(El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad
mundial que fragmenta y destruye naciones.)
1. Pieza 1: La concentración de la riqueza y la distribución
de la pobreza
2. Pieza 2: La globalización de la explotación
3. Pieza 3: Migración, la pesadilla errante
4. Pieza 4: Mundialización financiera y globalización
de la corrupción y el crimen
5. Pieza 5: ¿La legítima violencia de un poder
ilegítimo?
6. Pieza 6: La Megapolítica y los enanos
7. Pieza 7: Las bolsas de resistencia
"La guerra es un asunto de importancia vital para el Estado,
es la provincia de la vida y de la muerte, el camino que lleva
a la supervivencia o a la aniquilación. Es indispensable
estudiarla a fondo". El Arte de la Guerra. Sun Tzu.
La globalización moderna, el neoliberalismo como sistema
mundial, debe entenderse como una nueva guerra de conquista
de territorios.
El fin de la III Guerra Mundial o "Guerra Fría"
no significa que el mundo haya superado la bipolaridad y se
encuentre estable bajo la hegemonía del triunfador. Al
terminar esta guerra hubo, sin lugar a dudas, un vencido (el
campo socialista), pero es difícil decir quién
fue el vencedor. ¿Europa Occidental? ¿Estados
Unidos? ¿Japón? ¿Todos ellos? El caso es
que la derrota del "imperio del mal" (Reagan y Thatcher
dixit) significó la apertura de nuevos mercados sin nuevo
dueño. Correspondía, por tanto, luchar para tomar
posesión de ellos, conquistarlos.
No sólo eso, el fin de la "Guerra Fría"
trajo consigo un nuevo marco de relaciones internacionales en
el que la lucha nueva por esos nuevos mercados y territorios
produjo una nueva guerra mundial, la IV. Esto obligó,
como en todas las guerras, a una redefinición de los
Estados Nacionales. Y más allá de la redefinición
de los Estados Nacionales, el orden mundial volvió a
las viejas épocas de las conquistas de América,
Africa y Oceanía. Extraña modernidad esta que
avanza hacia atrás, el atardecer del siglo XX tiene más
semejanzas con sus brutales centurias antecesoras que con el
plácido y racional futuro de algunas novelas de ciencia-ficción.
En el mundo de la Posguerra Fría vastos territorios,
riquezas y, sobre todo, fuerza de trabajo calificada, esperaban
un nuevo amo...
Pero uno es el puesto de dueño del mundo, y varios son
los aspirantes a serlo. Y para lograrlo se desata otra guerra,
pero ahora entre aquellos que se autodenominaron el "imperio
del bien".
Si la III Guerra Mundial fue entre el capitalismo y el socialismo
(liderados por los Estados Unidos y la URSS respectivamente),
con escenarios alternos y diferentes grados de intensidad; la
IV Guerra Mundial se realiza ahora entre los grandes centros
financieros, con escenarios totales y con una intensidad aguda
y constante.
Desde el fin de la II Guerra Mundial hasta 1992, se han librado
149 guerras en todo el mundo. El resultado, 23 millones de muertos,
no deja dudas de la intensidad de esta III Guerra Mundial. (datos
de UNICEF).
Desde las catacumbas del espionaje internacional hasta el espacio
sideral de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica
(la "Guerra de las Galaxias" del cowboy Ronald Reagan);
desde las arenas de Playa Girón, en Cuba, hasta el Delta
del Mekong, en Vietnam; desde la desenfrenada carrera armamentista
nuclear hasta los salvajes golpes de Estado en la dolorosa América
Latina; desde las ominosas maniobras de los ejércitos
de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
hasta los agentes de la CIA en la Bolivia del asesinato del
Che Guevara; la mal llamada "Guerra Fría" alcanzó
altas temperaturas que, a pesar del continuo cambio de escenario
y el incesante sube-y-baja de la crisis nuclear (o precisamente
por esto), acabaron por fundir al campo socialista como sistema
mundial, y lo diluyeron como alternativa social.
La III Guerra Mundial mostró las bondades de la "guerra
total" (en todas partes y en todas las formas) para el
triunfador: el capitalismo. Pero el escenario de posguerra quedó
perfilado, de hecho, como un nuevo teatro de operaciones mundial:
grandes extensiones de "tierra de nadie" (por el desfonde
político, económico y social de Europa del Este
y de la URSS), potencias en expansión (Estados Unidos,
Europa Occidental y el Japón), crisis económica
mundial, y una nueva revolución tecnológica: la
informática. "De la misma forma que la revolución
industrial había permitido el remplazo del músculo
por la máquina, la actual revolución informática
apunta al remplazo del cerebro (al menos de un número
cada vez más importante de sus funciones) por la computadora.
Esta "cerebralización general" de los medios
de producción (lo mismo en la industria que en los servicios)
es acelerada por la explosión de nuevas investigaciones
en las telecomunicaciones y por la proliferación de los
cybermundos." (Ignacio Ramonet. "La planété
des désordres" en "Géopolitique du Chaos."
Maniére de Voir 3. Le Monde Diplomatique (LMD). Abril
de 1997.)
El rey supremo del capital, el financiero, empezó entonces
a desarrollar su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y
sobre lo que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución
tecnológica que ponía al mundo entero, por medio
de una computadora, en sus escritorios y a su arbitrio, los
mercados financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo
el planeta. La "mundialización" de la nueva
guerra no es más que la mundialización de las
lógicas de los mercados financieros. De rectores de la
economía, los Estados Nacionales (y sus gobernantes)
pasaron a ser regidos, más bien teledirigidos, por el
fundamento del poder financiero: el libre cambio comercial.
Y no sólo eso, la lógica del mercado aprovechó
la "porosidad" que, en todo el espectro social del
mundo, provocó el desarrollo de las telecomunicaciones,
y penetró y se apropió todos los aspectos de la
actividad social. ¡Por fin una guerra mundial totalmente
total!
Una de las primeras bajas de esta nueva guerra es el mercado
nacional. Como una bala disparada dentro de un cuarto blindado,
la guerra iniciada por el neoliberalismo rebota de uno a otro
lado y hiere a quien la disparó. Una de las bases fundamentales
del poder del Estado capitalista moderno, el mercado nacional,
es liquidado por el cañonazo de la nueva era de la economía
financiera global. El capitalismo internacional cobra algunas
de sus víctimas caducando los capitalismos nacionales
y adelgazando, hasta la inanición, los poderes públicos.
El golpe ha sido tan brutal y definitivo que los Estados nacionales
no disponen de la fuerza necesaria para oponerse a la acción
de los mercados internacionales que transgrede los intereses
de ciudadanos y gobiernos.
El cuidado y ordenado escaparate que se suponía heredaba
el fin de la "Guerra Fría", el "nuevo
orden mundial", pronto se ve hecho añicos por la
explosión neoliberal. El capitalismo mundial sacrifica
sin misericordia alguna a quien le dio futuro y proyecto histórico:
el capitalismo nacional. Empresas y Estados se derrumban en
minutos, pero no por las tormentas de las revoluciones proletarias,
sino por los embates de los huracanes financieros. El hijo (el
neoliberalismo) devora al padre (el capitalismo nacional), y
de paso destruye todas las falacias discursivas de la ideología
capitalista: en el nuevo orden mundial no hay ni democracia,
ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
En el escenario mundial producto del fin de la "Guerra
Fría" sólo se percibe un nuevo campo de batalla
y en éste, como en todo campo de batalla, reina el caos.
A finales de la "Guerra Fría", el capitalismo
crea un nuevo horror bélico: la bomba de neutrones. La
"virtud" de esta arma es que sólo destruye
la vida y respeta las construcciones. Ya se podían destruir
ciudades enteras (es decir, sus habitantes) sin que fuera necesario
reconstruirlas (y pagar por ello). La industria armamentista
se felicitó a sí misma, la "irracionalidad"
de las bombas nucleares era suplantada por la nueva "racionalidad"
de la bomba de neutrones. Pero una nueva "maravilla"
bélica será descubierta a la par del nacimiento
de la IV Guerra Mundial: la bomba financiera.
