1. Introducción
La década de los noventa en América Latina tuvo
una característica sobresaliente: la aplicación
de las teorías neoliberales y el éxito de su discurso.
No es relevante si estas reformas se inspiraron en el modelo
chileno de los setenta, comenzaron en México en 1988,
en la Argentina en 1989, en Perú en 1990 o un poco más
tarde en otros países. Salvo Cuba, que es un caso aparte,
en los noventa la ola del pensamiento neoliberal se expandió
a lo largo y ancho de América Latina.
Finalizada la década es el momento de realizar un balance
de los años noventa. Esto no es parte de un juego terminológico-mediático,
pues la terminología utilizada y difundida por los medios
de comunicación termina por impregnar el inconsciente
colectivo. La pregunta que trataremos de responder en este trabajo
es qué nombre resulta apropiado para una década
de signo neoliberal después de que la década de
los ochenta fuera popularmente conocida como la "década
perdida".1 Los años ochenta se caracterizaron por
el estancamiento económico, la carga agobiadora de una
deuda que limitaba el acceso a los mercados financieros internacionales,
una reducción del 9% del ingreso per capita entre 1980
y 1990 y la inflación que sobrepasó en algunos
países el 1000%.
La hipótesis central que guía nuestras reflexiones
es que los resultados de las reformas neoliberales en América
Latina después de una década de aplicación
no condicen con las expectativas formuladas por los teóricos-propagandizadores
de estas reformas.
2. ¿Cómo lo lograron?
Lo primero a destacar es que el neoliberalismo desde una posición
marginal y minoritaria durante todo el siglo logró convertirse
en doctrina hegemónica en los noventa. En este proceso
podemos distinguir dos fases. 1) La fase de la imposición.
2) La fase del consenso. En la primera, el nuevo modelo es impuesto
por la fuerza (Chile). En la segunda, la repetición constante
del nuevo paradigma tomó el equivalente a la demostración
aún antes de su comprobación fáctica. Con
la apreciable participación de los medios masivos de
difusión se fue consolidando un consenso ideológico
aplastante y la conformación de lo que Ramonet define
como "pensamiento único". 2
De todas maneras, es necesario señalar que no fue consecuencia
directa del fracaso de los proyectos populistas o del estatismo
socializante pues, es preciso recordar, la mayoría de
los gobiernos "populistas" o "estatistas"
de América Latina no fueron castigados por el voto popular
sino que fueron derrocados por golpes de Estado.
El caso de Chile es emblemático. Los economistas liberales
que rodearon a Augusto Pinochet no convencieron a los chilenos
de que sus teorías eran mejores que las socialistas de
Salvador Allende en un debate abierto y de 2confrontación
de ideas. Para imponer su nuevo paradigma como verdad absoluta
e incuestionable necesitaron de una dictadura militar que impidiera
cualquier tipo de oposición y una sociedad paralizada
por el miedo. Como señala el sociólogo chileno
Tomás Moulián "los dispositivos de la fase
terrorista aislaron con facilidad la posibilidad de efectos
políticos. La oposición había sido hecha
desaparecer del escenario o destruida.(...) La hegemonía
por neutralización corresponde al silenciamiento que
se impuso a los otros discursos y a la estigmatización
con que se les restó eficacia cultural"3
El trabajo ideológico de los pensadores que difundieron
las teorías neoliberales ha sido sin dudas excelente.
En pocos años lograron que sus ideas parecieran el único
modelo lógico y viable. Como decía Mario Vargas
LLosa, "se trata, sobre todo, de desestatizar unas mentalidades
acostumbradas por la práctica de siglos". 4
El economista liberal francés Guy Sorman recorrió
Latinoamérica pregonando las privatizaciones como una
"utopía de cambio que, creada por filósofos
y economistas liberales, se impuso en estos cuatro años
en todo el mundo como una necesidad indiscutible 5
Un grupo importante de economistas -muchos de ellos conocidos
como "los Chicago Boys"- apoyados por los principales
organismos 4económicos internacionales y sostenidos monetariamente
por empresas multinacionales, crearon fundaciones, institutos,
centros de investigación y lograron una real inserción
en los principales medios de comunicación que les permitió
convencer de lo "moderno" de sus teorías, aunque
sus postulados originales se remontaran al siglo XVIII o XIX.
