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El documento del mes

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Febrero 2021

Imagen documento mes febrero 2021

 

Código de referencia: ES.41003. AHPSE/1.1.2.1.2.1.8//Escribanía de Guerra, 26245/3

Título: Certificado de José León Cobos, cura y colector de la Iglesia Parroquial de Gerena, a petición de Antonio Gayden, de nacionalidad francesa y vecino de dicha localidad, declarando que su tío carnal, Pedro Amselmi, falleció en la epidemia de fiebre amarilla de 1800.

Fechas: 24/08/1830 - 16/11/1830

Nivel de descripción: Unidad documental compuesta

Volumen y soporte: 17 folios. Papel

Productor: Escribanía de Guerra

Reglas o convenciones: ISAD (G), NEDA

El Archivo Histórico Provincial de Sevilla dedica el Documento del mes de febrero a cómo sucedieron y cómo se combatieron algunas de las epidemias más significativas que asolaron la ciudad durante el siglo XIX, vistas a partir de algunos documentos conservados en varios de sus fondos documentales: Escribanía de Guerra, Real Audiencia y Fábrica de Tabacos de Sevilla.

Sevilla ha vivido en el devenir de su historia episodios de epidemias o pestes que provocaron crisis sanitarias, demográficas y socio-económicas. Diversos aspectos fueron proclives a ello: la estrechez y deficiente salubridad de algunas de sus calles, la escasez de pozos ciegos, las repetidas riadas del Guadalquivir y el insuficiente desarrollo de la medicina en el ámbito de la epidemiología. Durante los siglos XVI y XVII la vulnerabilidad aumentó cuando pasó a ser puerta y puerto de Indias, con el incesante comercio marítimo con América y un considerable aumento demográfico.  

A principios del siglo XIX, el incremento de las comunicaciones comerciales con países que padecían enfermedades endémicas trajo consigo la dispersión geográfica de epidemias y el aumento de su frecuencia y propagación. De esta manera nuestra urbe se vio afectada por repetidos brotes epidémicos que eran desconocidos hasta entonces en Europa y que entraron principalmente a través de su puerto fluvial, atestado de embarcaciones que atracaban con sus tripulaciones, pasajeros y mercancías, siendo uno de los primeros focos de llegada y de su propagación el arrabal de Triana, barrio modesto en aquel entonces habitado por muchas personas que faenaban en la mar, algunas procedentes de tierras contagiadas.

Heredera del siglo anterior, la medicina española en los albores del XIX distaba aún del conocimiento y progreso europeo. Pese a que las enfermedades infecto-contagiosas eran las más frecuentes y letales en aquella época, se desconocían las causas microbiológicas, y por tanto, su tratamiento adecuado (se solían aplicar purgantes, sangrías, sanguijuelas, reposo, dietas especiales, entre otros), así como los mecanismos de propagación, soliéndose atribuir a influencias atmosféricas, miasmáticas y meteorológicas. La asistencia sanitaria era privada y generalmente en los hospitales se atendían a personas sin medios económicos. El sistema sanitario se limitaba principalmente a la protección de la salud de la población frente a las enfermedades catastróficas o epidémicas. 

Una de las epidemias más funestas fue la llamada fiebre amarilla, también llamada plaga americana o vómito negro, que asoló nuestra ciudad entre los meses de julio y noviembre del año 1800, procedente de los barcos que recalaban del puerto de Cádiz, ciudad que hasta hacía poco había ostentado el monopolio del comercio con América (1717-1777). A principios de julio del año 1800 anclaba en dicho puerto una corbeta llamada Delfín, procedente de la Habana (Cuba), con la enfermedad a bordo. A finales de ese mes comenzó a extenderse por el barrio marinero de Santa María y de ahí al resto la ciudad gaditana.  

