Construir la convergencia del conjunto de movimientos y fuerzas
sociales a través de las cuales se expresan las víctimas
del capitalismo neoliberal globalizado exige, sin duda alguna,
el respeto a su diversidad.
Más allá de la extrema variedad de expresiones
de esta diversidad, propongo una clasificación en función
del grado de radicalidad de las regulaciones del capitalismo,
por un lado, y de la dimensión antimperialista, por otro.
En el primer cuarto del cuadrado, ubicaremos a los movimientos
que únicamente reivindican regulaciones limitadas, como
las relacionadas con los derechos laborales (salario mínimo,
procedimientos de despido, derecho a huelga, seguro de desempleo,
etcétera). En el segundo cuarto del cuadrado, a los movimientos
menos fragmentarios y por ello más politizados, cuyo
horizonte propone una visión de la sociedad "más
allá del capitalismo", como la del socialismo de
inspiración marxista o la del ecodesarrollo. En el tercer
cuarto, hallaremos las reivindicaciones de fracciones de las
clases dirigentes de la periferia, que si bien aceptan en principio
situarse en la globalización llamada neoliberal, están
también decididas a negociar con firmeza los límites
de la misma. Y en el último cuarto colocaremos a las
fuerzas políticas que se sitúan en una perspectiva
de desconexión (véase El paradigma del desarrollo),
en beneficio de un desarrollo nacional y popular digno de ese
nombre.
Con esta primera clasificación podemos inferir que la
parte izquierda del cuadrado (cuartos 1 y 2) concierne principalmente
a los movimientos propios de los centros de sistema, y el de
la derecha (cuartos 3 y 4) al Sur, mientras que los "reformistas"
se sitúan en la parte superior del cuadrado (cuartos
1 y 3) y los "revolucionarios" (2 y 4) en la inferior.
Esto es resultado de la fragmentación que carateriza
la coyuntura actual. Muchos movimientos y organizaciones protagonistas
de las luchas en curso creen no solamente que el horizonte del
capitalismo es "aceptable", sino también que
una buena dosis de liberalismo se impone por razones "objetivas"
(la revolución tecnológica, por ejemplo). En última
instancia, algunos de estos movimientos -especialmente entre
las ONG- constituyen lo que podríamos llamar el "segmento
neoliberal caritativo" que propugna un liberalismo con
"rostro humano", el cual los reformistas de la nueva
derecha como el presidente del Banco Munidal, James Wolfenson,
o George Soros, se consagran ahora a instrumentar. Por otro
lado, la conciencia antimperialista en el norte se encuentra
bastante debilitada: la pérdida de rumbo de los movimientos
de liberación nacional en torno a los cuales los jóvenes
occidentales "tercermundializados" se habían
movilizado, alimentó la posterior decepción. Dos
rupturas son evidentes: aquella que separa los reformistas no
radicales de los radicales, y la que separa al Norte del Sur.
Estos movimientos no conseguirán constituirse en una
izquierda alternativa a la nueva derecha, a menos que construyan
una coexistencia pese a su diversidad, su casi divergencia.
Sin esta coexistencia, ningún avance es posible. Por
ello, sería deseable que las luchas conduzcan a las fuerzas
dominantes en los grandes movimientos contemporáneos
hacia al centro del cuadrado: asociar las perspectivas de sociedad
que van más allá del capitalismo a la capacidad
de formular objetivos inmediatos que abran el camino a esta
evolución; asociar los avances locales (nacionales) a
una perspectiva globalizadora universalista y antimperialista.
En la actualidad, las fuerzas reunidas alrededor de este punto
central de convergencia son aún pequeñas y están
representadas en el esquema por un pequeño círculo.
El fortalecimiento progresivo de la convergencia en la diversidad
se manifestaría por el agrandamiento de este círculo,
hasta que llegara a ocupar una buena parte del cuadrado. Entonces
se habrá ganado la batalla, y la relación de fuerzas
se habrá inclinado en beneficio de las clases trabajadoras
y populares.
El desplazamiento progresivo de estos movimientos desde las
posiciones que hoy ocupan hacia al centro de gravedad es posible.
