IMA 2017. Informe de Medio Ambiente en Andalucía

382 sobre relieves movidos y asociados a usos poco protectores del suelo (olivar y leñosos en secano) en los Montes Occidentales y piedemonte de Sierra de Loja, y leñosos en secano y matorrales dispersos en las áreas más cercanas a la costa de Sierra deTejeda y Almijara y La Contraviesa, áreas donde son frecuentes también episodios de alta torrencialidad de las precipitaciones. Jaén, Cádiz y Málaga presentan los registros más altos de pérdidas (altas y muy altas) con superficies provinciales afectadas que se extienden por un 19,4, 20,2 y 26,2%, de sus respectivos territorios. En Jaén, los mayores niveles se localizan en áreas donde la combinación olivar-fuertes pendientes es protagonista. Esto ocurre en los piedemontes de las Sierras de Cazorla, Santa Coloma y Sierra Mágina y en las áreas más movidas y margosas de las Campiñas Altas, colindantes a Córdoba, y de la comarca de Las Lomas. Cádiz, provincia donde se registran los mayores niveles de erosividad de la lluvia, que explican los altos niveles de pérdidas de suelo, concentra las áreas afectadas en zonas del piedemonte de las Sierras de Grazalema y Alcornocales dedicadas a usos agrícolas (herbáceos en secano y olivar), a las áreas de mayor pendiente de las campiñas dedicadas al secano y a las zonas de matorrales dispersos de baja protección en las propias sierras. Málaga se muestra como la provincia que presenta una mayor superficie afectada por fuertes pérdidas de suelo. La confluencia de relieves montañosos y usos poco protectores y baja cobertura de la vegetación natural hace que resulten muy afectadas gran parte de Sierra Bermeja y de los Montes de Málaga y la Axarquía. Sólo las depresiones de Antequera y valle del Guadalhorce muestran bajos niveles de pérdidas, principalmente debido la planitud de su relieve. Del análisis de la serie temporal disponible es necesario destacar que el número de años por debajo de la media de pérdidas de suelo, dobla al de los años donde éstos la superan: es clara expresión de nuestro clima la alternancia de periodos secos, con episodios periódicos de fuertes precipitaciones, los cuales provocan fuertes movilizaciones de la capa superficial del suelo. Como claro ejemplo de estos extremos destacan los años 1996 y 1997 como exponentes de los máximos eventos erosivos, especialmente 1996, donde se registraron pérdidas un 86% superiores a la media y en el cual todas las provincias andaluzas sufrieron fuertes incrementos, doblándolas y en algunos casos

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