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Cuadro

 
 
 

La voluntad de poder es uno de estos simulacros o metáforas de que se sirve Nietzsche para pensar de otro modo los problemas, que ya había pensado el idealismo. En este caso, se trata de la recreación del enigma del mundo y del hombre.

En la voluntad de poder expresa Nietzsche su visión del mundo y del hombre.
Desde la óptica cosmológica, decir que el mundo es voluntad de poder significa que lo real es un conjunto de fuerzas desiguales, cualitativamente distintas entre sí, que dominan y son dominadas, en lucha incesante, que les impide alcanzar el equilibrio, pues Nietzsche define precisamente la fuerza como voluntad de poder . Contrariamente, la ciencia moderna ha tratado de ignorar, según Nietzsche, el componente cualitativo y desigual de la fuerza, buscando la medición y cuantificación de las mismas, su reducción a fórmulas numéricas y su igualación. A través del mecanicismo, de la cuantificación y matematización de los fenómenos, la física moderna ha tratado de anular las diferencias entre las fuerzas que componen al universo, creando un modelo de naturaleza, dominado por la idea de equilibrio y orden.

Frente a esta visión mecanicista, Nietzsche ofrece otro modelo simulado, metafórico, que subraya el carácter desigual, cualitativo y caótico de las fuerzas que constituyen al mundo y consecuentemente el carácter caótico del universo mismo. Desde la perspectiva de Nietzsche, el ser, la naturaleza no es esa realidad acabada, perfecta, simple e inmutable, que la razón humana puede penetrar hasta en sus últimos entresijos, sino voluntad de poder. El ser, en tanto voluntad de poder, es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación.

Por eso, podemos decir que la estructura plural y múltiple de la realidad requiere un conocimiento en perspectiva. Son muchas las metáforas que sirven para expresar el enigma del mundo, ninguna es la verdad y todas lo son. Las pretendidas verdades absolutas de la metafísica o de la ciencia son sólo perspectivas, interpretaciones unilaterales, ficciones que al olvidar su carácter parcial taponan el resto de la interpretaciones, que por ser también perspectivas, son igualmente válidas, aproximaciones diferentes a la pluralidad y al devenir.

La realidad es voluntad de poder (dimensión cosmológica de la metáfora) y también el hombre es voluntad de poder (dimensión antropológica de la metáfora). Y decir que el hombre es voluntad de poder es considerar lo humano como un conjunto de fuerzas (las pasiones, los deseos, la razón ), que buscan crecer, desarrollarse y ser más. Estas fuerzas, que forman al hombre, no alcanzan tampoco el equilibrio y la armonía, de manera que si en el universo la metáfora de la voluntad de poder subraya el carácter caótico de la naturaleza, en el plano psíquico la voluntad de poder nos está mostrando el microcaos que supone ser hombre, cada uno de los hombres. La razón en el hombre no es la fuerza dominante, que se impone siempre a las demás, sino una fuerza más, que se expresa en el hombre, junto con las otras fuerzas, al mismo nivel y con el mismo rango (irracionalismo), dominando a veces y otras siendo dominada.Y si la razón no tiene por qué ser la fuerza dominante, no cabe hablar de un yo, de un sujeto que se responsabilice de la acción y de la fuerza. La idea de yo no es más que una ficción lingüística, que sirve para arropar el concepto de responsabilidad moral, invento ficticio para hacer que los hombres se sientan culpables de su fortaleza u orgullosos de su debilidad.

Decir que el hombre es voluntad de poder no significa que el hombre quiera siempre el poder, pues el poder no es una meta que se proponga alcanzar la voluntad (eso sería admitir que la voluntad le falta el poder). La voluntad no aspira ni codicia el poder, porque es voluntad de poder, de manera que es el poder quien quiere en la voluntad.

Son expresiones de este poder creador de la voluntad el arte, la moral y todas las actividades donadoras y creadoras de sentido. La voluntad de poder en el hombre es la creadora de valores, es la constructora de teorías, de ficciones, de obras de arte (hasta el idealismo es una creación de la voluntad de poder). Ciencia, arte, moral son productos de la voluntad de poder, en cuanto que, a través de ellos, las fuerzas que constituyen a cada hombre se desarrollan, crecen y sobre todo se superan a sí mismas.

Todo lo que el hombre hace, lo hace para crecer, desarrollarse, ser más; desde el matrimonio, expresión del poder de dos que quieren aumentar su propiedad y tener hijos, hasta las formas jurídicas del Estado, que a través del sistema de castigos y culpas muestra su poder.
Nietzsche definió a la voluntad de poder como la virtud que da. Por eso hay que decir que la voluntad de poder se expresa de una manera especialmente esplendorosa en algunas figuras arquetípicas, tales como el artista, el aventurero y el amante. En ellas se muestra la fuerza, creatividad y el poder de la voluntad a través de la obra bella, de la aventura o de la persona amada.

Finalmente, hay que decir que la voluntad de poder no es ni buena ni mala, está más allá del bien y del mal, en cuanto que no es ella objeto del valor, sino el sujeto que valora. Es la voluntad de poder la que da sentido, valor y justificación a todas las cosas. Todas las creaciones humanas han surgido de la voluntad de poder. Sin embargo, la voluntad de poder se ha debilitado en la cultura occidental, se ha cargado de negatividad por mor del idealismo y de los ideales morales del cristianismo, que son ideales negadores del valor de este mundo, propuestas teóricas de una voluntad debilitada, que ha caído en el nihilismo.

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