También lograron imponer la idea generalizada de que
todo lo público es "ineficiente", que el Estado
es intrínsecamente perverso, que la única manera
para que las empresas de servicios funcionen es privatizándolas,
que así se reducirán gastos y se eliminará
la corrupción; de la necesidad de achicar el Estado,
bajar el gasto público, abrir los mercados, incrementar
la producción de artículos destinados a la exportación,
flexibilizar y "modernizar" los mercados laborales,
quebrar el poder de los sindicatos supuestamente interesados
solamente en enriquecer a sus cúpulas, y reducir los
gastos sociales, entre tantos otros postulados.6
La aplicación de todas estas medidas llevaría
a un modelo de crecimiento donde la riqueza se "derramaría"
hacia todos los estratos de la sociedad. De manera maniquea
y provocativa lo presentaron como el único camino de
crecimiento y desarrollo. Su no implementación implicaría
el retroceso a las penumbras de la historia para no salir de
ellas nunca más.
Además, y no sólo en el caso del régimen
militar chileno, se impuso la idea de que el programa económico
liberal era el producto de un saber absoluto de carácter
científico. Como ya señalara Moulián, en
1981, en pleno proceso militar "este mito de la cientificidad
se ha usado tanto para sacralizar lo dicho o lo hecho como para
definir quiénes tienen el derecho de discutir la política
económica".7
Los que se atrevieron a criticar fueron descalificados por
ignorantes, "estatistas", de rechazar la modernización,
o simplemente desconocedores de las leyes económicas.
Hay que destacar que no todo los postulados planteados por
la corriente neoliberal eran falsos o un mero invento maquiavélico.
Efectivamente, encontraron un terreno fértil para sus
críticas -especialmente en lo que respecta al sector
público- porque en la mayoría de los países
latinoamericanas éste se encontraba profundamente desprestigiado
por su corrupción e ineficiencia.
De hecho, hubo una especie de "chantaje" ideológico
motorizado por los procesos de hiperinflación y la ayuda
invalorable de comunicólogos que simplificaron y adecuaron
las teorías neoliberales como único discurso alternativo
creíble. Como en el discurso colonial del siglo XVIII
y XIX la llegada del capital extranjero y "el progreso"
pasaron a ser sinónimos.
Para implementar las profundas reformas planteadas recibieron
avales muy importantes de los principales organismos internacionales,
como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, cuyos
funcionarios surcaron Latinoamérica llevando sus recetas
bajo el brazo. Cual dogma religioso e incuestionable se le ofrecía
el mismo modelo a todos los países: apertura, privatizaciones
-aún de las empresas públicas rentables-, achicamiento
del Estado, etc. Joseph Stiglitz, vicepresidente del Banco Mundial
lo reconoce abiertamente: "Oficialmente -dice - por supuesto
el FMI no "impone" nada. "Negocia" las condiciones
para otorgar ayuda (...) Yo sé de un desafortunado incidente
donde un equipo del FMI copió gran parte de un texto
de un informe de un país y se lo ofreció a otro
dejando el nombre del país original en algunas partes
del texto."8
La puesta en práctica de las medidas sugeridas por el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial debía
permitir que los "mercados emergentes" (término
con connotación positiva que ha reemplazado la categoría
de "subdesarrollo" con connotación negativa)
accedieran al desarrollo.
En la simplificación del discurso los teóricos
neoliberales presentan su modelo económico con postulados
simplistas como si los países industrializados más
desarrollados hubieran accedido al lugar que ocupan hoy en día
combatiendo el proteccionismo y el estatismo. Sin embargo, este
es otro de los mitos fabricados en los últimos años.
