Informe dado a conocer en la víspera
del Día Mundial del Medio Ambiente alerta para el riesgo
Los organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos
alteran el proceso natural de evolución de las especies,
advirtió una organización no gubernamental ambientalista
estadounidense.
El Instituto de Investigación Energética y Ambiental
(IEER, por sus siglas en inglés) señala en un
informe que complejas relaciones entre genes y ecosistemas implican
riesgos no evaluados de los OGM.
El informe, titulado "Ecología y genética:
Un ensayo sobre la naturaleza de la vida y el problema de la
ingeniería genética", fue dado a conocer
el 4 de junio, en la víspera del Día Mundial del
Medio Ambiente.
No sabemos en forma cabal de qué modo interactúan
la estructura genética de los seres vivos y los ecosistemas,
y eso significa que no podemos prever los efectos de los OGM
en el ambiente, sostuvo el presidente del IEER y autor del estudio,
Arjun Makhijani.
Makhijani tomó como ejemplo las manchas de la piel de
los jaguares, que les sirven como camuflaje cuando buscan presas
al atardecer.
La información genética del jaguar determina
la presencia de esas manchas, que también pueden ser
consideradas como expresión biológica de la distribución
de luz y sombra en los bosques, indicó.
La evolución del jaguar durante un largo período
histórico lo ha adaptado al bosque, mediante la creación
de un complejo dispositivo de estructuras genéticas interconectadas,
pero el proceso es muy distinto cuando se introduce en el ambiente
una especie genéticamente modificada, explicó.
Mutaciones como las manchas del jaguar se producen en la naturaleza
con grandes intervalos de tiempo, y nunca aparecen de modo simultáneo
en millones de organismos, sino que resultan de la selección
natural a partir de casos esporádicos, con resultados
distintos en distintos ambientes, apuntó.
Cuando se introducen en el ambiente, en escala masiva, OGM
que no podrían haber surgido en forma natural, como ocurrió
en Estados Unidos con el maíz transgénico llamado
Bt, "deberíamos esperar sorpresas desagradables",
aseguró.
El maíz Bt, que en la actualidad es 25 por ciento del
total en Estados Unidos, contiene un gen de la bacteria bacillus
thuringiensis, que le hace producir una sustancia pesticida.
Científicos de la universidad estadounidense de Cornell
aplicaron polen de maíz Bt a plantas de algodoncillo,
de las cuales se alimentan las mariposas de la variedad llamada
monarca y que crecen cerca de plantaciones de maíz.
En el marco del experimento se registró la muerte de
44 por ciento de las larvas de las mariposas que comieron polen
de maíz Bt, y sobrevivieron todas las larvas de un grupo
de mariposas alimentadas con polen de maíz no transgénico.
El significado ecológico de ese experimento no es por
completo claro, pero el IEER consideró evidente que el
maíz Bt fue introducido en gran escala en el ambiente
sin que se hubiera evaluado en forma suficiente su efecto en
los ecosistemas.
"¿A cuántas otras especies vegetales y animales
puede afectar (ese maíz transgénico)?", preguntó
Makhijani.
El ser humano tiene muchos menos genes que los que se pensaba,
y eso ha demostrado que los rasgos que diferencian a una persona
de un chimpancé se deben en gran medida a la interacción
de los genes con el ambiente o entre sí, arguyó.
"No comprendemos las interacciones entre el genoma y los
ecosistemas en forma suficiente para realizar estimaciones confiables
del impacto ambiental de nuevas estructuras (genéticas)",
afirmó.
El Consejo Nacional de Investigación de la estadounidense
Academia Nacional de Ciencias divulgó el año pasado
un informe en el cual apoyó en términos generales
el desarrollo de OGM, aunque destacó la necesidad de
investigar más su impacto ambiental de largo plazo.
"La ingeniería genética puede causar daños
imprevistos a individuos o a grandes extensiones de cultivos.
Sólo debería practicarse en laboratorios y bajo
estricto control", dijo a IPS el especialista en biología
molecular y biología celular Richard Strohman, de la
estadounidense Universidad de California.
El investigador Channapatna Prakash, del Centro de Biotecnología
Vegetal de la estadounidense universidad de Tuskegee, alegó
en cambio que los agricultores han modificado especies vegetales
durante siglos, y que casi todas las plantas cultivadas en la
actualidad en el país son cruzas o híbridos.
"No conozco evidencia empírica de que el flujo de
genes provenientes de vegetales transgénicos implique
riesgos distintos que el flujo de genes proveniente de otros
vegetales", comentó. El informe del IEER es "opinión
disfrazada de ciencia", e "ignora el hecho de que
hay continuo intercambio de genes entre especies en condiciones
naturales", señaló Val Giddings, especialista
en genética de la Organización de la Industria
Biotecnológica, un grupo empresarial.
La ingeniería genética permite en la actualidad
que los procesos de mutación de especies sean más
controlados que nunca, aseguró.
La especialista en neurología pediátrica Martha
Herbert, de la estadounidense Escuela de Medicina de Harvard,
opinó en cambio que la ingeniería genética
no es más precisa que los cruzamientos que se producían
antes del desarrollo de esa disciplina.
"Las fantasías acerca de la precisión revelan
grave negación de lo que sucede al aplicar técnicas
de ingeniería genética", que no permiten
prever en qué parte del genoma receptor se ubicarán
los genes implantados, apuntó la médica, preocupada
por el peligro de alergias asociadas con el consumo de OGM.
Un gen implantado puede alterar la acción normal de
un gen del receptor, o poner en funcionamiento a otros que eran
inactivos antes de la intervención biotecnológica,
enfatizó.
El presidente de la organización no gubernamental ambientalista
Amigos de la Tierra, Brent Blackwelder, sostuvo que el informe
del IEER es el análisis "más profundo y más
atemorizante" divulgado hasta ahora sobre el potencial
impacto de los OGM.
"Ese trabajo abrirá un nuevo y más profundo
debate que pondrá en tela de juicio la propia naturaleza
del experimento biotecnológico agrícola en curso",
aseveró.
IPS - Terra Viva