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Kirikú y la Bruja
APRENDER CON EL CINE Pese a tu edad seguro que has visto cientos de ¿QUÉ SABES DE ÁFRICA?
Cada vez más personas procedentes de África viven con nosotros y ya conocían bastante de nuestra sociedad (EE.UU. Y Europa) gracias a la Tele y las películas. Te proponemos que busques información sobre África (esta historia basada en una leyenda de los Senufos, una etnia de Costa de Marfil). Pero que, si trabajáis sobre esto. comprenderéis mejor a los africanos (y que no todos son iguales, que proceden de países distintos con su arte, música, sus costumbres,....)
La plástica de los dibujos inspirados en el arte africano (máscaras del África negra, arte egipcio) y también del arte “naif” europeo, distintos a los de la “factoría Disney” que estás más acostumbrada/o a ver. Cómo la sencillez de dibujo de los personajes contrasta con la riqueza de unos fondos muy elaborados. El papel de las canciones que, excepto la del final, apoyan el desarrollo de la película y explican lo que pasa. Es una historia africana inspirada en los ritos de iniciación (pruebas que deben pasar los jóvenes para demostrar su valor o su capacidad) que son la base del aprendizaje en las sociedades tradicionales. PARA SABER MÁS ...
- - - - - - - - - LEE EL CUENTO - - - - - - - - - KIRIKÚ Y LA BRUJA
En una choza, una mujer aguardaba. De repente de su vientre redondo salió una vocecita:
La madre respondió con clama:
Y apareció un niño muy pequeño.
Kirikú saltó dentro de una calabaza con agua, que salpicó por todas partes.
Kirikú corrió a toda velocidad con sus cortas piernas por la Ruta de los Flamboyanes. Pasó al lado de su tío, lo sobrepasó y se detuvo frente a él:
Su tío no creyó que aquel hombrecito fuese su sobrino y no permitió que un niño tan pequeño fuese con él. Entonces, Kirikú desapareció a todo correr en dirección al poblado. El tío se quedó más tranquilo. Poco después el tío encontró un sombrero en el camino y se lo puso… ¡sin darse cuenta de que Kirikú estaba dentro! Pero era demasiado tarde para obligarle a salir de él, pues la inmensa choza negra de Karabá estaba ya ante ellos. La puerta se abrió violentamente de par en par y apareció la bruja Karabá, amenazadora e impresionante. El tío le preguntó:
Mientras el tío hablaba con ella, los fetiches-esclavos de la bruja se acercaron sigilosamente por detrás de él para matarlo. Pero Kirikú, escondido en el sombrero, avisó a su tío, que derrotó a los fetiches.
El tío terminó aceptando y se fue, dejando el sombrero en el suelo. Pero cuando su fetiche se adelantó para recogerlo, el sombrero salió corriendo con Kirikú dentro. La bruja se puso furiosa y envió al poblado a sus fetiches.
Las chozas fueron registradas una a una. Las mujeres del poblado esperaban en silencio. El fetiche de la nariz de oro olfateó por aquí y por allá y señaló un lugar. Los demás acudieron donde él decía, cavaron una agujero y encontraron un collar de oro. Luego salieron de la choza con el collar. Uno extendió su trompa hacia la choza, tomó mucho aire y… ¡NO! Aterrorizada, la mujer del collar imploró en vano: el fetiche lanzó una larga lengua de fuego. La choza ardió en pocos segundos, mientras la mujer gritaba desesperada. En el poblado la vida continuaba. Mientras las mujeres trabajaban, los niños jugaban en el río sin pensar en la bruja Karabá, todos excepto Kirikú, que al ver que una piragua vacía se acerba a ellos, gritó:
Los niños se rieron de él y se subieron a ella. La piragua entonces partió en la otra dirección llevándoles a una velocidad de vértigo hacia la bruja. Rápidamente, Kirikú se hizo con un puñal, se subió a la piragua e hizo un agujero en el casco. La piragua se hundió poco a poco y los niños, a salvo, alcanzaron la orilla nadando. Kirikú vio que llegaba la piragua vacía por debajo del agua y aulló de rabia. Kirikú es pequeñín y no tiene miedo. Los niños al poblado en fila india, con Kirikú a la cabeza, a través del bosque. De repente Kirikú se detuvo: en medio del camino se alzaba un árbol negro con frutos de color rosa. Los niños exclamaron:
Pero nadie le hizo caso. En un instante estaban todos subidos al árbol, cantando, riendo y burlándose del pequeño Kirikú. De repente, las ramas del árbol se cerraron como si fuesen los barrotes de una jaula. Las raíces comenzaron a retorcerse como serpientes y el árbol salió corriendo hacia la Bruja Karabá. Los niños, aprisionados, gritaban de pánico. El árbol embrujado les llevaba hacia la Bruja. Kirikú se hizo con un machete, corrió a toda velocidad, saltó sobre las raíces del árbol y comenzó a cortar el tronco. El árbol se bamboleó, se quebró y las ramas se abrieron de repente de repente dejando libres a los niños, que rodaron por el suelo sanos y salvos. La Bruja Karabá vio llegar un tronco cortado y sin ramas (y sin niños) y se puso a patalear de rabia. “Kirikú no es grande, pero es valiente”. Los había salvado, sí, pero desgraciadamente seguía sin haber agua en el poblado. Kirikú decidió descubrir el secreto de la Fuente Maldita. Con enorme decisión, se metió por el caño seco de la fuente. Reptó, arañándose la piel y sudando, pero al fin consiguió llegar a una inmensa gruta. Había ante él un monstruo húmedo y viscoso, hinchado como un tonel.