Para su crecimiento, tanto el Reino Unido, Estados Unidos, Japón
o Alemania apelaron -en menor o mayor medida- a medidas proteccionistas
que contradecían abiertamente los postulados liberales
y utilizaron su poderío político-militar para
"competir" en el libre mercado.
3. ¿Cómo se hace el balance y qué parámetros
utilizar?
No es sencillo hacer el balance de una década en una
región tan vasta como Latinoamérica. Lógicamente,
no se puede medir con los mismos parámetros las necesidades
de los indígenas ecuatorianos, las de un técnico
en computación en San Pablo con estudios terciarios,
o una trabajadora mexicana de una empresa de autopartes coreana
en la frontera con Estados Unidos a la cual ni siquiera le está
permitido sindicalizarse.9 Además, es imposible adoptar
un solo criterio, entre otras razones, porque a lo largo del
siglo, la mayoría de los latinoamericanos -incluso los
más pobres- ha mejorado su nivel de vida.
Desde luego que para las teorías neoliberales el parámetro
del balance pasa por la cantidad y calidad de las reformas aplicadas.
En este sentido, consideran que la década del noventa
ha sido un éxito rotundo cuyos frutos ya se trasladan
al bienestar general. De allí que citen los números
macroeconómicos que indican crecimiento del PBI o la
cantidad de dólares que ingresaron al país, muestren
éxitos tales como la estabilidad monetaria, o mejoras
en el área de los servicios, y que México y la
Argentina sigan siendo los ejemplos del éxito de la implementación
de las reformas. El economista jefe del Banco Mundial, Guillermo
Perry sostiene que "la pobreza no bajó con los ajustes
de los 90, y la desigualdad creció, pero la experiencia
fue exitosa: América Latina subió el ingreso per
capita 1,5% anual; en los 80 bajó 2%. 1010
Según un informe de 1995 de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
que agrupa a las 24 naciones más desarrolladas, en 1960
Latinoamérica participaba del comercio mundial con el
9% de las exportaciones mundiales, pero en 1994 este porcentaje
se había reducido al 3,6%, incrementando su marginalidad
en el contexto mundial11 El Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), la Comisión Económica para América
Latina, de las Naciones Unidas (CEPAL) o el propio Banco Mundial
en sus informes anuales coinciden en señalar el crecimiento
de la pobreza y de la miseria extrema en Latinoamérica
en la última década.
Según un informe de la CEPAL de 1996 la reactivación
económica que se observa en los noventa y que registra
de 1990 a 1996 una tasa de crecimiento media anual del PBI del
3% no ha logrado resarcir el estancamiento productivo de los
años ochenta. En 1996 el producto por habitante fue todavía
1% inferior al que la región alcanzó en 1980.12
Más aún, como a principios de siglo, la mayoría
de los países latinoamericanos sigue exportando materias
primas y dependiendo de las fluctuaciones de un mercado mundial
que no domina, para importar la mayoría de todo aquello
que Lester Thurow señala como esencial para ser desarrollados.
13
La apertura de los mercados tiene dos facetas. Por un lado
ha provocado el cierre de importantes industrias nacionales,
pero por el otro, la importación de objetos de consumo
logró masificar algunos de ellos a precios muy bajos.
La apertura de los mercados puso ante los ojos de la población
un mundo de objetos importados -desde paraguas hasta televisores-
a precios más baratos que los conocidos hasta entonces.
Sumado al éxito de derrotar la hiperinflación
se produjo la alianza "de facto" entre los grupos
más poderosos que favorecían un discurso basado
en los números positivos del crecimiento económico
y los sectores más postergados, que lograron acceder
a bienes de consumo antes inaccesibles. Por este conjunto de
factores las propuestas neoliberales en los noventa lograron
consolidarse en el poder por medio del voto.
Como dice Tomás Moulián, miles de personas tuvieron
la sensación de que por primera vez accedían a
bienes u objetos que antes estaban restringidos a los ricos.
