El tiempo, el dinero, las cosas

 

 

EL RELOJ NO ES EL TIEMPO


El reloj no es el tiempo

Hemos acabado creyendo que el reloj es el tiempo. Y así nos va. Porque vivimos contra-reloj. Intentamos ganar tiempo al tic-tac del reloj acelerando el tic-tac de nuestro corazón. Ya no vivimos en las pulsaciones normales, vivimos en un constante intento de batir marcas. Comer más rápido -o sea, tragar cocina basura de pie-, trabajar más rápido -o sea, trocar eficacia por gesticulación-, pensar más rápido -o sea, no pensar-, fornicar más rápido -o sea, un simple entrar y salir como por una puerta giratoria-, viajar más rápido -o sea, llegar, pero no viajar- y hasta crecer más rápido -o sea, alargarnos más, lo antes posible, para ver nuestros zapatos desde más lejos.
Hasta tal punto intentamos sacarle tiempo al tic-tac del reloj, cosa imposible porque el reloj no es el tiempo, que ahora se nos dice que el tic-tac del corazón se está colapsando. Ansiedad, estrés, depresión, desorientación, infelicidad... Todo cuanto luego -a no tardar- nos traerá una muy probable enfermedad mortal. Pero eso sí, una enfermedad rápida y en la que la muerte será el resultado que marcará la victoria del reloj sobre el tiempo. Y siendo así, no comprendo cómo a los muertos no se les entierra con un reloj de pulsera. Un reloj que es trofeo y víctima: "Aquí yace un reloj que acabó con el tiempo creyéndole vencer".
Los estragos del reloj son tan manifiestos que se ha creado en Austria una Sociedad por la desaceleración del tiempo. La rige un ecologista - Wolfgang Sachs - que asume lo de que hay "un tiempo para todo y cada cosa a su tiempo" . En definitiva, se trata de algo tan antiguo como volver al tiempo natural, no al del reloj. Volver al tic-tac del corazón, que ese sí sabe cuando tiene que acelerarse, por ejemplo, con un buen orgasmo, pero que sabe también que a ese orgasmo debe seguirle un tic-tac pausado, de efluvios cordiales, con piel todavía en la memoria.
Dicen esos ecologistas del tic-tac cordial que hay que recuperar las zonas antiguas de las grandes ciudades para crear en ellas lugares de silencio, sin comercios ni impactos publicitarios. Y bien está eso... pero no está del todo bien. Porque un silencio entre dos ruidos no es recuperar el tiempo. El tiempo es un todo, es la Vida. Y su tic-tac, que es nuestro tic-tac cordial natural, debe estar también en cuanto nos rodea. No se puede mantener sano -ni siquiera vivo- a un pez manteniéndole en tierra aunque sea duchándole de vez en cuando.
Y eso lo tienen claro hasta los más antiguos de nuestros primitivos. Los aucas, ya saben (y si no lo saben acudan a mi libro Mi vida con los aucas ), esos pobladores amazónicos del Paleolítico, ni siquiera cuentan sus años. El tiempo es ellos en el tiempo. Y así, no buscan vivir más sino holgar mejor. Nada más lejos de un reloj que ellos. Casi tan lejos como lo está el tiempo-tiempo del tiempo-reloj.
A fin de cuentas, a los aucas les ocurre lo que a los samoanos. ¿Recuerdan los discursos que aquel jefe samoano llamado Tuiavi se dice lanzó a su pueblo de los Mares del Sur tras haber visitado Europa, un lugar donde habitan los por él llamados papalagi?
Pues si no los recuerdan o no los conocen, he aquí algunos fragmentos referidos al tiempo: "Los papalagi sienten pasión por algo que no podéis comprender pero que, a pesar de todo, existe: el tiempo. Lo toman muy en serio y cuentan toda clase de tonterías sobre él. Aunque nunca habrá más tiempo entre el amanecer y el ocaso eso no es suficiente para ellos. Los papalagi nunca están satisfechos con su tiempo y culpan al Gran Espíritu por no darles más. Así, difaman a Dios y a su gran sabiduría cortando cada nuevo día en piezas del mismo modo que nosotros cortamos el interior de un coco con nuestro machete. Cada parte tiene su nombre. Todas ellas son llamadas segundos, minutos u horas. El segundo es más pequeño que el minuto y el minuto más pequeño que la hora. Pero todos ellos, ensartados juntos, forman una hora. Para hacer una hora necesitan sesenta minutos y muchos, muchos segundos.
Es una historia increíblemente confusa de la cual yo mismo todavía no he entendido los puntos más sutiles puesto que es difícil para mí estudiar esa tontería más allá de lo necesario. Pero los papalagi le atribuyen mucha importancia. Hombres y mujeres, y hasta niños demasiado pequeños para andar, llevan una máquina pequeña, plana y redonda dentro de sus taparrabos, atada a una cadena de metal pesado colgando alrededor de la garganta o alrededor de la muñeca, una máquina que les dice la hora. Leerlo no es fácil. Se les enseña a los niños arrimándolo a sus orejas para despertar su curiosidad (...).
Cuando en una ciudad europea ha pasado una cierta parte del tiempo (...) los papalagi se lamentan: "Terrible, otra hora esfumada". Y entonces ponen un rostro sombrío como alguien que tiene que vivir una gran tragedia. Asombroso... porque inmediatamente después empieza una nueva hora.
Nunca he sido capaz de comprender eso pero creo que debe ser una enfermedad. Lamentos comunes a la gente blanca son: "El tiempo se desvanece como el humo", "El tiempo corre" o "Dadme sólo un poco más de tiempo".
He dicho que es probablemente alguna clase de enfermedad porque cuando el hombre blanco siente deseos de hacer algo, cuando, por ejemplo, su corazón desea ir caminando por el sol o navegar con un bote por el río, o hacer el amor a su amiga, usualmente se priva de su propia dicha al ser incapaz de encontrar tiempo para ello. Mencionará miles de cosas qué hacer (...)
Hay papalagi que dicen que nunca tienen tiempo. Caminan aturdidos como si hubieran sido tomados por un "aitu" y donde quiera que se muestren provocan desastres porque han perdido su tiempo. Estar poseído es una terrible enfermedad que la medicina del hombre no puede curar y que contagia a muchos otros volviéndolos profundamente infelices (...)
Creo que el tiempo resbala de las manos de un papalagi como una serpiente se desliza por una mano húmeda, tan sólo porque siempre tratan de agarrarse a él. No dejará que el tiempo venga a él sino que correrá tras él con las manos extendidas. No se permitirá malgastar el tiempo tumbándose al sol. Siempre quieren mantenerlo en sus brazos, darle y dedicarle canciones e historias. Pero el tiempo es tranquilidad y paz amorosa, amar, descansar y tenderse en una estera, imperturbables. Los papalagi no han entendido el tiempo y, por consiguiente, lo han maltratado con sus bárbaras prácticas.
¡Oh, mis hermanos amados!, nosotros nunca nos hemos lamentado sobre el tiempo, lo hemos amado del modo en que era, nunca lo hemos perseguido o cortado en rebanadas. Nunca nos da preocupación o pesadumbre. Nosotros tenemos tiempo en abundancia, siempre estamos satisfechos con el tiempo que tenemos. No pedimos más del que ya hay y siempre hemos tenido suficiente. Sabemos que alcanzaremos nuestras metas a tiempo y que el Gran Espíritu nos llamará cuando perciba que es nuestro plazo, incluso si no sabemos el número de lunas gastadas. Nosotros debemos liberar al engañado papalagi de sus desilusiones y devolverle el tiempo. Cojamos sus pequeñas y redondas máquinas del tiempo, aplastémoslas y digámosles que hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso del que un hombre ordinario puede gastar".

