DECLARACIÓN INSTITUCIONAL DEL CONSEJO DE GOBIERNO DE LA JUNTA DE ANDALUCIA CON MOTIVO DEL XXII ANIVERSARIO DEL 28-F

 

Los andaluces conmemoramos en estos días el 22 aniversario del referéndum autonómico celebrado el 28 de febrero de 1980. El proceso político que desembocó en aquella jornada simboliza, sin ninguna duda, el cambio de signo político, económico y social de nuestra tierra. Es de justicia que, en primer lugar, dediquemos un homenaje a la generación de hombres y mujeres que hizo posible el autogobierno de Andalucía y tengamos un recuerdo para quienes ya no se encuentran entre nosotros y que en aquel momento, ya lejano, compartieron la ilusión por lograr una Andalucía más próspera, más justa y más moderna.

La Andalucía de hoy poco o nada tiene que ver con la que fue escenario de aquel formidable impulso autonomista. No es hora ni ocasión de autocomplacencias pero podemos y debemos enorgullecernos de los avances alcanzados en todos los terrenos, de la recuperación de nuestra autoestima como pueblo y del esfuerzo de la sociedad en su conjunto: administraciones, trabajadores y empresarios, la universidad, los investigadores, el entramado plural y diverso de la sociedad civil, los mujeres y los jóvenes que a lo largo de esta fructífera etapa de autogobierno han puesto su capacidad y su ilusión al servicio de Andalucía.

Pronto se cumplirá también el XX aniversario de las primeras elecciones al Parlamento de Andalucía. Gracias al esfuerzo de todos, Andalucía avanza y ha alcanzado los cambios del nuevo siglo y de la nueva sociedad con la ilusión intacta y con la convicción reforzada de que estamos en condiciones de afrontar con garantías de éxito los retos del nuevo mundo que se avecina.

En efecto, estamos ante un marco radicalmente distinto al que vivimos en febrero de 1980 pues no sólo Andalucía ha cambiado sino que el mundo entero también lo ha hecho y de forma vertiginosa en los últimos años. El abanico de retos que se dibuja ante nosotros no debe traducirse en incertidumbre sino en ilusión. Hemos de salir al encuentro del futuro para esbozar la Andalucía que queremos dejar a nuestros hijos. Ni las legítimas discrepancias políticas ni los problemas que aún subsisten en nuestra sociedad, herencia en la mayoría de los casos de un pasado de marginación y abandono al que ya nunca volveremos, van a impedir que Andalucía dibuje el futuro que por historia y por capacidad le pertenece.

El primer paso para afrontar esta Segunda Modernización de Andalucía no puede ser otro que la plena toma de conciencia de las exigencias de los nuevos tiempos y responderlas con ambición y determinación. Esta nueva fase del autogobierno debe traducirse en un notable impulso a las políticas de innovación y desarrollo; de equilibrio territorial; de lucha contra cualquier forma de exclusión social; de fortalecimiento de la eficiencia y transparencia de las Administraciones públicas; de incremento de la participación de mujeres y jóvenes; de igualdad real de oportunidades; políticas de empuje económico adaptado al nuevo rumbo de la economía globalizada y al objetivo irrenunciable de la defensa del medio ambiente.

Debemos poner en valor el fruto del esfuerzo colectivo de los andaluces a lo largo de todos estos años de desarrollo sostenido en lo político, lo social y lo económico. Los retos ciertos en campos como la educación deben animarnos a una apuesta por más calidad para que ese gran activo con el que hoy contamos –la generación más preparada de nuestra historia— lo siga siendo dentro de veinte años. Ante retos de tal magnitud, debemos evitar atajos y modelos que en realidad resultan excluyentes y condenan al ostracismo a buena parte de la sociedad. De la misma manera, no podemos tolerar que las reformas que sean convenientes en éste u otros ámbitos de la vida pública se aborden desde la descalificación y la desconfianza infundada hacia amplios sectores de la población. En este sentido, parece hoy más necesario que nunca reafirmar el apoyo y el aliento a los jóvenes de Andalucía, que son el mejor aval de futuro de nuestra tierra.

Este dinamismo de nuestro país y esta voluntad de participación de Andalucía y del resto de comunidades autónomas en la construcción de Europa y en la conformación de la voluntad del Estado debe tener su correspondiente correlato en fórmulas institucionales que canalicen adecuadamente la enorme riqueza que supone el reconocimiento de la diversidad política, social y territorial de España. La presidencia española de la UE, cuando precisamente se comienza a discutir la nueva arquitectura institucional europea, supone una oportunidad de oro para abordar, con coraje e inteligencia, el perfeccionamiento del sistema político español, desde la perspectiva de comunidades autónomas y entidades locales.

Desde Andalucía debemos participar decididamente en la culminación del proceso autonómico. La reforma del Senado, la creación y fortalecimiento de mecanismos como la conferencia de presidentes y la habilitación de fórmulas que hagan posible la presencia de las Comunidades Autónomas en las instituciones y órganos de la UE son materiales necesarios para la consolidación y fortalecimiento del Estado democrático. Andalucía también es Estado y tenemos derecho a contribuir, desde la más insobornable lealtad institucional, al enriquecimiento del modelo político y social de convivencia establecido en la Constitución Española de 1978.

El desarrollo del Estado de las autonomías exige evitar, por parte de los poderes públicos, concepciones patrimonialistas del Estado. En este sentido, la negativa arbitraria a transferir a Andalucía las políticas activas de empleo ensombrecen las relaciones entre la Comunidad Autónoma y el Gobierno central, en un período que se presumía más fructífero tras la firma del nuevo modelo de financiación autonómica.

La celebración del 22 aniversario del 28-F debe servirnos de acicate para debatir, con limpieza democrática y altura de miras, el papel de Andalucía en el Estado, en la construcción europea y en la nueva sociedad globalizada. Debemos reflexionar sobre nuestro autogobierno y sobre su herramienta fundamental, el Estatuto de Autonomía, demandando el cumplimiento de sus previsiones y planteando, si se considera necesario, una eventual reforma.

Debemos abordar, con serenidad y confianza, el modelo de convivencia para la sociedad andaluza del primer cuarto del nuevo siglo, caracterizado por una multiculturalidad que no tiene vuelta atrás y que debe ser encauzada para que, desde la perspectiva de la integración social y laboral, enriquezca a nuestra Andalucía.

Muchos son, en fin, los retos que nos aguardan a los andaluces. Abordémoslos con ilusión, tenacidad y confianza en nuestras posibilidades.