GÉNOVA, julio 2001: De Seattle a Génova: Cuando la lucha es una fiesta
 

 

El Banco Mundial tiene un sueño: "un mundo sin pobreza". Pero es gracias a las políticas de instituciones como ese banco que un mundo sin pobreza sigue siendo un sueño y nada más, apostillan los opositores al Templo Sagrado del Libre Comercio Global. Además, claro, desde las célebres reuniones de noviembre de 1999 en Seattle a las que en estos días ocurren en Génova, los hombres del Banco Mundial y otros organismos que fijan las reglas del desarrollo no pueden soñar en paz. Otros soñadores se les han atravesado nuevamente en el camino. Mientras los funcionarios de las agencias multilaterales toman decisiones que afectan a la humanidad entera -y sólo dan cuentas a un pequeño grupo- afuera el movimiento de movimientos, multicolor y diverso, pule su manera de protestar: la fiesta gana terreno, así sea en medio de los gases lacrimógenos.

A la entrada del edificio principal del Banco Mundial hay un letrero que dice:

"Tenemos un sueño, un mundo libre de pobreza". Como lo muestran las imponentes manifestaciones de los últimos dos años, en más de una decena de países ese sueño es compartido por millones de personas, la mayoría de ellas jóvenes, en todo el mundo. Muchas de esas personas piensan, con François Houtart, un economista belga director del Centro Tricontinental, que el letrero de marras debería tener un añadido: "y gracias a este banco sigue siendo un sueño".

Los millones que se han movilizado en todo el mundo difieren sustancialmente de Mike Moore, director de la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuando afirma: "No van a discutirme que en todas partes se vive mejor que hace 20 años. Yo vengo del Pacífico, y en mi país, en Singapur, en Tailandia, en todas partes, el per cápita es mucho más alto. En China, gracias a la progresiva liberalización, se ha sacado de la pobreza extrema a más de 100 millones de personas en los últimos 20 años. En Estados Unidos el desempleo ha bajado a récords históricos. ¿Y qué me dice de España? España es hoy un lugar maravilloso para vivir, sencillamente fabuloso. ¿Y sabe cómo lo han conseguido? Abriéndose al exterior, al libre comercio. No creo que haya nadie en España, en Europa o en América Latina que crea que el libre comercio no es bueno para ellos". Pero los opositores sí discuten -y vaya que lo hacen- las declaraciones de Moore. Según ellos hay evidencias serias de que las cosas no son así y el libre comercio ha producido devastación.

Tampoco están de acuerdo con el ex director de la OMC y hoy ministro de Finanzas de Italia Renato Ruggiero en que el rechazo a la globalización es una "oposición de lo que se necesita para resolver los problemas globales que se están volviendo cada vez más importantes: el medio ambiente, las normas laborales, sanidad, pobreza, inequidad y diversidad cultural". Por el contrario, ellos están convencidos de que el tipo de globalización en curso está muy lejos de resolver los problemas que señala el antiguo director de la Fiat.
Y de seguro se indignarían más de lo que ya se han indignado, al escuchar a Michael Camdessus, antiguo director del Fondo Monetario Internacional (FMI), decir: "La relación humana es trágica por naturaleza, y cuando se cambia para mejorar, siempre hay costos intermedios. Sabíamos perfectamente que el desprenderse de las empresas públicas y la flexibilización laboral iban a dejar a la gente en la calle. Pero son fenómenos transitorios de una estrategia que me parece que ha servido al desarrollo humano. Por doloroso que sea, era necesario pasar por todo esto para hacer empresas más productivas". Ellos, los millones movilizados, simple y llanamente no están de acuerdo en que el pago de esos costos sea inevitable.
El Banco Mundial, la OMC y el FMI, las instituciones que declaran luchar contra la pobreza y para las que trabajan o han servido Mike Moore, Renato Ruggiero y Michael Camdessus son herederas o parte constitutiva de la arquitectura financiera acordada de Bretton Woods. Contra ellas y lo que representan han protestado, en un hecho sin precedentes por su magnitud, permanencia y localización, cientos de miles de ciudadanos de los países desarrollados. Vivimos hoy a escala planetaria una revuelta de los globalizados que rebasa los marcos de las tradicionales movilizaciones dentro de los Estados nacionales.

Globalización

En 1944 en Bretton Woods, New Hampshire, en Estados Unidos, se reunieron representantes de 44 naciones para establecer un nuevo sistema financiero para facilitar la recuperación económica después de la segunda Guerra Mundial y evitar una segunda Gran Depresión.