Más que cualquier discurso, esta posibilidad de pasar
de la televisión blanco y negro al color, de tener videocassetera,
de acceder al teléfono, le otorgó a millones la
sensación de que ellos también entraban en la
modernidad. La masificación del crédito permitió
el tan mentado "voto licuadora" como mecanismo de
futuras compras reales y políticas. El precio de la apuesta
a la continuidad de este modelo económico estuvo dado
por lo que Moulián define como consumismo, esto es, "los
actos de consumo que sobrepasan las posibilidades salariales
del individuo y acuden al endeudamiento, apostando por tanto
con el tiempo"14 pero multiplicando la disciplina y la
sumisión por temor a perderlo todo.
Pero la tan mentada prosperidad fue restringiéndose.
Una minoría -aunque relativamente grande en las principales
capitales latinoamericanas- comenzó a disfrutar de los
placeres de lugares exclusivos, los shoppings y malls, las salas
de cine al estilo norteamericano, computadoras, Internet, las
camionetas todo terreno, los celulares y tantos otros productos.
Sin embargo, el hecho de que un segmento de la población
pueda tener los mismos patrones de consumo y, en algunos casos
incluso superior al de los países más desarrollados
no necesariamente quiere decir que el país en cuestión
ha ingresado al club del "Primer Mundo". De allí
que Julio Boltvinik -profesor de El Colegio de México-
se pregunte cuál es las relación entre privatización
y bienestar, porque las inversiones han mejorado la calidad
del servicio para aquellos que las pueden pagar sin consecuencias
apreciables en el presupuesto familiar. Sin embargo, para la
inmensa mayoría de la población muchos de los
precios de estos servicios los excluyen de este circuito. "Es
decir -dice Boltvinik- se mejora el bienestar de una minoría,
se excluye a la mayoría y se aumenta muchísimo
la ganancia privada". 15
Consideramos que estos patrones de consumo, que no son masivos,
no pueden ser el criterio principal para evaluar la realidad
social de un país. De la misma manera que la tasa de
crecimiento anual o el ingreso del PBI per capita tampoco reflejan
al complejo conjunto del entramado social.
4. En America Latina la pobreza sigue siendo una variable
Uno de los debates clásicos en la sociología
tiene que ver con la forma de medir el desarrollo de una sociedad.
Consideramos que uno de los elementos centrales a tomar en cuenta
para realizar un balance de las políticas neoliberales
en América Latina tiene que ver con la pobreza en sus
diversas variables metodológicas de medición.
La pobreza sigue siendo una variable de medición al
momento de hacer un balance del desarrollo socio-económico
y de hecho, tanto el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial o la Cepal -cada una a su manera- la incorporan en todos
sus estudios. Según José Antonio Ocampo, Secretario
Ejecutivo de la CEPAL, la "década perdida"
fue un período de marcado deterioro en materia de pobreza
en América Latina. 16 En un informe de 1998 Ocampo señalaba
que "entre 1980 y 1990 la pobreza empeoró como resultado
de la crisis y las políticas de ajuste, deshaciendo la
mayor parte de los progresos logrados en materia de reducción
de pobreza durante los años 60 y 70 y se incrementó
la desigualdad de ingresos en la mayor parte de la región."17
En el documento "Panorama social de América Latina"
de la CEPAL de 199818 en 1980 el 35% de los hogares eran pobres,
en 1990 eran el 41% y en 1997 se mantenía en el 36%.
