Pasemos ahora a conversar sobre la otra dimensión de
tu trabajo intelectual y social, la referida a las relaciones
Norte-Sur y a tu inserción en el movimiento de lucha
por una globalización alternativa a la capitalista. Estás
muy comprometido con el Foro Mundial de las Alternativas y eres
uno de los principales asesores del Foro Social Mundial de Porto
Alegre. ¿Crees realmente que "otro mundo es posible"?
¿Cuáles son los objetivos básicos que deberían
guiar la lucha contra la pobreza mundial y las desigualdades
internacionales?
Claro que es posible otro mundo.
Para ello se debe empezar por analizar las causas fundamentales
de la pobreza. Vemos que se encuentran en la lógica misma
del sistema económico, que está organizado no
en función de las necesidades humanas, sino solamente
del provecho y de las ganancias económicas. Todas las
inversiones, o por lo menos una gran parte, se hacen en función
de esta lógica y no de la lógica de las necesidades.
Y eso provoca la pobreza tanto en el Norte como, sobre todo,
en el Sur. Porque si hablamos de prioridades de acción,
vemos que el problema no es tanto ayudar al desarrollo del Sur,
sino quitar los obstáculos que nuestras economías
del Norte ponen al desarrollo del Sur. La regulación
del comercio internacional, la fijación de los precios
de materias primas, de productos agrícolas, la deuda
externa, los paraísos fiscales, las condiciones puestas
para la inversión extranjera, la repatriación
de los capitales, la evasión de los cerebros, etc. etc.
Todos son mecanismos de absorción de la riqueza del Sur
por el Norte que hacen que el flujo, incluso financiero, del
Sur hacia el Norte sea muy superior al flujo del Norte hacia
el Sur. Realmente es una extracción de la producción
del Sur por el Norte que impide todo el desarrollo.
Así la primera cosa es ver qué políticas
podemos proponer para impedir que estos obstáculos se
reproduzcan. Por ejemplo, suprimir los paraísos fiscales
donde la riqueza de los ricos del Sur también se invierte,
abolir la deuda externa que hace que cada año solamente
la amortización de la deuda de los países del
sur cueste más de 200 mil millones de dólares,
mucho más que la ayuda al desarrollo y las inversiones
extranjeras juntas. También transformar los mecanismos
de fijación de los precios agrícolas y de materias
primas, etc.
Una segunda meta es poner límites muy fuertes a la privatización.
Por ejemplo, declarar el agua un patrimonio humano universal
frente a esta enorme ola de privatización del agua que
conocemos ahora y que va a ser uno de los grandes problemas
de nuestro siglo, porque va a acentuar las diferencias sociales
y vamos a tener un monopolio cada vez más fuerte del
agua en manos de empresas multinacionales. Es un objetivo que
puede ser muy colectivo, interesa a muchos grupos sociales y
podría ser una prioridad.
Otro aspecto es el todo el problema agrario. Con el sistema
actual asistimos en todas las partes del mundo a una concentración
de las tierras y una eliminación del campesinado, que
dentro de 10-15 años va a afectar a centenares de millones
de personas. Hay que reformar toda la organización de
la agricultura, tratando por ejemplo de luchar contra el monopolio
de grandes multinacionales sobre las semillas, a través
de una solemne declaración universal de las semillas
como un patrimonio de la humanidad para que no se puedan transformar,
monopolizar, patentar, etc.
Estos son algunos de los objetivos. Es difícil decir
cuál es el más importante y urgente, pero son
objetivos muy concretos, que pueden llevar evidentemente a largo
plazo a la organización de otra lógica, otra definición
de la economía. El desafío es a muy largo plazo.
¿Cuál es el momento actual del movimiento internacional
que lucha por la globalización alternativa?
Porto Alegre ha tenido un éxito importante de carácter
simbólico y cultural. Ha podido transformar la idea de
que no hay alternativas a la economía de mercado capitalista
y afirmar que "otro mundo es posible". El hecho de
que hubiera convergencia de muchos movimientos sociales, de
mucha gente que piensa de manera diferente al sistema económico
político y cultural dominante, el dar una visibilidad
y una legitimidad a este tipo de convergencia, es el logro que
me parece lo más importante. Ahora quedan varios desafíos
para el futuro, porque no basta con tener una fuerza simbólica
frente al polo opuesto de Davos. Si realmente es un polo y quiere
tener su eficacia, sus propuestas sobre la reorientación
de la economía mundial, sobre la educación, la
manera de concebir las empresas, etc. son cosas que deben traducirse
más en concreto.
Los desafíos para el futuro del foro serían:
primero una internacionalización mayor porque aunque
esta vez hubo más presencia de africanos, todavía
la presencia de los asiáticos y del mundo árabe
es escasa. Están muy lejos geográficamente evidentemente,
pero tal vez por eso el Fondo Social Mundial Porto Alegre 2004
podría reunirse en la India. El segundo desafío
es ser más expresión de los movimientos sociales
y no estar tan dominado por las ONGD, porque siempre está
el peligro de la ideología dominante de las ONGD de clase
media digamos. Los movimientos sociales son más populares
y son más conscientes de una acción inmediata
y de soluciones más radicales en general.
Otro desafío es la vinculación con lo político,
porque si lo que está pasando en Porto Alegre no tiene
su traducción política va a ser relativamente
ineficaz; no digo que la fuerza simbólica, la legitimidad,
etc. no sea importante, es muy importante, pero no basta para
llegar a realizaciones concretas. Pero la vinculación
con lo político no significa que la convergencia de Porto
Alegre deba transformarse en la 5ª Internacional, no debe
transformarse en un partido político. No puede pensarse
hoy un partido político de vanguardia que vaya a ser
el portavoz de lo que está pasando en Porto Alegre, no.
