El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable que se asocia a daños reales o potenciales del organismo.El dolor puede ser, según su incidencia y duración, agudo o crónico. El dolor agudo representa un aviso sobre la existencia de una lesión que es necesario diagnosticar y tratar. Se puede considerar como un dolor útil, yaque avisa de la existencia de un proceso y orienta el diagnóstico por su localización, extensión, naturaleza, duración e intensidad. El dolor agudo tiene una finalidad protectora, es un sistema de alerta. Se equipara al dolor síntoma o dolor señal. Su tratamiento será el de la causa que lo motiva.

Cuando el dolor se cronifica pierde el sentido protector y deja de ser un síntoma para convertirse en una entidad nosológica. El dolor crónico se equipara al dolor enfermedad. En el dolor crónico existen componentes psicoafectivos que facilitan la fijación del dolor. que a su vez producirá en el enfermo y su ambiente un importante estrés físico, emocional, social y económico. Su tratamiento deberá incluir varios aspectos: farmacológico, psicológico y rehabilitador.

En la antigüedad se pensó que el dolor del hombre era un castigo por sus pecados. Pero -para el cristianismo- las congojas y desgracias no son el castigo de una culpa, sino una oportunidad de purificación. No se trata, por supuesto, de decir que el dolor no sea doloroso, sino de encontrarle un sentido. Es obvio que ningún sufrimiento puede ser bueno en si mismo pero sí, en cambio, por sus repercusiones sobre la personalidad. Así, puede dar origen a actitudes virtuosas como la paciencia, la fortaleza interior o el arrepentimiento y, sobre todo, en las personas religiosas, a la aceptación irrestricta de la vida y el abandono confiado en la voluntad de Dios. Es por eso que la vida cristiana exige que el hombre transite con valor su propia existencia, lo que implica, ineludiblemente, asumir la “cuota personal” de dolor y sufrimiento. Existe, además, una oculta conexión entre el dolor y la dicha; entre el sufrimiento y la felicidad, y es por eso que ambas experiencias hacen posible la esperanza. Por otra parte, el dolor nos enseña a conocernos más profundamente. el sentido religioso del dolor y del sufrimiento humano es, en definitiva, un misterio que, al igual que el propósito de la propia existencia terrenal, escapa a la comprensión reflexiva. Hay un pasaje en el Evangelio que parecería ser particularmente revelador del misterio del mal y del sufrimiento humano. Se trata de la parábola de la cizaña. El dueño de una tierra siembra trigo y por la noche el demonio lo mezcla con cizaña. Cuando ya crecida la hierba, los sirvientes le proponen al amo arrancarla, éste les dice que no lo hagan, porque podrían también arrancar el trigo: “Dejadlos crecer juntos hasta la siega y entonces arrojad la cizaña al fuego y llevad el trigo a los graneros” ( Mt 13, 24-30). Sin duda, el dolor y el mal son la cizaña y de algún modo es útil que crezcan junto a la virtud para el progreso humano. Es bastante obvio que sin los aspectos negativos de la vida, sería difícil actualizar los positivos. Esta es, por otra parte, la paradoja del pecado, que hace posible el arrepentimiento y destaca -por contraste- el amor y la virtud. Del mismo modo, es en la experiencia del dolor cuando el hombre puede percibir mejor su condición de criatura impotente y sin poder ante los sucesos y acontecimientos penosos de la vida. Pero si bien el sufrimiento puede acercarnos a Dios, también puede alejarnos y así ante el dolor muy intenso, aun las personas religiosas se pueden sentir abandonadas del Padre y ser presas de la confusión.

Con la pasión, muerte y resurrección de Jesús se confirma que Dios está al lado del hombre en su sufrimiento. Y no sólo eso. Además, con Cristo el dolor, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, sino que son definitivamente vencidos mediante su resurrección.

El fundador del budismo, Sidharta Gautama, nació aproximadamente el 560 a .C en el norte de la India. Su padre era el gobernador de un distrito cerca del Himalaya que hoy es Nepal y desde que nació le resguardó del mundo exterior y lo confinó al palacio rodeado de placeres y riqueza. A pesar de los esfuerzos de su padre, paseando por los jardines del palacio vio cuatro cosas que cambiaron su vida para siempre: un hombre anciano, un hombre enfermo, un hombre muerto y un mendigo. Profundamente conmovido, se decidió a dejar el lujo de la vida de palacio y comenzó una misión para buscar la respuesta al problema del dolor y del sufrimiento humano.

Las enseñanzas básicas del budismo se pueden resumir del modo siguiente:

•  A lo largo de la vida, todas las cosas vivas encuentran sufrimiento. El nacimiento es doloroso, y también lo es la muerte. La enfermedad y la vejez son dolorosas.

•  La raíz del sufrimiento es el deseo. Es la avidez por la riqueza, la felicidad y otras formas de disfrute egoísta la que causa el sufrimiento.

•  El sufrimiento cesará cuando la persona puede liberarse de todo deseo. Es necesario acabar con el deseo en nosotros, con este deseo que está en el origen de nuestra existencia. En otras palabras, aniquilar en nosotros la misma sed de vivir y así entrar en el estado beatificante del nirvana: la aniquilación total.