Emilio Solís. Un compromiso vital con la Educación

 

 

Emilio Solís Ramírez es licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada y doctor en Didáctica de las Ciencias por la Universidad de Sevilla. Ha sido profesor de Educación Secundaria desde 1978, profesor del CAP y del Máster de Educación Secundaria en la Universidad de Sevilla. Asesor de Ciencias Experimentales en el Centro de Profesorado de Sevilla y subdirector del mismo.  Ha trabajado, con distintos grados de responsabilidad, en la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Socio fundador de la Sociedad Andaluza para la Divulgación de la Ciencia. Director del instituto Provincial de Educación Permanente de Sevilla y Profesor Asociado del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales de la Facultad de Educación de la Universidad de Sevilla.

 

 ¿Cómo llega un malagueño a Sevilla?

La verdad es que aunque mi nacimiento fue en Málaga, mi vida personal y profesional ha transcurrido por buena parte de Andalucía. En Málaga, donde nací, llevé a cabo mis estudios primarios y de bachillerato y una parte de la  Licenciatura, en el germen de lo que después sería la universidad de Málaga, el Colegio Universitario San Ciriaco y Santa Paula, que así le denominaban entonces. Después me licencié en Ciencias Químicas en la Universidad de Granada y me doctoré en Didáctica de las Ciencias, en la Universidad de Sevilla. He trabajado asimismo en Institutos de Málaga, Huelva y Sevilla, donde ahora resido y donde he terminado mi actividad profesional.

Como profesor de Secundaria, ¿por cuántos destinos ha pasado?

Pues han sido, como cualquier profesor con una dilatada carrera como la mía, bastantes y variados. Mis primeros destinos fueron en Antequera (Málaga) en el IES Pedro Espinosa. Después estuve, también en Málaga en el IES de Torrox, que entonces no tenía nombre ya que acababa de inaugurarse en los locales de un antiguo colegio de EGB. De Málaga pasé a la provincia de Huelva, donde estuve en el Instituto de Palos de la Frontera, cuando se encontraba en las instalaciones del Politécnico, lo que ahora es parte de la Universidad de Huelva, cerca de la Rábida. También en la provincia de Huelva, en el IES San Blas de Aracena y en el IES Juan Ramón Jiménez de Moguer. De Moguer llegué a Sevilla, donde trabajé en el IES La Paz (que ahora es el Salvador Távora) y, finalmente, en el IPEP de Sevilla.

¿Qué recuerdos o impresiones guarda de estos destinos? ¿Alguno le ha marcado profesionalmente más que otro?

De todos estos destinos, unos más breves y otros más prolongados en el tiempo, guardo recuerdos, que la memoria va seleccionando y dejando en ella los más agradables y fructíferos. De todas formas y sin menoscabo del resto de los Institutos en los que he estado, para mí tienen una especial relevancia dos de ellos. Uno es el IES San Blas de Aracena, en los años 80 del siglo XX, donde puedo considerar que dio comienzo mi proceso de formación en la profesión docente. Coincidimos allí un magnífico grupo de profesores y profesoras que nos embarcamos en proyectos de trabajo e innovación autónomos que acabaron desembarcando en nuestra participación en el proceso de Reforma de las EE. MM., siendo uno de los diez primeros IES de Andalucía que llevó a cabo esta experimentación. Creo que en esos años se asentaron las bases de todo mi posterior desarrollo profesional. El otro Centro es el IPEP de Sevilla, al que llegué en el año 2008, con toda la madurez profesional que había podido acumular y donde he terminado mi carrera docente con dos vertientes complementarias, aportando todo lo que había podido atesorar de experiencia y conocimiento en mi trayectoria y a su vez aprendiendo una forma distinta de acercarme a la educación, en este caso de personas adultas, de la mano de un grupo de profesores y profesoras muy experimentado y del alumnado de este centro.

En el CEP de Sevilla ha sido asesor y subdirector, ¿qué destaca de esta etapa?

Fue una época muy productiva intelectualmente y de alguna manera sirvió para poner en práctica, en relación con la Formación Permanente del Profesorado, todo lo que había ido aprendiendo en mis años previos de docencia y de propia formación, fruto de lecturas, investigación, trabajo en grupos con otros profesores y profesoras, asistencia a cursos, etc. Durante esa época también estuve en los cursos de doctorado y realicé mi tesis, precisamente sobre la Formación Inicial del Profesorado de Secundaria de Ciencias, lo que me permitió estructurar, ordenar y formalizar todas las cosas que había ido aprendiendo de manera más o menos desordenada y a veces autónoma. También en esa etapa y en colaboración con mi compañero de asesoría Manuel Luna y de uno de los fundadores de Argos, Josechu Ferreras, a raíz de un ciclo de conferencias que se organizó en el CEP, que se llamaba “La Ciencia en el umbral del siglo XXI”, cristalizó la idea de la Feria de la Ciencia, de la que ya se ha celebrado este año la 16ª edición. Por otra parte, trabajar con el profesorado en su formación también presenta muchas satisfacciones y creo que además es una de las prioridades que la Administración Educativa debe plantearse, tanto la Formación Inicial como la Permanente.

