entre la Edad Media y la Moderna, la Ilustración fue el movimiento cultural en el que culminó la modernidad. Aquellas dos conquistas que el Renacimiento anticipó -la ciencia y la exaltación valorativa del individuo- maduran en el siglo XVIII y se teorizan y expresan culturalmente en la Ilustración.

La ciencia

No brillan en el siglo XVIII talentos científicos de la categoría de Galileo o Newton, pero asistimos a una investigación más centrada en la utilización práctica de la ciencia, más ligada por tanto a la tecnología. Es el caso, por ejemplo del termómetro y el pararrayos, inventados por Fahrenheit y Franklin, entre otros inventos de interés. En este mismo campo de la investigación, quizás el acontecimiento más relevante del siglo, desde el punto de vista de sus repercusiones posteriores, fue la creación por Watt de la máquina de vapor, que hizo posible el proceso de tecnificación industrial, que dio lugar a la primera industrialización y consecuentemente a la organización capitalista de la producción y del mercado.

Economía y teoría económica

Pese a estos cambios de tanta trascendencia en la actividad productiva, la economía durante el siglo XVIII sigue siendo fundamentalmente agraria, con la introducción de notables mejoras en la rotación de los cultivos y en el uso de las herramientas. Sin embargo, a partir de 1750, puede hablarse ya, al menos en Inglaterra, de revolución industrial, en cuanto que esta fecha marca el comienzo de la utilización de la máquina de vapor en la producción industrial de bienes. Es también por estas fechas, concretamente en 1755, cuando se edita el libro de Adam Smith, Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, que supone la primera teorización de la economía de libre mercado o, lo que es lo mismo, la configuración de las doctrinas del liberalismo económico. En este libro, A. Smith considera que es el trabajo y no la tierra, como antes se decía, el origen de la riqueza. Además se afirma que la economía ha de funcionar en libertad absoluta, sujeta a las reglas propias de la oferta y la demanda, reglas que son las que han de fijar los precios. La intervención del Estado ha de ser mínima y siempre al margen de la actividad económica, para garantizar el estricto cumplimiento de la ley y el orden. En las doctrinas de Smith, vemos expresados a nivel económico, los intereses de la clase burguesa, que sigue ascendiendo como tal clase en poder e influencia social, convirtiéndose además en la clase abanderada en la lucha por la conquista de las libertades individuales, tanto en el terreno económico como en el político.

La sociedad

Pese a este ascenso de la burguesía mercantil e industrial, la sociedad del siglo XVIII sigue manteniendo los tres estamentos -nobleza, clero y tercer estado- y sigue estando dominada por la aristocracia. Políticamente la forma más común de organización del Estado es la monarquía absoluta, con la sola excepción de la monarquía parlamentaria británica, de que hablamos en el tema anterior.

Doctrina política

En los países del Elba -Prusia, Austria, Rusia- aparece una doctrina política nueva, el despotismo ilustrado, que se sirvió de las ideas de la Ilustración para fundamentar una teoría del poder, que considera que la legitimidad del Estado no reside en su origen divino, sino en la capacidad que tenga el Estado para promover la felicidad del pueblo. Sin embargo, los acontecimientos internacionales de mayor relevancia política fueron la Proclamación de la Independencia norteramericana (1776) y la Revolución Francesa en 1789. En ambos movimientos está el germen de las creencias políticas básicas, sobre las que -con mejor o peor fortuna- se han construido los Estados democráticos actuales: la doctrina de los derechos fundamentales de la persona, la doctrina de la soberanía popular y la doctrina de la división de poderes. En efecto, en la Declaración Universal de Derechos del hombre y del ciudadano, proclamada en la Asamblea General, tras la Revolución Francesa, se formula por vez primera la idea de la igualdad natural de todos los hombres, que es la base de todos los derechos que el Estado y la sociedad ha de reconocer a todos, sin distinciones discriminatorias. Entre estos derechos, se citan en la mencionada declaración la libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de movimiento y el derecho de propiedad. La doctrina de la soberanía popular había aparecido ya en los teóricos contractualistas de los siglos anteriores, pero se hace realidad política en la Constitución de los Estados Unidos de América. Dicha doctrina hace residir en el pueblo el poder originario del Estado. El pueblo expresa su voluntad común en la elección de los representantes, que operan en su nombre y que han de actuar en función de los intereses de todos. Finalmente, el ejercicio de los poderes del Estado es conveniente que se encuentre dividido, de forma que pueda existir un control mutuo entre los que se encargan de legislar, los que ejecutan las leyes y los que sancionan y obligan a su cumplimiento (legislativo, ejecutivo y judicial).

