DECLARACIÓN INSTITUCIONAL DEL CONSEJO DE GOBIERNO DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA CON MOTIVO DEL XXI ANIVERSARIO DEL 28-F

 

Cada año, los andaluces conmemoramos el aniversario del Referéndum del 28 de Febrero con la convicción de que aquél resultó un paso decisivo para la recuperación de nuestra estima como pueblo y para iniciar una etapa de progreso que ha cambiado de raíz la imagen y la realidad de nuestra tierra.

En este año 2001 se cumplen, también, 20 años de la aprobación en Referéndum y posterior promulgación del Estatuto de Autonomía para Andalucía, un texto que, inserto en el llamado bloque de constitucionalidad, constituye la auténtica clave de bóveda de nuestro modelo de convivencia, y que, más allá de otras consideraciones, ha sido un instrumento de extraordinaria utilidad para nuestra Comunidad.

No por repetidas, son palabras vanas. El Estatuto ha permitido consolidar las instituciones de autogobierno del pueblo andaluz, las libertades democráticas y la convivencia pacífica de todos. Preservar el prestigio de dichas instituciones, fomentando su arraigo en la sociedad democrática, es tarea ineludible para todos los demócratas, especialmente aquéllos que ostentan la representación ciudadana.

Además, el Estatuto y el desarrollo competencial posterior ha servido para superar las condiciones de atraso que marcaron secularmente nuestra historia, promoviendo el diálogo y la concertación social hacia el desarrollo económico y universalizando el disfrute de derechos básicos, como el acceso a la Educación, las prestaciones sanitarias o los servicios sociales. Para un Gobierno de progreso como es el andaluz, estos avances en materia social suponen un orgullo irrenunciable.

El Estatuto y la autonomía han contribuido decisivamente a acortar nuestro diferencial histórico con comunidades y países de nuestro entorno. En Andalucía, en estos años, hemos crecido más que el resto de España y de la Unión Europea, lo que se ha traducido también en un mayor crecimiento del empleo. Al mismo tiempo, nuestras políticas sociales, de las que Andalucía es referente nacional, han ido encaminadas a redistribuir mejor nuestra riqueza, para que ningún andaluz se quede fuera de los beneficios del crecimiento económico, lo que redundará en una mayor cohesión social.

En consecuencia, se han creado las condiciones, desde el punto de vista de las infraestructuras, los equipamientos y de la formación, necesarias para afrontar con éxito los retos del siglo XXI que acabamos de inaugurar.

Pero bien podemos decir que hemos culminado una etapa y ahora, en este nuevo siglo, comenzamos una nueva.

Una nueva época que va a estar caracterizada por nuestra plena integración a la economía globalizada, por las exigencias de competitividad que se derivan de ella, por nuestra incorporación decidida a la Sociedad del Conocimiento que se está gestando a partir de la extensión de la Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Para este gran desafío, en el que Andalucía apuesta por su futuro, necesitamos, sobre todo, fomentar nuestro espíritu emprendedor, especialmente entre los jóvenes, convertir la innovación en el eje central de nuestra actividad productiva y científica, con el objetivo de que nuestros productos y servicios tengan un marchamo de calidad y sean sinónimo de algo realizado con rigor, precisión y esmero.

Al mismo tiempo, en este día, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía quiere reafirmar su compromiso con los valores que inspiran nuestro Estatuto.

Compromiso, en primer lugar, con la Constitución, con las libertades y derechos democráticos. Libertades y derechos que son gravemente puestos en cuestión por la permanencia de los ataques terroristas que, en este año pasado, hemos sufrido en Andalucía, y especialmente en Málaga, Granada y Sevilla. En este sentido, reiteramos nuestro reconocimiento y nuestro apoyo a la labor de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que han alcanzado éxitos significativos en su tarea, al mismo tiempo que hacemos un llamamiento a todos, ciudadanos, partidos políticos e instituciones para reforzar la unidad democrática frente a la amenaza terrorista.

Frente al desánimo que quieren hacer cundir los terroristas, tal vez sea bueno recordar que hace exactamente veinte años, los andaluces, como el resto de los españoles, vivíamos sobrecogidos por la amenaza que entonces suponía el involucionismo que tuvo su más patética expresión en la intentona golpista del 23-F, que estuvo a punto de saldarse con un baño de sangre. Pues bien, de la misma manera que esa amenaza ya es sólo un triste recuerdo, confiemos en que también la lacra del terrorismo pase pronto a las herrumbres de la memoria y se convierta, como la anterior, en un acicate para el baluarte de las libertades.

