Contra la política de despolitización
El fatalismo de las leyes económicas enmascara en realidad
una política,pero completamente paradoxal ya que se trata
de una política de despolitización.
Esta política aspira a otorgar un dominio fatal a las
fuerzas económicas al liberarlas de todo control; tiene
como meta obtener la sumisión de los gobiernos y de los
ciudadanos a las fuerzas económicas y sociales "liberadas"
de esta forma. Todo lo que se nombra con la palabra a la vez
descriptiva y normativa de "mundialización"
es el efecto no de una fatalidad económica, sino de una
política, consciente y deliberada, pero muchas veces
sin tener conciencia de sus consecuencias: es esta política
neoliberal la que ha conducido a los gobiernos liberales y hasta
socialdemócratas de un conjunto de países económicamente
avanzados a desprenderse de su poder de control sobre las fuerzas
económicas; es ella, sobre todo, la que se elabora en
las reuniones secretas de las grandes instituciones internacionales,
tales como la Organización Mundial del Comercio o la
Comisión Europea, o en el seno de todas las "redes"
de empresas multinacionales con la capacidad de imponer, por
las vías más diversas, y en particular jurídicas,
sus voluntades a los Estados.
Contra esta política de despolitización y de desmovilización,
hay que restaurar la política, -es decir, la acción
y el pensamiento políticos- y encontrar un punto justo
de aplicación que se sitúe más allá
de las fronteras del Estado nacional, porque sus medios específicos
ya no se pueden reducir a las luchas políticas y sindicales
en el marco de los Estados nacionales.
La empresa, no nos engañemos, es ardúa por razones
múltiples: primero porque las instancias políticas
que se trata de combatir estan muy alejadas y no solo geografícamente,
y no se parecen en casi nada - ni en sus métodos, ni
en sus agentes- a las instancias políticas contra las
cuales se dirigían las luchas tradicionales. Luego porque
el poder de los agentes e instituciones que hoy dominan el mundo
económico y social se asienta sobre una concentración
extraordinaria de todo género de capital, económico,
político, militar, cultural, científico, tecnológico,
fundamento de una dominación simbólica sin precedentes,
y que se ejerce en particular a través del dominio de
los medios de comunicación que a su vez estan manipulados,
sin muchas veces saberlo, por las agencias de comunicación.
De ahí que algunos de los objetivos de una acción
política eficaz están situados a nivel europeo
en la medida -por lo menos- en que las empresas y las organizaciones
europeas constituyen un elemento determinante de las fuerzas
dominantes a escala mundial.
En consecuencia, la construcción de un movimiento social
europeo unificado, capaz de reunir los diferentes movimientos,
actualmente divididos tanto a nivel nacional que internacional,
se impone como un objetivo indiscutible para todos los que se
empeñan en resistir eficazmente a las fuerzas dominantes.
Agrupar sin unificar
Los movimientos sociales, por diversos que sean en razón
de sus orígenes, sus objetivos y sus proyectos, tienen
en común toda una serie de rasgos que les dan un aire
de familia.
En primer lugar, y especialmente porque provienen muy a menudo
del rechazo de las formas tradicionales de la movilización
política y en particular las que perpetúan la
tradición de los partidos de tipo soviético, estos
movimientos tienen tendencia a rechazar toda clase de monopolización
por minorías, favoreciendo la participación directa
de todos los interesados.
En este sentido se encuentran en línea con la tradición
libertaria, siendo propicios a formas de organización
de inspiración autogestionaria caracterizadas por la
fluidez del aparato que permite a los agentes reapropiarse su
papel de sujetos activos en contra, especialmente, de los partidos
a los cuales niegan el monopolio de la intervención política.
Otro rasgo común, se orientan hacia objetivos determinados,
concretos e importantes para la vida social (alojamiento, trabajo,
salud, etcétera) a los cuales intentan aportar soluciones
directas y prácticas, cuidándose a que sus negaciones
como sus propuestas se concreten en acciones ejemplares y directamente
ligadas al problema abordado.