Porque la nueva bomba neoliberal, a diferencia de su antecesora
atómica en Hiroshima y Nagasaki, no sólo destruye
la polis (la Nación en este caso) e impone la muerte,
el terror y la miseria a quienes la habitan; o, a diferencia
de la bomba de neutrones, no sólo destruye "selectivamente".
La neoliberal, además, reorganiza y reordena lo que ataca
y lo rehace como una pieza dentro del rompecabezas de la globalización
económica. Después de su efecto destructor, el
resultado no es un montón de ruinas humeantes, o decenas
de miles de vidas inertes, sino una barriada que se suma a alguna
de las megápolis comerciales del nuevo hipermercado mundial
y una fuerza de trabajo reacomodada en el nuevo mercado de trabajo
mundial.
La Unión Europea, una de las megápolis producto
del neoliberalismo, es un resultado de la presente IV Guerra
Mundial. Aquí, la globalización económica
logró borrar las fronteras entre Estados rivales, enemigos
entre sí desde hace mucho tiempo, y los obligó
a converger y plantearse la unión política. De
los Estados Nacionales a la federación europea, el camino
economicista de la guerra neoliberal en el llamado "viejo
continente" estará lleno de destrucción y
de ruinas, una de ellas será la civilización europea.
Las megápolis se reproducen en todo el planeta. Las zonas
comerciales integradas son el terreno donde se erigen. Así
ocurre en América del Norte, donde el Tratado de Libre
Comercio para América del Norte ("NAFTA" por
sus siglas en inglés) entre Canadá, los Estados
Unidos y México no es más que el preludio del
cumplimiento de una vieja aspiración de conquista estadounidense:
"América para los americanos". En América
del Sur se camina en igual sentido con el Mercosur entre Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay. En Africa del Norte, con la Unión
del Maghreb árabe (UMA) entre Marruecos, Algeria, Tunez,
Libia y Mauritania; en Africa del Sur, en el Cercano Oriente,
en el Mar Negro, en Asia Pacífico, etc., en todo el planeta
explotan las bombas financieras y se reconquistan territorios.
¿Las megápolis sustituyen a las naciones? No,
o no sólo. También las incluyen y les reasignan
funciones, límites y posibilidades. Países enteros
se convierten en departamentos de la megaempresa neoliberal.
El neoliberalismo opera así la DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO
por un lado, y la RECONSTRUCCIÓN / REORDENAMIENTO por
el otro, de regiones y de naciones para abrir nuevos mercados
y modernizar los existentes.
Si las bombas nucleares tenían un carácter disuasivo,
intimidatorio y coercitivo en la III Guerra Mundial, en la IV
conflagración mundial no ocurre lo mismo con las hiperbombas
financieras. Estas armas sirven para atacar territorios (Estados
Nacionales) destruyendo las bases materiales de su soberanía
nacional (obstáculo ético, jurídico, político,
cultural e histórico contra la globalización económica)
y produciendo un despoblamiento cualitativo en sus territorios.
Este despoblamiento consiste en prescindir de todos aquellos
que son inútiles para la nueva economía de mercado
(por ejemplo los indígenas).
Pero, además, los centros financieros operan, simultáneamente,
una reconstrucción de los Estados Nacionales y los reordenan
según la nueva lógica del mercado mundial (los
modelos económicos desarrollados se imponen sobre relaciones
sociales débiles o inexistentes).
La IV Guerra Mundial en el terreno rural, por ejemplo, presenta
este efecto. La modernización rural, que exigen los mercados
financieros, trata de incrementar la productividad agrícola,
pero lo que consigue es destruir las relaciones sociales y económicas
tradicionales. Resultado: éxodo masivo del campo a las
ciudades. Sí, como en una guerra. Mientras tanto, en
las zonas urbanas se satura el mercado de trabajo y la distribución
desigual del ingreso es la "justicia" que espera a
quienes buscan mejores condiciones de vida.
De ejemplos que ilustran esta estrategia está lleno el
mundo indígena: Ian Chambers, director de la Oficina
para Centroamérica de la OIT (de las Naciones Unidas),
declaró que la población indígena mundial,
calculada en 300 millones, vive en zonas que tienen el 60% de
los recursos naturales del planeta. Así que "no
sorprenden los múltiples conflictos por el uso y destino
de sus tierras alrededor de los intereses de gobiernos y empresas.
(...) La explotación de recursos naturales (petróleo
y minería) y el turismo son las principales industrias
que amenazan los territorios indígenas en América"
(entrevista de Martha García en "La Jornada".
28 de mayo de 1997). Detrás de los proyectos de inversión
vienen la polución, la prostitución y las drogas.
Es decir, se complementan destrucción / despoblamiento
y reconstrucción / reordenamiento de la zona.
En esta nueva guerra mundial, la política moderna como
organizadora del Estado Nacional no existe más. Ahora
la política es sólo un organizador económico
y los políticos son modernos administradores de empresas.
Los nuevos dueños del mundo no son gobierno, no necesitan
serlo. Los gobiernos "nacionales" se encargan de administrar
los negocios en las diferentes regiones del mundo.
Este es el "nuevo orden mundial", la unificación
del mundo entero en un solo mercado. Las naciones son tiendas
de departamentos con gerentes a manera de gobiernos, y las nuevas
alianzas regionales, económicas y políticas, se
acercan más al modelo de un moderno "mall"
comercial que a una federación política. La "unificación"
que produce el neoliberalismo es económica, es la unificación
de mercados para facilitar la circulación de dinero y
mercancías. En el gigantesco hipermercado mundial circulan
libremente las mercancías, no las personas.
Como toda iniciativa empresarial (y de guerra), esta globalización
económica va acompañada de un modelo general de
pensamiento. Sin embargo, entre tantas cosas nuevas, el modelo
ideológico que acompaña al neoliberalismo en su
conquista del planeta tiene mucho de viejo y mohoso. El "american
way of life" que acompañó a las tropas norteamericanas
en la Europa de la II Guerra Mundial, en el Vietnam de los 60´s,
y, más recientemente, en la Guerra del Golfo Pérsico,
ahora va de la mano (o más bien de las computadoras)
de los mercados financieros.
No se trata sólo de una destrucción material de
las bases materiales de los Estados Nacionales, también
(y de manera tan importante como poco estudiada) se trata de
una destrucción histórica y cultural. El digno
pasado indígena de los países del continente americano,
la brillante civilización europea, la sabia historia
de las naciones asiáticas, y la poderosa y rica antigüedad
del África y Oceanía, todas las culturas y las
historias que forjaron naciones son atacadas por el modo de
vida norteamericano. El neoliberalismo impone así una
guerra total: la destrucción de naciones y grupos de
naciones para homologarlas con el modelo capitalista norteamericano.
Una guerra pues, una guerra mundial, la IV. La peor y más
cruel. La que el neoliberalismo libra en todas partes y por
todos los medios en contra de la humanidad.
Pero, como en toda guerra, hay combates, hay vencedores y vencidos,
y hay pedazos rotos de esa realidad destruida. Para intentar
armar el absurdo rompecabezas del mundo neoliberal hacen falta
muchas piezas. Algunas se pueden encontrar entre las ruinas
que esta guerra mundial ha dejado ya sobre la superficie planetaria.
Cuando menos 7 de esas piezas pueden reconstruirse y alentar
la esperanza de que este conflicto mundial no termine con el
rival más débil: la humanidad.
7 piezas para dibujar, colorear, recortar, y para tratar de
armar, junto a otras, el rompecabezas mundial.
La una es la doble acumulación, de riqueza y de pobreza,
en los dos polos de la sociedad mundial. La otra es la explotación
total de la totalidad del mundo. La tercera es la pesadilla
de una parte errante de la humanidad. La cuarta es la nauseabunda
relación entre crimen y Poder. La quinta es la violencia
del Estado. La sexta es el misterio de la megapolítica.
