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Enero 2012

EL LINAJE DE DON QUIJOTE: GUTIERRE DE QUIJADA, UN CABALLERO ANDANTE DE LA CORTE DE JUAN II DE CASTILLA

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Código de referencia: ES.410917.AGA/2.1.1.6//Quijada,4936
Título: Expedientes de concesiones reales de derechos jurisdiccionales
Fechas: 1379-1743
Nivel descripción: Serie
Volumen y soporte: 8 documentos
Nombre del productor: Quijada (familia), señores de Villagarcía de Campos

  
EL LINAJE DE DON QUIJOTE: GUTIERRE DE QUIJADA, UN CABALLERO ANDANTE DE LA CORTE DE JUAN II DE CASTILLA.
 
“Porque querer dar a entender a nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de que están colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra sustenta; porque, ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en el tiempo de Carlomagno; que voto a tal que es tanta verdad como es ahora de día? Y si es mentira, también lo debe de ser que no hubo Héctor, ni Aquiles, ni la guerra de Troya, ni los Doce Pares de Francia, ni el rey Artús de Ingalaterra, que anda hasta ahora convertido en cuervo y le esperan en su reino por momentos. Y también se atreverán a decir que es mentirosa la historia de Guarino Mezquino, y la de la demanda del Santo Grial, y que son apócrifos los amores de don Tristán y la reina Iseo, como los de Ginebra y Lanzarote, habiendo personas que casi se acuerdan de haber visto a la dueña Quintañona, que fue la mejor escanciadora de vino que tuvo la Gran Bretaña. Y es esto tan ansí, que me acuerdo yo que me decía una mi agüela de partes de mi padre, cuando veía alguna dueña con tocas reverendas: ''Aquélla, nieto, se parece a la dueña Quintañona''; de donde arguyo yo que la debió de conocer ella o, por lo menos, debió de alcanzar a ver algún retrato suyo. Pues, ¿quién podrá negar no ser verdadera la historia de Pierres y la linda Magalona, pues aun hasta hoy día se vee en la armería de los reyes la clavija con que volvía al caballo de madera, sobre quien iba el valiente Pierres por los aires, que es un poco mayor que un timón de carreta? Y junto a la clavija está la silla de Babieca, y en Roncesvalles está el cuerno de Roldán, tamaño como una grande viga: de donde se infiere que hubo Doce Pares, que hubo Pierres, que hubo Cides, y otros caballeros semejantes, déstos que dicen las gentes que a sus aventuras van.
 
Si no, díganme también que no es verdad que fue caballero andante el valiente lusitano Juan de Merlo, que fue a Borgoña y se combatió en la ciudad de Ras con el famoso señor de Charni, llamado mosén Pierres, y después, en la ciudad de Basilea, con mosén Enrique de Remestán, saliendo de entrenabas empresas vencedor y lleno de honrosa fama; y las aventuras y desafíos que también acabaron en Borgoña los valientes españoles Pero Barba y Gutierre Quijada (de cuya alcurnia yo deciendo por línea recta de varón), venciendo a los hijos del Conde de San Polo…; digan que fueron burla las justas de Suero de Quiñones, del Paso…
 
Don Quijote de la Mancha, el “más famoso e insigne de los caballeros que profesó la orden de caballería y recorrió los campos de España deshaciendo entuertos y defendiendo a los desvalidos”, es quien mantiene este disparatado alegato en defensa de la existencia de los caballeros andantes, mezclando personajes literarios con personajes históricos, ficción con realidad. Entre estos individuos, el caballero manchego cita y se declara descendiente –por línea recta de varón- del caballero Gutierre de Quijada, personaje prototípico de la nobleza media castellana del siglo XV.  Este caballero, mitad militar, mitad cortesano, tuvo un papel destacado en los convulsos acontecimientos políticos del período bajo medieval castellano, que enfrentó a monarquía y a nobleza en la lucha por controlar el poder político.
 