¿Te has enterado, papalagi? ¿Harás caso al jefe samoano y te despojarás de esas esposas que es el reloj? Creo que no. Yo, de momento, he terminado de escribir este artículo y sigo con el reloj puesto. Es más, acabo de mirar la hora y he salido corriendo. Y el caso es que yo no tengo prisa pero mi reloj y el reloj del que me espera sí la tienen.


Juaquín Grau

 

 

 

Consumismo no significa felicidad

 

Las tendencias cada vez más consumistas que se evidencian en muchas partes del planeta son insostenibles, según un nuevo informe del Instituto Worldwatch, con sede en Estados Unidos.

"El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta", dicen los investigadores.

La organización señala que, mientras que casi 3.000 millones de personas sobreviven con menos de US$2 diarios, más de 1.700 millones, o sea más del 25% de la población mundial, ha adoptado un estilo de vida que en el pasado era exclusivo de los ricos.

Sin embargo, este apetito consumidor no sólo está afectando a los más pobres, sino también a los sectores de mayores recursos, según los autores del "El estado del mundo en 2004".

"Los mayores índices de obesidad y deuda personal, la escasez crónica de tiempo y la degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida de muchas personas", advierten.

Presiones

El Instituto Worldwatch dice que el creciente consumo en el mundo industrializado y en los países en vías de desarrollo ha ejercido presiones sin precedentes en los recursos del planeta.

Los bosques, tierras agrícolas, selvas y territorios vírgenes disminuyen para dar

 

El apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas

Christopher Flavin, director del Instituto Worldwatch.

espacio a la gente, casas, centros comerciales y fábricas, señalan.

El director del centro de estudios, Christopher Flavin, dijo que el consumo no es intrínsecamente negativo.

