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Diciembre 2018

Diploma Peregrino

Peregrinación a Tierra Santa: la aventura de Ángel María Camacho

 

Código de referencia: ES.41003.AHPSE/2.1.1.11//Ángel María Camacho

Título: Peregrinación a Tierra Santa : la aventura de Ángel María Camacho

Fecha: 1910 - 1911

Nivel de descripción: Unidad documental compuesta

Nombre del productor: Ángel María Camacho Perea

 

El 24 de noviembre de 1518 el noble sevillano don Fadrique Enríquez de Ribera, I Marqués de Tarifa, Adelantado Mayor de Andalucía, emprendía peregrinación a Jerusalén. Casi cuatro siglos más tarde, en el año 1911, el abogado sevillano Ángel María Camacho Perea embarcaba camino de Tierra Santa como peregrino formando parte de la Sexta Peregrinación a Tierra Santa y Roma. Del periplo de don Fadrique perduran, como testimonios de su aventura, los elementos decorativos de la fachada del Palacio de Pilatos, con sus cruces de Jerusalén y sus citas bíblicas, y su diario de peregrinaje titulado Viaje a Jerusalén. De la peregrinación de Ángel Mª Camacho se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla un conjunto de documentos que informan de la experiencia vivida por el prócer sevillano.

A finales del año 1910 la Junta Permanente de Peregrinaciones a Tierra Santa y Roma comenzó a organizar y a publicitar la Sexta Peregrinación a los Santos Lugares. Esta Junta, presidida por José María Uquijo e Ybarra, activista católico y diputado en Cortes por Bilbao, tenía como fin la promoción de viajes de “penitencia y oración, que no de turismo” por los escenarios de la vida de Jesucristo. Según se anunciaba, la Sexta peregrinación comenzaría el 5 de mayo de 1911 y estaba destinada a tres tipos de peregrinos, divididos por clases: primera clase, con un coste de 2.000 pesetas (12 €); segunda clase, 1.500 pesetas (9 €); y tercera clase, 1.000 pesetas (6 €). En el importe del billete se incluían, además de todos los gastos de viaje, la obtención de una serie de gracias espirituales: indulgencia plenaria para los peregrinos y para los que manden alguno en su nombre; indulgencias del Via Crucis; dispensa de la ley del ayuno y abstinencia; etc.

El viaje se realizó por el Mediterráneo en el paquebote Ile de France, un vapor inicialmente destinado al correo postal, reconvertido en buque de pasajeros por la Societé Générale de Transports Maritimes á Vapeur. Entre otras comodidades y avances tecnológicos disponía de un aparato de telegrafía sin hilos que permitía comunicarse con otros buques y con centros telegráficos en tierra. El Ile de France partió del puerto de Barcelona el 5 de mayo, haciendo escala Malta, El Pireo, Atenas, Estambul, Esmirna, Patmos, Rodas y Beyrut. El día 19 de mayo arribaron a Tierra Santa, desembarcando en Haifa y subiendo al Monte Carmelo, pasando después por Nazaret, Monte Tabor, Caná, Lago Tiberiades, Jafa y, por fin, el día 24 llegaron a Jerusalén. En la Ciudad Santa permanecieron varios días, al convertirse ésta en la base desde la que realizaron excursiones a Ein Karem, Monte Olivete, Belén, Jericó, río Jordán y Mar Muerto. Las visitas dentro de la ciudad incluyeron a los principales templos del cristianismo: Santo Sepulcro, Calle de la Margura, Calvaro, casa de Caifás y Anás, huerto de Getsemaní, etc. El día 3 de junio concluía la estancia en Jerusalén y comenzaba el camino de regreso pasando por El Cairo, Guiza, Alejandría, Napolés, Livorno, Florencia, Pisa, Marsella, concluyendo la peregrinación en Barcelona el 17 de junio.

En la Colección Ángel María Camacho encontramos documentos que testimonian las vivencias del abogado sevillano. En cuartillas Ángel María Camacho fue aputando las impresiones que le iban causando cada una de las visitas que jalonaron su peregrinación. Son anotaciones breves en las que se recogen desde el calor sufrido en alguna excursión hasta las sensaciones causadas por los monumentos y las costumbres de los paisanos.

A pesar de la intencionalidad piadosa de la peregrinación, no parece que Ángel María Camacho consiguiera encontrar el espíritu de “unión” con el que inició el viaje. A través de cartas y apuntes deja traslucir su malestar por la diversidad de caracteres del resto de peregrinos. En una nota redactada a los quince días de comenzar se explaya en las críticas a una parte del pasaje, hasta el punto de describir a uno de sus compañeros como: “un degenerado de la raza humana”. En un cuadernillo con la Lista General de Peregrinos no duda en anotar calificativos, algunos de ellos despectivos, para describir a la persona relacionada. Así vemos a peregrinos identificados como: “chivo viejo”, “ardilla”, “esfinge”, “cotorra”, “niño pitongo”, “antipático”, etc.

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