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El lince ibérico (Lynx pardinus, Temminck,1827), es
el felino actualmente más amenazado del planeta, siendo clasificado recientemente
como “en peligro crítico de extinción” por la UICN, amenaza mayor con que
esta organización categoriza antes de que una población se extinga. Este lince,
es además endémico de la Península Ibérica, es decir único y originario de
tierras españolas y portuguesas. Su vida gira en torno a formaciones vegetales
denominadas “monte mediterráneo” y a su presa favorita, el conejo, también
originario de la Península Ibérica. Nos encontramos pues, ante un carnívoro
altamente adaptado al medio en el que se ha desarrollado durante miles de
años. Este medio ha sido transformado de manera progresiva y en el siglo XX
de forma más acusada en otro tipo de formaciones vegetales, en cultivos o
en núcleos urbanos. Los escasos lugares conservados fueron fragmentados y
aislados entre ellos, complicando más la biología del lince ibérico.
Para entender mejor como ha llegado a la situación actual, profundicemos más
en quién es nuestro protagonista.
Ecología trófica del lince ibérico: ¿Qué come un lince?
El lince ibérico es un carnívoro especialista del conejo de campo (Oryctolagus
cuniculus), es decir el conejo representa de un 85 a un 100% del total
de su dieta variando este margen por la disponibilidad de su presa según épocas
del año y ubicación geográfica de las poblaciones del felino. Tan especializado
está en esta presa, que su peso y por tanto sus requerimientos energéticos
se han adaptado a los que le aporta un ejemplar adulto de conejo al día, es
decir, entre 600 y 1000Kcal.
Como antes esbozábamos, el lince ibérico es un predador especializado en el denominado monte mediterráneo. Ha evolucionado en este tipo de formación vegetal, adaptando su fisonomía para pasar prácticamente inadvertido en este y desarrollando un tipo de caza adecuado a los claros existentes entre las formaciones densas de matorral.
El monte mediterráneo está constituido por un estrato arbóreo
dominado por la encina (Quercus ilex) y el alcornoque (Quercus
suber), principalmente encontrando también acebuches (Olea europaea
var. Silvestris), piruétanos (Pyrus sp.) y fresnos (Fraxinus sp.). El estrato arbustivo es el que más representa este tipo de
formación y en el podemos encontrar lentiscos (Pistacia lentiscus),
labiérnagos (Phyllyrea sp.), madroños (Arbutus unedo) y diferentes
especies de jaras (Cistaceae) y brezos (Erica sp.) Cuando el monte mediterráneo es maduro, presenta un paisaje en
mosaico de pequeños parches de matorral denso intercalados con pequeñas zonas
abiertas donde crece pasto. Este mismo tipo de hábitat es el que los conejos
seleccionan para establecerse.
La importancia como vemos, tanto para lince como para conejo del monte mediterráneo
es vital, ya que a ambas especies, esta formación vegetal les proporciona
cobijo y alimento en última instancia.
Los linces son animales territoriales, es decir, una vez que
se asientan en una zona capaz de mantenerles, la defienden frente a otros
predadores, tanto de su especie como de otros carnívoros que puedan competir
en su dieta. Dependiendo de la calidad del territorio, un individuo defenderá
la extensión mínima que le permita establecerse y criar. Esta zona defendida
por un individuo es lo que se denomina área de campeo y se han identificado
tamaños muy diferentes para diferentes linces oscilando entre 4 y 20 Km2
. La población de Doñana ha sido la más estudiada hasta el momento y
en ella los tamaños medios de las áreas de campeo de las hembras fueron de
5,3 a 12,6 Km2 y de los machos de 10,3 a 16,9 Km2. Los
tamaños de los territorios de los machos son, en general, algo mayores que
los de las hembras, pudiendo solaparse territorios de individuos de diferente
sexo.
El área de campeo es recorrida por el “dueño” de esta en las horas de crepúsculo
principalmente, marcando sus límites con excrementos y orina en lugares detectables
para cualquier otro carnívoro que se acerque a sus límites. Mediante estos
marcajes, informan además a sus congéneres de su sexo y estado hormonal, facilitando
una organización entre territorios de linces de distinto sexo. Los linces,
por lo general, son animales solitarios, que únicamente se reúnen con un adulto
de sexo contrario en época de apareamiento y ocasionalmente después de la
cría, cuando los cachorros campean con su madre.
Los adultos entran en celo entre diciembre y enero, siendo
este de los pocos momentos en los que se pueden ver a machos y hembras juntos.
Se atraen con marcas olorosas y se llaman con desgarradores maullidos. Se
ha observado que de forma normal, hembras sanas con un territorio establecido,
no crían todos los años, algo no extraño en un animal relativamente longevo
como es el lince.
Tras la fecundación, la hembra busca una paridera y prepara esta y otros lugares
donde trasladar los cachorros después de un tiempo de nacidos. Los lugares
elegidos, dependen de la disponibilidad de estructuras de la zona. En Doñana
utilizan arboles huecos de gran envergadura principalmente mientras que en
Sierra Morena son las pequeñas cuevas o grietas naturales de la roca la oquedad
más utilizada.
Entre uno y cinco cachorros nacen a lo largo de los meses de abril y mayo,
siendo el número más habitual el de tres cachorros. De ellos, normalmente
son solo dos los que llegan a jóvenes preparados para buscar su propio territorio.
Con seis meses, ya son capaces de cazar para subsistir, aunque con numerosos
intentos vanos.
Aunque los linces en libertad llegan a vivir hasta 13 años, parece que dejan
de criar con edades próximas a los 10 años.
A partir de los ocho meses de edad, los linces comienzan la
búsqueda de un territorio propio. Los machos jóvenes son los que habitualmente
dispersan antes y lo hacen a lugares más alejados del área natal. Los jóvenes
en ocasiones son consentidos en el territorio de la madre hasta los dos años
de edad, permaneciendo incluso con su progenitora mientras cría el año siguiente.
Es a partir de los dos años de edad cuando una hembra normalmente puede criar,
pero no lo hará si no tiene un territorio propio, por lo que con esa edad,
irremediablemente ha de buscar un espacio propio.
La dispersión, debido a la desaparición y fragmentación del monte mediterráneo,
es posiblemente la etapa más dura actualmente para la especie. Cerca del 66%
de los linces radio seguidos en Doñana murieron en esta etapa sin conseguir
establecerse en un nuevo territorio.
Tabla "Ciclo de vida del Lince"