La séptima es la multiforme bolsa de resistencia de la
humanidad contra el neoliberalismo.
PIEZA 1:
La concentración de la riqueza y la distribución
de la pobreza.
La figura 1 se construye dibujando un signo monetario.
En la historia de la humanidad, distintos modelos sociales se
han disputado el enarbolar el absurdo como distintivo de orden
mundial. Seguramente el neoliberalismo tendrá un lugar
privilegiado a la hora de los premios, porque su "reparto"
de la riqueza social no hace más que distribuir un doble
absurdo de acumulación: la acumulación de riquezas
en manos de unos cuantos, y la acumulación de pobreza
en millones de seres humanos.
En el mundo actual, la injusticia y la desigualdad son los signos
distintivos. El planeta Tierra, tercero del sistema planetario
solar, tiene 5 mil millones de seres humanos. En él,
sólo 500 millones de personas viven con comodidades mientras
4 mil 500 millones padecen pobreza y tratan de sobrevivir.
Un doble absurdo es el balance entre ricos y pobres: los ricos
son pocos y los pobres son muchos. La diferencia cuantitativa
es criminal, pero el balance entre los extremos se consigue
con la riqueza: los ricos suplen su minoría numérica
con miles de millones de dólares.
La fortuna de las 358 personas más ricas del mundo (miles
de millones de dólares) es superior al ingreso anual
del 45% de los habitantes más pobres, algo así
como 2 mil 600 millones de personas.
Las leontinas de oro de los relojes financieros se convierten
en una pesada cadena para millones de seres. Mientras que la
"... cifra de negocios de la General Motors es más
elevada que el Producto Nacional Bruto (PNB) de Dinamarca, la
de la Ford es más importante que el PNB de Africa del
Sur, y la de la Toyota sobrepasa al PNB de Noruega." (Ignacio
Ramonet, en LMD I/1997 #15), para todos los trabajadores los
salarios reales han caído, además de que deben
sortear los cortes de personal en las empresas, el cierre de
fábricas y la reubicación de sus centros laborales.
En las llamadas "economías capitalistas avanzadas"
el número de desempleados llega ya a los 41 millones
de trabajadores.
En forma paulatina, la concentración de la riqueza en
pocas manos y la distribución de la pobreza en muchas,
va delineando el signo de la sociedad mundial moderna: el frágil
equilibrio de absurdas desigualdades.
La decadencia del sistema económico neoliberal es un
escándalo: "La deuda mundial (comprendiendo las
de las empresas, los gobiernos y las administraciones) ha sobrepasado
los 33,100 miles de millones de dólares, es decir, 130%
del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, y crece a una tasa
del 6% al 8% por año, más de 4 veces el crecimiento
del PIB mundial" (Frédéric F. Clairmont.
"Ces deux cents sociétés qui controlent le
monde", en LMD. IV/1997).
El progreso de las grandes transnacionales no implica el avance
de las Naciones desarrolladas. Al contrario, mientras más
ganan los gigantes financieros, más se agudiza la pobreza
en los llamados "países ricos".
La diferencia a eliminar entre ricos y pobres es brutal y no
parece haber ninguna tendencia por ese rumbo, antes al contrario.
Lejos de atenuarse, ya no digamos de eliminarse, la desigualdad
social se acentúa, sobre todo en las naciones capitalistas
desarrolladas: En los Estados Unidos, el 1% de los norteamericanos
más ricos ha obtenido el 61,6% del conjunto de la riqueza
nacional del país entre 1983 y 1989. El 80% de los norteamericanos
más pobres no se han repartido más que el 1,2%.
En la Gran Bretaña el número de los sin techo
se ha duplicado; el número de niños que viven
sólo de la ayuda social ha pasado del 7% en 1979 al 26%
en 1994; el número de británicos que vive en la
pobreza (definida como menos de la mitad del salario mínimo)
ha pasado de 5 millones a 13,700,000; el 10% de los más
pobres han perdido el 13 % de su poder adquisitivo, mientras
que l0% de los más ricos han ganado el 65% y desde hace
cinco años se ha doblado el número de millonarios
(datos de LMD. IV/97).
A inicios de la década de los 90´s "... unas
37,000 firmas transnacionales encerraban, con sus 170,000 filiales,
la economía internacional en sus tentáculos. Sin
embargo, el centro del poder se sitúa en el círculo
más restringido de las 200 primeras: desde los inicios
de los años 80, ellas han tenido una expansión
ininterrumpida por vía de las fusiones y las compras
"de rescate" de empresas. De este modo, la parte del
capital transnacional en el PIB mundial ha pasado de 17% a mitad
de los años 60 a 24% en 1982 y a más del 30% en
1995. Las 200 primeras son conglomerados cuyas actividades planetarias
cubren sin distinción los sectores primario, secundario
y terciario: grandes explotaciones agrícolas, producción
manufacturera, servicios financieros, comercio, etc. Geográficamente
ellas se reparten entre 10 países: Japón (62),
Estados Unidos (53), Alemania (23), Francia (19), Reino Unido
(11), Suiza (8), Corea del Sur (6), Italia (5) y Países
Bajos (4)". (Frédéric F. Clairmont. Op.Cit.).
Los "Doscientos Primeros" del Mundo.
País Número de Empresas Negocios Ganancias (MMD)
% de Negocios Mundiales % Ganancias Mundiales
Japón 62 3,196 46 40.7% 18.3%
EU 53 1,198 98 25.4% 39.2%
Alemania 23 786 24.5 10.0% 9.8%
Francia 19 572 16 7.3% 6.3%
Reino Unido 11 275 20 3.5% 8.0%
Suiza 8 244 9.7 3.1% 3.9%
Corea Sur 6 183 3.5 2.3% 1.4%
Italia 5 171 6 2.2% 2.5%
Reino Unido/Países Bajos 2 159 9 2.0% 3.7%
Países Bajos 4 118 5 1.5% 2.0%
Venezuela 1 26 3 0.3% 1.2%
Suecia 1 24 1.3 0.3% 0.5%
Bélgica/Países Bajos 1 22 0.8 0.3% 0.3%
México 1 22 1.5 0.3% 0.6%
China 1 19 0.8 0.2% 0.3%
Brasil 1 18 4.3 0.2% 1.7%
Canadá 1 17 0.5 0.2% 0.2%
Totales 200 7,850 251 100% 100%
PIB Mundial 25,223 31.20%
(Frédéric F. Clairmont. Op.Cit.).../
Aquí tiene usted el símbolo del poder económico.Ahora
píntese de color verde dólar.Del olor nauseabundo
no se preocupe,el aroma a estiércol, lodo y sangre leviene
de nacimiento...
PIEZA 2:
La globalización de la explotación.
La figura 2 se construye dibujando un triángulo.
Una de las falacias neoliberales consiste en decir que el crecimiento
económico de las empresas trae aparejados un mejor reparto
de la riqueza y un crecimiento del empleo. Pero no es así.
De la misma forma en que el crecimiento del poder político
de un rey no trae como consecuencia un crecimiento del poder
político de los súbditos (antes al contrario),
el absolutismo del capital financiero no mejora la distribución
de la riqueza ni provoca mayor trabajo para la sociedad. Pobreza,
desempleo y precariedad del trabajo son sus consecuencias estructurales.
En los años de las décadas de 1960 y 1970, la
población considerada pobre (con menos de un dólar
diario de ingreso para resolver sus necesidades elementales,
según el Banco Mundial) era de unos 200 millones de personas.
Para el inicio de la década de los 90´s sumaba
ya 2,000 millones de seres humanos. Además, el "...
montante de las 200 empresas más importantes del planeta
representa más de un cuarto de la actividad económica
mundial; y sin embargo, esas 200 firmas emplean sólo
a 18,8 millones de asalariados, o sea, menos del 0,75 % de la
mano de obra del planeta" (Ignacio Ramonet en LMD. Enero
1997 #15).