Estas instituciones comenzaron, a partir de la década de los ochenta, a condicionar a los países socios el otorgamiento de financiamiento para el desarrollo a la adopción de un conjunto de políticas económicas y comerciales enmarcadas en la línea del ajuste estructural, que tiene en la privatización, la desregulación y la liberalización comercial sus ejes de acción básicos.

Comenzó entonces una nueva etapa de desarrollo capitalista que algunos autores han caracterizado como neoliberalismo. En los países desarrollados del norte, estas medidas desmantelaron el pleno empleo y las redes de seguridad social creadas por los Estados de bienestar. En los países del sur, acrecentaron la pobreza y devastaron las relaciones comunitarias. En todos lados concentraron la riqueza en unas cuantas manos y erosionaron el campo de acción de los Estados nacionales.

La globalización neoliberal es una nueva etapa cuya peculiaridad principal no es el incremento de la inversión extranjera directa o la magnitud que ha adquirido el mercado sino la rapidez y el monto de los movimientos financieros mundiales, así como los cambios en el mundo de la información (una verdadera revolución) que los han hecho posibles. Muchas de las características que se describen con el concepto no son nuevas en la historia del capitalismo, pero la escala, el alcance y la complejidad que han adquirido son lo que lo hace peculiar.

Aunque se quiere presentar su desarrollo como un hecho natural e inevitable, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín en 1989, existen fuertes evidencias, ampliamente documentadas y cada vez más difundidas, de que las cosas no tienen que ser necesariamente así, y de que más bien, estas políticas son parte de la agenda de las más poderosas multinacionales.

Las cifras son escalofriantes. En 1960 el 20% de los habitantes más ricos del planeta tenían un nivel de renta 30 veces superior que el del 20% más pobre; hoy disponen de una renta 82 veces más elevada. Y, como señala el economista filipino Walden Bello, han provocado una situación en la que en 1998 Bill Gates (con ingresos netos de 90 mil millones de dólares), Warren Buffet (con ganancias de 36 mil millones de dólares) y el cofundador de Microsoft Paul Allen (con ganancias de 30 mil millones de dólares) tenían juntos ingresos mayores a los 600 millones de dólares con los que deben vivir los 48 países menos desarrollados del mundo.
Un estudio del Institute for Policy Studies concluyó datos que muestran el poder de las multinacionales: de las 100 economías más grandes del mundo, 51 son compañías trasnacionales y 49 son países. Las ventas combinadas de las 200 multinacionales más importantes superaron la cuarta parte de la actividad económica mundial. La suma de las 200 trasnacionales más poderosas es superior a la de 182 países. En lugar de que estas empresas hayan creado nuevos empleos han desaparecido los existentes.

Más de la mitad de las ventas de estas 200 multinacionales se concentran en unas cuantas ramas económicas: comercio, automovilística, finanzas y electrónica. De las 200, 186 están en siete países: Japón, Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda y Suiza.

Asociada a esta concentración de la riqueza ha crecido la deuda externa de los países pobres hasta niveles inmanejables; se han deteriorado el medio ambiente, así como los sistemas sanitarios y educativos; y se han producido crisis como la de las vacas locas, claramente nacida de la vocación sin freno de ganancias rápidas y fáciles.

De todas estas evidencias se alimenta el ciclo de luchas iniciado en Seattle.

Hamburguesas con queso

Cumbres mundiales de organismos multilaterales con protestas son ya parte del paisaje político mundial. Un alto funcionario del gobierno de George Bush declaró a The New York Times el pasado 21 de abril: "No se puede tener una cumbre comercial estos días sin gases lacrimógenos; sería como tener una hamburguesa con queso sin queso".

El tren de la desobediencia civil ha trazado una ruta que tiene como estaciones de llegada los encuentros internacionales de los poderosos. Las manifestaciones masivas en contra de las grandes reuniones de organismos multilaterales para promover el libre comercio se han generalizado desde noviembre de 1999 en Seattle. En prácticamente todas (Washington, Melbourne, Davos, Niza, Praga, Cancún, Quebec, Barcelona, Génova) miles de globalizados han construido amplias coaliciones sociales y tomado las calles para oponerse a ellas.

Los poverty lords ?esa casta que administra las agencias de desarrollo encargadas de "paliar" los efectos de las políticas de ajuste y estabilización? y los altos funcionarios del Banco Mundial, la OMC y el FMI y la burocracia gubernamental se tienen que reunir protegidos por policías y fuerzas de seguridad. Todo el poder de que disponen no ha sido capaz de evitar el asedio en su contra.

