El Banco Mundial tiene un sueño: "un
mundo sin pobreza". Pero es gracias a las políticas
de instituciones como ese banco que un mundo sin pobreza sigue
siendo un sueño y nada más, apostillan los opositores
al Templo Sagrado del Libre Comercio Global. Además, claro,
desde las célebres reuniones de noviembre de 1999 en Seattle
a las que en estos días ocurren en Génova, los hombres
del Banco Mundial y otros organismos que fijan las reglas del
desarrollo no pueden soñar en paz. Otros soñadores
se les han atravesado nuevamente en el camino. Mientras los funcionarios
de las agencias multilaterales toman decisiones que afectan a
la humanidad entera -y sólo dan cuentas a un pequeño
grupo- afuera el movimiento de movimientos, multicolor y diverso,
pule su manera de protestar: la fiesta gana terreno, así
sea en medio de los gases lacrimógenos.
A la entrada del edificio principal del Banco Mundial
hay un letrero que dice:
"Tenemos un sueño, un mundo libre de
pobreza". Como lo muestran las imponentes manifestaciones
de los últimos dos años, en más de una decena
de países ese sueño es compartido por millones de
personas, la mayoría de ellas jóvenes, en todo el
mundo. Muchas de esas personas piensan, con François Houtart,
un economista belga director del Centro Tricontinental, que el
letrero de marras debería tener un añadido: "y
gracias a este banco sigue siendo un sueño".
Los millones que se han movilizado en todo el mundo
difieren sustancialmente de Mike Moore, director de la Organización
Mundial de Comercio (OMC), cuando afirma: "No van a discutirme
que en todas partes se vive mejor que hace 20 años. Yo
vengo del Pacífico, y en mi país, en Singapur, en
Tailandia, en todas partes, el per cápita es mucho más
alto. En China, gracias a la progresiva liberalización,
se ha sacado de la pobreza extrema a más de 100 millones
de personas en los últimos 20 años. En Estados Unidos
el desempleo ha bajado a récords históricos. ¿Y
qué me dice de España? España es hoy un lugar
maravilloso para vivir, sencillamente fabuloso. ¿Y sabe
cómo lo han conseguido? Abriéndose al exterior,
al libre comercio. No creo que haya nadie en España, en
Europa o en América Latina que crea que el libre comercio
no es bueno para ellos". Pero los opositores sí discuten
-y vaya que lo hacen- las declaraciones de Moore. Según
ellos hay evidencias serias de que las cosas no son así
y el libre comercio ha producido devastación.
Tampoco están de acuerdo con el ex director
de la OMC y hoy ministro de Finanzas de Italia Renato Ruggiero
en que el rechazo a la globalización es una "oposición
de lo que se necesita para resolver los problemas globales que
se están volviendo cada vez más importantes: el
medio ambiente, las normas laborales, sanidad, pobreza, inequidad
y diversidad cultural". Por el contrario, ellos están
convencidos de que el tipo de globalización en curso está
muy lejos de resolver los problemas que señala el antiguo
director de la Fiat.
Y de seguro se indignarían más de lo que ya se han
indignado, al escuchar a Michael Camdessus, antiguo director del
Fondo Monetario Internacional (FMI), decir: "La relación
humana es trágica por naturaleza, y cuando se cambia para
mejorar, siempre hay costos intermedios. Sabíamos perfectamente
que el desprenderse de las empresas públicas y la flexibilización
laboral iban a dejar a la gente en la calle. Pero son fenómenos
transitorios de una estrategia que me parece que ha servido al
desarrollo humano. Por doloroso que sea, era necesario pasar por
todo esto para hacer empresas más productivas". Ellos,
los millones movilizados, simple y llanamente no están
de acuerdo en que el pago de esos costos sea inevitable.