No hay que olvidar que la CEPAL suele medir la cantidad de hogares
ya que si midiera individuos, los números serían
aún mayores. A fines de los 90' y luego de implementadas
las profundas reformas neoliberales la pobreza está en
los niveles de 1980. La diferencia con 1980 es que -según
Oscar Altimir- ahora 2/3 de los pobres y más de la mitad
de los indigentes vive en áreas urbanas.19
Contradictoriamente, la CEPAL considera que la evolución
de la pobreza durante la década de 1990 ha sido positiva
aunque "debe ser evaluada con prudencia ya que recién
se han recuperado los niveles relativos de 1980 y aún
no se logra reducir el numero de pobres e indigentes que existían
en 1990".20 En lo que respecta a la distribución
del ingreso, entre 1990 y 1997, señala que "el conjunto
de la región ha tenido un deficiente desempeño,
ya que ha persistido el alto grado de concentración existente
al comienzo de ese periodo."21
Tomemos nuevamente algunos casos puntuales. Chile es considerado
todavía el paradigma exitoso de las reformas económicas
neoliberales. De hecho, tanto el gobierno de Patricio Alwyn
como el de Eduardo Frei se ocuparon de remarcar que no darían
marcha atrás de las principales reformas económicas
implementadas durante el régimen de Pinochet, reconociendo
el éxito de muchas de ellas. Sin embargo, gran parte
del "éxito" fue producto del cuidadoso marketing
basado en campañas publicitarias (internas y externas)
que las señalaban como ejemplo de modernización
sólo equiparable a los "tigres asiáticos".
El marketing del éxito económico fue un pilar
de la construcción del mito del Chile Actual.22 Los datos
de la CEPAL cuestionan este éxito. En 1970 la proporción
de hogares pobres en Chile era del 17%. En 1987 había
trepado al 39,1% para bajar al 19,7% en 1996.23 Esto es, después
de 14 años (1973-1987) de neoliberalismo sin oposición
en Chile la pobreza trepó del 17 al 39%.
5. México como modelo
Durante varios años el ex presidente Carlos Salinas
de Gortari fue elogiado por todos los organismos internacionales
como el mejor alumno del modelo neoliberal, hasta que cayó
en desgracia. Pocos recuerdan ahora sus famosas frases del estilo
"El compromiso principal es con los que menos tienen"24,
o sus promesas de llegar al Primer Mundo por vía del
"liberalismo social".
Julio Boltvinik, que hace 20 años estudia el fenómeno
de la pobreza en México, al realizar un balance de la
década es claro y contundente: "Si uno toma el modelo
teórico de lo que es el neoliberalismo y después
compara con lo que hizo el gobierno de Salinas y sigue haciendo
el gobierno de Zedillo, son idénticos los puntos uno
por uno".25
Diez años después de comenzado el modelo neoliberal
el Banco Mundial coloca a México entre los 12 paises
más pobres del mundo (en términos absolutos) porque
el 40% de la población sobrevive con menos de dos dólares
diarios, que es la mitad del salario mínimo oficial.26
La CEPAL destaca que el 75 por ciento de las personas con empleo
formal reciben entre uno y dos salarios mínimos, a pesar
de que el costo de la canasta básica es de tres salarios.27
A fines de los noventa en México era más grande
el número de personas que se hacían pobres, que
el de aquellas que nacían pobres.28
Según las conservadoras cifras de la Comisión
de Desarrollo Social de la Cámara de Diputados el numero
de mexicanos que viven en la extrema pobreza aumentó
de 17 millones a 26 millones en los últimos 10 años.29
En la opinión de Boltvinik esa cifra es mucho mayor porque
solamente entre 1994 y 1996 aumentó considerablemente
el porcentaje de pobres extremos del 40% al 55% de la población.
En lo global dice Boltvinik "en 1989 había 79 millones
de mexicanos, de los cuales 55.9 eran pobres.30 "En 1999
-dice Boltvinik- hay cerca de 100 millones y 73 millones son
pobres."31
Según estudios de varias universidades "de diciembre
de 1994 a la fecha, el salario mínimo ha acumulado una
pérdida de 47.2 por ciento en su poder adquisitivo, y
se coloca así como el período con mayor deterioro
en los últimos 18 años"32
Según un informe del Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e informática (INEGI) del 19 de abril
de 1998 "el 38,1% de los ingresos del país fue repartido
entre el 10% de los hogares más ricos, mientras que el
25.5% de los ingresos quedó en manos del 60% de los hogares
más pobres" una brecha mayor que en 1996.33
Mientras los téoricos del neoliberalismo y los organismos
internacionales continúan elogiando el crecimiento macroeconómico
de México los datos de pobreza son contundentes: sobre
una población de 100 millones, 73 millones son pobres.