Gutierre de Quijada, señor de Villagarcía de Campos, procedía de un linaje de la nobleza media castellana cuyo rastro se puede seguir hasta los tiempos de Alfonso VI en el siglo XI. En las luchas instentinas que vivió el reino de Castilla a lo largo del siglo XV, los miembros de la familia Quijada se posicionaron casi siempre en el bando nobiliario que abogaba por una monarquía fuerte, a cambio, eso sí, de la recepción de lucrativas mercedes reales. Gracias a estas concesiones reales, los Quijadas fueron aumentando su patrimonio, constituyendo un señorío de cierta envergadura en la comarca de Tierra de Campos de Valladolid, cuyo epicentro se situaba en Villagarcía de Campos, solar que daba apellido al señorío. Entre las villas y aldeas que se incluían dentro de sus posesiones cabe señalar Villagarcía de Campos, Villanueva de los Caballeros, Santa Eufemia del Arroyo y Barcial de la Loma.
 
A pesar de lo disparatado del discurso de Don Quijote, la mención de Gutierre de Quijada como modelo de caballero andante es bastante acertada, ya que la conjugación de su vida y hechos puede ser considerada como modelo paradigmático a la hora de perfilar la imagen del ideario caballeresco medieval. La caballería y la vida caballeresca han sido definidas por Maurice Keen como un ethos en el que elementos guerreros, aristocráticos y cristianos están fundidos. En esta fusión de elementos el aspecto militar estaría caracterizado por la importancia de la habilidad en la lucha a caballo; el aspecto aristocrático se vincula al linaje y a las virtudes morales asociadas al ejercicio de la caballería; el aspecto cristiano se perfila con la asunción de las virtudes teologales y la realización de prácticas religiosas. Todos estos aspectos se aúnan en la mentalidad nobiliaria e invaden la vida cortesana de los reinos europeos de la Baja Edad Media, siendo Gutierre de Quijada un claro exponente de caballero imbuido por el ideario caballeresco. En su vida, sobre todo en su juventud, encontraremos estos aspectos militares, aristocráticos y religiosos que subyacen en el pensamiento caballeresco. Este sentir se materializará en el caso de nuestro caballero en batallas al servicio del rey; en participaciones en justas y torneos; en la búsqueda de prestigio social; en peregrinaciones a los Santos Lugares; en el fortalecimiento de su linaje con el acrecentamiento de su señorío, etc.
 
La primera noticia que tenemos de la vida pública de Gutierre de Quijada la aporta la Crónica del Rey Juan II, obra donde se recoge la participación de este caballero en la batalla que tuvo lugar a las puertas de Granada en julio de 1431. Este episodio se enmarca en el contexto de las frecuentes incursiones que los reyes castellanos hicieron a lo largo del siglo XV en el reino de Granada, destinadas al debilitamiento del reino nazarí. Estando asentado el real de Juan II en las proximidades de las murallas granadinas, un destacamento cristiano, ocupado en la destrucción de las conducciones de agua de la ciudad, fue atacado por una multitud de tropas musulmanas. La escaramuza declinó en batalla cuando los nazaríes enviaron contra los cristianos a gran parte de su ejército, hasta ese momento resguardado tras las puertas de la ciudad. En ayuda de los castellanos, el rey Juan II envió a la vanguardia comandada por el Condestable Don Álvaro de Luna, entre los caballeros que componía la hueste estaba Gutierre de Quijada. La batalla se decantó del lado castellano y, según narra la Crónica, de no haber llegado la noche se hubiera tomado la ciudad. Finalmente, tras esta victoria y ante la falta de medios con que continuar el asedio, Juan II mandó levantar el cerco con la pretensión de volver más adelante con los bastimentos necesarios para tomar Granada. Este sería el primero de los numerosos servicios de armas que Gutierre de Quijada prestaría al monarca castellano. En esta actuación del señor de Villagarcía de Campos se aunaban elementos caballerescos de carácter militar, el caballero debía de poner sus armas a disposición de su rey y señor, y de carácter religioso, por cuanto la lucha contra los granadinos tenía un fuerte componente ideológico de lucha contra el infiel y defensa del cristianismo.
 
