Entorno a Benaocaz es común ver grupos de montañeros que se equipan para pasar el día frente a una pared, escalando y descansando bajo el reconfortante sol invernal.
Para escalar se requiere tanto de la fuerza de las piernas como de los brazos; pero cualquier persona, sea cual fuere su cualidad física, puede, al menos, subir unos metros en las vías más cortas y sencillas. Tanto en estas como en las de gran altura, en las que el peligro es considerable, se debe de tomar todas las medidas de seguridad pertinentes, valiéndose de un buen equipo de protección y un guía experimentado.
Benaocaz es, precisamente, un buen lugar para iniciarse en la escalada deportiva, donde encontramos tres zonas autorizadas y habilitadas paraello: la Veredilla, Cintillo o Aguanuevas y la Diaclasa.
Para llegar a la Veredilla, partiendo desde Ubrique, esta sale al paso a la izquierda según subimos por la carretera. En el kilómetro 17 existe una zona para dejar el coche. Desde aquí se cruza la carretera andando y se continúa hasta saltar un muro de piedra. A partir de ahí, es fácil divisar a los diestros escaladores a varios metros de altura en paredes casi imposibles.
La escalada se suele realizar a través de una vía previamente construida por expertos que se aventuran en su ascenso sobre la roca utilizando como única ayuda un calzado especial. Todas las vías tienen los nombres con las que han sido bautizadas por los que las equipan: sus creadores.
Anteriormente, las chapas por las que discurren las vías se clavaban en la roca con un utensilio llamado burilador. Asegura Juan Francisco Barea, avezado escalador de la zona, que se tardaba hasta dos horas en colocar una sola chapa. Hoy en día se realizan con un taladro a batería.
Tenemos que tener en cuenta que, antes de abrir nuevas vías o escuelas de escalada, así como el reequipamiento o el desequipamiento de las vías ya existentes, hay que solicitar su autorización en la Dirección de este Parque Natural, puesto que podemos afectar a especies de fauna o flora, o incluso algún recurso geológico que pase desapercibido.
Para el descenso es frecuente utilizar un sistema llamado rapel, sobre todo para superficies verticales donde la bajada sería, de otra forma, algo compleja e insegura. El material requerido es: una cuerda, el arnés y el descendedor (ocho, stop…). Además de esto, añade Barea, hace falta "disposición, arrojo y un poco de técnica".
Al igual que en la escalada, es necesario ir acompañado, si se es novato en la práctica, con una persona que enseñe las artes necesarias para un descenso firme y que conozca bien el terreno y las zonas habilitadas para realizar este deporte, ya que no hay que olvidar que nos encontramos con un espacio protegido, por lo que hay que atenerse a lo dictado en su Plan Rector de Uso y Gestión.
Tampoco debe faltar, como dice Barea, "interiorizar que la escalada es mucho más que un deporte, es un modo de relación con los compañeros, con el entorno natural, de disfrute y distendimiento, donde el reloj es el sol que nos acompaña y el cielo que nos ampara", aunque, eso sí, en otros momentos puede que las condiciones meteorológicas no sean tan propicias.
Los principiantes que decidan probar este deporte pueden hacerlo a través de empresas de la zona como Horizon Naturaleza y Aventura, Al-Qutun, Zahara Catur, Pangea Active Nature, Amatur o Aljibe Actividades en la Naturaleza, que cuentan con el distintivo de la Marca Parque Natural de Andalucía. Estas entidades proporcionarán a los excursionistas el material necesario: pies de gato (calzado), cuerda, arneses, cintas exprés, aseguradores (ocho, logic, gri-gri, reverso, shunt...).
La Manga de Villaluenga
Otro lugar recomendable para visitar en la Sierra de Grazalema es la Manga de Villaluenga, una gran depresión natural de unos seis kilómetros de largo por la que discurre una calzada romana que unía Ocurri y Lacibula (Ubrique y Grazalema, respectivamente), ahora bajo la carretera.
Es un terreno de naturaleza caliza que recibe importantes precipitaciones a lo largo del año, por lo que se pueden observar los típicos fenómenos kársticos, con gran número de simas (la de Villaluenga, la del Republicano o la del Cao) y cuevas, como la Cueva del Nido.
Los expertos han encontrado evidencias de la existencia de una ocupación humana prehistórica en esta sierra gaditana. Así, en la Cueva del Nido -o, como la conocen los lugareños, Cueva de la Umbría- destacan una marmita del Neolítico, unos huesos del Paleolítico Medio, además de un gran valor natural protagonizado por sus estalagtitas y estalagmitas, muchas de ellas excéntricas (que crecen en horizontal debido a las corrientes de aire).
Para acceder a estas cuevas deberemos tener experiencia previa en prácticas de espeleología, así como autorización del Parque Natural.