En sus puestos en la Consejería de Educación, concretamente en la Dirección General de Innovación Educativa y Formación del Profesorado, ¿qué trabajos realizó?

En la Consejería de Educación estuve cuatro años, tres de ellos como Jefe de Servicio de Innovación Educativa y uno como Director General de Innovación Educativa y Formación del Profesorado. Fue una etapa muy enriquecedora, ya que el estar un tiempo en la Administración te permite contemplar la educación desde una perspectiva más global. La gestión es compleja y con muchas implicaciones, lo que te hace pensar bastante las actuaciones que se deben llevar a cabo. Coincides además con otras personas que tienen un grado de conocimiento importante de esa globalidad y te ayudan a situarte y aprender. De aquella época, recuerdo fundamentalmente la puesta en marcha de los Grupos de Investigación Educativa desde la perspectiva de la enseñanza no universitaria, aunque en colaboración con la Universidad, contribuir en el desarrollo del Plan de Igualdad en Educación, trabajar en el desarrollo de la inmersión de los centros en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, la unificación en una sola convocatoria de todos los planes y proyectos, relacionados con la innovación y la mejora que impulsa la Consejería de Educación y trabajar con los CEP desde ese puesto, habiendo estado antes en el CEP de Sevilla, lo que me daba un conocimiento de la red de formación que creo me ayudó a gestionar su gran complejidad.

 

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En 2008 llega al IPEP de Sevilla y allí se sumerge en el mundo de la educación para personas adultas. Cuéntenos esa experiencia. ¿Qué diferencias destacables diría que hay entre el régimen de enseñanza ordinaria y el de adultos?

Como he indicado antes, para mí ha sido una de las etapas que ha marcado mi vida profesional. La educación de personas adultas tiene bastantes características que la diferencian de las enseñanzas ordinarias. Hay unas evidentes, como horarios, currículo, sobre todo en la Enseñanza Secundaria de Adultos, la modalidad de semipresencial, etc., pero quizás las diferencias más importantes se localizan en las características del alumnado.  El número de alumnos y alumnas de este centro es muy numeroso y sus circunstancias de edad, académicas, vitales, laborales, sociales y culturales son muy diversas. Esto implica que la enseñanza que se imparte intente responder a una gran variedad de necesidades, intereses, dificultades de aprendizaje, etc., de forma que les permita a cada uno el máximo desarrollo de las potencialidades que posee. Además, la carga experiencial que en muchos casos traen, sobre todo los que tiene mayor edad, permite partir de esos propios conocimientos experienciales para ir construyendo, con ellos, nuevos significados y nuevos conocimientos. Por otra parte, el haber sido director del centro durante los últimos cuatro años, me permitió trabajar con un conjunto de personas del equipo directivo, con la suficiente formación e implicación en el desarrollo de las actividades docentes del IPEP, poniendo de manifiesto la verdadera importancia del trabajo cooperativo.

En  relación con los IPEP, pienso que este tipo de centros podrían potenciarse más, si se incluyen enseñanzas y actividades que ahora mismo no se imparten en ningún sitio o que son difíciles de acceder a las mismas por la escasez de centros que las imparten; hablo de  acceso a ciclos formativos, cursos de competencias claves, actualización de idiomas y de lengua española, trabajo con personas que ya titularon hace tiempo y quieren reingresar al sistema educativo y al mundo laboral, en definitiva, potenciar el “aprendizaje a lo largo de la vida”.

¿Su adaptación a las nuevas tecnologías fue difícil? ¿ya tenía conocimientos informáticos cuando tuvo que impartir clases en la modalidad semipresencial?

Aunque, por edad, no me puedo considerar lo que se llama un “nativo digital”, es cierto que desde muy al principio de mi carrera profesional, ha sido un tema que me ha interesado y que he considerado fundamental para contribuir a la mejora de la enseñanza y la educación, sea cual sea el nivel educativo. Ya en Aracena, antes de existir el Plan Alhambra de la Consejería, con algunos compañeros, utilizando televisores en desuso y ordenadores tipo Spectrum y Commodore, montamos una pequeña aula de informática. Hablo de los años 1984 -1986. Además mi paso por el CEP y por la Consejería me ayudó a terminar de adquirir una formación que me ha permitido asumir las exigencias que la enseñanza semipresencial demanda.

También ha sido profesor universitario, ya que ha impartido clases en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. ¿Cuántos cursos estuvo como profesor?, ¿qué materias impartió?

En la Universidad, he estado muchos años de colaborador honorario, que así se llama y ahora aún lo soy. Como profesor asociado, he estado nueve cursos. Durante esos años, aunque con cambio de planes de estudio incluido, me he dedicado, fundamentalmente, a la asignatura de Didáctica de las Ciencias Experimentales en Segundo del Grado de Educación Primaria y a la asignatura de Innovación e Investigación en Física y Química en el Máster de Educación de Secundaria, desde que se empezó a impartir hasta que dejé la facultad hace un curso.  He colaborado con el Aula de la Experiencia de la Universidad de Sevilla. En el apartado de investigación, también he dirigido algunas tesis y he publicado algunos libros y capítulos de libros, unas decenas de artículos,  participación en congresos y jornadas nacionales e internacionales, es decir, lo que implica el trabajo universitario.