El Banco Mundial, la OMC y el FMI, las instituciones que declaran
luchar contra la pobreza y para las que trabajan o han servido
Mike Moore, Renato Ruggiero y Michael Camdessus son herederas
o parte constitutiva de la arquitectura financiera acordada de
Bretton Woods. Contra ellas y lo que representan han protestado,
en un hecho sin precedentes por su magnitud, permanencia y localización,
cientos de miles de ciudadanos de los países desarrollados.
Vivimos hoy a escala planetaria una revuelta de los globalizados
que rebasa los marcos de las tradicionales movilizaciones dentro
de los Estados nacionales.
Globalización
En 1944 en Bretton Woods, New Hampshire, en Estados
Unidos, se reunieron representantes de 44 naciones para establecer
un nuevo sistema financiero para facilitar la recuperación
económica después de la segunda Guerra Mundial y
evitar una segunda Gran Depresión.
Estas instituciones comenzaron, a partir de la década
de los ochenta, a condicionar a los países socios el otorgamiento
de financiamiento para el desarrollo a la adopción de un
conjunto de políticas económicas y comerciales enmarcadas
en la línea del ajuste estructural, que tiene en la privatización,
la desregulación y la liberalización comercial sus
ejes de acción básicos.
Comenzó entonces una nueva etapa de desarrollo
capitalista que algunos autores han caracterizado como neoliberalismo.
En los países desarrollados del norte, estas medidas desmantelaron
el pleno empleo y las redes de seguridad social creadas por los
Estados de bienestar. En los países del sur, acrecentaron
la pobreza y devastaron las relaciones comunitarias. En todos
lados concentraron la riqueza en unas cuantas manos y erosionaron
el campo de acción de los Estados nacionales.
La globalización neoliberal es una nueva
etapa cuya peculiaridad principal no es el incremento de la inversión
extranjera directa o la magnitud que ha adquirido el mercado sino
la rapidez y el monto de los movimientos financieros mundiales,
así como los cambios en el mundo de la información
(una verdadera revolución) que los han hecho posibles.
Muchas de las características que se describen con el concepto
no son nuevas en la historia del capitalismo, pero la escala,
el alcance y la complejidad que han adquirido son lo que lo hace
peculiar.
Aunque se quiere presentar su desarrollo como un
hecho natural e inevitable, sobre todo después de la caída
del Muro de Berlín en 1989, existen fuertes evidencias,
ampliamente documentadas y cada vez más difundidas, de
que las cosas no tienen que ser necesariamente así, y de
que más bien, estas políticas son parte de la agenda
de las más poderosas multinacionales.
Las cifras son escalofriantes. En 1960 el 20% de
los habitantes más ricos del planeta tenían un nivel
de renta 30 veces superior que el del 20% más pobre; hoy
disponen de una renta 82 veces más elevada. Y, como señala
el economista filipino Walden Bello, han provocado una situación
en la que en 1998 Bill Gates (con ingresos netos de 90 mil millones
de dólares), Warren Buffet (con ganancias de 36 mil millones
de dólares) y el cofundador de Microsoft Paul Allen (con
ganancias de 30 mil millones de dólares) tenían
juntos ingresos mayores a los 600 millones de dólares con
los que deben vivir los 48 países menos desarrollados del
mundo.
Un estudio del Institute for Policy Studies concluyó datos
que muestran el poder de las multinacionales: de las 100 economías
más grandes del mundo, 51 son compañías trasnacionales
y 49 son países. Las ventas combinadas de las 200 multinacionales
más importantes superaron la cuarta parte de la actividad
económica mundial. La suma de las 200 trasnacionales más
poderosas es superior a la de 182 países. En lugar de que
estas empresas hayan creado nuevos empleos han desaparecido los
existentes.
Más de la mitad de las ventas de estas 200
multinacionales se concentran en unas cuantas ramas económicas:
comercio, automovilística, finanzas y electrónica.
De las 200, 186 están en siete países: Japón,
Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda y Suiza.