Pienso que el futuro va a ser una convergencia de fuerzas políticas
progresistas que van a poder trabajar sobre objetivos concretos,
con expresiones que pueden ser diversas según las regiones,
los continentes, países, etc. Y la vinculación
con lo político no significa únicamente con partidos
políticos, porque hay otras instancias que son eminentemente
políticas pero no partidos, por ejemplo, el MST en Brasil,
un movimiento social que sin ser un partido político
tiene un impacto político en la vida colectiva de Brasil
extraordinariamente importante.
¿Qué tendencias existen en el seno del Foros Social
Mundial y del movimiento internacional por una globalización
alternativa? ¿Cuáles son las convergencias y las
divergencias entre sus integrantes?
Es difícil decirlo porque hubo más de 50.000
personas y más de 800 reuniones de trabajo. Podemos decir
que hay dos corrientes que convergen, una más reformista
y otra más radical. Prácticamente todos coinciden
en lo que podemos tratar de obtener a corto plazo, aunque difieran
en el planteamiento final. Para unos no se trata de una revolución
total, sino de regulaciones del sistema, de humanizar el capitalismo
para evitar los abusos. Otros creen que el sistema capitalista
es irreformable y que debemos construir a corto, medio y largo
plazo otra manera de concebir la economía: no como una
actividad que provoca ganancias que después se invierten
en productos, bienes y servicios sino la economía como
la actividad humana que permite crear las bases para la vida
física y cultural de todos los hombre y mujeres del mundo
entero. Es una perspectiva totalmente diferente con consecuencias
también diferentes. Creo que las dos corrientes existen
y me parece que por el momento es importante que coexistan y
que insistan sobre la convergencia en el corto plazo.
Tú y yo compartimos una visión socialista del
desarrollo de los pueblos del Sur distanciada tanto del leninismo
como de una socialdemocracia muy domesticada por el capitalismo.
El siglo XX se ha cerrado con el fracaso de proyectos revolucionarios
en algunos países del Sur. ¿A qué crees
que se han debido estos fracasos? ¿Qué habría
que aprender de ellos de cara a una nueva estrategia socialista
de desarrollo?
Nos hemos centrado tanto en el fracaso del socialismo y de
sus concreciones, tanto en Europa como en el resto del mundo,
que hemos olvidado que hubo algunos aspectos positivos. Ahora
la distancia ante a los regímenes socialistas anteriores
nos permite ser un poco más realistas y analizar no solamente
los aspectos positivos, sino las causas de los fracasos. Hay
cada vez más estudios en este sentido que pueden ayudarnos
mucho en el futuro. Pienso que hubo muchas causas de los fracasos,
tanto internas como externas. No debemos olvidar la guerra fría,
el embargo tecnológico, la carrera armamentística,
etc.... todos elementos externos que han tenido un impacto muy
fuerte sobre las sociedades socialistas. Ninguna ha podido organizarse
sin una guerra y la peor condición para organizar una
sociedad socialista es estar en una guerra e introducir una
lógica militar. Pero es verdad que la construcción
de las sociedades socialistas se hizo de manera muy improvisada,
sin experiencia de verdad, con muchas debilidades y finalmente
con un concepto de socialismo que se cambió muy rápidamente,
destacando más el desarrollo de las fuerzas productivas
que el cambio de las relaciones sociales y de la cultura. Cuando
el socialismo se definió como el sistema que podría
sobrepasar el capitalismo en la producción de riqueza
y en la posibilidad de consumo se produjo una degradación
del socialismo que condujo a su muerte. El Che Guevara que había
viajado en los años 60 a los países del este europeo,
se quedó muy pesimista y declaró algo que sólo
se publicó últimamente: que si los países
socialistas continuaban en el camino que habían tomado,
inevitablemente regresarían al capitalismo. Realmente
es lo que pasó.
Esta falta de redefinición permanente del socialismo
fue seguramente una causa del fracaso. Es lo que vemos ahora
en China o Vietnam, por otras razones, otros caminos, pero también
en esta dirección. Y por otra parte hubo una falta de
democracia y de repensar lo que es la democracia.
Son cosas que se piensan bastante ahora, con intentos de democracia
participativa o foros como el de Porto Alegre, aunque ahora
cree todo el mundo que hay un peligro de recuperación
socialdemócrata muy fuerte de esta experiencia. Pero
si el socialismo fracasó por falta de democracia interna
-en parte por la presión externa y en parte por su lógica
propia- hay que tener esto en cuenta para repensar el socialismo.
El socialismo es una cosa tan nueva que no podemos pensar que
un modo de producción podría cambiar en tan poco
tiempo. El capitalismo ha tardado cuatro siglos antes de encontrar
la base material de organización de los medios de producción;
no podemos pensar que un modo de producción socialista
podría organizarse en tan poco tiempo. El capitalismo
todavía tiene bases muy sólidas y posibilidades
de adaptarse. Va a ser un largo proceso, pero evidentemente
debemos empezar esta lucha. Es un proceso largo.
Por otra parte yo soy partidario de retomar la palabra socialista
poco a poco. Ahora todavía es muy ambigua, en función
de qué significa el socialismo, pero poco a poco sí,
y yo sigo siempre socialista. Y yo digo que soy católico
a pesar de la Inquisición y soy socialista a pesar del
estalinismo. Es un ideal que se debe realizar; que va a necesitar
tiempo, luchas, pero que debemos guardar como una utopía
necesaria. Es algo que sabemos que es posible realizar, pero
evidentemente exige hoy la convergencia de muchas luchas.
Rafael Díaz Salazar