Los símbolos comerciales de la globalización padecen una situación similar. En Estados Unidos la Unión de Estudiantes en contra de los Talleres del Sudor ha realizado huelgas de hambre, sentadas, bloqueos y ha tomado oficinas públicas para exigir a las universidades que no adquieran productos elaborados en maquiladoras y para reinstalar trabajadores despedidos en Puebla por la empresa Kukdong. Durante las protestas de Quebec McDonald's tuvo que pasar a la clandestinidad. Casi no hay lugar en el planeta donde puedan celebrar sus encuentros con sosiego, y para encontrarlo deben trasladarse en medio del desierto en un país sin Constitución como Quatar.

Al comienzo, las revueltas fueron ridiculizadas. A sus protagonistas se les trató de presentar como lunáticos sin oficio ni beneficio, como los nuevos ludistas opuestos a la locomotora del progreso, como radicales trasnochados sin propuesta, aislados de los grandes sentimientos sociales. Insistentemente se ha dicho -George Bush lo acaba de hacer- que realmente luchan contra los pobres.

La burla no ha impedido su permanencia y su crecimiento, ni contenido su eficacia relativa. Por el contrario, las protestas han hecho prenderse las señales de alarma de las instituciones de Bretton Woods y las han obligado a realizar intentos de replantear sus políticas. Antiguos funcionarios de estos organismos han renunciado a ellos y han escrito serias reflexiones sobre el fracaso de sus acciones.

Algunas grandes empresas trasnacionales como Starbucks (una de las principales cafeterías de Estados Unidos) han debido modificar sus prácticas comerciales ante las medidas de acción directa en su contra.
¿De dónde se alimenta esta rebelión? Naomi Klein ha explicado cómo, al menos en Estados Unidos y Canadá, proviene en parte de la intrusión que las multinacionales han hecho de los espacios privados. Cuando las empresas comenzaron a colocar su propaganda en los sanitarios la indignación nació y se difundió.
No se trata de un movimiento espontáneo. Aunque no tenga un centro único ni una propuesta de programa, se trata de una generalización y coordinación de la acción de bolsas de resistencia en muchas naciones. La temática de la que se ocupa es tan amplia como novedosa: el proyecto de desarmar los mercados impulsando un impuesto a las transacciones financieras, el rechazo a los organismos genéticamente modificados, la defensa de las economías campesinas y la cultura indígena, la pelea contra el racismo y a favor de la migración. Son luchas en contra de un modelo de globalización que ha roto las redes de solidaridad social y ha generado mayor exclusión. Frecuentemente están inscritas en una dinámica anticapitalista.

Surgen de la derrota política y cultural del mundo del trabajo. "La clase obrera ya no le da miedo a nadie, más bien da risa", dice el protagonista de Overol azul, una novela autobiográfica que da cuenta de la realidad del obrero con estudios elementales, nieto de campesinos atrapado por una industrialización tardía, protagonista de las grandes luchas de fábrica, con sus rabias, recuerdos y sueños, clase que ha perdido su centralidad política a manos de otras categorías económicas. Cuenta, sin embargo, con organizaciones estables y con muchos años de lucha.

Una parte de quienes participan en las movilizaciones son las nuevas víctimas de la mundialización; otros, son jóvenes que se involucran por convicciones éticas o convencidos de que detrás de la agenda del libre comercio se esconde un ataque a las regulaciones nacionales que defienden el medio ambiente, la sanidad y el empleo. Todos están convencidos de que la globalización neoliberal se conduce sin democracia alguna; los funcionarios de las agencias multilaterales toman decisiones que afectan a la humanidad entera pero dan cuenta de sus acciones a sólo un pequeño grupo. Ellos son la base social de una nueva izquierda a la que los consejeros del Príncipe y los viejos partidos desconocen y desprecian.

En muchos sentidos son la punta de un iceberg. Multitud de encuestas muestran que el rechazo a la globalización está ampliamente extendido entre las sociedades de las naciones con mayor bienestar. La inseguridad, el desempleo, el aumento de la criminalidad están irremediablemente asociados a ella.
Las protestas masivas se han acompañado de un vasto número de encuentros para discutir alternativas de lucha y de talleres para sistematizar la experiencia. El Foro de Porto Alegre fue un ejemplo destacado de este nuevo tejido social para animar la reflexión, y un punto crítico en el cambio de la percepción de muchos de que otro mundo es posible y no sólo necesario.