Asociada a esta concentración de la riqueza
ha crecido la deuda externa de los países pobres hasta
niveles inmanejables; se han deteriorado el medio ambiente, así
como los sistemas sanitarios y educativos; y se han producido
crisis como la de las vacas locas, claramente nacida de la vocación
sin freno de ganancias rápidas y fáciles.
De todas estas evidencias se alimenta el ciclo de
luchas iniciado en Seattle.
Hamburguesas con queso
Cumbres mundiales de organismos multilaterales con
protestas son ya parte del paisaje político mundial. Un
alto funcionario del gobierno de George Bush declaró a
The New York Times el pasado 21 de abril: "No se puede tener
una cumbre comercial estos días sin gases lacrimógenos;
sería como tener una hamburguesa con queso sin queso".
El tren de la desobediencia civil ha trazado una
ruta que tiene como estaciones de llegada los encuentros internacionales
de los poderosos. Las manifestaciones masivas en contra de las
grandes reuniones de organismos multilaterales para promover el
libre comercio se han generalizado desde noviembre de 1999 en
Seattle. En prácticamente todas (Washington, Melbourne,
Davos, Niza, Praga, Cancún, Quebec, Barcelona, Génova)
miles de globalizados han construido amplias coaliciones sociales
y tomado las calles para oponerse a ellas.
Los poverty lords ?esa casta que administra las
agencias de desarrollo encargadas de "paliar" los efectos
de las políticas de ajuste y estabilización? y los
altos funcionarios del Banco Mundial, la OMC y el FMI y la burocracia
gubernamental se tienen que reunir protegidos por policías
y fuerzas de seguridad. Todo el poder de que disponen no ha sido
capaz de evitar el asedio en su contra.
Los símbolos comerciales de la globalización
padecen una situación similar. En Estados Unidos la Unión
de Estudiantes en contra de los Talleres del Sudor ha realizado
huelgas de hambre, sentadas, bloqueos y ha tomado oficinas públicas
para exigir a las universidades que no adquieran productos elaborados
en maquiladoras y para reinstalar trabajadores despedidos en Puebla
por la empresa Kukdong. Durante las protestas de Quebec McDonald's
tuvo que pasar a la clandestinidad. Casi no hay lugar en el planeta
donde puedan celebrar sus encuentros con sosiego, y para encontrarlo
deben trasladarse en medio del desierto en un país sin
Constitución como Quatar.
Al comienzo, las revueltas fueron ridiculizadas.
A sus protagonistas se les trató de presentar como lunáticos
sin oficio ni beneficio, como los nuevos ludistas opuestos a la
locomotora del progreso, como radicales trasnochados sin propuesta,
aislados de los grandes sentimientos sociales. Insistentemente
se ha dicho -George Bush lo acaba de hacer- que realmente luchan
contra los pobres.
La burla no ha impedido su permanencia y su crecimiento,
ni contenido su eficacia relativa. Por el contrario, las protestas
han hecho prenderse las señales de alarma de las instituciones
de Bretton Woods y las han obligado a realizar intentos de replantear
sus políticas. Antiguos funcionarios de estos organismos
han renunciado a ellos y han escrito serias reflexiones sobre
el fracaso de sus acciones.
Algunas grandes empresas trasnacionales como Starbucks
(una de las principales cafeterías de Estados Unidos) han
debido modificar sus prácticas comerciales ante las medidas
de acción directa en su contra.
¿De dónde se alimenta esta rebelión? Naomi
Klein ha explicado cómo, al menos en Estados Unidos y Canadá,
proviene en parte de la intrusión que las multinacionales
han hecho de los espacios privados. Cuando las empresas comenzaron
a colocar su propaganda en los sanitarios la indignación
nació y se difundió.
No se trata de un movimiento espontáneo. Aunque no tenga
un centro único ni una propuesta de programa, se trata
de una generalización y coordinación de la acción
de bolsas de resistencia en muchas naciones. La temática
de la que se ocupa es tan amplia como novedosa: el proyecto de
desarmar los mercados impulsando un impuesto a las transacciones
financieras, el rechazo a los organismos genéticamente
modificados, la defensa de las economías campesinas y la
cultura indígena, la pelea contra el racismo y a favor
de la migración. Son luchas en contra de un modelo de globalización
que ha roto las redes de solidaridad social y ha generado mayor
exclusión. Frecuentemente están inscritas en una
dinámica anticapitalista.
