“No me habléis de sentimientos. No podemos fijar los sentimientos: sólo podemos fijar las acciones físicas”. Stanislavski
El Arte de Acción o Performance Art es una práctica artística de carácter eminentemente efímero e inmaterial en la que prima el proceso de creación frente al objeto artístico, y que se encuentra a medio camino entre las artes plásticas, las artes escénicas, la literatura o la música. A menudo se considera una disciplina “mal encajada” o una disciplina “indisciplinada” por su carácter transmedia y ecléctico. Es una práctica artística estrechamente vinculada la vida, al aquí y al ahora, donde una de sus principales características es la honestidad.
Tuvo su máximo esplendor en los años 70 del siglo pasado, sin embargo, hoy en día está viviendo un nuevo auge, con infinidad de encuentros, festivales y talleres que están ayudando a acercar y apreciar este lenguaje, esencial para entender el arte contemporáneo en cualquiera de sus manifestaciones que, de una manera u otra, se ve influenciado por algún aspecto. Asimismo, su vinculación con cualquiera de las artes hace que sea indispensable en el desarrollo y la formación de cualquier persona interesada en la creación artística.
En la performance no somos actores o actrices interpretando un papel; no tiene por qué existir una narración o la intención de transmitir un mensaje o una emoción; tampoco es necesario tener habilidades técnicas, manuales o corporales, simplemente es querer compartir una idea, una imagen, una experiencia. Querer hacer: accionar.
¿Por qué es importante conocer el lenguaje del arte de acción para aquellas personas que se dedican a la creación escénica como el teatro o la danza? En la performance no se “representa”, se “presenta”, de esta manera ofrece un “entrenamiento” al intérprete, preparando conceptualmente su principal herramienta: la presencia. Al mismo tiempo se toma consciencia del aquí (espacio) y el ahora (tiempo), así como de los elementos con los que se trabaja (materiales y objetos). Trabajamos la “acción” en su esencia, observando sus cualidades plásticas y apreciando su fuerza y la importancia de lo sutil, de lo aparentemente insignificante. Tendremos que “desaprender” para poder liberamos del personaje, para así poder conectar con nuestra “verdad”, con quiénes somos, cómo somos y cómo nos expresamos, de esta manera conseguiremos -después- construir personajes más honestos.
Por otro lado, para quienes estudian dirección escénica, la performance ofrece una perspectiva esencial para trabajar la autenticidad en escena, permitiendo explorar cómo la presencia y la acción pueden convertirse en herramientas narrativas poderosas más allá del texto o la interpretación tradicional. Este enfoque fomenta la capacidad de dirigir desde lo conceptual y lo sensorial, ayudando a construir un lenguaje escénico propio donde el aquí y el ahora se vuelven protagonistas. Además, la experiencia con la performance enseña a dirigir con atención a lo sutil y a lo espontáneo, dos cualidades que enriquecen la dramaturgia y potencian la conexión entre intérpretes, espacio y público.