Quebec: Cansados del bla-bla-bla
En la reunión de Quebec, que termina hoy, los gobiernos
y los magnates se mueven por un dogma: lo que es bueno para el
comercio es bueno para todos, al menos a largo plazo. Pero, refuta
la autora, "sólo los muy ricos convierten a la riqueza
en un fin en sí mismo. El resto estamos interesados en
los números del comercio y la inversión por lo que
permiten comprar: ¿Podemos solventar una reconstrucción
de nuestro sistema de salud pública? ¿Podemos erradicar
la pobreza? ¿Podemos fundar mejores escuelas? ¿Nos
alcanza para invertir en fuentes de energía más
limpias? En pocas palabras, ¿tenemos una sociedad mejor
y más justa?"
La oposición al libre comercio ha crecido precisamente
porque la riqueza privada ha ascendido sin que esto se traduzca
en algo que pueda ser claramente identificado como un bien público.
Las consecuencias prometidas del goteo (que los beneficios se
filtren de arriba abajo) fueron el incentivo político de
la desregulación; estándares ambientales más
estrictos, sueldos más altos, mejores condiciones de trabajo,
menos pobreza. Este goteo ha sido, o inexistente o vergonzosamente
poco.
Los acuerdos ambientales y laborales laterales anexos al Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) tienen un
historial espectacularmente pobre. Hoy, 75% de la población
mexicana vive en la pobreza; en 1981 era 49%. Puede ser que el
comercio cree empleos en Canadá, pero no los suficientes
como para mantenerle el paso a los empleos que fueron eliminados.
Según el Centro Canadiense en Políticas Alternativas,
para 1997 había habido una pérdida neta de 276 mil
empleos. De acuerdo con el Club Sierra, la contaminación
total se ha incrementado en el doble en México desde que
el TLCAN entró en vigor. Y Estados Unidos se volvió
un renegado del cambio climático, y desechó sus
compromisos de Kioto.
Ahora resulta que el unilateralismo desafiante es el mayor bien
de lujo en la era del libre comercio, reservado para los ultrarricos.
Siempre hay excusas sobre por qué la riqueza liberada por
el llamado libre comercio se queda atorada arriba: una recesión,
el déficit, la crisis del peso, la corrupción política,
y ahora, la amenaza de otra recesión. Siempre habrá
razones de por qué se debe gastar en otra reducción
en impuestos, en vez de en programas ambientales y sociales.
Sólo los economistas veneran la creación de la
riqueza en abstracto; sólo los muy ricos la convierten
en un fetiche, como si fuese un fin en sí mismo. El resto
estamos interesados en los números del comercio y la inversión
por lo que permiten comprar:
¿El incremento en comercio e inversión significa
que podemos solventar una reconstrucción de nuestro sistema
de salud pública? ¿Podemos mantener nuestras promesas
de poner fin a la pobreza infantil? ¿Podemos fundar mejores
escuelas, construir vivienda accesible? ¿Nos alcanza para
invertir en fuentes de energía más limpias? ¿Trabajamos
menos y tenemos más tiempo para el ocio? En pocas palabras,
¿tenemos una sociedad mejor y más justa? Lo que
ha sucedido es lo opuesto.
Cuando el crecimiento económico está alejado de
las medidas que lleven a un progreso social, la gente pensante
comienza a perder esperanza en el sistema; comienza a hacer preguntas
difíciles, no sólo sobre el comercio, sino también
sobre cómo los economistas miden el progreso. ¿Por
qué no podemos medir los déficit ambientales, así
como el crecimiento económico? ¿Cuál es el
verdadero costo social ?en recortes a la educación, en
el incremento de los sin hogar? de las políticas económicas?
Este es el tipo de preguntas que se escucharán en la ciudad
de Quebec estos días. Vendrán de gente como José
Bové, el agricultor francés cuya campaña
no es contra McDonald's, sino contra un modelo agrícola
que ve a la comida sólo como un artículo industrial,
y no como la pieza central de la cultura nacional y de la vida
familiar. Vendrán de los trabajadores de los servicios
de salud que cuestionan al sistema de comercio que defiende las
patentes de los medicamentos contra el sida más vigorosamente
que a millones de vidas humanas. Vendrán de los estudiantes
universitarios que pagan más por la educación "pública"
cada año, mientras sus escuelas son invadidas por propaganda
y sus departamentos de investigación son privatizados,
un estudio tras otro. El lema "la gente antes que las ganancias"
es descartado por los defensores del libre comercio por estar
fuera de foco, pero representa el sentimiento de las campañas
que convergen en la ciudad de Quebec.
El argumento para continuar a toda velocidad con la negociación
del Area de Libre Comercio de las Américas se basa en una
creencia ideológica irrefutable de que lo que es bueno
para el comercio es bueno para todos, al menos a largo plazo.
Aunque ese dudoso argumento fuese cierto, la fecha límite
es inaceptable. Según el gobernador del Banco de México,
con la tasa actual de crecimiento económico no será
sino hasta dentro de 60 años que México duplique
el ingreso per cápita y erradique la pobreza extrema. Lo
que los manifestantes dicen es que la dignidad humana y el medio
ambiente son demasiado importantes como para rezar por ellos como
si se tratara de pedir lluvia durante una sequía; no deben
ser los efectos laterales de largo plazo sino los fundamentos
de nuestras políticas económicas.
Afortunadamente, los manifestantes resisten la presión
de llegar a una alternativa única al libre comercio y,
en vez de ello, están defendiendo el derecho a una auténtica
diversidad global y a la libre determinación. En vez de
una sola solución, hay miles, que poco a poco se unen en
un modelo económico alternativo. En Brasil esto implica
medicamentos gratuitos contra el sida para quien los necesite.
En Cochabamba, Bolivia, significa insistir en que el agua no es
un artículo de consumo sino un derecho humano. En la Columbia
Británica, implica que las naciones originarias y las comunidades
rurales no nativas demandan el derecho al uso y disfrute de los
"bosques comunitarios", lo cual implica actividades
como la tala moderada, el turismo y la industria local, en oposición
a otorgar permisos forestales industriales a las trasnacionales
taladoras. En México y Guatemala, implica tener cooperativas
cafetaleras que garantizan la diversidad ambiental y los salarios.
Algunos defensores del libre comercio dicen que si los manifestantes
fuesen serios, estarían del otro lado de la cerca, negociando
amablemente acuerdos laterales laborales, ambientales y de democracia.
La cerca denunciada como inconstitucional por más de 5
mil canadienses? es justificada por los organizadores del encuentro
sobre la base de que se enviaron invitaciones personales a un
puñado de "representantes de la sociedad civil"
para que entren a la ciudad enrejada. Pero 13 años después
del primer acuerdo de libre comercio entre Canadá y Estados
Unidos, no son los detalles de la negociación (los cuales
aún no conocemos) sino el modelo económico en sí
lo que está bajo fuego. La semana pasada, Jean Chrétien
(el primer ministro canadiense) le dijo a Le Devoir (periódico
de Montreal) que miles de personas vendrán a la ciudad
de Quebec para "protestar y bla-bla-bla". Pero sucede
justo lo opuesto. Vienen a Quebec para protestar porque ya están
cansados del bla-bla-bla.
Naomi Klein
Masiosare
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