Las Ideas de la Ilustración

En el marco histórico que acabamos de apuntar, la Ilustración fue el movimiento cultural que recogió y dio forma a los ideales de la sociedad del siglo XVIII. Como tal movimiento cultural y en el terreno específico de la filosofía, se pueden distinguir algunas características generales, que perfilan los rasgos básicos del pensamiento ilustrado. A saber:

  • La Ilustración fue un movimiento que invitaba a la emancipación del hombre a través de la utilización de sus propias luces racionales (autonomía de la razón). En palabras del propio Kant, teórico central de la filosofía ilustrada, el lema de la Ilustración se resume en una llamada: "Ten el valor de servirte de tu propia razón". Para poder ilustrarse y consecuentemente emanciparse se requiere -también según Kant- una sociedad en la que pueda hacerse un uso público de la razón, pensar y comunicar libremente lo que pensamos (libertad de pensamiento). Para llevar a cabo adecuadamente estas tareas, la razón ha de operar de forma crítica. Y la crítica de la razón se ha de realizar sobre todos aquellos elementos que perturban su autonomía. En concreto, son objeto prioritario de la crítica los prejuicios, que ciegan a la razón y la paralizan, la tradición, entendida como el peso muerto de ideas y costumbres, que se arrastran del pasado sin ninguna justificación, la autoridad coactivamente impuesta desde fuera al hombre, y la superstición e idolatría, que suponen una deformación de la religión y de la propia idea de Dios. Por contraposición a esos objetos o realidades criticadas, la razón ilustrada respeta la historia y el pasado, la legalidad reconocida por la propia razón y la religión natural. Concretamente, en relación con este último tema, los filósofos de la Ilustración consideran que la religión ha de ser racional, en cuanto que las verdades religiosas asumibles por el hombre han de ser sólo aquéllas que a cada uno su razón le muestra. En este sentido, la religión natural ha de estar en contra de los milagros, las profecías, los ritos y los dogmas, elementos con los que han aparecido históricamente las religiones positivas. Una religión natural, que se limite a afirmar lo que la razón le dice, con independencia del rito y el dogma, acaba por identificarse con la moral. Es por ello que un filósofo ilustrado como Voltaire afirmará: "Entiendo por religión natural los principios de moralidad comunes a la especie humana." En relación con el problema de la religión natural está el tratamiento que los ilustrados hicieron de la misma idea de Dios. Su posición filosófica en este tema se denominó deísmo, doctrina alternativa al teísmo, que considera posible determinar no sólo la existencia sino también la esencia de Dios. El deísmo afirma la existencia de Dios como autor del mundo, pero considera imposible determinar la naturaleza y atributos divinos, estimando que tras la creación, Dios deja de intervenir en el mundo, por lo que carece de sentido la idea misma de providencia.
  • .La razón para la Ilustración ha de ser también analítica, ha de buscar fuera de sí los contenidos y objetos de su reflexión. Esto significa que los conocimientos que adquiere la razón han de proceder de lo empírico. Precisamente, el propósito fundamental de la razón ha de ser comprender lo empírico a través del análisis. Esta concepción de la razón es bien diferente del modelo innatista y deductivista de los filósofos del siglo XVII, que consideraban que los materiales cognoscitivos puede extraerlos la razón de sí misma, como hemos visto ocurría en el caso de Descartes

La crítica que los ilustrados hicieron al peso muerto del pasado -la tradición- dio origen a una idea básica en el pensamiento ilustrado: la idea de progreso. A diferencia de la tradición clásica, que ancló en el pasado el mito de la Edad de Oro en donde los hombres vivían en paz y felicidad, el cristianismo configuró una visión abierta de la historia que, pese a la existencia de un paraíso perdido, consideró esperanzadamente el futuro, que al estar vigilado y guiado por Dios (Providencia), hay que esperar será mejor que el presente. Los ilustrados sustituyeron la idea de Providencia por la idea de progreso y a partir de esta idea elaboraron una visión de la historia, concibiéndola como un proceso ascendente hacia formas de vida cada vez mejores que las anteriores. Los parámetros que miden el ascenso meliorativo de la vida humana son el desarrollo técnico, que libera al hombre de la miseria física, la educación, que permite el avance en el desarrollo de la persona; parámetros todos que progresan de una manera casi ilimitada. Esta idea merecerá después un apartado propio en este tema. 6. Las ideas de la Ilustración son puestas en circulación públicamente, por considerar los ilustrados que la cultura y el saber han de llegar a todos. Es por eso que estos pensadores buscan la claridad y la transmisión pedagógica de las ideas. Naturalmente estas ideas interesa que no sólo lleguen al pueblo, sino también que inspiren a reyes y gobernantes, extendiéndose a través de los periódicos, revistas y traducciones por todos los países cultos. La cultura ilustrada no se hace, pues, en la Universidad, sino en las logias masónicas, en los salones de los aristócratas, en los clubs y cafés. Y los autores que integran este movimiento cultural recibían en aquella época múltiples nombres: francmasones, librepensadores y philosophes. Entre los filósofos más representativos de la Ilustración -además de Hume y Kant- hay que nombrar a Voltaire y los enciclopedistas franceses Diderot y D'Alambert, Rousseau que colaboró también en la Enciclopedia, Montesquieu (padre de la doctrina de la división de poderes). En Inglaterra hay que citar a A. Smith, David Hartley y Locke; en Alemania a Wolff, Puffendorf y Tomasius.

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