Kirikú volvió a salir, encontró un atizador al rojo vivo y volvió adentro a toda velocidad. Se lanzó corriendo con la punta del atizador por delante y agujereó la panza del monstruo. El animal, atiborrado de agua, explotó y en unos instantes inundó la cueva. Kirikú, arrastrado por el agua y golpeando contra las paredes de la cueva, se ahogó. ¡El agua había vuelto! Pero poco duró la alegría en el poblado. En la fuente flotaba el cuerpo sin vida del valiente Kirikú. Su madre le tomó en brazos, le estrechó contra su pecho y comenzó a cantarle en voz baja. Los aldeanos, llenos de dolor, cantaron con ella. De repente una tosecilla interrumpió el canto:
Todos se pusieron a cantar y a bailar de alegría: “Kirikú el picarón es siempre el mejor. Kirikú el pequeñín eres nuestro sol. Kirikú el pequeñín tiene un gran valor”.
Kirikú había luchado contra la Bruja y había devuelto el agua al poblado, pero aún no era suficiente para él.
Escondido tras las faldas de su madre, Kirikú se introdujo en el territorio de la bruja.
Y el pequeño desapareció en las profundidades de la tierra. ¿Qué Karabá no le dejaba pasar? ¡Pues él pasaría por debajo! Kirikú reptó por un laberinto de galerías, cavando con el puñal para intentar llegar donde habitaba el Sabio de la Montaña. Subía, bajaba, se perdía… De pronto un gruñido le hizo levantar la cabeza: una mofeta avanzaba hacia él por entre los huecos de otros animales que había devorado. Kirikú dio un grito y le tiró unos huesos. La mofeta, se asustó y huyó expulsando un pestilente olor. Pero muy pronto volvió a toparse con ella, a punto de atacar a unos cachorros de ardilla. Kirikú la agarró por la cola y, gritando, tiró de ella con todas sus fuerzas. La mofeta se asustó y, expulsando un horrible olor, desapareció. Como las ardillas conocían el camino de salida, Kirikú salió tras ellas. “¡Kirikú no es fuerte, pero es valiente!” Kirikú salió por fin al aire libre y se escondió prudentemente detrás de un árbol. Veía a lo lejos la choza de la bruja. ¡Lo había conseguido! ¡Había pasado al otro lado! ¿Pero cómo podía salir de su escondite sin ser visto por Karabá? Una abubilla se posó muy cerca de él.
Recogió flores, hojas, bayas y se disfrazó de pájaro, con el puñal como pico. Tan bueno era su disfraz que la abubilla vino a hacerle la corte. Kirikú comenzó a preocuparse.