Surgen de la derrota política y cultural
del mundo del trabajo. "La clase obrera ya no le da miedo
a nadie, más bien da risa", dice el protagonista de
Overol azul, una novela autobiográfica que da cuenta de
la realidad del obrero con estudios elementales, nieto de campesinos
atrapado por una industrialización tardía, protagonista
de las grandes luchas de fábrica, con sus rabias, recuerdos
y sueños, clase que ha perdido su centralidad política
a manos de otras categorías económicas. Cuenta,
sin embargo, con organizaciones estables y con muchos años
de lucha.
Una parte de quienes participan en las movilizaciones
son las nuevas víctimas de la mundialización; otros,
son jóvenes que se involucran por convicciones éticas
o convencidos de que detrás de la agenda del libre comercio
se esconde un ataque a las regulaciones nacionales que defienden
el medio ambiente, la sanidad y el empleo. Todos están
convencidos de que la globalización neoliberal se conduce
sin democracia alguna; los funcionarios de las agencias multilaterales
toman decisiones que afectan a la humanidad entera pero dan cuenta
de sus acciones a sólo un pequeño grupo. Ellos son
la base social de una nueva izquierda a la que los consejeros
del Príncipe y los viejos partidos desconocen y desprecian.
En muchos sentidos son la punta de un iceberg. Multitud
de encuestas muestran que el rechazo a la globalización
está ampliamente extendido entre las sociedades de las
naciones con mayor bienestar. La inseguridad, el desempleo, el
aumento de la criminalidad están irremediablemente asociados
a ella.
Las protestas masivas se han acompañado de un vasto número
de encuentros para discutir alternativas de lucha y de talleres
para sistematizar la experiencia. El Foro de Porto Alegre fue
un ejemplo destacado de este nuevo tejido social para animar la
reflexión, y un punto crítico en el cambio de la
percepción de muchos de que otro mundo es posible y no
sólo necesario.
Las movilizaciones se alimentan y aprenden unas
de otras: en Xochimilco, durante la reciente Marcha por la Dignidad
Indígena realizada por el EZLN, dos de los más claros
representantes de este movimiento, José Bové y el
subcomandante Marcos, intercambiaron sus pipas para sellar un
pacto de solidaridad.
El pensamiento crítico
Al ser interrogado en Génova sobre la situación
actual de la teología de la liberación, con la que
ha estado comprometido durante años, Frei Beto, el católico
que quiere ser cristiano, respondió con ironía que
había tardado 20 años pero finalmente había
llegado al Vaticano. "El compañero Karol Wojtyla tiene
el pensamiento a la derecha (la doctrina) y el corazón
a la izquierda (la sensibilidad)", dijo sonriendo, en relación
con la posición de la Iglesia católica ante temas
como la deuda externa y las protestas frente a la globalización.
El Papa invirtió con éxito mucho tiempo y esfuerzo
en la derrota del comunismo, pero no pudo cosecharla. El Vaticano
está fuera de las grandes decisiones mundiales, a pesar
de su protagonismo político. Sea por convicción
o por necesidad ha debido redefinir su estrategia política
y se ha propuesto ser un contrapeso al neoliberalismo. La campaña
Jubileo 2000 para desaparecer la deuda externa de los países
más pobres, en la que se involucraron Bono y U2, formó
parte de esta nueva línea de acción.
Con esa cobertura y estímulo grupos católicos
se han involucrado activamente en las movilizaciones frente a
la globalización en la mejor tradición del catolicismo
popular de izquierda.