"El aumento del consumo ha ayudado a satisfacer necesidades básicas y a crear empleos", explicó.

"Pero, en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los pobres satisfagan sus necesidades básicas", añadió.

Más autos que permisos

Según el Instituto Worldwatch, el país con más altos niveles de consumo es Estados Unidos, donde hay más automóviles que personas que tienen permiso para conducirlos.

Pero no por eso los estadounidenses son más felices. Cuando se les preguntó, sólo un tercio de ellos dijo ser "muy feliz".

Ejemplo clásico de consumismo: en EE.UU. hay más autos que conductores

Esa cifra es prácticamente la misma de quienes se creían muy felices en 1957, cuando los niveles de riqueza en el país representaban la mitad de los actuales.

Por otra parte, en países como China la demanda consumista ha estimulado la economía, creado empleos y atraído inversiones externas, dicen los autores del informe.

Pero unos 240 millones de chinos han ingresado al ejército de consumidores, una cantidad que pronto superará la de EE.UU., agregan.

Los investigadores proponen reformas tributarias que permitan dedicar más fondos al cuidado del medio ambiente, la introducción de leyes que obliguen a la industria a reciclar sus productos y a producir bienes más duraderos, y nuevas vías para fomentar la responsabilidad personal.

 

 

 

 

 

Juan Camilo Taborda Medellín

El dinero

Se dice que el dinero es el común  denominador de la vida moderna, es una fuerza invisible que permite intercambiar los bienes y servicios de la comunidad en una forma ágil y precisa, es un poder natural, una necesidad, es el lenguaje universal que todos queremos dominar.

 

Desde tiempos remotos el hombre ideo sistemas para dar valor a las cosas y poder intercambiarlas, primero se utilizo el trueque, pero este no fue una solución muy efectiva pues el comercio siguió en crecimiento y no dio abasto, por lo que se tomó la determinación de adoptar ciertos productos que fueran aceptados de un modo general  como unidad de cambio y medida de valor, surgiendo así el concepto de DINERO MERCANCÍA, el cual consistía en bien que era aceptado como medio de pago, que a su vez que tuviera una medida de valor y también se pudiera utilizar para consumo final o sea que tenía un valor de uso, como por ejemplo: El ganado que en latín es pecus del cual se desprenden los vocablos pecunia y pecuniario que aun se utilizan para referirse al dinero. Con esta etapa se termino con el trueque. Algunas especies utilizadas como dinero fueron: la sal, tabaco y el cacao usados por nuestros aborígenes y el ganado que fue utilizado por los romanos.

Una segunda etapa por la que pasa el dinero es la del DINERO METÁLICO en la cual el dinero se expresó en monedas y especies metálicas. Los principales metales aceptados fueron el bronce, plata, y oro, con los cuales se acuñaron las primeras monedas. La comunidad le ha dado al oro y a la plata un sentido de riqueza tal, que tienen valor en si mismos así no estén expresados en moneda, el encanto del oro es eterno y este siempre a lo largo de la historia ha causado fascinación y deseo a todos los que lo observan.

Las primeras monedas que se conocen, se acuñaron en Lidia, la actual Turquía en el Siglo VII A. de C., eran de electro aleación natural de oro y plata, ya que para todos los pueblos el oro era el metal más valioso seguido de la plata, patrón que se trasladó a la fabricación del dinero.

Durante siglos en Grecia, casi 500 Reyes y 1.400 ciudadanos, acuñaron sus propias monedas, y se estableció la costumbre de adornar cada moneda con el dibujo de su emblema local y se creó el primer sistema monetario unificado, que, con la caída del imperio se derrumbó, entonces obispos, nobles, propietarios y diversas localidades se dedicaron a acuñar monedas, esta dispersión fue habitual hasta la época de CARLO MAGNO, que reformó el sistema en el siglo VIII y devolvió el control de su emisión, al poder central.

El pionero en utilizar billetes, fue el emperador mongol, KUBALI KHAN en el Siglo XI, para él, era el certificado de propiedad de una cantidad de monedas de oro en Europa, en sus inicios, los billetes eran certificados sobre la existencia de un depósito de oro en un banco.

A finales del Siglo XVI, cuando el público empezó a usarlo para saldar deudas y realizar pagos, los bancos emitieron certificados por cantidades fijas, los primeros billetes oficiales se emitieron en 1694, por el Banco de Inglaterra, así nació un nuevo tipo de dinero, el fiduciario, a diferencia de las monedas de la época el billete solo tenía valor representativo. Además con este tipo de dinero se crearon monedas de aleaciones con cantidades escasas de metal precioso, perdiendo la moneda su valor intrínseco.

