Parménides de Elea

Con Parménides y la escuela eleática, la filosofía inicia un nuevo camino, el camino de la ontología, la reflexión sobre el ser en general, uno de cuyos planos o dimensiones es el ser físico, la naturaleza.

Y así como Heráclito, a la luz de la razón, había llegado a la conclusión de que lo real es un dinamismo conflictual y pese a ello armónico, Parménides, a la luz de esta misma razón, considera que el cambio y el devenir son un mero engaño de los sentidos.

Para llegar a esta conclusión, Parménides parte de una utilización radical de la lógica y en concreto del principio de identidad. Así, dirá Parménides, la razón nos muestra que el ser es y que el no ser no es, o lo que es lo mismo, que cada cosa es igual a sí misma, que A = A. Nos dice también la razón que sólo lo que es puede ser pensado, el pensamiento no puede pensar el no ser, la nada (principio que había usado los pitagóricos para entender junto con lo lleno la estructura de lo real).

Aplicando estos principios racionales a la comprensión de la naturaleza, resultaría que habría que decir:

  • La realidad, el ser es inmóvil. Aceptar el cambio en la naturaleza supone considerar que algo que es no es, que algo que no es. Y esto, la razón se niega a aceptarlo, por ser contradictorio con la lógica de la identidad, que siempre afirma que el ser es y el no ser no es, que es imposible que algo sea y no sea.
  • El ser es uno, no existe la multiplicidad de seres, que nos muestran los sentidos. El ser es "uno", porque si hubiera otra cosa sería el no ser y ya sabemos que el no ser no es.
  • El ser es inengendrado e imperecedero, porque en caso contrario habría que suponer que procede del no-ser y vuelve a él, pero el no-ser es impensable e inexistente.

El resultado de esta especulación racional, montada sólo sobre la razón lógica y negadora del papel de la información sensible, es una imagen del universo como una realidad material, eterna, inmóvil, finita, en la que no hay lugar para la pluralidad y el cambio. En ella se apoyó Platón para construir su particular visión, no de la naturaleza, sino del mundo de las ideas, que luego veremos.