Las primeras epidemias de fiebre amarilla se remontan a los puertos del Caribe en el siglo XVI, posiblemente introducidas por el comercio de esclavos. Es una enfermedad tropical de origen vírico, cuyo término -amarilla- alude a la ictericia que presentan algunos enfermos. Endémica en algunas zonas de África, Sudamérica y Centroamérica, es transmitida a los seres humanos por la picadura de un mosquito infectado (aedes aegypti). Es propia de zonas marítimas cálidas y suele darse en ciudades portuarias y riberas de los ríos navegables, por lo que su localización fue limitada: junto a los brotes de Sevilla y Cádiz, destacaron los de Málaga (1803 y 1804), el primero de los cuales (julio-diciembre de 1803), trajo consigo la expansión de la epidemia por otras zonas de Andalucía y, a través de barcos guardacostas, por el levante mediterráneo.  

En nuestro país, ante la alarma de urgencia sanitaria, las autoridades pronto tomaron medidas higiénico-preventivas con la finalidad de salvaguardar la salud pública y evitar que la enfermedad siguiese propagándose. Se crearon las Juntas de Sanidad en todas las capitales de provincia y en las localidades cabeza de Partido Judicial, incorporándose a las ya creadas por Felipe V para hacer frente a la amenaza de la Peste de Marsella, originada por la llegada al puerto de la ciudad francesa de un barco infectado en mayo de 1720. Dichas juntas dependían de la Junta Suprema de Sanidad, institución político-sanitaria de carácter consultivo que ejerció su actuación en todo el territorio nacional. Entre sus funciones destacaba la preservación y protección de la población frente a epidemias y enfermedades infecciosas. También coordinaba los sistemas profilácticos basados en aislamiento (cordones sanitarios, lazaretos, etc.) y se dedicó a la racionalización y sistematización de normativa sanitaria, especialmente relativa a la sanidad marítima, supervisando las disposiciones de funcionamiento interno de los lazaretos, que fueron creados fundamentalmente en puertos y costas de mar para evitar el contagio con el almacenamiento e inspección de ropas y mercancías procedentes de países con enfermedades endémicas. En la costa andaluza destacaron los asentados en los puertos de Málaga y Cádiz.  

Mediante Real Orden de 19 de marzo de 1805 se dispuso que las capitanías generales se encargaban de los asuntos sanitarios, creándose las respectivas Juntas Provinciales de Sanidad, presididas por los capitanes generales. Los asuntos sobre sanidad marítima y terrestre debían trasladarse a la Secretaría de Despacho y Guerra.

El primero foco de la infección en Sevilla se remonta a finales de julio de 1800: primero en Triana, al otro lado del Guadalquivir, por las calles Sumideros, Sola y Plaza de Santa de Ana, para propagarse rápidamente al barrio de los Humeros y de ahí al casco urbano, a los barrios de San Vicente, San Juan de la Palma, San Román y Santa Catalina.

La Junta de Sanidad de Sevilla se nombró a finales de agosto de 1800 y estuvo en funcionamiento desde el día 23 de dicho mes hasta el final de la epidemia. Estaba compuesta por tres médicos socios de la Regia Sociedad de Medicina, actual Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla y por una diputación de la ciudad. Se estableció en el castillo de la Inquisición (San Jorge). La Regia Sociedad era el máximo órgano consultivo de la ciudad, que colaboraba con las autoridades para salvaguardar la salud pública y contaba entre sus funciones el estudio, inspección, profilaxis tratamientos en caso de epidemias.

Las autoridades de la ciudad pronto tomaron medidas para combatir el brote epidémico que ya había comenzado en el arrabal trianero: se prohibieron los enterramientos en las iglesias, se nombraron dos médicos, uno para el barrio de Triana y otro para el de los Humeros. Se estableció en Triana un hospital en el Convento de la Victoria, se habilitó en el mismo barrio el cementerio de la Torrecilla y la Junta de Sanidad prestó asistencia material y sanitaria al barrio de San Vicente. Además se supendieron las funciones de teatro y las diversiones públicas en general.