Tercera característica típica, el rechazo de
las políticas neoliberales que tienden a imponer las
voluntades de los grandes inversores institucionales y de las
multinacionales. Última propiedad distintiva y comun,
la exaltación de la solidaridad, principio tácito
de la gran mayoría de sus luchas, y el esfuerzo de ponerla
en práctica tanto en su acción (encargándose
de todos los "sin") que por la forma de organización
que escogen.
Constatar esta proximidad en los fines y medios de las luchas
políticas evidencia la necesidad de ir en busca si no
de una unificación (seguramente ni posible ni deseable)
de todos los movimientos dispersados reclamada a menudo por
los militantes, y en particular por los más jóvenes
-impresionados por las convergencias y las redundancias-, por
lo menos una coordinación de las reivindicaciones y de
las acciones, excluyendo sin embargo toda voluntad de apropiación:
esta coordinación debería tomar la forma de una
red capaz de asociar individuos y grupos en condiciones tales
que nadie pueda dominar o reducir los demás y que conserven
todos los recursos ligados a la diversidad de las experiencias,
de los puntos de vista y de los programas.
Tendría como función principal sacar los movimientos
sociales de las acciones fragmentarias y dispersas y de los
particularismos de las acciones locales, parciales y puntuales,
permitiéndoles en particular sobrepasar las intermitencias
o las alternancias entre los momentos de movilización
intensa y los momentos de existencia latente o aquietada, sin
por eso sacrificar a la concentración burocrática.
Flexible y permanente, esta coordinadora debería dotarse
de dos objetivos distintos: por una parte organizar, por medio
de encuentros ad hoc y circunstanciales, conjuntos de acción
a corto plazo y orientados hacia un objetivo concreto; por otra
parte someter a discusión cuestiones de interés
general y trabajar en la elaboración de programas de
investigación a plazo más largo en el marco de
reuniones periódicas de los representantes del conjunto
de grupos en cuestión (como por ejemplo las reuniones
previstas en Viena y Atenas).
Se trataría de descubrir y de elaborar, en la intersección
de las preocupaciones de todos los grupos, objetivos generales
a los cuales todo el mundo pueda adherir y colaborar, aportando
sus competencias y sus propios métodos. No está
de más esperar que de la confrontación democrática
de un conjunto de individuos y de grupos teniendo como base
unos presupuestos comunes pueda surgir poco a poco un conjunto
de respuestas coherentes y sensatas a cuestiones fundamentales,
a las cuales ni los sindicatos, ni los partidos, pueden aportar
una solución global.
Renovar el sindicalismo
No se puede concebir un movimiento social europeo sin la participación
de un sindicalismo renovado capaz de sobrepasar los obstáculos
externos e internos a su reforzamiento y su unificación
a escala europea. Es paradoxal solo en apariencia creer que
la decadencia del sindicalismo es un efecto indirecto y diferido
de su triunfo: gran cantidad de reivindicaciones que animaron
las luchas sindicales han pasado al estado de instituciones
que, estando en adelante en el fundamento de obligaciones o
derechos (los que se refieren a la protección social
por ejemplo), se han vuelto en pugna de las luchas entre los
sindicatos ellos mismos.
Transformadas en instancias paraestatales, a menudo subvencionadas
por el Estado, las burocracias sindicales participan en la redistribución
de la riqueza y garantizan el compromiso social, evitando rupturas
y enfrentamientos. Y los responsables sindicales, cuando llegan
a convertirse en gestores ajenos a las preocupaciones de sus
mandantes, pueden ser llevados por la lógica de la concurrencia
entre aparatos o dentro del aparato, a defender sus intereses
propios en vez de los intereses de los que se supone defienden.
Lo cual contribuyó en parte a alejar a los asalariados
de los sindicatos y a desvincular los sindicados mismos de la
participación activa en la organización.
Sin embargo, estas causas internas no bastan para explicar
el número cada vez más reducido y menos activo
de sindicados. La política neoliberal también
contribuye a la debilitación de los sindicatos.
