Página 116 - Granada

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Antonio Jiménez Torrecillas
Arquitecto, ETSA de Granada
E
l valle del Darro es el ecosistema más frá-
gil y de mayor valor paisajístico que salva
el declive entre las formaciones alpinas
del oligoceno y la llanura aluvial más re-
ciente de la vega del Genil. Nos encontramos con dos
grandes unidades territoriales —Sierra y Vega— que
actúan como fondos paisajísticos, entre los cuales se
emplaza la ciudad de Granada.
Si Granada es fundamentalmente un paisaje, no cabe
duda de que el paisaje de mayor valor lo protagoniza
el entorno del río Darro. Según los datos extraídos
del callejero de Granada en el centro urbano existen
119 caminos, cuestas y callejones, 111 placetas y pla-
zas, 26 paseos, aceras y carreras, 3 avenidas y 33 mi-
radores. Granada es fundamentalmente un paisaje.
Negar una perspectiva en Granada es tan grave como
demoler cualquiera de sus principales monumentos.
Junto a la colina de la Alhambra y del Generalife, las
colinas del Albayzín y del Sacromonte enmarcan los
últimos tramos del valle del Darro y de su vega, mi-
lagrosamente intacta. Los cerros de San Miguel y del
Sacromonte son claves en la comprensión del paisaje
de esta ciudad. Son fondos naturales desde el interior
de los palacios nazaríes de la Alhambra. También son
jardines lejanos del Generalife. Y, cómo no, final de
perspectiva de la ciudad río arriba.
La expansión de la ciudad hacia los terrenos llanos
ha permitido la preservación, a lo largo del valle del
Darro, de todos sus componentes territoriales en
una secuencia dotada de una singularidad excepcio-
nal. Diversos modos de ocupación y explotación se
suceden, desde los asentamientos rurales en cortija-
das y cortijos de las zonas más altas del valle, hasta
los regadíos de la vega del Darro. El corredor natural
que constituye este valle facilitó su uso como eje
de comunicaciones con el Levante y la aparición de
modos de vida ligados a las explotaciones ganade-
ras, a la vez que permitió la implantación del hábitat
troglodita en casas-cueva, según modelos importados
de las comarcas levantinas y de la Hoya de Guadix.
Tejido residencial que, aguas abajo del río, se estrati-
fica sin solución de continuidad desde el siglo XIV al
XXI en tan solo unos kilómetros.
A lo largo de este itinerario jalonado en un extremo
por las casas cueva (modelo cuyo hábitat troglodita
representa un sistema de vida aparentemente pri-
mitivo y arcaico) y, en el otro, por el edificio de Caja
Granada (deudor de las principales corrientes de las
vanguardias arquitectónicas a caballo de los siglos
XX y XXI) se despliega una secuencia viva, ordenada
cronológicamente, en una sección en la que los estra-
tos se suceden linealmente, de forma horizontal y no
en vertical, tal como nos han enseñado los principios
de datación arqueológica.
La decisión de habitar la colina de la Alhambra hizo
que desde el siglo XIII el Darro pasara de ser borde
de la ciudad a convertirse en su eje central. Y ha sido
precisamente la pequeña escala de este río, su aparente
poca importancia dimensional y el insignificante ta-
Al hilo
del Darro
Granada a vista de pájaro con el Darro en el centro.
A. Guesdon, hacia 1860
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
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