A primeros de septiembre, ante el progresivo avance de la enfermedad, se prohibió la comunicación entre barrios y ciudades contagiados (como El Puerto de Santa María, Jerez y Cádiz). Asimismo se habilitó provisionalmente parte del hospital de la Sangre o de las cinco llagas como hospital general de pacientes epidemiados. El día 5 se dispuso el cierre de las puertas de la ciudad, a excepción de la de Triana, del Arenal, de Carmona y de la Macarena (también la puerta de la Carne por no disponer de botica ni médico propios), vigiladas por un cabo y soldados o alguaciles. Se prohibió el acceso de toda persona con muebles y ropas procedentes de los barrios de Triana y de los Humeros que no presentaran la correspondiente fe de sanidad, que era utilizada para demostrar que no se padecía enfermedad contagiosa. Además de contar con este documento, las personas procedentes de zonas contagiadas debían guardar la debida cuarentena en el lazareto instalado en el convento de Santo Domingo de Portaceli, extramuros de la ciudad.

Tal era la situación de desesperación que el 19 de septiembre se celebró una procesión de rogativas con el Lignum Crucis de la Catedral de Sevilla y se subió a la Giralda para bendecir a los vecinos y pedir por el fin de la epidemia. Pese a todo, desgraciadamente la cifra de fallecidos no hacía más que aumentar. 

En octubre la situación continuaba siendo crítica: las arcas municipales estaban resentidas, escaseaban los bienes de primera necesidad y los auxilios a los más necesitados. Se suspendieron las corridas de toros. En noviembre parecía que la situación comenzaba a mejorar, disminuyendo considerablemente el número de fallecidos. El 23 de noviembre se cantó un solemne Te-Deum en las gradas de la Catedral en acción de gracias por el descenso de la epidemia. Una vez concluida totalmente, 10 de mayo de 1801 se volvería a cantar. Se estima que en torno a un 18% de la población perdió su vida en los meses que duró. 

En el verano de 1833 y hasta finales de 1834, otra enfermedad infecciosa, la llamada cólera-morbo asiática, procedente del delta del Ganges, azotó nuevamente a la población sevillana. Esta epidemia también tuvo graves consecuencias en la Sevilla decimonónica, registrándose nuevos brotes en los años 1854, 1865 y 1885. Es una enfermedad diarréica aguda, provocada por una infección intestinal por el bacilo Vidrio Cholerae. Se contrae al consumir aguas y alimentos contaminados y se contagia a través de las heces de los enfermos. Procedente del río Ganges en la India, este mal devastó extensas zonas Europa y América, entrando en la Península Ibérica en el verano del año 1833. Las vías de introducción en nuestro país fueron dos: desde Oporto por el puerto de Vigo y desde el Algarve por Huelva.

Declarada la epidemia en Huelva el 9 de agosto, la cercana ciudad de Sevilla actuó pronto con medidas higiénico-preventivas para hacerle frente: se ordenó la limpieza de domicilios y aseo de las calles, se prohibieron las reuniones públicas y espectáculos, se dispuso el cierre de teatros, la suspensión de corridas de toros, entre otras. No obstante, el contagio acabó llegando de nuevo a nuestra ciudad a través del arrabal de Triana. El primer foco epidémico se remonta a finales de agosto, poco días después de haber pasado la infección de Huelva al puerto de Ayamonte. La Junta de Sanidad sevillana declaró la epidemia el 4 de septiembre de 1833. En consecuencia, se dispuso la incomunicación de la ciudad con la Provincia y se crearon lazaretos.

Para evitar que la enfermedad siguiese propagándose entre la población, a primeros de septiembre se estableció un cordón sanitario cortando el puente de Barcas, haciéndose retirar a la orilla opuesta los buques, fondeados en los muelles del barrio de Triana. Asimismo, se estableció, con carácter provisional, un hospital para enfermos coléricos en el convento de San Jacinto y se habilitó como hospital para pobres epidemiados el Convento de la Trinidad. Durante el mes de septiembre la epidemia avanzaba virulentamente, pero a partir de mitad de octubre comenzó a mejorar de forma progresiva. A principios de noviembre se cantó de nuevo un Te-Deum en la Catedral en acción de gracias por haberse superado la pandemia. 