 

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A lo largo de su dilatada trayectoria pedagógica, ¿en qué nota que ha cambiado la educación en estas décadas?

Esta pregunta daría para un tratado completo, ya que son muchas las circunstancias que han cambiado, no solamente en la educación, sino también en la sociedad en que el sistema educativo está inmerso. Uno de los aspectos que a mí me llama la atención es que a veces el sistema educativo no es permeable a los cambios externos que se dan en la sociedad. Se suele comentar que se dan clases a personas del s. XXI por profesorado del s. XX y con contenidos del s. XIX. Esto, como cualquier frase estereotipada y breve, no recoge toda la complejidad que el tema suscita, pero sí es cierto, que no se están teniendo en cuenta por parte de todos los actores implicados, algunas cuestiones: el profesorado ya no es el depositario de todo el saber, hay otros muchos medios y posibilidades que pueden acercar el conocimiento al alumnado. Por otra parte alumnado y profesorado se desenvuelven en un mundo en el que la comunicación se maneja de manera inmediata y asimismo, es breve, compacta, sintética, simbólica, etc. Esta situación afecta a la capacidad de sosiego y reflexión necesarias para abordar un conocimiento construido socialmente dentro del aula y de una manera cooperativa. Estos para mí son los dos factores más determinantes en los cambios que se han producido y a los que aún, probablemente, no se les está haciendo frente de manera significativa ni se están planteando alternativas viables.

¿Hay algún alumno o caso especial que recuerde con más emoción en todos estos años?

Son muchas las anécdotas y recuerdos acumulados a o largo de todo este tiempo. Una quizás que se me ha quedado en la memoria fue la respuesta de una alumna de 2º de bachillerato o COU (no recuerdo qué curso era entonces), que cuando les comuniqué que me marchaba al CEP se indignó y me dijo que no lo entendía y que le explicara las razones. Aparte de la satisfacción que te pueda producir que una alumna no desee “perderte de vista”, me obligó sobre la marcha a realizar una reflexión y consideración sobre lo que me estaba planteando. Esa reflexión la escribí después en la introducción de mi tesis, fundamentalmente como un alegato de la importancia de la Formación del Profesorado y de la defensa de una escuela pública de calidad. 

¿Qué modelo pedagógico ha guiado su carrera educativa?

Precisamente la investigación sobre los modelos didácticos del profesorado ha sido una de las líneas de trabajo e investigación que más me ha interesado a lo largo de mi vida profesional. Diría que he intentado trabajar de acuerdo con un modelo en el que la finalidad de la enseñanza es enriquecer y complementar el conocimiento que ya posee el alumnado, trabajando unos contenidos que sean integradores y que estén conectados lo más posible, con la realidad y los problemas socio-ambientales que tenemos planteados, considerando como punto de partida las ideas que nuestro alumnado ya tiene en su cabeza, no son vasos vacíos. El trabajo en el aula está ligado a una metodología que les permita investigar y construir socialmente el conocimiento y con una evaluación que sea  un proceso formativo y regulador de su proceso de enseñanza, y no simplemente una repetición memorística de los contenidos tratados en clase.

¿Cree que la educación tiene que adaptarse a los cambios sociales?

Esta es una pregunta a la que nadie se atreve a decir que no. Claro que sí, otra cosa es que tengamos la capacidad de adaptación suficiente. Tal como he dicho en respuesta a otra pregunta anterior, creo que lo más importante es adecuarnos a los roles que la sociedad y sus cambios nos están planteando y, partiendo de esas premisas, conseguir que nuestro alumnado se sienta protagonista de su propio aprendizaje. Eso que ya hace muchos años decía el Informe Delors “La educación encierra un tesoro”, el aprender a aprender.

Ya lleva casi un año jubilado, ¿qué echa de menos de la actividad docente? ¿a qué se dedica ahora?

Fundamentalmente, el contacto con los alumnos y alumnas y también el trabajar con los compañeros y compañeras. Sigo intentando estar al día en algunas cuestiones generales, aunque la perspectiva de lo cotidiano, de la bendita rutina se va perdiendo. Me dedico a lo que me imagino que se dedican la mayoría de las personas que se jubilan, a una gestión más sosegada del tiempo, a disfrutar de paseos, lecturas, cine, estar con la familia y los amigos. A nivel más relacionado con lo docente, sigo colaborando, de forma desinteresada, en algunas actividades con la Facultad de Educación y escribiendo algunos artículos de investigación.

 

Muchas gracias, Emilio, por sus aportaciones al mundo educativo desde todos los ámbitos, por su entrega desinteresada a esta profesión docente tan vocacional, por su trabajo día a día para la mejora del sistema educativo y, en definitiva, por su compromiso vital con la educación.