Las movilizaciones se alimentan y aprenden unas de otras: en Xochimilco, durante la reciente Marcha por la Dignidad Indígena realizada por el EZLN, dos de los más claros representantes de este movimiento, José Bové y el subcomandante Marcos, intercambiaron sus pipas para sellar un pacto de solidaridad.

El pensamiento crítico

Al ser interrogado en Génova sobre la situación actual de la teología de la liberación, con la que ha estado comprometido durante años, Frei Beto, el católico que quiere ser cristiano, respondió con ironía que había tardado 20 años pero finalmente había llegado al Vaticano. "El compañero Karol Wojtyla tiene el pensamiento a la derecha (la doctrina) y el corazón a la izquierda (la sensibilidad)", dijo sonriendo, en relación con la posición de la Iglesia católica ante temas como la deuda externa y las protestas frente a la globalización.
El Papa invirtió con éxito mucho tiempo y esfuerzo en la derrota del comunismo, pero no pudo cosecharla. El Vaticano está fuera de las grandes decisiones mundiales, a pesar de su protagonismo político. Sea por convicción o por necesidad ha debido redefinir su estrategia política y se ha propuesto ser un contrapeso al neoliberalismo. La campaña Jubileo 2000 para desaparecer la deuda externa de los países más pobres, en la que se involucraron Bono y U2, formó parte de esta nueva línea de acción.

Con esa cobertura y estímulo grupos católicos se han involucrado activamente en las movilizaciones frente a la globalización en la mejor tradición del catolicismo popular de izquierda.

No son ellos, sin embargo, quienes más influyen en la formación del pensamiento crítico de los nuevos movimientos de los globalizados. Una ascendencia clave en la visión de la lucha de estos nuevos actores proviene del zapatismo. De hecho, en mucho este ciclo de luchas se inicia con el levantamiento en el sureste mexicano y con la realización de los Encuentros por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Casi en todas las estaciones de paso del tren de la desobediencia civil hay elementos de identidad o reflexión zapatista.
El movimiento, sin embargo, está más cerca del nuevo anarquismo que del viejo marxismo. Se han roto los vasos comunicantes entre generaciones que se formaron en el materialismo histórico. Esa vocación libertaria se expresa no sólo en la importancia relativa que ha tenido el Bloque Negro en las jornadas de lucha sino en otros destacamentos que, sin reivindicarse anarquistas, comparten muchas de sus ideas centrales.
La crisis de las vacas locas y la alerta alrededor de la aftosa, las semillas genéticamente modificadas, la migración masiva, el calentamiento global, la afectación del medio ambiente, la desaparición de las culturas locales son hechos que han sensibilizado a muchos activistas. Su actitud no es sólo de solidaridad hacia los otros sino de lucha por lo que se padece.

Aunque son muchas las ONG tradicionales que se han incorporado a las movilizaciones, esencialmente están fuera de la jugada. Su posibilismo y sus compromisos con los financiadores les han hecho perder autoridad entre la juventud y les han restado capacidad para articular intereses.

La nueva militancia antiglobalización proviene de asociaciones y grupos de afinidad que se reproducen aceleradamente. Se trata de grupos locales con una desigual influencia en la política institucional, muchos de ellos nuevos, en los que se reciclan los viejos militantes. Han encontrado en Internet un eficaz instrumento de enlace e información que no sustituye la necesidad de las reuniones cara a cara.

Dos elementos adicionales caracterizan a la protesta. La práctica masiva de la desobediencia civil pacífica y la fiesta como protesta o la protesta como fiesta.

Con raíces en la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, y la insumisión al servicio militar y la oposición a las plantas nucleares, la desobediencia civil se ha convertido en un elemento clave del accionar de este movimiento.

Entendida como una acción voluntaria y pública que viola las leyes, normas o decretos del poder por considerarlas inmorales, ilegítimas o injustas; como una transgresión que persigue un bien, no para quien la protagoniza sino para la colectividad; y como un acto ejemplar de quebrantamiento público de la norma por razones de conciencia, exorciza el fantasma de la violencia y ofrece un campo para la acción política directa que supera las marchas tradicionales.

Su discurso se dirige a la ciudadanía, apela al sentido de justicia de la colectividad y buscar influir y construir la opinión pública. Al hacerlo, evita el aislamiento del movimiento y compromete sus palabras con sus hechos. Es parte del conflicto más general entre leyes y justicia, de la convicción de que no hay por qué respetar leyes que son injustas e ilegítimas. Para unos es un acto de rebeldía, para otros de afirmación cívica y para otros más de creación de un poder constituyente.

Para muchos es el equivalente soreliano de la huelga general.