Más seres humanos pobres y más empobrecidos, menos
personas ricas y más enriquecidas, éstas son las
lecciones del trazo de la pieza 1 del rompecabezas neoliberal.
Para lograr este absurdo, el sistema capitalista mundial "moderniza"
la producción, la circulación y el consumo de
las mercancías. La nueva revolución tecnológica
(la informática) y la nueva revolución política
(las megápolis emergentes sobre las ruinas de los Estados
Nacionales) producen una nueva "revolución"
social. Esta "revolución" social no consiste
más que en un reacomodo, un reordenamiento de las fuerzas
sociales, principalmente de la fuerza de trabajo.
La Población Económicamente Activa (PEA) mundial
pasó de 1,376 millones en 1960, a 2,374 millones de trabajadores
en 1990. Más seres humanos con capacidad de trabajo,
es decir, de generar riquezas.
Pero el "nuevo orden mundial" no sólo acomoda
a esta nueva fuerza de trabajo en espacios geográficos
y productivos, además, reordena su lugar (o su no-lugar,
como en el caso de desempleados y subempleados) en el plan globalizador
de la economía.
La Población Mundial Empleada por Actividad (PMEA) se
modificó sustancialmente en los últimos 20 años.
La PMEA en el sector agrícola y pesquero pasó
del 22% en 1970, al 12% en 1990; en la manufactura del 25% en
1970, al 22% en 1990; mientras que en el sector terciario (comercio,
transporte, banca y servicios) creció del 42% en 1970,
al 56% en 1990. En el caso de los países subdesarrollados,
el sector terciario creció del 40% en 1970, a 57% en
1990; mientras que su población empleada en el sector
agrícola y pesquero cayó del 30% en 1970, al 15%
en 1990. (Datos de "Mercado Mundial de Fuerza de Trabajo
en el Capitalismo Contemporáneo". Ochoa Chi, Juanita
del Pilar. UNAM. Economía. México, 1997).
Esto significa que cada vez más trabajadores son canalizados
hacia las actividades necesarias para incrementar la productividad
o para acelerarla realización de mercancías. El
sistema neoliberal opera así como un megapatrón,
concibiendo al mercado mundial como una empresa unitaria, administrada
con criterios "modernizadores".
Pero la "modernidad" neoliberal parece más
cercana al bestial nacimiento del capitalismo como sistema mundial,
que a la "racionalidad" utópica. La "moderna"
producción capitalista sigue basada en el trabajo de
niños, mujeres y trabajadores inmigrantes. De los 1,148
millones de niños en el mundo, por lo menos 100 millones
viven literalmente en la calle y 200 millones trabajan, y se
prevé que serán 400 millones para el año
2000. Se dice, además, que 146 millones de niños
asiáticos laboran en la producción de autopartes,
juguetería, ropa, comida, herrería y química.
Pero esta explotación del trabajo infantil no sólo
se da en los países subdesarrollados, 40% de los niños
ingleses y 20% de los niños franceses trabajan para completar
el gasto familiar o para sobrevivir. También en la "industria"
del placer hay lugar para los infantes. La ONU calcula que,
cada año, un millón de niños entra al comercio
sexual (datos en Ochoa Chi, J. Op.Cit.).
La bestia neoliberal invade el todo social mundial homogeneizando
hasta las pautas de alimentación. "En términos
globales si bien observamos que hay particularidades en el consumo
alimenticio de cada región, (y a su interior), no por
ello deja de ser evidente el proceso de homogeneización
que se está imponiendo, incluso sobre las diferencias
fisiológico - culturales de las diversas zonas."
("Mercado mundial de medios de subsistencia. 1960-1990".
Ocampo Figueroa, Nashelly, y Flores Mondragón, Gonzalo.
UNAM. Economía. 1994.)
Esta bestia le impone a la humanidad una pesada carga. El desempleo
y la precariedad de millones de trabajadores en todo el mundo
es una aguda realidad que no tiene visos ni siquiera de atenuarse.
El desempleo en los países de la Organización
para la Cooperación y del Desarrollo Económico
(OCDE) pasó del 3,8% en 1966, al 6,3% en 1990. Tan sólo
en Europa pasó del 2,2% en 1966, al 6,4% en 1990.
La imposición de las leyes del mercado en todo el mundo,
el mercado globalizado, no ha hecho sino destruir las pequeñas
y medianas empresas. Al desaparecer los mercados locales y regionales,
los pequeños y medianos productores se ven a sí
mismos sin protecciones y sin posibilidad alguna de competir
contra los gigantes transnacionales.
Resultado: quiebre masivo de empresas. Consecuencia: millones
de trabajadores al desempleo.
El absurdo neoliberal reiterado: el crecimiento de la producción
no genera empleo, al contrario, lo destruye. La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) nombra a esta etapa como "crecimiento
sin empleo".
Pero la pesadilla no termina ahí. Además de la
amenaza del desempleo, los trabajadores deben enfrentar condiciones
precarias de ocupación. Mayor inestabilidad del empleo,
prolongación de las jornadas de trabajo y desventaja
salarial, son consecuencias de la globalización en general
y de la "terciarización" de la economía
(el crecimiento del sector "servicios") en particular.
"En los países dominados, la mano de obra sufre
una precariedad multiforme: extremada movilidad, empleos sin
contrato, salarios irregulares y generalmente inferiores al
mínimo vital y regímenes de jubilación
héticos, actividades independientes no declaradas, con
ingresos aleatorios, es decir, servidumbre o realización
de un trabajo forzoso por parte de sectores, supuestamente protegidos,
como los niños" (Alain Morice. "Los trabajadores
extranjeros, avanzadilla de la precariedad". LMD. Enero
97).
Las consecuencias de todo esto se traducen en un verdadero desfonde
social globalizado. El reordenamiento de los procesos de producción
y circulación de mercancías y el reacomodo de
las fuerzas productivas, producen un excedente peculiar: seres
humanos que sobran, que no son necesarios para el "nuevo
orden mundial", que no producen, que no consumen, que no
son sujetos de crédito, en suma, que son desechables.
Cada día, los grandes centros financieros imponen sus
leyes a naciones y a grupos de naciones en todo el mundo. Reordenan
y reacomodan a sus habitantes. Y, al terminar la operación,
se encuentran con que "sobran" personas. "Se
dispara, por tanto, el volumen de población excedente,
que no sólo está sometida al azote de la pobreza
más aguda, sino que no cuenta para nada, que está
desestructurada y atomizada, y cuya única finalidad es
deambular por las calles sin rumbo fijo, sin vivienda ni trabajo,
sin familia ni relaciones sociales -al menos mínimamente
estables -, con la única compañía de sus
cartones o bolsas de plástico" (Fernández
Durán, Ramón. "Contra la Europa del capital
y la globalización económica". Talasa. Madrid,
1996).
La globalización económica "... hizo necesaria
una disminución de los salarios reales a nivel internacional,
que junto con la disminución del gasto social (salud,
educación, vivienda y alimentación) y una política
antisindical, vinieron a constituir la parte fundamental de
las nuevas políticas neoliberales de reactivación
capitalista" (Ocampo F. y Flores M. Op. Cit.).
Aquí tiene usted la representación de la pirámide
de explotación mundial.
Pieza 3:
Migración, la pesadilla errante.
La figura 3 se construye dibujando un círculo.
Hablamos antes de la existencia de nuevos territorios, al final
de la III Guerra Mundial, que esperaban ser conquistados (los
antiguos países socialistas), y de otros que debían
ser reconquistados por el "nuevo orden mundial". Para
lograrlo, los centros financieros llevan adelante una triple
estrategia criminal y brutal: proliferan las "guerras regionales"
y los "conflictos internos", los capitales siguen
rutas de acumulación atípica, y se movilizan grandes
masas de trabajadores.