A pesar de los datos de pobreza los organismos financieros
internacionales siguen elogiando el modelo mexicano. Durante
la última visita oficial del presidente Zedillo a Estados
Unidos un mes antes de las elecciones del 2 de julio de 2000
el presidente del BID, Enrique Iglesias destacó "la
consolidación de la economía mexicana, que está
creciendo a una tasa vigorosa, tiene una inflación abatida
y está en un proceso de modernización reconocida
por los mercados. A Zedillo hay que reconocerle haber llevado
a cabo su compromiso social al tiempo que ponía en práctica
un programa de austeridad.34
6. Otros casos, otros datos
El caso chileno también refleja otro gran problema de
América Latina: la desigualdad de ingresos. Según
Atilio Borón entre 1979 y 1988 el 10% más rico
de la población aumentó su proporción del
ingreso nacional del 36,2% al 46,8%. Y la mitad más pobre
vio reducidos sus ingresos del 20,4% al 16,8%.35 Para la socióloga
Susana Torrado en la Argentina el modelo produce pobreza sin
inflación. En 1983 había un 18% de argentinos
que vivían debajo de la línea de pobreza. Entre
1987 y 1990 subió al 47,4%; bajó al 21,5% en 1991
y se alcanzó el 16% en 1993. A partir de 1994 -sostiene
Torrado- comienza la curva ascendente con inflación nula
y llega al 26% en 1998.36 En números absolutos, según
datos del Instituto Nacional de Estadísticas 7 millones
de argentinos viven con poco más de 2 dólares
por día.37 Respecto a los niveles de ocupación,
Ismael Bermudez señala que en 1990 los desocupados y
subocupados sumaban 18%, nueve años después treparon
al 28,1%. 38
En la Argentina, un fenómeno de los años noventa
es la formación de una nueva capa social muy heterogénea:
los nuevos pobres; esto es, una franja importante de la clase
media empobrecida. A diferencia de los pobres estructurales
la pobreza de las clases medias es "invisible", hacia
adentro, porque cualquier edificio de clase media puede albergarlos.
Pertenecen a esta capa social los que han perdido su lugar de
trabajo y no encuentran uno nuevo, dejan de salir de vacaciones,
no pueden pagar más las cuotas de un colegio privado
ni de la medicina prepaga, venden el coche o comienzan arreglos
en su casa y los abandonan. Muchos de ellos decidieron aceptar
los "retiros voluntarios" y terminaron quebrando en
los nuevos emprendimientos que iniciaron. Hay quienes tuvieron
un trabajo estable y una buena posición durante varios
años y ahora, en la curva de la madurez, se las arreglan
como cuentapropistas sin ningún tipo de beneficios sociales
ni perspectivas de un futuro mejor. En la mayoría de
los estudios realizados por los teóricos neoliberales
este nuevo fenómeno, de los noventa, ni siquiera aparece
como variable. 39
En Bolivia los resultados del Censo Nacional de Población
y Vivienda de 1992 indican que 7 de cada 10 bolivianos viven
en la pobreza. En el campo, 9 de cada 10 son pobres.40 En Nicaragua,
en los últimos 7 años el número de pobres
creció en un 50 por ciento.41
En Perú -según datos del Banco Mundial- tras
ocho años de neoliberalismo cinco de cada diez peruanos
son pobres y ganan menos de un dólar al día, tres
viven en condiciones de extrema pobreza y más del 50%
de las familias del país recibe alimentos. Finalizada
la década de los noventa según cifras oficiales,
de cada 10 personas en edad de trabajar 6 están abiertamente
desempleados o subempleados y 7 de cada 10 niñas y mujeres
peruanas sufren algún tipo de violencia en su entorno
familiar. Diez años después de Fujimori los sociólogos
han tenido que inventar una nueva categoría para calificar
a los pobres extremos que ahora son definidos como "Sector
E". Son los que antes pertenecían al "Sector
D" -simplemente los "pobres"- y ahora viven en
condiciones de extrema pobreza, comen una vez al día
y no tienen servicios básicos de subsistencia.42
El caso del Brasil es diferente por dos razones centrales.