La flexibilidad y sobre todo la precariedad impuestas a cada
vez más numerosos asalariados, así como la transformación
de las condiciones y normas de trabajo resultantes, contribuyen
a dificultar toda acción unitaria y hasta el simple trabajo
de información, mientras que los vestigios de la asistencia
social continuan de proteger una fracción de asalariados.
Esto explica cuánto es a la vez indispensable y difícil
la renovación de una acción sindical que supondría
la rotación de los cargos y el cuestionamiento del modelo
de la delegación incondicional a la vez que la invención
de nuevas técnicas indispensables para movilizar los
trabajadores fragmentados y precarios.
La organización de tipo completamente nuevo que se trata
de crear debe ser capaz de sobrepasar la fragmentación
por objetivos y por naciones, así como la división
en movimientos y sindicatos, escapando a la vez a los riesgos
de monopolización que obsesionan el conjunto de los movimientos
sociales, sindicalistas y otros, y al inmovilismo creado a menudo
por el miedo casi neurótico del riesgo.
La existencia de una red internacional estable y eficaz de
sindicatos y movimientos, dinamizados por su confrontación
en las instancias de concertación y de discusión
tales como los Estados generales del movimiento social europeo,
debería permitir el desarrollo de una acción reivindicativa
internacional que ya no tendría nada que ver con la de
lo organismos oficiales en los cuales son representados los
sindicatos (como la Confederación Europea de Sindicatos),
y que integraría las acciones de todos los movimientos
enfrentados a situaciones específicas, luego limitadas.
Investigadores y militantes
La labor necesaria para sobrepasar las divisiones de los movimientos
sociales y para reunir de esta forma todas las fuerzas disponibles
contra las fuerzas dominantes, que sí están consciente
y metódicamente concertadas (veáse el Forum de
Davos) tiene que ejercerse también contra otra división
funesta, la que separa investigadores y militantes.
En una etapa de las relaciones de fuerzas económicas
y políticas en la cual los poderes económicos
estan en condición de poner a su servicio recursos científicos,
técnicos y culturales sin precedentes, el trabajo de
los investigadores es indispensable para descubrir y desmontar
las estrategias elaboradas y puestas en función por las
grandes empresas multinacionales y los organismos internacionales
que, como la OMC, producen e imponen regulaciones a nivel universal,
capaces de hacer realidad, poco a poco, la utopia neoliberal
de desregulación generalizada.
Los obstáculos sociales a este acercamiento no son más
grandes que los que rigen entre los diferentes movimientos,
o entre los movimientos y los sindicatos: diferentes por su
formación y su trayectoria social, los investigadores
involucrados en un trabajo militante y los militantes investidos
en una empresa de investigación deben aprender a trabajar
juntos, superando todas las prevenciones negativas que puedan
tener unos para con los otros, y deshacerse de las rutinas y
de los prejuicios asociados a la pertenencia a universos sometidos
a leyes y lógicas diferentes, esto gracias a la instauración
de modos de comunicación y de debate de un nuevo tipo.
Es una de las condiciones para que se pueda inventar colectivamente,
dentro y por la confrontación crítica de las experiencias
y de las competencias, un conjunto de respuestas que deberán
su fuerza política al hecho de ser a la vez sistemáticas
y enraizadas en las aspiraciones y convicciones comunes.
Solo un Movimiento social europeo fuerte de todas las fuerzas
acumuladas dentro de las diferentes organizaciones de los diferentes
países y de los instrumentos de información y
crítica elaborados en común en los lugares específicos
de información y de discusión tales como los Estados
generales será capaz de resistir las fuerzas a la vez
económicas e intelectuales de las grandes empresas internacionales
y su armada de consultantes, expertos y juristas reunidos en
sus agencias de comunicación, sus oficinas de estudio
y sus consejos en lobbying. Capaz también de sustituir
a los fines cínicamente impuestos por instancias orientadas
por la búsqueda del máximo provecho a corto plazo,
los objetivos económica y políticamente democráticos
de un Estado social europeo, dotado de los instrumentos políticos,
jurídicos y financieros necesarios para yugular la fuerza
bruta y brutal de los intereses estrechamente económicos.
Pierre Bordieu
Nac & Pop
Traduccion: Marianne Brull