GÉNOVA, julio 2001: Resistencias, nuevos sujetos y reconstrucción de un movimiento
 

 

Se está configurando un sujeto político internacional, popular, democrático y anticapitalista

Se veía venir. Después de Gotemburgo, el movimiento de resistencia a la globalización capitalista estaba siendo criminalizado y reducido en toda su complejidad cultural, social y política a la existencia de grupos violentos de procedencias dudosas y de un carácter provocador evidente. Barcelona dio ya pistas de lo que podía ocurrir en Génova: policías disfrazados de manifestantes que realizaban impunemente el trabajo sucio de destruirlo todo para así justificar el ataque "salvador" de los abundantísimos medios de represión policial.

Génova fue, de hecho, una ciudad sitiada y en estado de sitio donde fueron suspendidos los derechos fundamentales. El gobierno Berlusconi preparó, sistemáticamente, las condiciones psicológicas, políticas y policiales que hicieran posible este estado de emergencia sin atreverse a recurrir a declararlo constitucionalmente.

Primero, la población genovesa fue sometida a un tratamiento psicológico profundo siendo advertida una y otra vez de la llegada masiva de unos manifestantes y activistas extranjeros especialmente violentos, especialistas en guerrilla urbana ante los cuales había que protegerse en coordinación con el gobierno y su policía. Una de las consecuencias de todo esto fue la salida masiva de genoveses y genovesas, "invitados" a un "largo puente" por el gobierno Berlusconi.

Segundo, la enorme concentración policial y militar tuvo como primer objetivo disuadir, activa y pasivamente a los miles de posibles manifestantes para que no llegaran a la ciudad. El cierre del aeropuerto y las estaciones de tren y autobuses, dejó prácticamente incomunicada a la ciudad durante seis días. Todo ello en el contexto de supresión de los acuerdos de Schengen y de una eficaz coordinación policial europea que filtró la circulación de las personas.

En tercer lugar, la ciudad fue dividida en dos zonas. Una roja, perímetro de máxima seguridad, encerrada tras un enorme muro construido al efecto y a la que sólo se podía acceder con acreditación. La otra, amarilla, delimitada internamente -éste fue el gran descubrimiento táctico de la policía genovesa- por espacios formadas por grandes contenedores de transporte que, a su vez, podían ser clausurados en cualquier momento; en realidad, después del jueves, el estado de suspensión de derechos llegó también a esta zona. La policía podía detener y detuvo a la gente por la calle, en los pocos bares que quedaban abiertos o en los establecimientos que el ayuntamiento de Génova había dispuesto para los otros invitados, los resistentes a la globalización capitalista. Hay que decir que el gobierno de centro izquierda de la ciudad dedicó fondos públicos, recursos humanos y materiales, para que aquellos que llegaban a la ciudad, estuvieran en ciertas condiciones de dignidad, habilitando albergues, polideportivos y situando decenas de carpas en los lugares de reunión previstos.

Lo que hay que decir de inmediato y como conclusión general es que estos recursos policiales y esta estrategia represiva no sirvieron para impedir la mayor concentración de masas realizada por los movimientos que cuestionan este modelo de mundialización capitalista. Es más, el asesinato de Carlo Giuliani y la enorme cantidad de heridos en la represión del viernes 21 fue un acicate para la gran manifestación del sábado que, según periódicos nada sospechosos de izquierdistas como Il Corriere de la Sera, cifraban el número de manifestantes en más de trescientos mil. Esta concentración de masas supuso una crítica de fondo a las Cumbres del G - 8 y el primer batacazo serio del gobierno de la derecha extrema de Berlusconi, Fini y Bossi.

2.Violencia, desobediencia civil y movilización social

La estrategia de criminalización del movimiento está unida a él desde Seattle, confundiendo conscientemente la violencia conocida y distinguible de una minoría, con formas legítimas y pacíficas de desobediencia civil y resistencia a la arbitrariedad del poder. Los violentos fueron siempre diferenciables del resto del movimiento, iban por delante, expulsados, muchas veces, por el servicio de orden de los propios manifestantes. Lo sorprendente era que la policía les dejó campar por sus respetos por toda la ciudad y cuando aparecían con los manifestantes pacíficos, la policía actuaba no contra ellos sino contra estos.