En primer lugar, por la propia historia, magnitud y transformación
de la sociedad brasileña ya que representa el 7% del
PBI mundial43 y porque la migración campo-ciudad y la
expansión de las metrópolis ha provocado la concentración
urbana del 80 por ciento de la población.44 En segundo
lugar, porque el Brasil ha sido uno de los últimos países
latinoamericanos donde se han aplicado las reformas neoliberales
con el advenimiento de Fernando Henrique Cardoso en 1994. De
todas maneras, el trazo similar se puede observar en el proceso
de reformas constitucionales y legislativas que permitieron
las privatizaciones en sectores estratégicos como petróleo,
telecomunicaciones, energía eléctrica, puertos,
minas.45
El profesor de economía de la Universidad de Ottawa
Michel Chossudovsky sostiene que en el Brasil 50% de la población
vive debajo de la línea de pobreza.46 Pero Demetrio Magnoli,
Dr. en Geografía Humana de la Universidad de Sao Paulo,
asegura que "el tema en Brasil no es la pobreza absoluta
sino el crecimiento de las desigualdades y la economía
informal que abarca a la mayoría de la población"47
7. Conclusión: La década del mito neoliberal
El mito ofrece bajo la forma de un relato mágico-religioso
la explicación de un fenómeno a través
de la utilización de símbolos y de esta manera
unifica el pasado con el futuro. El mito está íntimamente
ligado al mundo real, por eso tiene la función de tranquilizar
los ánimos al afirmar la pertenencia a una realidad continua
que de esta manera se legitima, porque proporciona una explicación
coherente de la realidad aunque tenga una connotación
religiosa dogmática. Es justamente esta connotación
la que provoca que los mitos puedan resultar verdaderos para
aquel que cree en ellos aunque éstos sean inverosímiles.
Y como los mitos tienen una estructura clara de principio, nudo,
desenlace y final, se adaptan a la concepción neoliberal
simplificadora que partiendo de una ruptura con el populismo
y el estatismo (principio) se llevarían adelante las
privatizaciones y la reforma del Estado (nudo) para lograr el
bienestar prometido (desenlace) y arribar al Primer Mundo (final).
Como los mitos tienen un carácter ritual y simbólico
para que la sociedad crea en ellos es necesaria su repetición
ritual, la fácil asociación de ideas que inculca
un sentido de rectitud, así como de inevitabilidad (las
reformas eran "inevitables").