Otro campo vinculado con el ambiente caballeresco en que vemos ejercitarse y señalarse a Gutierre de Quijada es en el de las justas y torneos. Existían diferencias entre estos dos tipos de prácticas, las justas eran enfrentamientos individuales entre dos contrincantes, mientras que en los torneos se enfrentaban dos grupos o bandos de caballeros simulando el choque de dos ejércitos en una batalla. Estos ejercicios caballerescos eran para los caballeros una forma de mantenerse en forma en tiempos de paz, para ello realizaban estos simulacros de batallas y entrenamientos militares. La participación en justas y torneos era, además, una forma de propagar su fama y honor y, por extensión, la de su rey. El aumento de la reputación llevaba a los caballeros a viajar a cortes extranjeras y a medirse en combate con los paladines de otros reinos. En el discurso de Don Quijote se recoge una de las actuaciones de Gutierre de Quijada en este tipo de ejercicios caballerescos, la veracidad del episodio queda contrastada en la Crónica de Juan II. En 1435, acompañado de su primo Pedro Barba, abandonaba Castilla camino de la corte del Duque de Borgoña, Felipe el Bueno, donde retó a los hijos bastardos del Conde de San Polo. En la justa a Gutierre le correspondió medirse a Pedro, señor de Haubourdin, primero se lanzaron lanzas, suerte en la que el de Quijada era especialista, y después lucharon con hachas. La victoria correspondió al caballero castellano, siendo obsequiado por el Duque de Borgoña con un traje chapado con más de cuarenta marcos de orfebrería y forrado de marta cebelina.
 
En Castilla, Gutierre de Quijada participó en uno de los torneos más conocidos de entre los que se celebraron en su tiempo, el Paso Honroso del Puente de Hospital de Órbigo. Este torneo fue convocado con autorización real en 1434, año jacobeo, por el caballero Suero de Quiñones. Para librarse de una argolla que llevaba al cuello en prueba de amor a su dama doña Leonor de Tovar y poder emprender la peregrinación a Santiago, Suero de Quiñones retaba a todos los caballeros que quisieran pasar el Puente de la villa de Hospital de Órbigo, en el camino compostelano. Suero de Quiñones y sus compañeros debían de combatir con todos los caballeros que se presentaran en el puente entre el 10 de julio y el 9 de agosto. Al reto acudieron caballeros de toda la Península, entre ellos Gutierre de Quijada, quien llegó al Puente del Paso Honroso el 20 de julio, donde se enfrentó con el caballero Diego de Bazán. En esta participación Gutierre de Quijada no solo tenía motivaciones “deportivas”, sino que era un pretexto perfecto para verse las caras con un miembro del linaje Quiñones, familia con la que los Quijada tenían una vieja disputa que giraba en torno a la posesión de Barcial de Loma. Tan fuerte era la rivalidad entre los Quijada y los Quiñones que, años más tarde, en 1458, Suero de Quiñones morirá a manos del propio Gutierre de Quijada en un lugar entre Barcial de Loma y Castroverde.
 
El componente religioso es otro de los pilares sobre los que se sostiene el ideario de la mentalidad caballeresca. Dicho componente se materializa en prácticas piadosas de diversa índole por parte de los miembros de la orden de caballería. Las peregrinaciones y romerías a los lugares santos del cristianismo van a ser una de las manifestaciones más características de los usos religiosos de los caballeros. A estas alturas, ya no extraña ver a Gutierre de Quijada emprender en 1435 un viaje de peregrinación a Jerusalén. Acompañado de Pedro Barba, abandonó Castilla camino de los Santos Lugares con una doble motivación: de un lado, la búsqueda de hechos en los que señalarse y acrecentar su fama; y, de otro, la realización de un acto piadoso vinculado con el concepto de Cruzada. Lamentablemente, no nos han llegado muchas noticias de los avatares que acontecieron a nuestro caballero en su peregrinación, pero se puede intuir lo singular, emocionante y arriesgado que debía ser emprender una travesía de este tipo en pleno siglo XV.
 