Los movimientos fragmentarios de defensa y derecho de los trabajadores,
de las mujeres y de la ecología, aquí y allá,
pueden adquirir una mayor conciencia de que sus luchas son solidarias,
y que su éxito implica una mayor coherencia y la definición
de una plataforma común inmediata para cada etapa de
su desarrollo. Pueden tomarle la medida a la contradicción
que los opone a las lógicas fundamentales del capitalismo.
Simultáneamente, los grupos radicales pueden querer ir
más allá de la afirmación de su fidelidad
a una visión social a largo plazo que le es propia (el
comunismo, la anarquía, la ecología, el feminismo),
y asociarse a la definición de objetivos posibles comunes.
En el Sur, el callejón del rechazo culturalista, que
le hace el juego al "conflicto de civilizaciones"
y despierta el fantasma reaccionario que este conflicto expresa,
puede ser dejado atrás en beneficio de un renovado internacionalismo,
en especial si la conciencia antimperialista retoma su lugar
entre los progresistas del Norte. Paralelamente, las fracciones
de las clases dirigentes nacionales no pueden llegar a radicalizar
su hostilidad frente hegemonismo estadunidense, pero tampoco
ceder a la presión de sus segmentos que convierten al
ciudadano en consumidor.
Siempre existirán grupos rebeldes a cualquier evolución,
que se refugiarán ya sea en la vana esperanza de un liberalismo
de "rostro humano", en la afirmación de los
"principios revolucionarios", en un reacomodo en el
estatus de consumidor, o en la ilusión culturalista.
Estos sectores están representados en el cuadro por las
zonas sombreadas.
La convergencia -y la amplicación del círculo
central- puede ser formulada en términos políticos
de diferentes maneras, complementarias unas con otras.
"Por un frente unido a favor de la justicia social y de
la justicia internacional", que subraya que ambas son indisociables,
que la justicia social debe ser acompañada por una conciencia
antimperialista decidida, que el antimperialismo en la periferia
no tiene futuro si no es sostenido por las clases populares
a las cuales les falta justicia social y democracia.
También está la reivindicación del Estado
democrático, que en su larga tradición ajena al
capitalismo salvaje es un Estado que impone una regulación
ciudadana y "social". O bien: "la socialización
por la democracia ciudadana y social incluye la socialización,
la socialización por el mercado excluye". E incluso:
"no hay respuesta posible a las necesidades sociales sin
democracia, y no hay democracia sin respuesta a las necesidades
sociales".
Estas consignas son resultado de la historia reciente. En el
Sur, los gobiernos que han aceptado incluir su voluntad de democratización
en el contexto de las imposiciones neoliberales contribuyen
a desacreditar la democracia (tenemos el trágico ejemplo
de Argentina), provocando el retorno a un populismo autoritario
o a una dictadura violenta al servicio del imperialismo. En
el Norte, el consenso entre la derecha y la izquierda en torno
al liberalismo económico remplaza la forma estadunidense
de "democracia de baja intensidad" y a la democracia
ciudadana y social de la izquierda histórica, mientras
se perpetúan las condiciones de fragmentación
de la resistencia y se aniquila la esperanza de maduración
de una conciencia antimperialista.
La convergencia -el crecimiento del círculo central del
cuadrado- no excluye la diversidad, sino que la confirma al
tiempo que le otorga su poder potencial, ya que este círculo
cubre importantes superficies de cada uno de los cuadros que
conforman nuestro esquema.
Construir esta convergencia es el desafío: ninguna fuerza
a través de la cual se expresa la voz de las víctimas
del capitalismo salvaje, del imperialismo moderno y del hegemonismo
estadunidense y la guerra global que éste conduce contra
el Sur, puede ignorar que en soledad es imposible cumplir con
sus objetivos inmediatos y limitados. O construir, sin la solidaridad
de todos los segmentos, un frente mundial por la justicia social
e internacional.
Samir Amin
La Jornada
Economista egipcio, director del Foro del Tercer Mundo en Dakar,
Senegal.
Traducción: Alejandra Dupuy