El programa ayuda a las mujeres víctimas de violencia de género a superar la situación en la que se encuentran.

Sin trabajo ni libertad, pero con una pesada carga de malos tratos. Así se fueron muchas mujeres de sus casas o huyeron de sus parejas. Ana (nombre ficticio) fue una de ellas, y también una de las participantes en Cualifica durante estos diez años. Desde que en su adolescencia conoció al padre de sus hijos, vivió durante 15 años una historia de aislamiento y maltrato.

Recuerda que estaba "todo el día con él o con sus padres, nunca estaba sola" y que, desde el momento en que se casó, comenzó a vivir "callada, sumisa y aguantando el maltrato diario". "Me decía que las mujeres no sirven para organizar, que un hombre debe supervisarlo todo", asegura Ana, que rememora que él consiguió aislarla de "familia, amigos, de todo el mundo...".

Una revisión médica a su hija en la que el médico alertó de que la pequeña "había desarrollado una patología por el miedo" fue el detonante para que la venciera la desesperación y decidiera "contarlo todo". A partir de ahí, comenzó a dar una serie de pasos determinantes en su nueva senda. Su hermana se puso en contacto con el Instituto Andaluz de la Mujer y una psicóloga llamó a Ana. Fue la primera vez que le puso nombre a la situación que estaba viviendo. "Me dijo que era una víctima de violencia de género y que debía cambiar esa situación", señala, al tiempo que asegura que sintió "mucho miedo" pero también "fue como si se abriera una luz".

En ese punto llegó Cualifica, que ella define como una "oportunidad perfecta" para formarse en la profesión, valerse por sí misma, irse de casa y comenzar a trabajar. Ana asistió al curso de gestora de almacén, lo completó, hizo las prácticas y la contrataron. Se dio cuenta entonces del significado de tener un empleo. "Te da otra visión de la vida y te ayuda a saber que tú puedes salir sola de todo esto", dice esta mujer, a la que dieron por primera vez de alta en la Seguridad Social en esa empresa. Tras las prácticas reglamentarias, consiguió su primer trabajo en un puesto de jefa de línea. "Por fin empezaba a ganar dinero por mí misma. Eso me dio muchísima confianza", añade.

Ana no es ejemplo de otras mujeres que vuelven con sus agresores. Es el llamado Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia, que consiste en que la víctima se aferra a la relación pese a sufrir abusos y adopta la posición de sumisa para mantener la tranquilidad en el agresor. Ella se enfrentó a ese patrón y luchó por comenzar desde cero sin tener en cuenta el pasado.

Como consejo a las mujeres que han sufrido o sufren la violencia de género, Ana asegura que "se puede salir de esa nube negra" porque "hay muchas ayudas y recursos para dejar a un lado esa vida". Incluso tiene en mente crear una asociación para mujeres maltratadas y poder ayudar a quienes sufren lo mismo que ella vivió en el pasado. "En mi comarca no hay ningún lugar al que acercarse si eres una mujer maltratada y quiero ayudar creando un punto de encuentro en el que puedan informarse, con actividades lucrativas para los más pequeños y, además, que sirva de guía para salir de ese infierno", declara.