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Precios artificialmente bajos

En muchas ocasiones a lo largo de la historia, los gobernantes han tratado de hacer uso de "la fuerza de la ley" para solucionar de forma drástica los problemas económicos. Si los precios resultan excesivamente altos y los súbditos están descontentos es realmente tentador emitir un decreto ordenando que se bajen los precios.

Supongamos que se establece un límite al precio del trigo por debajo del de mercado. A corto plazo todo el trigo que estuviera almacenado desaparecerá de las vías comerciales habituales; aparecerá un mercado negro en el que el trigo se venderá a un precio incluso superior al previo ya que se incrementará con los costes de los nuevos canales de comercialización, menos eficientes y más peligrosos por su ilegalidad.  Si el gobernante quiere imponer el cumplimiento de la ley, puede ordenar registros en los almacenes de los agricultores y requisas del producto, pero resultará así que un sector de la sociedad (los agricultores) estará siendo cargado fiscalmente por el Estado de una forma abusiva en beneficio de otro (los consumidores) por lo que el objetivo político de eliminar el descontento no se estará cumpliendo. A plazo  medio, en la cosecha siguiente, resultará que muchos agricultores habrán destinado sus campos al cultivo de otros cereales sin controles de precios por lo que la cantidad producida de trigo será mucho menor; la escasez será endémica ya que la cantidad demandada de trigo a precios bajos será mucho mayor que la ofrecida; la presión hacia una subida de precios continuará por lo que las coacciones para evitarlo deberán hacerse permanentes.

Diocleciano.

Este emperador vivió en momentos de profunda crisis económica e hizo por primera vez intentos racionales de controlar la economía y los precios.

El Edicto de Precios de Diocleciano (“Edictum de maximis pretiis rerum venalium”) fijaba precios máximos para más de mil trescientos productos y también establecía el costo de la mano de obra para producir esos artículos. La pena para quienes violaran el edicto era bastante dura (“…si alguno tiene la osadía de actuar contra lo dispuesto en esta norma, será condenado a pena capital…”), pero el edicto fracasó. Las consecuencias fueron la desaparición de productos de los mercados, la aparición del mercado negro y la agravación de las subidas de precios.

ESTAS FUERON SUS PALABRAS

Una avaricia incontenible e inmoral aparece siempre que nuestros ejércitos, en defensa del bien común, marchan no sólo por aldeas y ciudades sino también por las carreteras; con ello hacen que los precios de los comestibles no sólo se tripliquen, a veces llegan a costar ocho veces más y superan todo lo imaginable. Con esta ley estableceremos una medida y pondremos coto a la avaricia.

(Edicto del emperador Diocleciano, año 302)

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Desequilibrios  entre la oferta y la demanda

Los gobernantes modernos son mucho más sutiles pero no por ello más efectivos. 

Durante la Segunda Guerra Mundial se estableció en los Estados Unidos una oficina de control de precios que elaboró una lista de productos sometidos a control y exigió autorización previa a cualquier modificación en los precios. Algunos fabricantes de productos incluidos en la lista acababan de subir sus precios por lo que la medida no les perjudicaba mucho; otros, más previsores o mejor avisados, habían procedido a una subida más fuerte de lo necesario por lo que tenían garantizados los beneficios aunque las medidas de control permaneciesen mucho tiempo; los demás estaban desprevenidos, con precios muy antiguos, por lo que se les estaba condenando a fuertes pérdidas.

La primera medida de los fabricantes para evitar las pérdidas consistió en disminuir la calidad de los productos. Después empezaron las presiones en la oficina de control de precios, la presentación de cuentas que demostraban que si no se les permitía subir los precios se verían obligados a cerrar la fábrica... Los burócratas de dicha oficina (entre ellos se encontraba nada menos que Kenneth Galbraith que fue quien lo contó para enseñanza de la posteridad) no tuvieron más remedio que ir cediendo poco a poco, por lo que su trabajo resultó poco menos que inútil.

En el comunismo soviético parecía poder superarse este problema, pero no fue así. Los precios artificialmente bajos de algunos productos implicaban un rápido agotamiento de la oferta. Las colas para adquirir productos básicos eran muy frecuentes. Ciertamente, el pan era muy barato, pero había que estar una hora en cola para comprarlo ¿Qué valor tiene una hora perdida en la cola del pan? Además, como los productores de trigo recibían un salario igual fuese cual fuese la demanda y la calidad de su producto, el estímulo económico tenía que ser substituido por una fuerte presión e incluso represión ¿Cuál era el coste de la policía necesaria para forzar la producción de pan?

Gracias a los conocimientos que tenemos actualmente de las leyes de funcionamiento del mercado, los medios de que disponen los gobiernos para controlar las subidas de precios son actualmente mucho más sutiles y poderosos. Como veremos en su día, las autoridades económicas disponen de instrumentos fiscales y monetarios para controlar la demanda y la oferta sin por ello distorsionarlas, es decir, haciendo que los precios se mantengan bajos sin alterar el libre juego de las fuerzas del mercado.