El pájaro insistía. Entonces Kirikú la atacó. Pelearon a picotazos, pero la abubilla era mucho más fuerte. De repente, Kirikú saltó sobre la espalda de la abubilla y se agarró a ella con fuerza. El pájaro no tuvo más remedio que echar a volar. “¡Kirikú no pesa casi nada y por eso siempre se escapa!” La abubilla, agotada, se posó al otro lado de la montaña, donde no podía verle el fetiche del tejado de la choza de Karabá. Kirikú saltó a tierra y el pájaro huyó. Pero de repente apareció un terrible facocero que se abalanzó sobre Kirikú. Afortunadamente Kirikú corría muy deprisa. El animal le persiguió furioso y ambos se persiguieron alrededor de una gran roca. Más hete aquí que Kirikú alcanzó al facocero por detrás, saltó sobre su lomo y comenzó a tirar de sus orejas. El facocero gruñía de dolor, pues ésta era uno de sus puntos débiles. Guiado por las orejas, se volvió obediente como un caballo y condujo a Kirikú hasta el Gran Termitero. “¡Kirikú no es grande, pero es un gigante!” Kirikú saltó de su montura impaciente por penetrar en los dominios del Sabio de la Montaña. Su corazón latía con fuerza. ¿Qué le esperaba en el Gran Termitero? El facocero, furioso, trató de perseguirle de nuevo. Pero la muralla se abrió sólo para Kirikú y después volvió a cerrarse. El pobre animal se estrelló contra la roca. Kirikú se hallaba en medio de un largo corredor custodiado por dos hileras de pájaros exóticos. Al fondo de una inmensa gruta azul, el Sabio de la Montaña esperaba a su nieto. Kirikú iba a conocer por fin las respuestas a todas aquellas preguntas que le atormentaban.
Kirikú era pequeño, pero era muy listo. Y sabía que mientras la bruja permanecía en su territorio, rodeada de fetiches, no podría hacer nada. Debería atraerla de su casa. Sí, ¿pero cómo?
Kirikú volvió a la madriguera y se dirigió a la choza de Karabá. Con ayuda de su puñal, cavó una galería hasta debajo de la cesta donde guardaba las joyas. Abrió el fondo con el puñal y una lluvia de oro le cayó encima. Alertada por el ruido, Karabá fue a ver la cesta y descubrió que no le quedaba ni una sola joya.
Kirikú salió corriendo. Se internó en el bosque, hizo un hoyo al pie de un gran árbol, escondió en él las joyas y desapareció. ¡Justo a tiempo!, pues Karabá llegó a grandes zancadas, con su falda al viento y sus resplandecientes joyas. Las plantas se marchitaban a su paso. Karabá se arrodilló al pie del árbol y cavó furiosa la tierra con las manos. A su alrededor las flores se secaban y las hojas se caían de los árboles. Justo encima de ella, subido a una rama, Kirikú la observaba. En medio de la espalda de la bruja sobresalía la espina envenenada. Súbitamente, Kirikú se dejó caer sobre Karabá y arrancó la espina con los dientes. La bruja lanzó un grito espeluznante, y en el bosque, en la sabana, en el poblado… se hizo el silencio. Tras el ominoso silencio, poco a poco, los pájaros volvieron a cantar, los árboles reverdecieron y brotaron multitud de flores. Karabá abrió los ojos: ya no sufría.
Karabá sonrió y le explicó que un niño pequeño no se puede casar con una mujer grande.
Karabá se inclinó dulcemente hacia Kirikú y le dio un beso. Entonces… ¡Kirikú creció! ¡Su cuerpo se transformó y se convirtió en un magnífico guerrero!
Mientras tanto, en el poblado, habían perdido todos la esperanza de volver a ver al pequeño Kirikú. De repente se oyó un grito:
Todos huyeron llenos de pánico. Kirikú y la bella Karabá entraron en el poblado de la mano. Él intentó tranquilizarlos. Pero nadie le creía. Sólo su madre se atrevió a acercarse a ellos. Observó el rostro desconocido, lo tocó, lo acarició y murmuró por fin:
Los aldeanos aceptaron entonces a Kirikú, pero querían vengarse de la bruja, que ya no tenía poderes.
Un retumbar de tambores interrumpió sus gritos. Llegaba el Sabio, en palanquín y rodeado de tocadores de tam-tam. Eran los hombres del poblado que Karabá había convertido en fetiches. Avanzaban todos bailando y cantando: ¡Kirikú nos salvó, gloria a Kirikú! ¡fetiches éramos, somos hombres! ¡somos hermanos, somos los hijos, somos los padres y los maridos y los sobrinos y los amigos, somos amantes para los nuestros! ¡A los que amamos! El pueblo entero estaba unido por fin. Madres, niños, esposas y maridos, se abrazaron rodeando a la maravillosa pareja, Karabá y Kirikú, todos en paz…
- - - - - - PARA SABER MÁS: ENLACES EN INTERNET http://www.kirikuylabruja.com/
http://www.zinema.com/pelicula/2001/kirikuyl.htm
http://www.colorear.net/dibujos/colorear-Kiriku-80.html
http://canalcine.ozu.es/datos/peliculas/pelicula221201c.html
http://www.ewakulak.com/ewa/cine/kiriku_y_la_bruja_karaba_br_kirikou_et_la_sorciere__3.html
- - - - - - - - - - - ACTIVIDADES DESPUÉS DE VER LA PELÍCULA
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