El día 21, viernes, fue declarado por los componentes del Foro Social de Génova como día de desobediencia civil. Se trataba de denunciar los ilegítimos y arbitrarios métodos del gobierno Berlusconi para ocupar militar y policialmente una ciudad e impedir el derecho de manifestación. Hubo distintos cortejos, el más numeroso (unas 18.000 personas) fue el de los Monos Blancos, donde la presencia de las Juventudes de Refundación Comunista fue de enormes dimensiones. Este cortejo, se preparó para resistir de forma pacífica a las fuerzas de orden público, apenas protegidos con rudimentarias máscaras antigás y, por supuesto, sin ningún tipo de armas ofensivas.

La durísima represión policial fue preparada por el llamado Bloque Negro que atacó a miembros de los COBAS (organización sindical de base) y destruyó cuanto encontró a su paso sin que la policía interviniese. Cuando la cabeza del cortejo avanzó, la policía pasó resueltamente a la ofensiva iniciándose una confrontación que duró más de cuatro horas, donde lo más significativo fue la capacidad de resistencia del Movimiento; en ese contexto se dio el asesinato de Carlo Giuliani.

Ahora bien, donde se probó con claridad que el objetivo real de la policía nunca fueron los violentos sino el Movimiento, fue justamente en la gran manifestación del sábado. La presencia de varios centenares de miles de manifestantes no solamente no disuadió a las fuerzas represivas sino que sólo a la eficaz reacción del servicio de orden y a la madurez de los manifestantes se evitó una tragedia de grandes dimensiones. Cuando la cabeza de la manifestación estaba llegando a la Plaza Kennedy y el final de la misma aún no había salido se dieron las mismas condiciones de los días anteriores. El Bloque Negro, que nunca superó las 2.000 personas lo destrozaban todo impunemente frente a una policía que aprovechó la situación para lanzar todos sus efectivos contra el grueso de la manifestación pacífica, en una provocación perfectamente consciente para convertir el enorme éxito de la manifestación en un debate sobre heridos, destrucción y violencia. En ese momento, el servicio de orden, donde sobresalía la presencia eficaz de Refundación Comunista, cuyo cortejo andaba en torno a las 100.000 personas, desvió la manifestación del recorrido previsto evitando la provocación de la policía, aún así, ésta persiguió a los manifestantes durante todo el recorrido. De nuevo hay que señalar el enorme sacrificio de tantos y tantos jóvenes italianos, los muchos Carlo Giuliani existentes en el Movimiento, que se enfrentaron abiertamente a la policía para proteger a los manifestantes. En este contexto no fue nada extraño que el centro de prensa y acogida del GSF, insistimos, puesto a disposición del Movimiento por el Ayuntamiento de Génova, fuese tomado militarmente, sin orden judicial alguna y destruyéndolo todo, especialmente los ordenadores presumiblemente para hacer desaparecer pruebas que inculpaban a la policía y machacar literalmente a toda la gente que allí dormía. Sólo la presencia masiva de periodistas impidió que las mentiras del gobierno prosperasen. Hoy sabemos que los detenidos fueron torturados física y síquicamente, obligados muchos de ellos a gritar vivas al Duce y sometidos a vejaciones propias de una dictadura y no de una democracia que se considera a sí misma avanzada y civilizada.

3.¿Alguien va a recordar los acuerdos del G - 8 en Génova?

Como es sabido, el tipo de reuniones que se han venido conociendo como G-7 o G-8, responden al intento, por parte de los siete países más ricos del mundo más Rusia, de gobernar de hecho, y no de derecho, cosa que se olvida con bastante frecuencia, los complejos procesos que la globalización capitalista ha puesto en marcha en todo el mundo. Señala una contradicción de hondo calado: el predominio actual del capital se ha fundamentado, en gran medida, limitando el poder de los estados nación, lo que a su vez ha provocado una pérdida apreciable de control sobre el propio proceso de globalización, ya que no se ha creado ningún instrumento de regulación a escala internacional. Para decirlo de otra manera, el capital ha logrado un predominio real a costa de acentuar su tendencia a la crisis y al caos.