Compromiso, en fin, también con los valores de tolerancia y diálogo entre todos que están en la base de nuestra identidad andaluza y que hoy tienen una importancia capital para afrontar, con una nueva mirada, el carácter multicultural de la nueva sociedad.

Andalucía, que durante décadas fue tierra de emigrantes, cuando buena parte de una generación de andaluces tuvo que abandonar nuestra comunidad para buscarse el futuro en otras regiones y países, se ha convertido en lugar de acogida. De alguna manera, la especial sensibilidad que se deriva de ese pasado no tan lejano, nos debe servir para contemplar este fenómeno de la inmigración con generosidad y espíritu positivo.

Sabemos que la solución de raíz está en el desarrollo de los países de origen, en la erradicación de las causas que fuerzan a las gentes a emigrar masivamente, como las guerras, el subdesarrollo económico o las epidemias. Los andaluces así lo hemos entendido y es por ello que, en los últimos años, hemos multiplicado los programas de cooperación con los países del llamado Tercer Mundo, especialmente con los que nos son más cercanos por razones geográficas o culturales, como el Magreb o la América hispana. Hemos multiplicado correlativamente los recursos a ello destinados, hasta convertir a Andalucía en la comunidad más solidaria de España. Nos sobran las razones que justifican esta posición a la vanguardia en la lucha contra las desigualdades.

Pero, al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que, en un futuro que ya empieza a ser presente, nuestras sociedades serán --irreversiblemente– multiculturales y multiétnicas. De nosotros depende asumir esta cuestión como un factor positivo de enriquecimiento de nuestra sociedad o, por el contrario, afrontarla desde una posición acomplejada.

Promover las condiciones para facilitar y garantizar la convivencia es responsabilidad de todos, de los poderes públicos y de la sociedad. Hay que buscar fórmulas flexibles y eficaces para dar acogida a todos aquellos inmigrantes que son necesarios para nuestra sociedad y a los que podamos ofrecer un puesto de trabajo digno. Es fundamental establecer un gran consenso básico sobre esta cuestión. En este sentido, consideramos necesario que los grupos políticos, los agentes sociales y todas las Administraciones avancen hacia la adopción de grandes acuerdos que creen un marco idóneo para las políticas de integración que son imprescindibles.

El 28 de Febrero nos legó también una gran lección: Andalucía tiene potencialidad para superar los más grandes desafíos, con la condición de afirmarse en un proyecto común, proyecto que, sin duda, pierde peso e influencia con los enfrentamientos localistas. Enfrentamientos que ni sirven a lo particular, ni contribuyen al interés general de Andalucía, lo que los convierte en esfuerzos condenados a la esterilidad.

Ni Andalucía ni sus ciudades pueden permitirse el lujo de malgastar sus energías, adentrándose por caminos que no conducen a ninguna parte.

Por ello consideramos necesario un pacto implícito de conciencia para buscar una zona de consenso que impida utilizar aquello que vaya contra Andalucía y que deteriore el camino recorrido en cuanto a la vertebración y articulación de la Comunidad.

De la misma manera que a los andaluces nos resultaría inimaginable que nuestra Comunidad adoptara, en el seno de la nación española, una posición insolidaria, egoísta o de desentendimiento de los intereses generales de España, también de puertas adentro debemos ser conscientes de que no resulta aceptable ninguna propuesta basada en el agravio comparativo, en la polémica estéril, en la absurda concepción de que el beneficio de una parte de Andalucía puede o debe hacerse a costa de otra.

Los 21 años transcurridos desde el 28 de Febrero de 1980 nos han permitido, con el esfuerzo de todos, dejar atrás, definitivamente, lacras históricas y afrontar con garantías de éxito los retos que nos impone la sociedad moderna. Las nuevas generaciones de andaluces no nos perdonarían que dilapidáramos ese inmenso capital en querellas inútiles.

Hemos superado con éxito una etapa decisiva de nuestra historia y producido un cambio sin precedentes. Estos cambios nos permiten afrontar la nueva época en la que nos de adentramos con confianza en nosotros mismos, en nuestras posibilidades de seguir avanzando en la senda del progreso, la solidaridad, la justicia y la convivencia de todos.