Uno de los elementos que singularizan hoy día la festividad de San José en la localidad giennense de Mancha Real, cuya devoción se remonta a finales del siglo XVI, es la falla que desde 1983 se prende ante la expectación de vecinos y foráneos allegados de Jaén capital y municipios próximos, atraídos por la singularidad de esta celebración.

Seis meses antes de la celebración comienzan los preparativos para la realización del monumento, reuniéndose cinco profesionales del sector de la madera, con la ayuda de toda la Junta directiva de la Asociación Cultural y Deportiva San José, para plantear la temática que versará ese año. Así, un componente, encargado de todo el proceso artístico, realiza diferentes bocetos a mano entre el mes de agosto y septiembre para que la Junta, en consenso, escoja el diseño más oportuno. Desde entonces, entre dos y cuatro personas comienzan a preparar la estructura de madera exclusivamente. Las propias empresas locales son las que aportan la madera necesaria, contribuyendo así con el desarrollo de la actividad ritual, así como ceden un espacio donde fabricar una plataforma de escaso medio metro de altura y unos ciento cuarenta y cinco metros cuadrados de extensión, cubierta por una tarima de aglomerado sobre la que van sujetas las figuras posteriormente. La falla se trata de un conjunto escultórico compuesto por figuras centrales y otras secundarias y escenografía que aluden a personajes actuales y temáticas locales. La composición central es de varios metros de altura, de entre diez y quince metros generalmente, alrededor de la cual se sitúan otras figuras o "muñecos", elaborados bien con arcilla y cartón, sacando un molde en escayola, y bien con "poliespán", sostenidos por armazones de madera y que se acompañan de letreros que explican el significado de cada escenografía, siempre con sentido crítico y satírico. Tal composición se instala sobre una estructura de madera que es cubierta con tarima de tableros, así como sus laterales, ocupando todo el conjunto una superficie aproximada de ciento cuarenta y cinco metros cuadrados y unos dos mil quinientos kilogramos de peso. Es ya el día 19 de marzo cuando a las siete y media comienza el acto litúrgico en la Iglesia parroquial de San Juan Evangelista. La afluencia de vecinos viene determinada por el día de semana en que recaiga la fecha, ocupando las primeras filas los miembros del Grupo parroquial, autoridades civiles y personas mayores que profesan mayor devoción, siendo significativa la asistencia de núcleos familiares con miembros de diversas edades. La imagen de San José, instalada ya en su paso procesional, preside la misa. Al terminar la misa es la procesión y el acto que sin duda cuenta con mayor expectación y participación es la llamada Hoguera de San José que tiene lugar en la explanada del recinto ferial, en el cual se han instalado atracciones de feria para los más pequeños. Alrededor de las nueve y media todos acuden para presenciar el apagón de luces, recibido por los asistentes entre aplausos y vítores. Tras el corte de un pequeño trozo de traca a modo de inauguración del acto, la llama recorre los doscientos veinte metros de traca que van explosionándose paulatinamente alrededor de la falla. La expectación de los vecinos es manifestada con exclamaciones de júbilo y aplausos cuando la figura de mayor altura se desploma, así como cuando el falla ha ardido completamente.

Marzo.

Tiene lugar en la semana que incluye la onomástica de San José (19 de marzo), y el fin de semana más cercano. . Aunque las fiestas se celebran el diecinueve de marzo y el fin de semana más cercano, son importantes los preparativos y la preparación de las hogueras.