Lo que se pretendía con este tipo de reuniones era: a) consensuar la hegemonía norteamericana; b) coordinar, en la medida de lo posible, las políticas monetarias y cambiarias; c) asegurar el funcionamiento global del sistema imponiendo políticas neoliberales y de ajuste estructural, sobre todo para el tercer Mundo; d) dirigir, de modo consensuado, los organismos económicos internacionales, fundamentalmente el FMI y el BM. Las cumbres no sólo han tratado cuestiones económicas sino que han intervenido y los siguen haciendo en el diseño de las políticas de seguridad y defensa, en cuestiones medioambientales y en problemas de tanta actualidad como los migratorios. Así, han estado discutiendo el tipo de reforma que habría que realizar en las Naciones Unidas. No se equivocan aquellos que piensan que el G-7 es, de facto, un intento más de asegurar un gobierno mundial bajo la hegemonía norteamericana.

Lo que se acordó en la Cumbre de Génova, que dicho sea de paso no pasará a la historia, fue un gran descubrimiento, un milagro, tal como lo definió Berlusconi: que sólo la libertad de mercado genera prosperidad económica y democracia política. Partiendo de un aserto tan innovador y tan históricamente comprobado, lo que vino después era de esperar; una enésima promesa para reducir la deuda externa de los veintitrés países pobres altamente endeudados, un fondo para luchar contra el SIDA y unas vacuas promesas sobre el grave asunto de la crisis medioambiental.

Con respecto a la cuestión de la deuda, para entender de qué se habla, como ha señalado Pepín Vidal, se trata de una promesa reiterada ya desde 1996 (cumbre de Lyon del G-7), anunciada de nuevo en la reunión de Colonia del 99 y ahora vuelto de nuevo a anunciar. Berlusconi dijo que se iba a condonar el 70% de la deuda de estos países, pero "olvidó" aclarar que esta reducción será sobre los intereses de la deuda y no sobre el principal. Para entender esta cuestión conviene conocer algunos datos: a) la deuda global del Tercer Mundo supera los dos billones de dólares; b) estos países aportan anualmente más de doscientos mil millones de dólares por servicios de la deuda; c) entre 1982 y 1998 éstos pagaron casi cuatro veces el monto total de su deuda y la deuda actual es tres veces superior a la que tenían en 1982; d) en concreto los PPAE (los cuarenta y un países pobres altamente endeudados) según Eric Toussaint, tienen una deuda global de más de doscientos mil millones de dólares, pues bien, dichos países aportaron en 1999 mil seiscientos ochenta millones de dólares más de lo que recibieron en calidad de nuevos préstamos.

En lo referente al fondo sobre el sida, aportar un fondo en torno a los mil setecientos millones de dólares que apenas si representa la séptima parte de lo que las Naciones Unidas consideran un mínimo para afrontar la lucha contra el sida. Por lo que respecta al medioambiente casi mejor no hablar, ahí están el rechazo a Kioto por parte de Estados Unidos, y el acuerdo de Bonn que a pesar de rebajar las condiciones de aquél tiene ya el rechazo de la administración Bush.

El problema de fondo de estas cumbres tiene que ver con lo que se señaló anteriormente, las dificultades para aceptar una hegemonía norteamericana poco o nada interesada en consensos con sus "inferiores". La llamada tentación unilateral de EE.UU, lo que viene a decir es que no están dispuestos a aceptar ningún límite a su predominio, por eso, sin grandes dificultades se lanzan a una nueva carrera militar, rechazan las débiles limitaciones al deterioro ecológico, no aceptan la liquidación de los paraísos fiscales, se oponen al Tribunal Penal Internacional y por último se niegan a firmar el tratado que limita el uso y desarrollo de armas bacteriológicas y químicas.

