Mario Rodríguez

Aracena (Huelva)

Mario Rodríguez García, nació en Aracena en 1964. Ha publicado diversos artículos sobre la Guerra Civil, las Cantigas de Alfonso X el Sabio, y sobre la situación social en la Sierra de Aracena a principios del siglo XX, autor en colaboración con Paco Brioso del documental La Guerra Civil en Aracena (1996); colaboró en “La Gruta de las Maravillas” y “Cuenca Minera”; es autor del “El crecimiento de una catedral”, y del Estudio biográfico-literario “Al fuego que la abrasa”; los libros de poemas “Un desorden de Sensaciones” (1999), “Un corazón en la Sierra” (2000), “Cumbres Mayores” (2001), “Prohibido arrojar escombros” (2011), “La visita del nuncio” (en colaboración con José María Viera, 2014), “Gafas de cerca” (2015) y “Remanso de guerra” (2017); además de colaboraciones en colecciones poéticas como Cuadernos de Roldan (Sevilla, 2006-2016), Verdes escritores (Moguer, 2008-2015) y “Poetas con Miguel Hernández” (Rosal de la Frontera, 2010 y 2015); de la novela en cien relatos “El color del Olvido” (2005) y del libro de relatos “Omnes vulnerant” (2008). Entre sus conferencias abarca temas como “El nacimiento del maquis en la Sierra de Aracena”, “El asalto a los cuarteles de la Sierra”, “Patrimonio de la memoria”, “La novela negra”, “Las cantigas de Alfonso X el Sabio”, “La época del Quijote en distintos pueblos serranos” o “La Gruta de las Maravillas”.


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Obras:

Es una tentativa erótico-festiva de indagar en la relación amorosa. Huye de la descripción al uso, del poder y de la sumisión. Establece un criterio de acercamiento que roza como los dedos y reclama el acuerdo. No escatima sin embargo la sorpresa ni el descuido, la ternura o el alejamiento. Entre los poemas, nacen las pequeñas briznas del hayku, y el caudal desnudo del deseo.
Se divide en dos partes, Abierta en cuaderno y El tiempo que me queda. La primera parte traza la ruta desde el encuentro hasta la cumbre. La segunda mariza los perfiles de la emoción.
Si lo que buscas es un argumento, quizá no sea este el lugar adecuado. O sí. Si eres capaz de leer con una mano mientras, con la otra, palpas el poema a cuerpo.
 

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