El resultado de esta guerra mundial de conquista es una gran
rueda de millones de migrantes en todo el mundo. "Extranjeros"
en el mundo "sin fronteras" que prometieron los vencedores
de la III Guerra Mundial, millones de personas padecen la persecución
xenófoba, la precarización laboral, la pérdida
de identidad cultural, la represión policíaca,
el hambre, la cárcel y la muerte
"Del Río Grande americano al espacio Schengen "europeo",
se confirma una doble tendencia contradictoria: por un lado
las fronteras se cierran oficialmente a las migraciones de trabajo,
por otro, ramas enteras de la economía oscilan entre
la inestabilidad y la flexibilidad, que son los medios más
seguros para atraer la mano de obra extranjera" (Alain
Morice. Op.Cit.).
Con nombres distintos, bajo una diferenciación jurídica,
compartiendo una igualdad miserable, los migrantes o refugiados
o desplazados de todo el mundo son "extranjeros" tolerados
o rechazados. La pesadilla de la migración, cualquiera
que sea la causa que la provoque, sigue rodando y creciendo
sobre la superficie planetaria. El número de personas
que estarían en el ámbito de competencia del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) ha
crecido desproporcionadamente algo más de 2 millones
en 1975, a más de 27 millones en 1995.
Destruidas las fronteras nacionales (para las mercancías),
el mercado globalizado organiza la economía mundial:
la investigación y el diseño de bienes y servicios,
así como su circulación y consumo, son pensados
en términos intercontinentales. Para cada parte del proceso
capitalista, el "nuevo orden mundial" organiza el
flujo de fuerza de trabajo, especializada y no, hacia donde
lo necesita. Lejos de sujetarse a la "libre concurrencia"
tan cacareada por el neoliberalismo, los mercados de empleo
están cada vez más determinados por los flujos
migratorios. Tratándose de trabajadores especializados,
aunque poco en comparación con la migración mundial,
este "traspaso de cerebros" representa mucho en términos
de poder económico y de conocimientos. Pero, sea de fuerza
de trabajo calificada, sea de simple mano de obra, la política
migratoria del neoliberalismo está más orientada
a desestabilizar el mercado mundial de trabajo que a frenar
la inmigración.
La IV Guerra Mundial, con su proceso de destrucción /
despoblamiento y reconstrucción / reordenamiento, provoca
el desplazamiento de millones de personas. Su destino será
el seguir errantes, con su pesadilla a cuestas, y ofrecer a
los trabajadores con empleo en las distintas naciones una amenaza
a su estabilidad laboral, un enemigo para suplir la imagen del
patrón, y un pretexto para darle sentido a la sinrazón
racista que el neoliberalismo promueve.
Éste es el símbolo de la pesadilla errante de
la migración mundial, una rueda de terror que gira por
todo el mundo.
Pieza 4:
Mundialización financiera y globalización de la
corrupción y el crimen.
La figura 4 se construye dibujando un rectángulo.
Los medios masivos de comunicación nos regalan una imagen
de los dirigentes de la delincuencia mundial: hombres y mujeres
vulgares, vestidos estrafalariamente, viviendo en mansiones
ridículas o tras los barrotes de una cárcel. Pero
esa imagen oculta más de lo que muestra: ni los verdaderos
jefes de las mafias modernas, ni su organización, ni
sus influencias reales en los terrenos económicos y políticos
son divulgados públicamente.
Su usted piensa que el mundo de la delincuencia es sinónimo
de ultratumba y oscuridad, está equivocado. Durante el
período de la llamada "Guerra Fría",
el crimen organizado fue adquiriendo una imagen más respetable
y no sólo empezó a funcionar como cualquier empresa
moderna, también fue penetrando profundamente en los
sistemas políticos y económicos de los Estados
nacionales. Con el inicio de la IV Guerra Mundial, la implantación
del "nuevo orden mundial", y su consiguiente apertura
de mercados, privatizaciones, la desregulación del comercio
y las finanzas internacionales, el crimen organizado "globalizó"
sus actividades.
"Según la ONU, los ingresos mundiales anuales de
las organizaciones criminales transnacionales (OCT) son del
orden de 1000 miles de millones de dólares, un monto
equivalente al PNB combinado de países de ingreso débil
(según la categorización de la banca mundial)
y de sus 3 mil millones de habitantes. Esta estimación
toma en cuenta tanto el producto del tráfico de droga,
las ventas ilícitas de armas, el contrabando de materiales
nucleares, etc., y las ganancias de las actividades controladas
por las mafias (prostitución, juego, mercado negro de
divisas...).
En cambio, no mide la importancia de las inversiones continuamente
realizadas por las organizaciones criminales dentro de la esfera
de control de negocios legítimos, ni tampoco la dominación
que ellas ejercen sobre los medios de producción dentro
de numerosos sectores de la economía legal" (Michel
Chossudovsky, "La Corruption mondialisée" en
"Géopolitique du Chaos". Op. Cit.).
Las organizaciones criminales de los 5 continentes han hecho
suyo el "espíritu de cooperación mundial"
y, asociadas, participan en la conquista y reordenamiento de
los nuevos mercados. Pero no sólo en actividades criminales,
también participan en negocios legales. El crimen organizado
invierte en negocios legítimos no sólo para "blanquear"
el dinero sucio, también para hacerse de capital para
sus actividades ilegales. Las empresas preferidas para esto
son las inmobiliarias de lujo, la industria del ocio, los medios
de comunicación, la industria, la agricultura, los servicios
públicos y... ¡la banca!
¿Alí Babá y los 40 banqueros? No, algo
peor. El dinero sucio del crimen organizado es utilizado por
los bancos comerciales para sus actividades: préstamos,
inversiones en los mercados financieros, compra de bonos de
deuda externa, compra y venta de oro y divisas. "En muchos
países, las organizaciones criminales se han convertido
en los acreedores del Estados y ejercen, por su acción
sobre los mercados, una influencia sobre la política
macroeconómica de los gobiernos. Sobre las bolsas de
valores, ellas invierten igualmente en los mercados especulativos
de productos derivados y de materias primas" (M. Chossudovsky,
Op. Cit.).
Por si fuera poco, el crimen organizado cuenta con los llamados
paraísos fiscales. En todo el mundo hay, cuando menos,
55 paraísos fiscales (uno de ellos, en las Islas Caimán,
tiene el quinto lugar mundial como centro bancario y tiene más
bancos y sociedades registradas que habitantes). Las Bahamas,
las islas Vírgenes británicas, las Bermudas, San
Martin, Vanuatu, las islas Cook, la isla Mauricio, Luxemburgo,
Suiza, las islas Anglo-Normandas, Dublín, Mónaco,
Gibraltar, Malta, son buenos lugares para que el crimen organizado
se relacione con las grandes firmas financieras del mundo.
Además de "blanqueo" de dinero sucio, los paraísos
fiscales son usados para evadir impuestos, de aquí que
sean un punto de contacto entre gobernantes, empresarios y capos
del crimen organizado. La alta tecnología, aplicada a
las finanzas, permite la circulación rápida del
dinero y la desaparición de ganancias ilegales. "Los
negocios legales e ilegales están cada vez más
imbricados, introducen un cambio fundamental en las estructuras
del capitalismo de la posguerra. Las mafias invierten en negocios
legales e, inversamente, ellas canalizan recursos financieros
hacia la economía criminal, a través del control
de bancos o de empresas comerciales implicadas en el blanqueo
de dinero sucio o que tiene relaciones con las organizaciones
criminales. Los bancos pretenden que las transacciones son efectuadas
de buena fe y que sus dirigentes ignoran el origen de los fondos
depositados. La consigna de no preguntar nada, el secreto bancario
y el anonimato de las transacciones, todo está garantizando
los intereses del crimen organizado, protegen a la institución
bancaria de investigaciones públicas y de inculpaciones.
No solamente los grandes bancos aceptan blanquear dinero, en
vista de sus pesadas comisiones, sino que también concesionan
créditos a tasas de interés elevadas a las mafias,
en detrimento de las inversiones productivas industriales o
agrícolas" (M. Chossudovsky, Op. Cit.).