Ya de vuelta en Castilla, en la década de los años 40, la actividad de Gutierre de Quijada se centró en el servicio a Juan II en un contexto político extremadamente turbulento, caracterizado por el enfrentamiento del monarca y su valido don Álvaro de Luna, de un lado, con los infantes de Aragón y sus aliados castellanos, de otro. Las armas del señor de Villagarcía de Campos siempre estuvieron del lado del monarca,  sus servicios se vieron recompensados con la gracia regia en forma de ascenso social e incremento de los bienes del linaje. En el plano social, los documentos conservados lo sitúan en el entorno cortesano más próximo del monarca. En numerosas ocasiones, Juan II se refiere a Gutierre de Quijada como miembro de su Consejo, situándolo en el círculo de personajes que participaban en la toma de decisiones del rey. La dualidad cortesana-militar que caracteriza a los caballeros bajo medievales se percibe una vez más en el ascenso social de Gutierre.
 
En el plano cortesano, su posición como consejero real lo sitúa en la institución superior del gobierno y la administración del reino, en el plano militar, su estatus social lo eleva hasta el cargo de alférez mayor, puesto que desempeña en la batalla de Olmedo de 1445. En Olmedo la victoria se decantó del lado de las tropas de Juan II de Castilla. El triunfo del monarca se vio reflejado en un incremento significativo del señorío de los Quijada. En 1445, en los meses que sucedieron a la batalla de Olmedo, Gutierre de Quijada será objeto de numerosas mercedes y confirmaciones reales que supusieron la inclusión de nuevas villas bajo su señorío. Toma la posesión de Villabaruz de Campos en junio de 1445. En octubre Juan II le confirma la posesión de los lugares de Otero del Rey y de Castro del Rey, ambos en la provincia de Lugo. En noviembre le concede la posesión del Lugar de Barcial de la Loma, villa que había sido confiscada a Fernando de Quiñones.
 
En 1448 Gutierre de Quijada es enviado por el rey Juan II de Castilla a las villas del señorío del condado de Benavente para apresar a don Alonso Pimentel, conde de Benavente, que había huido de la prisión en que estaba. Por un albalá fechado en septiembre de 1448, el monarca castellano manda a Gutierre que se reúna con Pedro Barba y con el conde de Santa Marta y, juntos, vayan a los territorios del condado de Benavente y apresen al conde rebelde.
 
Muerto el rey Juan II, el señor de Villagarcía de Campos se mantendrá en el bando del nuevo monarca, Enrique IV. En 1465 lo vemos adscrito al bando enriqueño participando en el cerco de Simancas, episodio bélico enmarcado en la lucha entre Enrique IV y su hermano el Príncipe-Rey don Alfonso. Este enfrentamiento derivó en una guerra civil que se inició en 1465, en medio de una situación de fuerte crisis económica. Precisamente, la falta de medios económicos motivará que se firme una tregua en Simancas y que la guerra se prolongue por un período de tres años, al no disponer ninguno de los dos contrincantes el dinero que permita decantar la disputa del lado de sus intereses. En el Fondo Quijada se conserva un certificado del dinero que el tesoro real reconoce deber a Gutierre de Quijada por lo gastado por este caballero en el sitio de Simancas.
 
Con todo, Gutierre de Quijada se nos presenta como un hombre de su tiempo y de la sociedad en la que vivió. Un personaje en el se conjugan los elementos definitorios del estamento social al que pertenecía y en el que encontramos un universo mental, el del mundo caballeresco, compartido con gran parte de la nobleza cortesana europea del momento. Un universo complejo, que ha llegado distorsionado a nuestros días por el peso que en su percepción han tenido la literatura caballeresca. Un mundo que ya agonizaba a fines del siglo XV y que daría paso al hombre del Renacimiento. Valgan como epitafio a este ideario de la caballería medieval los versos de las coplas de Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre:
 
¿Fueron sino devanes,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las iustas e los torneos,
paramentos, borduras
e çimeras?
 
 
 
Para saber mas:
 
-          KEEN, Maurice: La caballería: la vida caballeresca en la Edad Media. Madrid: Ariel, 1986.
 
-          GARCÍA DE SANTA MARÍA, Alvar: Crónica de Juan II. Madrid: Real Academia de la Historia, 1982.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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