No son ellos, sin embargo, quienes más influyen
en la formación del pensamiento crítico de los nuevos
movimientos de los globalizados. Una ascendencia clave en la visión
de la lucha de estos nuevos actores proviene del zapatismo. De
hecho, en mucho este ciclo de luchas se inicia con el levantamiento
en el sureste mexicano y con la realización de los Encuentros
por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Casi en todas las
estaciones de paso del tren de la desobediencia civil hay elementos
de identidad o reflexión zapatista.
El movimiento, sin embargo, está más cerca del nuevo
anarquismo que del viejo marxismo. Se han roto los vasos comunicantes
entre generaciones que se formaron en el materialismo histórico.
Esa vocación libertaria se expresa no sólo en la
importancia relativa que ha tenido el Bloque Negro en las jornadas
de lucha sino en otros destacamentos que, sin reivindicarse anarquistas,
comparten muchas de sus ideas centrales.
La crisis de las vacas locas y la alerta alrededor de la aftosa,
las semillas genéticamente modificadas, la migración
masiva, el calentamiento global, la afectación del medio
ambiente, la desaparición de las culturas locales son hechos
que han sensibilizado a muchos activistas. Su actitud no es sólo
de solidaridad hacia los otros sino de lucha por lo que se padece.
Aunque son muchas las ONG tradicionales que se han
incorporado a las movilizaciones, esencialmente están fuera
de la jugada. Su posibilismo y sus compromisos con los financiadores
les han hecho perder autoridad entre la juventud y les han restado
capacidad para articular intereses.
La nueva militancia antiglobalización proviene
de asociaciones y grupos de afinidad que se reproducen aceleradamente.
Se trata de grupos locales con una desigual influencia en la política
institucional, muchos de ellos nuevos, en los que se reciclan
los viejos militantes. Han encontrado en Internet un eficaz instrumento
de enlace e información que no sustituye la necesidad de
las reuniones cara a cara.
Dos elementos adicionales caracterizan a la protesta.
La práctica masiva de la desobediencia civil pacífica
y la fiesta como protesta o la protesta como fiesta.
Con raíces en la lucha por los derechos civiles
y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, y la insumisión
al servicio militar y la oposición a las plantas nucleares,
la desobediencia civil se ha convertido en un elemento clave del
accionar de este movimiento.
Entendida como una acción voluntaria y pública
que viola las leyes, normas o decretos del poder por considerarlas
inmorales, ilegítimas o injustas; como una transgresión
que persigue un bien, no para quien la protagoniza sino para la
colectividad; y como un acto ejemplar de quebrantamiento público
de la norma por razones de conciencia, exorciza el fantasma de
la violencia y ofrece un campo para la acción política
directa que supera las marchas tradicionales.
Su discurso se dirige a la ciudadanía, apela
al sentido de justicia de la colectividad y buscar influir y construir
la opinión pública. Al hacerlo, evita el aislamiento
del movimiento y compromete sus palabras con sus hechos. Es parte
del conflicto más general entre leyes y justicia, de la
convicción de que no hay por qué respetar leyes
que son injustas e ilegítimas. Para unos es un acto de
rebeldía, para otros de afirmación cívica
y para otros más de creación de un poder constituyente.
Para muchos es el equivalente soreliano de la huelga
general.
Las jornadas de protesta son también una
fiesta. Es el retorno de Dionisio, el triunfo de lo lúdico.
No hay protestas sin baile, sin música, sin reventón.
No hay protestas tristes. Son un acontecimiento divertido. El
sentido de historia que proporcionan no está reñido
con pasarla bien. Rage against the Machine, 99 Posse, Manu Chao,
The Battle of Los Angeles y Clandestino son íconos e himnos
de batalla.
El nuevo movimiento ha dejado atrás lo viejo,
la concepción de que un mundo alternativo era patrimonio
exclusivo de la clase obrera y que la confrontación social
debía estar orientada básicamente por la contradicción
entre trabajo asalariado y capital. En su lugar reivindica nuevos
derechos como el de la ciudadanía universal, el medio ambiente
y la democracia integral. Ha forjado alianzas y coaliciones exitosas
dejando atrás muchas de las antiguas siglas.
