El domingo recibí el golpe más duro que jamás imaginé. Trabajo en la sanidad pública al igual que mi querido Manolo. Estoy acostumbrada al dolor ajeno. Esa mañana Manolo acudía a su trabajo, tenía guardia en el centro de salud de Puerta Blanca
Se despidió con un abrazo distinto, tierno, sin prisas, cosa que con la vida que llevamos no es común todos los días. Esa mañana las niñas y yo nos levantamos temprano incluso mi Elena que es la más tardona, cosa que a las demás nos sorprendía, y en pleno desayuno suena el teléfono y empieza la pesadilla. Dije «cuelga Elena serán de publicidad», y no.. A partir de ese momento supe que nada sería igual.
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