4.Nuevos sujetos y emergencia de figuras sociales complejas

Se ha discutido, también en los distintos foros de Génova, sobre los objetivos, naturaleza y características de lo que Fausto Bertinotti llamó el movimiento crítico de nuestra época. Como casi siempre, se buscan referencias en el pasado que, de una u otra forma, ayudan para entender, entre similitudes y diferencias, las características de un movimiento que sorprende hasta a sus propios miembros. Se ha hablado, hemos hablado, del 68 en el sentido de la emergencia de una cultura o sensibilidad unida a un movimiento generacional y sus relaciones con las izquierdas tradicionales realmente existentes. En este sentido, hay similitudes, pero pesan más las diferencias.

Si bien se trata de la presencia de una nueva generación como la del 68, su composición social es muy diferente; no se trata ya de estudiantes que actúan como tales o que buscan su proletarización yendo a la fábrica, sino de figuras sociales centradas en un nuevo tipo de proletario en su sentido etimológico, de trabajador precarizado sin redes de protección social públicas y que se organizan mediante un asociacionismo difuso muy denso subjetivamente. Carlo Giuliani representaba esta figura social emergente: joven, hijo de militante comunista y dirigente de la CGIL de Génova, con estudios superiores sin terminar (dejó la carrera de Historia), emancipado tardíamente de sus padres, viviendo de trabajos precarios y conectado a los centros sociales y a los círculos de base de la Juventud Comunista.

Estas figuras emergentes fueron uno de los varios ejes de la masiva movilización. Lo más significativo es que también lo fueron en la última lucha en Italia de los metal-mecánicos. Los nuevos proletarios precarizados empiezan a ser sujetos determinantes de la lucha social y parte fundamental del Movimiento Antiglobalización. No es de extrañar que los sectores más ortodoxos y tradicionales de la izquierda comunista, y no sólo de ella, demuestren una escasa capacidad de análisis al contraponer la lucha antiglobalización con la lucha social y sindical, olvidando que la contradicción entre el capital global y los trabajadores se engarza desde formas diversas que reflejan sujetos sociales diferenciados, producto de la desintegración de las relaciones laborales puesta en práctica por las políticas neoliberales. Los que han hablado de "metafísica de lo nuevo" o de "turismo político" no sólo demuestran ignorancia sino un aislamiento preocupante de la cambiante realidad social además de suponer un obstáculo real a la intervención política en el tipo y formas de luchas de clases que se dan, de modo nuevo y diferenciado, en la actual fase del imperialismo globalizador.

Más allá de la plural composición del Movimiento, lo que realmente se está configurando desde Seattle a Porto Alegre y de Praga a Barcelona es un sujeto político internacional, popular, democrático y anticapitalista. Éste es otro de los aspectos diferenciadores del 68; sin bien, hasta ahora el 68 tuvo una mayor participación en las movilizaciones, el actual Movimiento crítico tiene una mayor conciencia política y se articula explícitamente en redes internacionales que intentan intervenir desde supuestos también internacionales.

5.Las lecciones de Génova

La gran concentración de masas en la capital de la Liguria italiana obliga a una reflexión de fondo sobre el contenido, formas de intervención y propuestas del movimiento de resistencia a la globalización capitalista. La primera cosa que habría que señalar es que el movimiento de resistencia se configura cada vez más como un sujeto político y social no coyuntural ni episódico, que se organiza, actúa e interviene políticamente a escala internacional. Segundo, la centralidad de este movimiento para la izquierda, deviene de sus dimensiones, de su composición y de la propuesta anticapitalista que defiende. Tercero, que se trata de un movimiento que se autoalimenta, que crece y va acumulando efectivos, más allá de los confines tradicionales de la izquierda y que organiza fuerzas sociales y culturales existentes difusamente hasta el presente. En cuarto lugar, el futuro del Movimiento en un contexto de criminalización cada vez más evidente, tendrá que ver con su capacidad para equilibrar los elementos de espontaneidad, flexibilidad y apertura, tan típicos de todos los movimientos reales, con los elementos conscientes unidos al programa, a la organización y a la capacidad de intervención política y a sus conflictivas relaciones con las instituciones tradicionales. Por último, por su capacidad para buscar puentes y alianzas concretas con las organizaciones tradicionales de la izquierda.

Manuel Monereo es de la Presidencia Federal de IU
Manuel Monereo
Titulo Original: Génova: resistencias, nuevos sujetos y reconstrucción de un movimiento anticapitalista

 




Documento en Word