En ambas epidemias fueron implementados los preceptos higienistas en España y se propició una mayor concienciación, tanto en los sectores médicos como políticos, por la salubridad, la sanidad y el sistema sanitario.

Virgen de la Victoria Auto Criminal FT46

En el Archivo Histórico Provincial de Sevilla se conservan documentos pertenecientes a distintos fondos documentales en los que se reflejan el rastro de algunas de las epidemias que asolaron Sevilla en el XVIII y el XIX, evidenciando las medidas normativas que se tomaron por las autoridades sanitarias, el paso de la enfermedad por la ciudad, etc. Los documentos seleccionados para esta ocasión, además del que se puede leer al principio de este texto, son:

Localizado en un auto criminal sobre el fraude, el n.º 742. Destaca la imagen de la Virgen de la Victoria, acompañada de San Ciriaco y Santa Paula, patrones de la ciudad de Málaga.

Fondo documental de la Fábrica de Tabacos de Sevilla.

Fondo documental de la Escribanía de Guerra

Fondo documental de la Real Audiencia de Sevilla

La información que encontramos en estos documentos, como escribe Emilio Lledó, es la presencia de otro pasado que, como historia, llega infinitamente más lejos. Los documentos conservados en nuestros Archivos sirven, una vez más, para constatar hechos del pasado, entender y comprender mejor el presente y poder afrontar con más conocimientos el futuro.

Bibliografía consultada:

- VELÁZQUEZ Y SÁNCHEZ, José: Anales epidémicos. Reseña histórica de las enfermedades contagiosas en Sevilla desde la Reconquista cristiana hasta nuestros días (1866). Colección Clásicos Sevillanos, 12. Ayuntamiento de Sevilla, 1996.

- HERMOSILLA MOLINA, Antonio: Epidemia de fiebre amarilla en Sevilla en el año 1800. Talleres Gráficos OIGA, 1978.

- VARELA PERIS, Fernando: I Premio Dynamis de fomento a la investigación en historia de la medicina y la salud. El Papel de la Junta Suprema de Sanidad en la política sanitaria española del siglo XVIII. En DYNAMIS. Acta Hisp. Méd. Sci. Hist. Illus. nº 18 (1998), pp. 315-340.

- DE LA FIGUERA VOM WICHMANN, Enrique. Las enfermedades más frecuentes a principios del siglo XIX y sus tratamientos. [en línea] [Consulta: 16 de diciembre de 2020]. Disponible en web: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/29/16/11figuera.pdf

- VVAA. La fiebre amarilla en Andalucía a comienzos del siglo XIX. En Arte, arqueología e historia, nº 23-24 (2017), pp. 191-203.

- HAMER-FLORES, Alberto. La epidemia de fiebre amarilla de 1800 y su impacto en la Carlota, capital de las nuevas poblaciones de Andalucía. En Trocadero, nº 30 (2018), pp. 211-230. [En línea] [Consulta: 18 de enero de 2021]. Disponible en web: https://doi.org/10.25267/Trocadero.2018.i30.12

Para saber más:

- PORRÚA Y VELÁZQUEZ, Francisco: Historia de la epidemia llamada Cólera-Morbo que ha sufrido Sevilla en el año 1833. Imp. de Mariano Caro, 1834. Disponible en web:https://books.google.es/books?id=MVjyRX2iMXoC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

- VÉLAZQUEZ Y SÁNCHEZ, José: Anales de Sevilla. Reseña histórica los sucesos políticos, hechos notables y particulares intereses de la tercera capital de la monarquía, metrópoli andaluza. De 1800 a 1850. Sevilla, 1872. Disponible en web: http://www.cervantesvirtual.com/obra/anales-de-sevilla--resena-historica-de-los-sucesos-politicos--hechos-notables-y-particulares-intereses-de-la-tercera-capital-de-la-monarquia-metropoli-andaluza-de-1800-a-1850/

- La estadística y la Cartografía en las epidemias históricas acaecidas sobre Andalucía. Disponible en web: http://www.ieca.junta-andalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/blog/2020/06/estadistica-y-cartografia-epidemias-historicas-andalucia/

 

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