La crisis de la deuda mundial, en los 80´s, provocó
que el precio de las materias primas se fuera para abajo. Esto
hizo que los países subdesarrollados vieran reducidos
drásticamente sus ingresos. Las medidas económicas
dictadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,
supuestamente para "recuperar" la economía
de estos países, sólo agudizaron las crisis de
los negocios legales. En consecuencia, la economía ilegal
se ha desarrollado para llenar el vacío dejado por la
caída de los mercados nacionales.
De acuerdo con un informe de las Naciones Unidas, "la intrusión
de los sindicatos del crimen a sido facilitada por los programas
de ajuste estructural que los países endeudados han sido
obligados a aceptar para tener acceso a los préstamos
del Fondo Monetario Internacional" (United Nations. "La
Globalization du crime" New York, 1995).
Así que aquí tiene usted el espejo rectangular
donde legalidad e ilegalidad intercambian reflejos. ¿De
qué lado del espejo está el criminal?¿De
cuál el que lo persigue?
Pieza 5:
¿La legítima violencia de un poder ilegítimo?
La figura 5 se construye dibujando un pentágono.
El Estado, en el neoliberalismo, tiende a contraerse al "mínimo
indispensable". El llamado "Estado Benefactor"
no sólo se convierte en obsoleto, se desprende de todo
lo que lo constituía en tal y se queda desnudo.
En el cabaret de la globalización, tenemos el "show"
del Estado sobre una "table dance" que se despoja
de todo hasta quedar con su prenda mínima indispensable:
la fuerza represiva. Destruida su base material, anuladas sus
posibilidades de soberanía e independencia, desdibujadas
sus clases políticas, los Estados Nacionales se convierten,
más o menos rápido, en un mero aparato de "seguridad"
de las megaempresas que el neoliberalismo va erigiendo en el
desarrollo de esta IV Guerra Mundial.
En lugar de que la inversión pública la orienten
al gasto social, los Estados Nacionales prefieren mejorar su
equipo, armamento y preparación para cumplir con eficacia
la labor que la política dejó de cumplir hace
años: el control de la sociedad.
Los "profesionales de la violencia legítima"
se llaman a sí mismos los aparatos represivos de los
Estados Modernos. Pero, ¿qué hacer si la violencia
está ya bajo las leyes del mercado? ¿Dónde
está la violencia legítima y dónde la ilegítima?
¿Qué monopolio de la violencia pueden pretender
los maltrechos Estados nacionales si el libre juego de la oferta
y la demanda desafía ese monopolio? ¿No demostró
la pieza 4 que el crimen organizado, los gobiernos y los centros
financieros están más que bien relacionados? ¿No
es palpable que el crimen organizado cuenta con verdaderos ejércitos
sin más frontera que el poder de fuego del rival? Así
que el "monopolio de la violencia" no pertenece ya
a los Estados Nacionales. El mercado moderno lo puso a venta...
Viene a cuento esto porque, debajo de la polémica entre
violencia legítima e ilegítima, también
está la disputa (falsa, pienso) entre violencia "racional"
e "irracional".
Cierto sector de la intelectualidad mundial (insisto en que
su quehacer es más complejo que el simple ser "de
derecha o de izquierda", "progubernamental o de oposición",
"etcétera bueno o etcétera malo") pretende
que la violencia se puede ejercer de modo "racional",
administrar de forma selectiva, (hay quien, incluso, adelanta
algo así como la "mercadotecnia de la violencia"),
y aplicar con habilidad "de cirujano" en contra de
los males de la sociedad. Algo así inspiró la
pasada etapa armamentista en la Unión Americana: armas
"quirúrgicas", precisas, y operaciones militares
como bisturí del "nuevo orden mundial". Así
nacieron las "smart bombs" (que, según me platicó
un reportero que cubrió "Desert Storm", no
son tan "inteligentes" y batallan para distinguir
entre un hospital y un depósito de misiles, en la duda,
las "smart bombs" no se abstienen, destruyen). En
fin, el Golfo Pérsico, como decían los compañeros
de los pueblos zapatistas, está más allá
de la capital estatal de Chiapas (aunque la situación
de los kurdos tenga semejanzas espeluznantes con los indígenas
de un país que se precia de ser "democrático"
y "libre"), así que no insistamos en "aquella"
guerra cuando tenemos la "nuestra".
Bien, la pugna entre violencia "racional" e "irracional"
abre una vía de discusión interesante y, lamentablemente,
no es inútil en los tiempos actuales. Podíamos
tomar, por ejemplo, qué se entiende por "racional".
Si se responde que es la "razón del Estado"
(suponiendo que eso existiera y, sobre todo, que se le pudiera
reconocer alguna razón al actual Estado neoliberal),
entonces cabe preguntarse si esa "razón de Estado"
se corresponde a la "razón de la sociedad"
(siempre suponiendo que la sociedad de hoy retiene algo de racionalidad)
y, más todavía, si la violencia "racional"
del Estado es "racional" también a la sociedad.
Aquí no hay mucho que discurrir (como no sea ociosamente),
la "razón de Estado" en la modernidad no es
otra que "la razón de los mercados financieros".
Pero, ¿cómo administra su "violencia racional"
el Estado moderno? Y, ojo a la historia, ¿cuánto
tiempo dura esa "racionalidad"? ¿El tiempo
que va desde una a otra elección o golpe de Estado (según
el caso)? ¿Cuántas violencias de Estado, que fueron
aplaudidas como "racionales" en su tiempo, son ahora
"irracionales"?
Lady Margaret Thatcher, de "grata" memoria para el
pueblo británico, se tomó la molestia de prologar
el libro "The Next War", de Caspar Weinberg and Peter
Schweizer. (Regnery Publisihng, Inc. Washington, D.C. 1996).
En este texto, la señora Thatcher, adelanta algunas reflexiones
sobre las 3 similitudes entre el mundo de la Guerra Fría
y el de la Pos Guerra Fría: La primera de ellas es que
el "mundo libre" nunca carecerá de agresores
potenciales. La segunda es la necesidad de una superioridad
militar de los "Estados democráticos" sobre
los posibles agresores. La tercera similitud es que tal superioridad
militar debe ser, sobre todo, tecnológica.
Para terminar su prólogo, la llamada "dama de hierro"
define la "racionalidad violenta" de los Estados modernos
al señalar: "Una guerra puede ocurrir de muchas
maneras diferentes. Pero la peor usualmente pasa porque un poder
cree que puede alcanzar sus objetivos sin una guerra o al menos
con una guerra limitada que puede ser ganada rápidamente
- y, en consecuencia, fallan los cálculos".
Para los señores Weinberg y Schweizer los escenarios
de las "Guerras Futuras" son: Corea del Norte y China
(abril 6 de 1998), Irán (abril 4 de 1999), México
(marzo 7 del 2003), Rusia (febrero 7 del 2006), y el Japón
(agosto 19 de 2007). No hay, pues, duda de quiénes serían
los posibles agresores: asiáticos, árabes, latinos
y europeos. ¡Casi la totalidad del mundo es considerado
"posible agresor" de la "democracia" moderna!
Lógico (cuando menos en la lógica liberal): en
la modernidad, el poder (es decir, el poder financiero) sabe
que sólo puede "alcanzar sus objetivos" con
una guerra, y no con una "guerra limitada que puede ser
ganada rápidamente", sino con una guerra totalmente
total, mundial en todos los sentidos. Y, si le creemos a la
nueva secretaria de Estado de los Estados Unidos, Madeleine
Albright, cuando dice: "Uno de los objetivos prioritarios
de nuestro gobierno es el de asegurar que los intereses económicos
de los Estados Unidos puedan extenderse a escala planetaria"
("The Wall Street Journal". 21/I/1997), entonces debemos
entender que todo el mundo (y quiero decir "todo todo")
es el teatro de operaciones de esta guerra.
Es de entender, entonces, que si la disputa por el "monopolio
de la violencia" no se da de acuerdo a las leyes del mercado,
sino que es desafiado desde abajo, el poder mundial "descubra"
en ese reto a un "posible agresor". Este es uno de
los desafíos (de los menos estudiados y más "condenados",
entre los muchos que representa) lanzado por los indígenas
en armas y en rebeldía del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) en contra del neoliberalismo
y por la humanidad...
