Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros. Una estaba medio rota: tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final del camino sólo conservaba la mitad de agua, mientras que la otra iba perfecta y llegaba hasta el final su contenido.

Esto sucedía diariamente. Muchos compraban vasijas, unos sin grietas, y otros sin grietas.... Preguntaron al aguador la razón. Les acompañó por el camino que recorría todos los días. Crecíasn muchas flores hermosas a un lado del camino, las había regado con el agua que caía de la vasija. Algunas las vendía en el mercado y con lo que sacaba ayudaba para alimentar a su familia. El resto de flores las contemplaba en su camino, con su simplicidad y belleza. Y así llegaba a su horar con una gran paz interior.