Página 64 - Granada

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De la nieve al trigo,
la regulación del agua en Granada
Antonio Castillo Martín
CSIC y Universidad de Granada
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre
Federico García Lorca
SIERRA NEVADA
, el
Mons Solorius
de los romanos,
la
Yabal Sulayr
de los árabes o la Montaña del Sol
y del Aire, y Sierra de la Helada de los cristianos,
ejerció siempre una profunda fascinación en el hom-
bre. En la lejanía, por encima de las nubes, aparecía
suspendido del cielo un increíble telón de montañas
blancas. Tan al Sur, tan cerca del cálido Mediterrá-
neo y de la ardiente África, aquellas nieves perpetuas
eran un espectro, un faro, un potente imán, un irre-
sistible destino en definitiva.
Pero una vez a los pies del gigante, la fascinación ya
no se dirigía hacia las albas cumbres, sino hacia una
inmensa y desconocida vega que había permanecido
oculta a todas las miradas hasta entonces. Una vasta
llanura aluvial que se perdía de vista entre brumas
hacia poniente, atravesada por impetuosos ríos. Y en-
tre la montaña y el llano, unos suaves pies de monte
bien asolanados por los cortes de los ríos.
Queda esbozado así el idílico tapiz que debieron con-
templar nuestros antepasados. Y así fue como suce-
sivas civilizaciones eligieron aquel lugar para fundar
sus ciudades. Y al ritmo de las necesidades, el hombre
fue domesticando las aguas como mejor supo. Mu-
cho trabajo ya estaba hecho por la naturaleza. Buena
parte de las aguas de Granada afloraban en buenos
manantiales en sus alrededores, como los de Alfacar
o los del río Darro, sin olvidar otras fuentes más
humildes desperdigadas por arrabales y extramuros
de la ciudad. Todas estas aguas ocultas, incluidas las
de minas, pozos y norias, garantizaban suficientes
caudales en estiajes y secas. Sólo había que conducir-
las y aprovecharlas. Y así fue como se construyeron
diferentes acequias, como las del río Darro, y entre
ellas la del Rey (Real), para suministro de gran parte
de la ciudad y de la fortaleza cimera de la Alhambra.
Allí dejaron los árabes un proverbial legado histórico
de sensibilidad, manejo y juego del agua.
En la solana, al otro lado del río, quedaba la ciudad
vieja, con las cuevas del Sacromonte y los huertos del
Albayzín, hasta donde fueron sabiamente conducidas
las aguas de la Fuente de Alfacar (Grande) a través de
la acequia de Aynadamar.
Área de cumbres de Sierra Nevada, con el Mulhacén y el Veleta al fondo.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
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