Éste es el símbolo del Poder militar norteamericano,
el pentágono. La nueva "policía mundial"
pretende que los ejército y policías "nacionales"
sólo sean el "cuerpo de seguridad" que garantice
el "orden y el progreso" en las megápolis neoliberales.
Pieza 6:
La Megapolítica y los enanos.
La figura 6 se construye dibujando un garabato.
Antes dijimos que los Estados Nacionales son atacados por los
centros financieros y "obligados" a disolverse dentro
de las megápolis. Pero el neoliberalismo no sólo
opera su guerra "uniendo" naciones y regiones. Su
estrategia de DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO y RECONSTRUCCIÓN
/ REORDENAMIENTO produce una o varias fracturas en los Estados
Nacionales.
Esta es la paradoja de la IV Guerra Mundial: hecha para eliminar
fronteras y "unir" naciones, lo que va dejando tras
de sí es una multiplicación de las fronteras y
una pulverización de las naciones que perecen en sus
garras. Más allá de los pretextos, ideologías
o banderas, la actual dinámica MUNDIAL de quiebre de
la unidad de los Estados Nacionales responde a una política,
igualmente mundial, que sabe que puede ejercer mejor su poder,
y crear las condiciones óptimas para su reproducción,
sobre las ruinas de los Estados Nacionales.
Si alguien tuviera alguna duda sobre este caracterizar al proceso
de globalización como una guerra mundial, debería
desecharla al hacer cuentas de los conflictos que provocaron
y han sido provocados por los colapsos de algunos Estados Nacionales.
Checoslovaquia, Yugoslavia, la URSS, son muestras de la profundidad
de estas crisis que dejan hechos añicos no sólo
los fundamentos políticos y económicos de los
Estados Nacionales, también las estructuras sociales.
Slovenia, Croacia y Bosnia, además de la presente guerra
dentro de la federación Rusa con Chechenia de escenario,
no marcan sólo el destino de la trágica caída
del campo socialista en los fatídicos brazos del "mundo
libre", en todo el mundo este proceso de fragmentación
nacional se repite en escala e intensidad variables. Hay tendencias
separatistas en el Estado Español (País Vasco,
Cataluña y Galicia), en Italia (Padua), en Bélgica
(Flandes), en Francia (Córcega), en el Reino Unido (Escocia
y el País de Gales), y en Canadá (Québec).
Y hay más ejemplos en el resto del mundo.
Ya nos referimos al proceso de construcción de las megápolis,
ahora hablamos de la fragmentación de países.
Ambos procesos se dan sobre la destrucción de los Estados
Nacionales. ¿Se trata de dos procesos paralelos, independientes?
¿Dos facetas del proceso de globalización? ¿Son
síntomas de una megacrisis aún por estallar? ¿Meros
hechos aislados?
Pensamos que se trata de una contradicción inherente
al proceso de globalización, una de las esencias del
modelo neoliberal. La eliminación de fronteras comerciales,
la universalidad de las telecomunicaciones, las superautopistas
de la informática, la omnipresencia de los centros financieros,
los acuerdos internacionales de unidad económica, en
fin, el proceso de globalización en su conjunto produce,
al liquidar los Estados Nacionales, una pulverización
de los mercados internos. Éstos no desaparecen o se diluyen
en los mercados internacionales, sino que consolidan su fragmentación
y se multiplican.
Sonará contradictorio, pero la globalización produce
un mundo fragmentado, lleno de pedazos aislados unos de otros
(y no pocas veces enfrentados entre sí). Un mundo lleno
de compartimentos estancos, comunicados apenas por frágiles
puentes económicos (en todo caso tan constantes como
la veleta de viento que es el capital financiero). Un mundo
de espejos rotos reflejando la inútil unidad mundial
del rompecabezas neoliberal.
Pero el neoliberalismo no sólo fragmenta el mundo que
supone unir, también produce el centro político-económico
que dirige esta guerra. Y si, como señalamos antes, los
centros financieros imponen su ley (la del mercado) a naciones
y a grupos de naciones, entonces deberíamos redefinir
los límites y alcances de la política, es decir,
del quehacer político. Conviene entonces hablar de la
megapolítica, en ésta sería donde se decidiría
el "orden mundial".
Y cuando decimos "megapolítica" no nos referimos
al número de quienes en ella se mueven. Son pocos, muy
pocos, los que se encuentran en esta "megaesfera".
La megapolítica globaliza las políticas nacionales,
es decir, las sujeta a una dirección que tiene intereses
mundiales (que por lo regular son contradictorios a los intereses
nacionales) y cuya lógica es la del mercado, es decir,
la de la ganancia económica.
Con este criterio economicista (y criminal) se decide sobre
guerras, créditos, compra y venta de mercancías,
reconocimientos diplomáticos, bloqueos comerciales, apoyos
políticos, leyes de migración, golpes de Estado,
represiones, elecciones, unidades políticas internacionales,
rupturas políticas intranacionales, inversiones, es decir,
la supervivencia de naciones enteras.
El poder mundial de los centros financieros es tan grande, que
pueden prescindir de la preocupación por el signo político
de quien detente el poder en una nación, si es que se
garantiza que el programa económico (es decir, la parte
que corresponde al megaprograma económico mundial) no
se altere. Las disciplinas financieras se imponen a los distintos
colores del espectro político mundial en cuanto se llega
al gobierno de una nación.
El gran poder mundial puede tolerar un gobierno de izquierda
en cualquier parte del mundo, siempre y cuando ese gobierno
no tome medidas que vayan en contra de las disposiciones de
los centros financieros mundiales. Pero de ninguna manera tolerará
que una alternativa de organización económica,
política y social se consolide. Para la megapolítica,
las políticas nacionales son hechas por enanos que deben
plegarse a los dictados del gigante financiero. Así será,
hasta que los enanos se rebelen...
Aquí tiene usted la figura que representa la "megapolítica".
Comprenderá usted que es inútil tratar de encontrarle
una racionalidad y que, desenredando la madeja, nada quedará
claro.
Pieza 7:
Las bolsas de resistencia.
La figura 7 se construye dibujando una bolsa.
"Para empezar, te ruego no confundir la Resistencia con
la oposición política. La oposición no
se opone al poder sino a un gobierno, y su forma lograda y completa
es la de un partido de oposición; mientras que la resistencia,
por definición (ahora sí), no puede ser un partido:
no está hecha para gobernar a su vez, sino para... resistir."
Tomás Segovia. "Alegatorio". México,
1996.
La aparente infalibilidad de la globalización choca con
la terca desobediencia de la realidad. Al mismo tiempo que el
neoliberalismo lleva adelante su guerra mundial, en todo el
planeta se van formando grupos de inconformes, núcleos
de rebeldes. El imperio de las bolsas financieras enfrenta la
rebeldía de las bolsas de resistencia.
Sí, bolsas. De todos los tamaños, de diferentes
colores, de las formas más variadas. Su única
semejanza es su resistirse al "nuevo orden mundial"
y al crimen contra la humanidad que conlleva la guerra neoliberal.
Al tratar de imponer su modelo económico, político,
social y cultural, el neoliberalismo pretende subyugar a millones
de seres, y deshacerse de todos aquellos que no tienen lugar
en su nuevo reparto del mundo. Pero resulta que estos "prescindibles"
se rebelan y resisten contra el poder que quiere eliminarlos.
Mujeres, niños, ancianos, jóvenes, indígenas,
ecologistas, homosexuales, lesbianas, seropositivos, trabajadores
y todos aquellos y aquellas que no sólo "sobran",
sino que también "molestan" al orden y el progreso
mundiales, se rebelan, se organizan y luchan. Sabiéndose
iguales y diferentes, los excluidos de la "modernidad"
empiezan a tejer las resistencias en contra del proceso de destrucción
/ despoblamiento y reconstrucción / reordenamiento que
lleva adelante, como guerra mundial, el neoliberalismo.
