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Málaka

fenicia

Cuando los fenicios llegan a la bahía de Málaga en el siglo IX a. C., el aspecto de la

costa era muy diferente del actual. Dos grandes entrantes navegables se abrían en las

desembocaduras de los ríos Guadalhorce y Guadalmedina sirviendo de magníficos

puertos naturales, en medio de un entorno de marismas, lagunas y dunas.

El primer asentamiento fenicio se situó en un islote en la desembocadura del Guadalhorce,

en el paraje de La Rebanadilla, trasladándose luego al Cerro del Villar, aguas abajo. Las

inundaciones y la progresiva colmatación de este espacio de albufera motivaron que la

población se mudara en la segunda mitad del siglo VII a. C. a la vecina desembocadura del Guadalmedina, el solar de

Málaga. En el siglo VI a. C.,

Málaka

aparece configurada como un núcleo consolidado, fuertemente amurallado, aunque

se conozca mal su topografía, dada la gran profundidad a la que aparecen los niveles arqueológicos fenicios. Es muy

posible que en estos momentos se organizase ya como una ciudad-estado con un floreciente comercio marítimo,

lo que pudo justificar también el interés de los griegos por participar en el tráfico de la ruta del Atlántico, siempre

bajo control fenicio. Quizás sea ésta la razón de las referencias literarias a una supuesta ciudad griega en esta costa,

denominada

Mainake

. La

Málaka

fenicia debió administrar y controlar el territorio circundante, donde se introdujeron y

aplicaron los métodos agrícolas y los cultivos conocidos en el Próximo Oriente desde hacía siglos.

Moneda púnica de bronce del

siglo III a. C. acuñada en Málaka.

Museo Arqueológico Nacional.

Ánfora de los siglos VIII-VII a. C.,

de procedencia griega, hallada en

el asentamiento fenicio del Cerro

de Villar. Museo de Málaga.

Colgante de oro con motivos de inspiración egipcia, procedente de

Málaga, siglos VII-VI a. C. Museo Arqueológico Nacional.

A la derecha, medallón de oro del siglo VII a. C. de la necrópolis fenicia

de Trayamar, en las cercanías de Vélez Málaga. Museo de Málaga.

Plato cerámico fenicio,

siglos VII-VI a. C., Cerro del

Villar. Museo de Málaga.

[

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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D

MÁ L A G A I N D U S T R I A L Y P O R T U A R I A . 1 8 8 0 [

2 1

]

Unas condiciones generales más húmedas

amortiguan la estacionalidad de los ríos

Guadalhorce y Guadalmedina y facilitan el

aprovechamiento de sus aguas.

En áreas montuosas del

interior predomina el monte.

La degradación de estas

formaciones forestales es

incipiente, aunque la ganadería

y la minería empiezan a dejar

sentir su efecto.

La existencia de santuarios

periurbanos, como los del

cerro de la Tortuga y el de San

Julián, confirman una extensa

ocupación del territorio en estas

fechas tempranas.

Los fenicios extienden la triada

del olivo, la vid y los cereales

alrededor de

Málaka

y los

poblados circundantes sobre

los terrenos más idóneos para

el cultivo.

En el entorno de la plaza de San

Pablo hubo un poblado entre

los siglos VIII y VI a. C., con

fondeadero en el estuario del

Guadalmedina. Otro poblado

indígena de ocupación más corta

se sitúo en Cerro Cabello.

El principal fondeadero de

Málaka

fenicia debió ubicarse

en la antigua desembocadura

del arroyo del Calvario, que

desaguaba en la ensenada del

Guadalmedina.

La ciudad fenicia se abastecería de agua

procedente del río Guadalmedina y sus

arroyos tributarios, así como de la lluvia.

Las necrópolis de

Málaka

se encontraban fuera del

recinto amurallado en las faldas de la Alcazaba, en

Gibralfaro y en la otra margen del Guadalmedina.

El cerro de Gibralfaro, ocupado

desde el siglo VI a. C., se

aprovecha como atalaya de

vigilancia y control del litoral.

La costa era más recortada que en la

actualidad, pues el relleno sedimentario

es todavía incipiente. Los promontorios

de la Alcazaba y Gibralfaro son aún

acantilados marinos vivos.

Numerosas embarcaciones

vienen y van del Mediterráneo

oriental. Traen sobre todo

productos manufacturados.

Málaga es una importante escala

en las rutas del Océano más allá

de las columnas de Hércules,

hacia las comarcas metalíferas de

Sierra Morena y el estaño de las

legendarias islas Kassitérides.

Una vez consolidada

Málaka

, a principios del

siglo VI a. C. el ámbito del Guadalhorce se

configura como espacio agrícola, mientras

el Cerro del Villar se transforma en área de

producción alfarera.

Los cursos del Guadalhorce y

Guadalmedina se configuran

ya como ejes de articulación

territorial, conectando la costa

con las tierras del interior.

La deriva litoral

acumula sedimentos en

desembocaduras de ríos

propiciando el desarrollo

de albuferas, marismas,

lagunas litorales y sistemas

de dunas.

Algunas casas del Cerro del Villar son

de dos plantas con patio central. El

nivel inferior lo ocupan almacenes,

cocina, taller y santuario doméstico.

Algunas viviendas tenían su propio

embarcadero.