Durante la década de los noventa se construyó
un mito basado en un hecho real: la estabilidad monetaria lograda
luego de detener procesos hiperinflacionarios. El mito de las
reformas neoliberales se basó en la repetición
ritual de que estas reformas sacarían a América
Latina del atraso al que la había sumido el populismo
y el estatismo. En el balance, después de 10 años
de neoliberalismo es posible determinar que los resultados han
favorecido principalmente a una pequeña franja de la
población en cada país, en mayor o menor grado
según el caso. Son minorías que viven detrás
de muros electrificados como en Lima o Sao Paulo, o recluidas
en suburbios exclusivos custodiados por guardias armados. Según
la revista Courrier International, solamente en Río de
Janeiro hay más de 100 mil guardias de seguridad privados
y la industria de la seguridad mueve en el Brasil, en plena
recesión más de 2 mil millones de dólares
por año.48
Las expectativas y promesas de entrar al Primer Mundo fueron
desmesuradas y ayudaron a construir el mito. Los ministros de
economía que pregonan la aplicación de las reformas
neoliberales siguen afirmando que hay menos pobreza porque -en
el caso argentino o brasileño- se acabó con la
hiperinflación, "el peor impuesto a los pobres",
como suelen repetir. En un informe entregado al presidente de
México Ernesto Zedillo, la CEPAL señala de manera
categórica que los resultados económicos de la
última década han resultado frustrantes. Apenas
se consiguió un crecimiento promedio de 3.3 por ciento
anual, habitan la región 224 millones de pobres y siete
de cada 10 nuevos puestos de trabajo están en la economía
informal49
Para los que tienen un contacto real con los estratos sociales
más desfavorecidos estos datos no son desconocidos ni
ocultados por estadísticas macroeconómicas. Monseñor
Casaretto, presidente de Caritas al ser consultado sobre la
pobreza en la década de los noventa, fue categórico:
"sin lugar a dudas aumentó".50
Por otra parte, si las desigualdades se incrementan, si en
México hay 73 millones de pobres, si en la Argentina
7 millones viven con poco más de 2 dólares por
día y el 39% de los latinoamericanos sobrevive con 1
dólar diario la conclusión es categórica:
el modelo neoliberal ha fracasado y su éxito se debe
a la construcción de un mito. Ahora, después de
ver los resultados, y cuando las críticas al modelo neoliberal
crecen, en los organismos internacionales se plantea que "ha
llegado la hora de dar una dimensión de sensibilidad
social". Este también es un mito. Un modelo que
reconoce que arrastra una "deuda social" en su primera
fase lo hará también en las subsiguientes. Lo
reconoce Louis Emmerij -un miembro del BID- cuando dice que
"la lección básica de las décadas
pasadas fue olvidada; lo económico y lo social eran una
sola cosa. Hay una bomba de tiempo social que late bajo los
sistemas económicos aplicados".51
El BID por ejemplo, señala que en 26 países comprometidos
con las reformas neoliberales, y a consecuencia de "los
cambios estructurales", creció el desempleo.52 De
acuerdo con estimaciones de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), ocho de cada diez puestos de trabajo creados
en los años noventa corresponden a ocupaciones de baja
calidad en el sector informal.53
Como dice Ramón Castillo, "parece como si el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el BID, de pronto,
como despertando de un profundo sueño, reconozcan que
el modelo de desarrollo basado en el crecimiento de los indicadores
macroeconómicos parece no estar dando los resultados
esperados. Inesperadamente, parecen caer en cuenta de la necesidad
de imprimirle a la economía un enfoque más humano,
más solidario, y hablan de tomar en serio los valores
éticos, culturales y familiares como claves olvidadas
del desarrollo."54
Ahora bien, si el modelo neoliberal fracasa como proyecto económico
pero no existe un intento por descifrar ese fracaso habrá
logrado su mayor triunfo: el ideológico. Esto es, seguir
creyendo que a pesar de su fracaso es "lo que había
que hacer". Esa es justamente la construcción del
mito. Por eso pensamos que la década que se cierra es
"la década del mito neoliberal". Guy Sorman,
en 1989 decía que "no hay que olvidar que el liberalismo
favorecerá especialmente a las clases mas pobres y que,
por lo tanto, hay que movilizarlas en torno a este proyecto
antes de que sean recuperadas por alguna corriente de izquierda".55
Sorman planteaba esto antes de la caída del muro de Berlín,
pero también como un axioma antes de que pudiera quedar
demostrada en la realidad la imposición del mito.
Pedro Brieger
Sociólogo y Profesor de la Maestría en Relaciones
Internacionales del Instituto de Relaciones Internacionales
de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) pbrieger@wamani.apc.org
Trabajo presentado en el Seminario
LA GLOBALIZACION ECONOMICA-FINANCIERA Y EL IMPACTO EN LA REGION,
LAS ESTRATEGIAS DE REGULACION Y LAS RESPUESTAS SOCIALES Y POLITICAS
DEL MOVIMIENTO POPULAR.
-CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales)
-ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras
y Ayuda a los Ciudadanos) - 20/22 junio de 2000