Pareciera que se abre una nueva etapa de lucha contra
la exclusión, la falta de democracia y la explotación,
con nuevas modalidades de acción que ponen en el centro
la titularidad de la norma por parte del ciudadano.
La revuelta de los globalizados cambió ya las formas de
hacer política en el nuevo siglo y a los globalizados mismos.
De estar en los pliegues del sistema se han colocado en el centro
de la agenda mundial. No está claro aún si logrará
transformar también las instituciones y el sistema contra
el que pelea.
Luis Hernández Navarro
Masiosare
CRONOLOGIA DE LA FIESTA
1999
Seattle, diciembre
Más de 50 mil manifestantes participan en la movilización
contra la Organización Mundial de Comercio (OMC). La cumbre
termina sin acuerdos, en medio de espectaculares enfrentamientos
entre activistas y policías.
2000
Davos, febrero
Más de 10 mil activistas y campesinos europeos rechazan
la reunión del Foro Económico Mundial. El presidente
Ernesto Zedillo acuña el término globalifóbicos.
Washington, DC, abril
Miles se manifiestan contra la cumbre del Banco Mundial (BM) y
el Fondo Monetario Internacional (FMI). La policía tuvo
que meter a los funcionarios a la sede de la reunión a
escondidas de los manifestantes. Finalmente el encuentro se pudo
llevar a cabo.
Melbourne, septiembre
Foro Económico Mundial. Australia recibe a los globalifóbicos
con una gran movilización policial. Más de 2 mil
policías antidisturbios cargan contra los manifestantes
en una batalla que dura casi 72 horas.
Praga, septiembre
En la 55 cumbre del FMI-BM tiene lugar la primera gran protesta
europea con el lema "Ante la globalización económica,
la globalización de la resistencia". La reunión
se suspende antes de lo programado y se cancelan cenas y espectáculos
para los delegados.
Niza, diciembre
Miles de jóvenes sindicalistas y agricultores europeos
asisten a esta ciudad francesa y logran interrumpir la cumbre
de la Unión Europea.
2001
Davos, enero
El Foro Económico Mundial (FEM) sostiene su 31 edición.
"La globalización produce ganadores brillantes que
se deleitan con los perdedores que luchan sólo por sobrevivir
y se ven forzados a emigrar". No es una consigna, sino la
declaración de Moritz Leuenberger, el presidente suizo.
Menos de 100 activistas logran entrar a la ciudad.
Porto Alegre, enero
En esta ciudad de Brasil se realiza la primera reunión
internacional de los movimientos y organizaciones contra los "monstruos
corporativos", donde se analiza la necesidad de construir
una alternativa mundial a la integración económica
planetaria.
Cancún, febrero
Cientos de jóvenes se reúnen en el puerto caribeño
para protestar contra la reunión del BM. Los manifestantes
son brutalmente reprimidos.
Quebec, abril
Una cortina blanca cubre a manifestantes y habitantes en la ciudad
canadiense durante la Cumbre de las Américas. El gas lacrimógeno
logra un efecto no buscado: unifica a todos, anarquistas, amas
de casa, estudiantes.
Barcelona, junio
El BM cancela la conferencia programada en el puerto mediterráneo
ante las protestas en ciernes. A pesar de eso salen a las calles
más de 20 mil personas. Los banqueros realizan su conferencia
por Internet.
Gotemburgo, junio
Más de 40 mil manifestantes rechazan la cumbre de la Unión
Europea; la reunión se suspende antes de lo programado
debido a la violencia en las calles.
Génova, julio
La cumbre del G-8 se inicia en el puerto italiano militarizado
-el gobierno italiano incluso tiene listo un escudo antimisiles-
y con la sede de la reunión cercada. Días antes
estallan varias cartas-bomba. Los mandatarios asistentes pernoctan
en un barco, ante la dimensión de las protestas que se
preparan.
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