Cultura

 

Tiempo

 
 

Ante la diversidad cultural

Cuadro

Cuando nos relacionamos con miembros de otras culturas y conocemos alguna de sus costumbres, ideas o creencias podemos adoptar algunas de estas posturas:

  • el etnocentrismo (suele ser la más frecuente),
  • el relativismo cultural,
  • y el pluralismo o interculturalismo.

El etnocentrismo es la creencia de que las propias pautas de conducta, aprendidas en nuestra cultura son siempre naturales, buenas, justas, convenientes, y que los extraños, por el hecho de actuar de manera diferente, viven según patrones salvajes, inhumanos, repugnantes o irracionales. Es la postura de la intolerancia cultural. Las personas intolerantes hacia las diferencias culturales, normalmente, ignoran el siguiente hecho. Si hubieran sido socializados en el seno de otro grupo, todos estos estilos de vida supuestamente salvajes, inhumanos, repugnantes e irracionales serían ahora los suyos.

Según definición del antropólogo cultural Marvin Harris el relativismo cultural es aquel principio que afirma que todos los sitemas culturales son iguales en valor y que los rasgos característicos de cada uno de ellos tienen que ser evaluados y explicados en el sistema en el que aparecen. Esto significa que no tiene sentido la comparación con otros sistemas culturales, todos los contenidos culturales son igualmente valiosos.

Urge aclarar los múltiples sentidos que tiene el concepto valor, para mostrar las insuficiencias de la postura relativista. Hay valores morales, estéticos, religiosos, económicos. ¿Podemos afirmar que todas las costumbres son igualmente valiosas desde el punto de vista moral?

Como es bien sabido hay muchas culturas en las que la mutilación genital femenina (que va desde la ablación, pasando por la escisión, hasta la infibulación) es una pauta cultural normal. Los nativos de estas culturas consideran que esa práctica es una parte irrenunciable de su identidad cultural, y los intentos por parte de ciertas organizaciones occidentales de combatir las mutilaciones sexuales de las mujeres son considerados por esos nativos como actos de imperialismo cultural destinados a destruir su identidad. Según el relativismo cultural, tendríamos que admitir que esa pauta cultural es intrínsecamente tan digna de respeto como cualquier otra, y que tiene valor por el mero hecho de existir y de enriquecer la diversidad cultural mundial. Las razones que dan los nativos para justificar estas mutilaciones son muy variadas, aunque se repiten en culturas muy diversas: que el clítoris es la parte masculina del cuerpo de la mujer y hay que extirparlo para que no se confundan hombres y mujeres, que si el clítoris toca el pene del hombre éste morirá, que los genitales femeninos no mutilados son feos y voluminosos, que pueden crecer y resultar incómodos colgando entre las piernas, que si la cabeza del niño toca el clítoris durante el parto el niño morirá, que las mujeres no mutiladas no son fértiles o no pueden concebir...

Parece evidente que esta práctica cultural atenta contra los derechos fundamentales de la persona y si consideremos que estos derechos son universales, son para todos los seres humanos, hemos de condenar la práctica de la mutilación femenina aunque muchos grupos humanos la consideren justificada y la practiquen. No todas las costumbres, ideas y creencias son igualmente valiosas desde el punto de vista de la moral. Hay costumbres que atentan contra los derechos fundamentales de la persona y éstas hay que rechazarlas. Y lo mismo podría decirse de las ideas. No todas las ideas tienen el mismo valor de verdad. El que algunos grupos humanos piensen que la lluvía puede predecirse con las cabañuelas no significa que dicha idea tenga el mismo valor de verdad que las predicciones metereológicas pues la ciencia es una forma de conocimiento más rigurosa que todas las formas de saber local.

Cabe también optar por el respeto crítico con las culturas ajenas. Es lo que se denomina pluralismo cultural o interculturalismo.

El pluralismo cultural puede ser definido como “aquella ideología o modelo de organización social que afirma la posibilidad de convivir armoniosamente en sociedades, grupos o comunidades étnica, cultural, religiosa o lingüísticamente diferentes” . Por tanto, valora positivamente la diversidad cultural. Además, reconoce un marco común para todos, basado en la igualdad de derechos y deberes.Hay dos formas de vivir el pluralismo cultural.
El modelo asimilacionista se basa en una “propuesta de uniformización cultural: se propone y se supone que los grupos y minorías van a ir adoptando la lengua, los valores, las normas, las señas de identidad, de la cultura dominante y, en paralelo, van a ir abandonando las de su cultura propia” .
Por su parte, el modelo del melting pot se basa en que “la cultura nacional o la identidad de un determinado país o entidad debe configurarse a partir de las contribuciones de todos los sectores o segmentos en él representados o a él incorporados” .

INTERCULTURALISMO
Rodrigo Alsina define el multiculturalismo como “la ideología que propugna la coexistencia de distintas culturas en un mismo espacio real, mediático o virtual; mientras que la interculturalidad sería las relaciones que se dan entre las mismas, haría referencia a la dinámica que se da entre comunidades culturales que conviven entre sí ” . El interculturalismo supone una forma de vivir la diversidad cultural en la comunicación intercultural, el diálogo y el respeto. En primer lugar, la comunicación intercultural debe iniciarse para conocer a los otros, a través de un diálogo que ha de ser tanto crítico como auto-crítico. En segundo lugar, es necesario desterrar los estereotipos negativos de las otras culturas, tan hondamente arraigados en ocasiones, los prejuicios y las ideas preconcebidas sobre las costumbres, ideas o creencias de grupos ajenos a nuestra cultura. En tercer lugar, es necesario iniciar una negociación intercultural desde una posición de igualdad. En cuarto lugar, hay que relativizar nuestra cultura, entender que no todo lo nuestro es absolutamente valioso. Ello permitirá estar en disposición de considerar los valores de otras culturas en lo que tienen de válidos y, en su caso, aceptarlos.