En México, por poner un ejemplo, el llamado "Programa
de desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec" pretende
construir un moderno centro internacional de distribución
y ensamble de mercancías. La zona de desarrollo abarca
un complejo industrial en el que se refina la tercera parte
del crudo mexicano y se elabora el 88% de los productos petroquímicos.
Las vías de tránsito interoceánico consistirán
en carreteras, una ruta fluvial aprovechando el tendido natural
de la zona (río Coatzacoalcos) y, como eje articulador,
la línea del ferrocarril transístmico (a cargo
de 5 empresas, 4 de EU y 1 de Canadá). El proyecto sería
zona ensambladora bajo el régimen de maquiladoras. Dos
millones de pobladores del lugar pasarían a ser estibadores,
controladores de paso o maquiladores. (Ana Esther Ceceña.
"El Istmo de Tehuantepec: frontera de la soberanía
nacional". "La Jornada del Campo" 28 de mayo
1997.) También en el sureste mexicano, en la selva Lacandona,
se echa a andar el "Programa de Desarrollo Regional Sustentable
para la Selva Lacandona". Su objetivo real es poner a disposición
del capital las tierras indígenas que, además
de ser ricas en dignidad e historia, también lo son en
petróleo y uranio.
El resultado previsible de estos proyectos será, entre
otros, la fragmentación de México (separando al
sureste del resto del país). Además, y ya que
de guerras hablamos, los proyectos tienen implicaciones contrainsurgentes.
Forma parte de una pinza para liquidar la rebeldía antineoliberal
que explotó en 1994. En medio quedan los indígenas
rebeldes del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN).
(Ya en el tema de indígenas rebeldes conviene un paréntesis:
los zapatistas piensan que, en México (ojo: en México)
la recuperación y defensa de la soberanía nacional
es parte de una revolución antineoliberal. Paradójicamente,
el EZLN es acusado de pretender la fragmentación de la
nación mexicana. La realidad es que los únicos
que han hablado de separatismo son los empresarios del estado
de Tabasco (rico en petróleo) y los diputados federales
chiapanecos que pertenecen al PRI. Los zapatistas piensan que
es necesaria la defensa del Estado Nacional frente a la globalización,
y que los intentos de partir a México en pedazos vienen
del grupo gobernante y no de las justas demandas de autonomía
para los pueblos indios. El EZLN, y lo mejor del movimiento
indígena nacional, no quieren que los pueblos indios
se separen de México, sino ser reconocidos como parte
del país con sus especificidades. No sólo eso,
quieren un México con democracia, libertad y justicia.
Las paradojas siguen, porque mientras el EZLN lucha por la defensa
de la soberanía nacional, el Ejército Federal
Mexicano lucha contra esa defensa y defiende a un gobierno que
ha destruido ya las bases materiales de la soberanía
nacional y ha entregado el país, no sólo al gran
capital extranjero, también al narcotráfico).
Pero no sólo en las montañas del sureste mexicano
se resiste y se lucha contra el neoliberalismo. En otras partes
de México, en la América Latina, en los Estados
Unidos y el Canadá, en la Europa del Tratado de Masstrich,
en el África, en el Asia, y en Oceanía, las bolsas
de resistencia se multiplican. Cada una de ellas tiene su propia
historia, sus diferencias, sus igualdades, sus demandas, sus
luchas, sus logros. Si la humanidad tiene todavía esperanzas
de supervivencia, de ser mejor, esas esperanzas están
en las bolsas que forman los excluidos, los sobrantes, los desechables.
Éste es un modelo de bolsa de resistencia, pero no haga
mucho caso de él. Hay tantos modelos como resistencias
y como mundos hay en el mundo. Así que dibuje el modelo
que más le guste. En esto de las bolsas, como en las
resistencias, la diversidad es riqueza.
Hay, a no dudarlo, más piezas del rompecabezas neoliberal.
Por ejemplo: los medios de comunicación, la cultura,
la polución, las pandemias. Aquí sólo hemos
querido mostrarle el trazo de 7 de ellas.
Estas 7 bastan para que usted, después de dibujarlas,
colorearlas y recortarlas, se dé cuenta que es imposible
armarlas juntas. Y éste es el problema del mundo que
la globalización ha pretendido rearmar: las piezas no
encajan.
Por esto, y por otras razones que no vienen al espacio de este
texto, es necesario hacer un mundo nuevo. Un mundo donde quepan
muchos mundos, donde quepan todos los mundos...
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, Junio de 1997.
P.D. QUE CUENTA SUEÑOS QUE EL AMOR ANIDA.- Reposa la
mar a mi lado. Comparte desde hace tiempo angustias, incertidumbres
y no pocos sueños, pero ahora duerme conmigo la caliente
noche de la selva. Yo miro su trigo agitado en el sueño
y me maravillo de nuevo al encontrarla a ella como es ley: tibia,
fresca y a mi lado. La asfixia me saca del lecho y toma mi mano
y la pluma para traer al Viejo Antonio hoy, como hace años...
He pedido al Viejo Antonio que me acompañe en una exploración
río abajo. No llevamos más que un poco de pozol
para comer. Durante horas seguimos el caprichoso cauce y el
hambre y el calor aprietan. Toda la tarde la pasamos tras una
piara de jabalíes. Casi anochece cuando le damos alcance,
pero un enorme censo (puerco de monte) se desprende del grupo
y nos ataca. Yo saco a relucir todos mis conocimientos militares,
dejo tirada mi arma y me trepo al árbol más cercano.
El Viejo Antonio queda inerme ante el ataque, pero en lugar
de correr, se pone tras una maraña de bejucos. El gigantesco
jabalí arremete de frente y con toda su fuerza, pero
queda atrapado entre las lianas y las espinas. Antes de que
pueda librarse, el Viejo Antonio levanta su vieja chimba y,
de un tiro en la cabeza, resuelve la cena de ese día.
Ya en la madrugada, cuando he terminado de limpiar mi moderno
fusil automático (un M-16, calibre 5.56 mm, con selector
de cadencia y alcance efectivo de 460 metros, además
de mira telescópica, bipie y cargador de "drum"
con 90 tiros), escribo en mi diario de campaña y, omitiendo
todo lo sucedido, sólo anoto: "Topamos puerco y
A. mató una pieza. Altura 350 msnm. No llovió".
Mientras esperamos que se cueza la carne, le cuento al Viejo
Antonio que la parte que me toca servirá para las fiestas
que se preparan en el campamento. "¿Fiestas?",
me pregunta mientras atiza el fuego. "Sí",
le digo, "No importa el mes, siempre hay algo que celebrar.".
Después sigo con lo que yo supuse era una brillante disertación
sobre el calendario histórico y las celebraciones zapatistas.
En silencio escucha el Viejo Antonio y, suponiendo que no le
interesa, me acomodo para dormir.
Entre sueños miró al Viejo Antonio tomar mi cuaderno
y escribir algo. En la mañana, repartimos la carne después
del desayuno y cada uno toma su camino. Ya en nuestro campamento,
reporto al mando y le muestro la bitácora para que sepa
lo ocurrido. "Esta no es tu letra", me dice mientras
me muestra la hoja del cuaderno. Ahí, al final de lo
que yo anoté ese día, el Viejo Antonio había
escrito con letras grandes:
"Si no puedes tener la razón y la fuerza, escoge
siempre la razón y deja que el enemigo tenga la fuerza.
En muchos combates puede la fuerza obtener la victoria, pero
en la lucha toda sólo la razón vence. El poderoso
nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros
siempre podremos obtener fuerza de la razón".
Y más abajo, con letra muy pequeña: "Felices
fiestas".
Ni para qué decirlo, se me quitó el hambre. Las
fiestas, como siempre, estuvieron bien alegres. "La del
moño colorado" estaba todavía, felizmente,
muy lejos del "hit parade" de los zapatistas...