Más claro ni el agua. Si alguna duda se tenía
sobre la postura política e ideológica del "presidente
del cambio", en el próximo cónclave internacional,
El Consenso de Monterrey, veremos a Vicente Fox como lo que es:
un mandatario que se siente como pez en las aguas del neoliberalismo
y de la globalización.
El Consenso de Monterrey no es otra cosa más
que un documento previamente dictado por Estados Unidos y que
será avalado en la Conferencia Internacional sobre Financiamiento
para el Desarrollo, que se desarrollará del 18 al 22 de
este mes en la capital de Nuevo León y a la asistirán
más de 50 jefes de Estado.
México será el anfitrión de esta Conferencia
que se gestó desde 1997, luego de que la ONU tomó
la decisión de buscar un acuerdo que pudiera aliviar la
pobreza en los países subdesarrollados, mediante la ayuda
de las naciones más industrializadas, principalmente el
Grupo de los 8, encabezado por Estados Unidos.
En el papel esto se escuchaba muy bien, pues se esperaba la participación
responsable de las naciones más industrializadas en la
búsqueda de soluciones a problemas, como la deuda externa,
que aquejan las débiles economías de países
en vías de desarrollo. Incluso, se formó un grupo
de alto nivel encabezado por el expresidente mexicano, Ernesto
Zedillo, que se encargaría de plasmar las propuestas en
un documento básico, que a la postre se llamaría
el Consenso de Monterrey.
Sin embargo, todo fue una farsa, una falacia o una
mentira, y lo que veremos en Monterrey será sólo
una representación de un acuerdo al que ya llegaron los
principales países industrializados, sin importarles la
opinión de las naciones más pobres del mundo y tampoco
de organizaciones ciudadanas que invirtieron tiempo, propuestas
y dinero para intervenir en dicho documento.
Y Vicente Fox, anfitrión del encuentro, seguramente
estará de acuerdo con el Consenso de Monterrey, a pesar
de que tendrá un impacto negativo directo en nuestro futuro.
De acuerdo con la información que envió
desde París la corresponsal del semanario "Proceso",
Anne Marie Mergier, del 14 al 25 de enero de este año en
Nueva York se realizó la cuarta y última reunión
para discutir el proyecto de declaración. A puerta cerrada,
en la reunión el gobierno de Estados Unidos dictó
el contenido bajo la amenaza de que si no se seguía su
línea, George W. Bush no asistiría a Monterrey.
En las reuniones previas se habían acordado
puntos importantes como reducir el pago de servicio de la deuda
por parte de los países del Tercer Mundo, que al año
es de 200 mil millones de dólares; flexibilizar las políticas
agrícolas de las naciones industrializadas, y evitar los
paraísos fiscales en los cuales los políticos corruptos
de las naciones subdesarrolladas depositaran sus cuentas.
Sin embargo, estos puntos fueron suprimidos en la
reunión de Nueva York, a la cual asistieron los países
de la Comunidad Económica Europea, quienes aceptaron la
línea del imperio estadunidense, porque también
les beneficiaba.
¿Pero a México, en qué le beneficia
un documento consensuado por y para los países industrializados?
¿Cuál debería de ser la postura del presidente
Vicente Fox ante un documento que contraviene los intereses nacionales?
Bruno Jétin, miembro del consejo científico
de la agrupación civil francesa ATTAC, quien habría
intervenido en el primer borrador del Consenso de Monterrey donde
hablaba de la reducción de medidas comerciales proteccionistas
y la reducción del pago de la deuda, advierte: "Cuando
uno lee el Consenso de Monterrey salta a la vista que es una versión
actualizada del Consenso de Washington que el gobierno estadunidense
elaboró en 1989 para enfrentar la crisis de la deuda de
los países latinoamericanos. En ese texto estaba plasmada
la integralidad (sic) del programa neoliberal que luego fue aplicado
por el FMI: más libre comercio, más inversiones
privadas, privatización de todo lo que puede ser privatizado
y equilibrio presupuestario. Lo que pasa en Argentina es el ejemplo
más reciente de los estragos causados por semejantes recetas
Y son las mismas recetas las que pretende imponer la Conferencia
de Monterrey".
En el Consenso de Monterrey sólo se "desea"
que los países desarrollados dediquen el 0.7 por ciento
de su Producto Nacional Bruto a la asistencia oficial al desarrollo,
meta de la que se ha hablado sin cumplir desde 1970.
La Vergüenza de Monterrey es la leyenda de
una pancarta que organizaciones civiles europeas mostraron en
París y que ilustra el texto de la corresponsal de "Proceso",
Anne Marie Mergier. El término parece ser el más
correcto y no el de "consenso".
El gobierno de Fox se ha mostrado feliz y orgulloso
de que la ciudad mexicana de Monterrey sea la sede del acuerdo
de la Conferencia Internacional sobre el Financiamiento para el
Desarrollo. No obstante, en las páginas de la historia
quedará que el "presidente del cambio" mexicano,
Vicente Fox, no sólo signó esta farsa, esta vergüenza,
sino que traicionó la fe de muchos que le dieron su voto
con la esperanza de que habría una transformación
del régimen económico neoliberal seguido por los
gobiernos emanados del PRI, el cual ha provocado la pobreza en
60 millones de mexicanos.
José Gil Olmos
Proceso
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