La necesidad cada vez más creciente de especies monetarias le fue mermando respaldo metálico al papel moneda, hasta hacerlo desaparecer y quedar solo los billetes como símbolo de papel moneda, los cuales son aceptados por ser establecidos por el Estado, y por ser aceptados en general, dio paso al dinero bancario “el cheque”.

El dinero plástico que consiste en que las personas podrán hacer sus pagos sin necesidad de tener especies monetarias, sustituye en un alto porcentaje el uso de las monedas, billetes y cheques. llevar la tarjeta se ha convertido casi en una obligación por la comodidad que representa al pagar en un supermercado o restaurante, acudir a un cajero automático para sacar dinero 

Después del dinero plástico llega el electrónico tiene su justificación en el auge que ha tenido la electrónica en la vida actual; la automatización del sistema financiero, el desarrollo de las telecomunicaciones y la nueva cultura de ahorro, inversión y gasto de la sociedad, son factores que en conjunto hacen inminente la desaparición del dinero en efectivo y de otras formas tradicionales de pago.

A diferencia de otros bienes el dinero sirve como medio de intercambio y a su vez representa liquidez por lo cual se adapta a cualquier proceso de cambio en cualquier momento, ha medida que pasa el tiempo el valor del dinero varía, pues un artículo que lo compremos hoy no tendrá el mismo valor transcurrido un tiempo, mientras que los otros patrones de medida permanecen fijos a través del tiempo.

El dinero tiene las siguientes características: escasez, transferencia, durabilidad, portabilidad, divisibilidad, fácil reconocimiento, homogeneidad, utilidad,  estabilidad en su valor, belleza, maleabilidad e incorruptibilidad.

Pero que más allá de toda esa belleza, de ese objeto por el cual las personas se corrompen, matan y son capaces de hacer infinidad de cosas por obtenerlo, el dinero es afrodisíaco posee en sí mismo una magia y una fascinación de la cual nadie puede escapar. Todos soñamos con tener más dinero y a medida que lo vamos obteniendo siempre anhelamos aumentar nuestro capital en mayores proporciones, pero el dinero no todo lo puede comprar, no es suficiente para comprar el bienestar.

Se olvida con frecuencia que la alegría, la paz de espíritu, el amor, el buen humor, los buenos amigos; el reconocimiento social de una buena persona que echa una mano a los demás, los ratos de amena conversación, la entrega al servicio de los demás, y el cariño de familiares y amigos son algunas de las cosas importantes, realmente importantes, en el mundo que no se compran con dinero.

Hoy en día existen varias bolsas de valores entre las cuales la de Wall Street es una de las más importantes del mundo, en la cual día a día gente acude allí en busca de más dinero, se juegan en ocasiones todas sus pertenencias con el único fin de ganar mas dinero, muchos de los presentes allí sueñan con la riqueza de Wall Street y muchos corredores de bolsa aplican todos sus conocimientos para acertar por las mejores acciones y recibir las mayores utilidades.

El dinero es un juego mundial en el cual todos estamos inmersos dentro de él, así pretendamos decir lo contrario, hoy en día cuando las apuestas han alcanzado su mayor grado de aceptación en la historia miles de personas recurren a estas como una posibilidad de ganar dinero fácil, juegan al principio con pequeñas cantidades pero a medida que van avanzando en sus apuestas, esa ambición, esas ganas de mas dinero lo llevan a apostar altas cantidades de dinero, es difícil controlarse con el juego cuando se esta metido dentro de este mundo que representa una sensación única y que se divierten aunque solo estén haciendo rico a otros, cuando muchas personas ven la acogida que tiene un casino y las utilidades que este le representa pues deciden adentrarse en este negocio y así esperar que miles de aficionados jugadores vayan a darle unos buenos pesos por eso ese negocio crece a pasos agigantados.

En una economía de mercado como la actual en la cual hay tanta competencia se hace difícil ganar mucho dinero, si eso se pretende, lo importante es comprar barato y vender caro el problema es como lograrlo. Para tener éxito requiere mucho esfuerzo y existen muchas cosas que escapan fuera de nuestro control.

Nuestra sociedad está marcada por una monstruosa tentación a la avaricia en todos los ámbitos de la vida. La avaricia es la mejor aliada de la sociedad de consumo; fomenta la preocupación por triunfar, por el lujo, de aparentar más, de ser los primeros, de tener los mejores coches o vestidos,…

 

Hay una raíz más poderosa en la que radica el auténtico mal: En la organización económica de nuestra sociedad, toda ella basada en el consumismo, en el interés de tener más, en producir más y mejor a base de ignorar y abusar de los hombres y mujeres en el trabajo y en el sueldo...

En realidad, el avaro es un pobre enfermo que da pena y risa. La sabiduría popular lo retrata como "un loco que vive pobremente para poder morir rico. Publio Siro afirma que al pobre le faltan muchas cosas; al avaro, todas.