QUÉBEC, abril 2001: Area de Libre Comercio de las Américas: nada para todos
 

 

Quebec: Cansados del bla-bla-bla

En la reunión de Quebec, que termina hoy, los gobiernos y los magnates se mueven por un dogma: lo que es bueno para el comercio es bueno para todos, al menos a largo plazo. Pero, refuta la autora, "sólo los muy ricos convierten a la riqueza en un fin en sí mismo. El resto estamos interesados en los números del comercio y la inversión por lo que permiten comprar: ¿Podemos solventar una reconstrucción de nuestro sistema de salud pública? ¿Podemos erradicar la pobreza? ¿Podemos fundar mejores escuelas? ¿Nos alcanza para invertir en fuentes de energía más limpias? En pocas palabras, ¿tenemos una sociedad mejor y más justa?"

La oposición al libre comercio ha crecido precisamente porque la riqueza privada ha ascendido sin que esto se traduzca en algo que pueda ser claramente identificado como un bien público. Las consecuencias prometidas del goteo (que los beneficios se filtren de arriba abajo) fueron el incentivo político de la desregulación; estándares ambientales más estrictos, sueldos más altos, mejores condiciones de trabajo, menos pobreza. Este goteo ha sido, o inexistente o vergonzosamente poco.

Los acuerdos ambientales y laborales laterales anexos al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) tienen un historial espectacularmente pobre. Hoy, 75% de la población mexicana vive en la pobreza; en 1981 era 49%. Puede ser que el comercio cree empleos en Canadá, pero no los suficientes como para mantenerle el paso a los empleos que fueron eliminados. Según el Centro Canadiense en Políticas Alternativas, para 1997 había habido una pérdida neta de 276 mil empleos. De acuerdo con el Club Sierra, la contaminación total se ha incrementado en el doble en México desde que el TLCAN entró en vigor. Y Estados Unidos se volvió un renegado del cambio climático, y desechó sus compromisos de Kioto.

Ahora resulta que el unilateralismo desafiante es el mayor bien de lujo en la era del libre comercio, reservado para los ultrarricos. Siempre hay excusas sobre por qué la riqueza liberada por el llamado libre comercio se queda atorada arriba: una recesión, el déficit, la crisis del peso, la corrupción política, y ahora, la amenaza de otra recesión. Siempre habrá razones de por qué se debe gastar en otra reducción en impuestos, en vez de en programas ambientales y sociales.

Sólo los economistas veneran la creación de la riqueza en abstracto; sólo los muy ricos la convierten en un fetiche, como si fuese un fin en sí mismo. El resto estamos interesados en los números del comercio y la inversión por lo que permiten comprar:
¿El incremento en comercio e inversión significa que podemos solventar una reconstrucción de nuestro sistema de salud pública? ¿Podemos mantener nuestras promesas de poner fin a la pobreza infantil? ¿Podemos fundar mejores escuelas, construir vivienda accesible? ¿Nos alcanza para invertir en fuentes de energía más limpias? ¿Trabajamos menos y tenemos más tiempo para el ocio? En pocas palabras, ¿tenemos una sociedad mejor y más justa? Lo que ha sucedido es lo opuesto.

Cuando el crecimiento económico está alejado de las medidas que lleven a un progreso social, la gente pensante comienza a perder esperanza en el sistema; comienza a hacer preguntas difíciles, no sólo sobre el comercio, sino también sobre cómo los economistas miden el progreso. ¿Por qué no podemos medir los déficit ambientales, así como el crecimiento económico? ¿Cuál es el verdadero costo social ?en recortes a la educación, en el incremento de los sin hogar? de las políticas económicas? Este es el tipo de preguntas que se escucharán en la ciudad de Quebec estos días. Vendrán de gente como José Bové, el agricultor francés cuya campaña no es contra McDonald's, sino contra un modelo agrícola que ve a la comida sólo como un artículo industrial, y no como la pieza central de la cultura nacional y de la vida familiar. Vendrán de los trabajadores de los servicios de salud que cuestionan al sistema de comercio que defiende las patentes de los medicamentos contra el sida más vigorosamente que a millones de vidas humanas. Vendrán de los estudiantes universitarios que pagan más por la educación "pública" cada año, mientras sus escuelas son invadidas por propaganda y sus departamentos de investigación son privatizados, un estudio tras otro. El lema "la gente antes que las ganancias" es descartado por los defensores del libre comercio por estar fuera de foco, pero representa el sentimiento de las campañas que convergen en la ciudad de Quebec.

El argumento para continuar a toda velocidad con la negociación del Area de Libre Comercio de las Américas se basa en una creencia ideológica irrefutable de que lo que es bueno para el comercio es bueno para todos, al menos a largo plazo. Aunque ese dudoso argumento fuese cierto, la fecha límite es inaceptable. Según el gobernador del Banco de México, con la tasa actual de crecimiento económico no será sino hasta dentro de 60 años que México duplique el ingreso per cápita y erradique la pobreza extrema. Lo que los manifestantes dicen es que la dignidad humana y el medio ambiente son demasiado importantes como para rezar por ellos como si se tratara de pedir lluvia durante una sequía; no deben ser los efectos laterales de largo plazo sino los fundamentos de nuestras políticas económicas.

Afortunadamente, los manifestantes resisten la presión de llegar a una alternativa única al libre comercio y, en vez de ello, están defendiendo el derecho a una auténtica diversidad global y a la libre determinación. En vez de una sola solución, hay miles, que poco a poco se unen en un modelo económico alternativo. En Brasil esto implica medicamentos gratuitos contra el sida para quien los necesite. En Cochabamba, Bolivia, significa insistir en que el agua no es un artículo de consumo sino un derecho humano. En la Columbia Británica, implica que las naciones originarias y las comunidades rurales no nativas demandan el derecho al uso y disfrute de los "bosques comunitarios", lo cual implica actividades como la tala moderada, el turismo y la industria local, en oposición a otorgar permisos forestales industriales a las trasnacionales taladoras. En México y Guatemala, implica tener cooperativas cafetaleras que garantizan la diversidad ambiental y los salarios.

Algunos defensores del libre comercio dicen que si los manifestantes fuesen serios, estarían del otro lado de la cerca, negociando amablemente acuerdos laterales laborales, ambientales y de democracia. La cerca denunciada como inconstitucional por más de 5 mil canadienses? es justificada por los organizadores del encuentro sobre la base de que se enviaron invitaciones personales a un puñado de "representantes de la sociedad civil" para que entren a la ciudad enrejada. Pero 13 años después del primer acuerdo de libre comercio entre Canadá y Estados Unidos, no son los detalles de la negociación (los cuales aún no conocemos) sino el modelo económico en sí lo que está bajo fuego. La semana pasada, Jean Chrétien (el primer ministro canadiense) le dijo a Le Devoir (periódico de Montreal) que miles de personas vendrán a la ciudad de Quebec para "protestar y bla-bla-bla". Pero sucede justo lo opuesto. Vienen a Quebec para protestar porque ya están cansados del bla-bla-bla.

Naomi Klein
Masiosare

 




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