El gas que a todos unió
En las calles de la ciudad de Quebec, durante la Cumbre de las
Américas, no hubo sólo "dos protestas, una
marcha laboral 'pacífica' y un motín anarquista
'violento'; hubo miles: una fue organizada por una madre y su
hija; otra, por un puñado de estudiantes; otra, por tres
amigos de Toronto que no son miembros de nada excepto su club
de salud; y otra más, por un par de meseros de una cafetería
durante su hora de almuerzo".Los muy diversos manifestantes
y residentes fueron unidos por la blanca cortina de gas lacrimógeno
que cubrió a todos por igual: a una señora que salió
a comprar un sandwich, a los feroces anarquistas de negro, a los
bien organizados sindicalistas.El gas logró un efecto no
buscado por la policía: unificó a los manifestantes.
Maude Barlow, presidenta del Consejo de los Canadienses, fue
sentenciada por no haber llamado a que se retirara la "banda
de Maude". El activista Jaggi Singh está en la cárcel
por presunta posesión de una arma que nunca poseyó
o usó: una catapulta de teatro que lanzaba animales de
peluche sobre la famosa cerca en la ciudad de Quebec durante la
Cumbre de las Américas, la semana pasada.
No es simplemente que la policía no haya entendido el
chiste, sino que no captan que estamos en una nueva era de protesta
política, adaptada a los tiempos posmodernos. No había
una sola persona o grupo que pudiera llamar a "su gente"
de regreso, porque las decenas de miles de personas que vinieron
a protestar contra el Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) son parte de un movimiento que no tiene un líder,
un centro, ni siquiera tiene un nombre acordado. Sin embargo,
existe, eso no se puede negar.
Lo que es difícil de transmitir en los reportes de prensa
es que no hubo dos protestas en la ciudad de Quebec: una marcha
laboral "pacífica" y un motín anarquista
"violento". Hubo miles de protestas. Una fue organizada
por una madre y su hija, de Montreal. Otra, por una camioneta
de estudiantes graduados de Edmonton. Otra, por tres amigos de
Toronto que no son miembros de nada excepto su club de salud.
Y otra más, por un par de meseros de una cafetería
local durante su hora de almuerzo.
Por supuesto que había grupos bien organizados en la ciudad
de Quebec: los sindicatos tenían camiones, un juego de
pancartas y una ruta para marchar; el "bloque negro"
de anarquistas tenía máscaras contra gas y radiotransmisores.
Pero, durante días, las calles estuvieron llenas de gente
que simplemente le había dicho a un amigo: "Vayamos
a Quebec", y de residentes de la ciudad de Quebec que dijeron:
"Vayamos allá afuera". No se unieron a una gran
protesta, participaron en un momento.
¿Cómo podía ser de otra manera? Todas las
instituciones tradicionales que antes organizaban a los ciudadanos
en ordenados y estructurados grupos van de bajada: los sindicatos,
las religiones, los partidos políticos. Sin embargo, algo
lanzó a decenas de miles de individuos a las calles, una
intuición, un instinto gutural; quizá sólo
el profundo deseo humano de ser parte de algo más grande
que ellos mismos.
¿Seguían la misma línea partidista, tenían
una detallada disección de los pormenores del ALCA? No
siempre. Pero no por eso pueden ser desestimadas las protestas
en Quebec como un vacuo turismo político. El mensaje de
George W. Bush en el encuentro fue que la simple acción
de comprar y vender gobernará por nosotros. "El comercio
ayuda a difundir la libertad", dijo Bush.
Y fue precisamente esta visión pobre y pasiva de la democracia
la que fue rechazada afuera, en las calles. Además de cualquier
otra cosa que estuvieran buscando, lo que es un hecho es que todos
estaban tras una probadita de participación política
directa. El resultado de los cientos de protestas miniatura que
se juntaron fue caótico, algunas veces terrible, pero muchas
veces inspirador. Una cosa es segura: después de que la
gente al fin se sacudió de encima la manta del espectador
político, la última cosa que va a hacer ahora es
entregarle las riendas a una camarilla de posibles líderes.
Sin embargo, en el futuro, los manifestantes se organizarán
más; pero este hecho tiene que ver más con las acciones
de la policía que con las directivas de Maude Barlow o
Jaggi Singh.
Puede ser que las personas errabundas se hayan topado con la
ciudad de Quebec, profundamente inseguras de lo que significaba
ser parte de un movimiento político, pero algo nos unificó
a todos desde que llegamos: los arrestos masivos, las balas de
hule, pero, sobre todo, la gruesa cortina blanca de gas.
A pesar de que la línea del Partido Liberal consistió
en felicitar a los "buenos" manifestantes y condenar
a los "malos", el trato que todos recibieron en las
calles de la ciudad de Quebec fue crudo, cobarde e indiscriminado.
Las fuerzas de seguridad utilizaron las acciones de unos cuantos
lanzadores de piedras como una justificación, que podía
ser mostrada en imágenes, para hacer lo que trataron de
hacer desde el principio: despejar a la ciudad de miles de manifestantes
legales, porque así era más conveniente.
Una vez que obtuvieron su "provocación", las
fuerzas de seguridad llenaron colonias enteras con humos tóxicos,
y orillaron a las familias a respirar a través de máscaras
en sus propias salas. Se frustraron porque el viento iba en su
contra, así que rociaron más. Personas que hacían
el signo de la paz a la policía fueron gaseadas. Personas
que hacían nuestra comida fueron gaseadas. Conocí
a una señora de Ottawa, de unos 50 años, que me
dijo alegremente: "Salí a comprar un sandwich y me
gasearon dos veces". Personas que celebraban una fiesta bajo
un puente fueron gaseadas. Las personas que protestaban por el
arresto de sus amigos fueron gaseadas. La clínica de primeros
auxilios que curaba a las personas que habían sido gaseadas,
fue gaseada.
Se suponía que el gas lacrimógeno iba a derrotar
a los manifestantes, pero tuvo el efecto contrario: los enfureció
y los radicalizó lo suficiente como para echar porras a
los del "bloque de negro" que se atrevían a aventar
los botes de regreso. Puede que sea ligero y que se atomice lo
suficiente como para cabalgar en el aire, pero sospecho que los
meses siguientes mostrarán que el gas también tiene
poderosas propiedades unificadoras.
(Traducción: Tania Molina Ramírez)
Naomi Klein.
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