Las jornadas de protesta son también una fiesta. Es el retorno de Dionisio, el triunfo de lo lúdico. No hay protestas sin baile, sin música, sin reventón. No hay protestas tristes. Son un acontecimiento divertido. El sentido de historia que proporcionan no está reñido con pasarla bien. Rage against the Machine, 99 Posse, Manu Chao, The Battle of Los Angeles y Clandestino son íconos e himnos de batalla.

El nuevo movimiento ha dejado atrás lo viejo, la concepción de que un mundo alternativo era patrimonio exclusivo de la clase obrera y que la confrontación social debía estar orientada básicamente por la contradicción entre trabajo asalariado y capital. En su lugar reivindica nuevos derechos como el de la ciudadanía universal, el medio ambiente y la democracia integral. Ha forjado alianzas y coaliciones exitosas dejando atrás muchas de las antiguas siglas.

Pareciera que se abre una nueva etapa de lucha contra la exclusión, la falta de democracia y la explotación, con nuevas modalidades de acción que ponen en el centro la titularidad de la norma por parte del ciudadano.
La revuelta de los globalizados cambió ya las formas de hacer política en el nuevo siglo y a los globalizados mismos. De estar en los pliegues del sistema se han colocado en el centro de la agenda mundial. No está claro aún si logrará transformar también las instituciones y el sistema contra el que pelea.

Luis Hernández Navarro
Masiosare

CRONOLOGIA DE LA FIESTA

1999

Seattle, diciembre
Más de 50 mil manifestantes participan en la movilización contra la Organización Mundial de Comercio (OMC). La cumbre termina sin acuerdos, en medio de espectaculares enfrentamientos entre activistas y policías.

2000

Davos, febrero
Más de 10 mil activistas y campesinos europeos rechazan la reunión del Foro Económico Mundial. El presidente Ernesto Zedillo acuña el término globalifóbicos.
Washington, DC, abril
Miles se manifiestan contra la cumbre del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). La policía tuvo que meter a los funcionarios a la sede de la reunión a escondidas de los manifestantes. Finalmente el encuentro se pudo llevar a cabo.
Melbourne, septiembre
Foro Económico Mundial. Australia recibe a los globalifóbicos con una gran movilización policial. Más de 2 mil policías antidisturbios cargan contra los manifestantes en una batalla que dura casi 72 horas.
Praga, septiembre
En la 55 cumbre del FMI-BM tiene lugar la primera gran protesta europea con el lema "Ante la globalización económica, la globalización de la resistencia". La reunión se suspende antes de lo programado y se cancelan cenas y espectáculos para los delegados.
Niza, diciembre
Miles de jóvenes sindicalistas y agricultores europeos asisten a esta ciudad francesa y logran interrumpir la cumbre de la Unión Europea.

2001

Davos, enero
El Foro Económico Mundial (FEM) sostiene su 31 edición. "La globalización produce ganadores brillantes que se deleitan con los perdedores que luchan sólo por sobrevivir y se ven forzados a emigrar". No es una consigna, sino la declaración de Moritz Leuenberger, el presidente suizo. Menos de 100 activistas logran entrar a la ciudad.

Porto Alegre, enero
En esta ciudad de Brasil se realiza la primera reunión internacional de los movimientos y organizaciones contra los "monstruos corporativos", donde se analiza la necesidad de construir una alternativa mundial a la integración económica planetaria.

Cancún, febrero
Cientos de jóvenes se reúnen en el puerto caribeño para protestar contra la reunión del BM. Los manifestantes son brutalmente reprimidos.

Quebec, abril
Una cortina blanca cubre a manifestantes y habitantes en la ciudad canadiense durante la Cumbre de las Américas. El gas lacrimógeno logra un efecto no buscado: unifica a todos, anarquistas, amas de casa, estudiantes.

Barcelona, junio
El BM cancela la conferencia programada en el puerto mediterráneo ante las protestas en ciernes. A pesar de eso salen a las calles más de 20 mil personas. Los banqueros realizan su conferencia por Internet.

Gotemburgo, junio
Más de 40 mil manifestantes rechazan la cumbre de la Unión Europea; la reunión se suspende antes de lo programado debido a la violencia en las calles.

Génova, julio
La cumbre del G-8 se inicia en el puerto italiano militarizado -el gobierno italiano incluso tiene listo un escudo antimisiles- y con la sede de la reunión cercada. Días antes estallan varias cartas-bomba. Los mandatarios asistentes pernoctan en un barco, ante la dimensión de las protestas que se preparan.

 




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