PEDRO G.ROMERO VERSUS PEDRO ROJAS OGÁYAR Y HELENA AMADO (RUIDO CLAVEL). Arrastrando la canción popular por los suelos: el cuplé, la copla y la cópula. Un encuentro con Ruido Clavel
24 de Noviembre del 2024

13:30h.

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Apenas necesita explicación. Un nombre tan eufónico lo dice todo. Ruido, por un lado. Clavel, por el otro. Cuando Helena Amado y Pedro Rojas Ogáyar me propusieron andar con ellas, con ellos, algún trecho de su camino, no lo dudé. No era flamenco, me advertían, era copla. Claro que son cosas distintas pero, ¿de verdad hay alguna diferencia entre los dos géneros? Quiero decir que hay más continuidades que diferencias, desde luego. No mucha mayor que la que va de Dolores Agujetas a Pepe Marchena, o de Rafael Farina a Calderas de Salamanca, ¡y eran hermanos!. Como Luis Alonso y El Planeta, hermanos también. Fernanda de Utrera se resiste tres veces a responder la pregunta, pero le aprietan y entonces lo suelta: «cuando yo canto copla canto flamenco, no se si eso es una diferencia».

Por un lado, clavel. Por el otro, ruido. Sería un error pensar que como la soprano Helena (O Sister!, Mater Saule) viene del género lírico y el guitarrista Pedro (Proyecto Ocnos, Teatro Anatómico) de la música contemporánea experimental es fácil asignarles a uno el papel de ruido y a la otra el de clavel. Es un poco más complicado. No se si han probado alguna vez un lingotazo de anís, seco o dulce, El Clavel, en ayunas, para despertarse, para entonarse, entenderán bien de lo que les hablo. Es como cuando Picasso decía que para pintar bebía petróleo, puro vitriolo, pero de ahí salió el cubismo. Helena Amado también es ruido, clavel de papel que se te clava en un ojo cuando vas a oler las hojas que recubren su alambre espinoso. Pedro Rojas Ogáyar también es clavel, su guitarra es de una educación que marea, no se deja arrastrar por el efectismo, no suda cuando descompone los sonidos, su noise sale de la compostura de un caballero.

Quizás poca gente sabe que el clavel rojo que nos identifica es una flor extranjera. El emperador Habsburgo Carlos I en su boda «gitana» con Isabel de Portugal mandó traerlos de Persia, vía el Egipto Menor, y plantó con ellos los círculos concéntricos que rodeaban su palacio de Granada. Desde ahí se extendió por toda la Península Ibérica. Vinieron desde el Irán, quién nos lo iba a decir. Todos extranjeros, el rey, la reina y los claveles. Isabel de Portugal fue apodada la Virgen Cigana, precisamente por viajar a tierra extraña. Vecina, pero extraña. Así la retrató Antonio de Holanda cuando fue madre de Felipe II y con el atuendo real de los príncipes gitanos, un tópico que pronto fue arrastrado por otras imágenes subalternas, cuando empezó la persecución asesina de los Rrom. El cuadro lo conservaba la Duquesa de Medina Sidonia, la Roja. Y si les cuento todo esto no es por fardar, ni por erudición académica, me libre dios. ¿No estamos aquí, más bien, en la línea del Romance de la reina Mercedes? Un sinfundo que dicen. O sea, que parece mentira pero es una verdad como un castillo.

Empecemos por el principio. Lo que hoy se llama copla es fruto de distintos aflamencamientos. El cuplé francés de la época sicalíptica -ahí estaba de moderna la propia Pastora Imperio- se aflamenca y se convierte en copla española, así la llaman también. Digo se aflamenca porque son las condiciones materiales las que transforman el género no la métrica, ni la forma de cantar o de pronunciar el repertorio. Y ese género triunfante donde reinó Concha Piquer -primero vestida de flamenca y después de señora- y Rafael de León -toda una vida travestido- se vuelve a aflamencar y ahora la llaman copla andaluza, que se yo, con Marife de Triana por ejemplo. ¿Y qué pasa cuando llega Manuel Alejandro? Cuando la canta Raphael es una cosa, cuando las canta Rocío Jurado otra. En fin, un lío y eso que no he hablado de la Ópera flamenca, vaya, para no liar más el mapa ni la cronología. Pero nadie duda hoy que Cole Porter es jazz y es blues. Y no depende tanto del intérprete sino del nivel de exigencia del público que, afortunadamente, no tiene que ir con una guía de escucha en el bolsillo cada vez que tararea el estribillo de Under my skin. Flamenco era eso, un jazz, una de las maneras de hacer jazz como el tango, el blues o el fado.

Por eso vibro cuando en Encrucijada Helena mete los tientos de La verdad a mi me engaño o cuando en Compañera y soberana se cuela la soleá de Tiro piedras por las calles. El género degenera, ¡bendito sea el señor! Ruido Clavel, no se equivoquen ustedes, está en la línea de lo que vienen haciendo Rocío Márquez y Perrate, Rosalía y Niño de Elche, María Marín y Sebastián Cruz. No se trata de hacerse el moderno, es que no hay diferencia entre lo nuevo y lo viejo, eso es una de las grandezas del género. Ya lo dijo Enrique Morente, en el flamenco, en la copla, solo degenerando se regenera. Esa es la regla de los pobres, de los paupérrimos. Lo llaman arte popular por eso, porqué terminan siempre por abajo. Los artistas, simplemente, tienen un compromiso con lo que hacen y se atienen a ello. No se resbalan en casa de jabonero, se tiran por un acantilado como Enrique el Mellizo. No, aquí no van disfrazados de modernos. Se transforman de verdad. Aquí reina la plasticidad, la realidad está siempre en transición. No se bañan dos veces en el mismo río. Se travisten, cambian de sexo si ustedes quieren. Tiriti trans. ¡Viva Nuestra Señora del Transito!
 

Pedro G. Romero

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Todos los sábados y domingos del Festival en el Baluarte de la Candelaria celebramos Los mediodías del Festival. Un punto de encuentro para reposar, comentar y tomar algo entre concierto y concierto disfrutando de charlas en torno a la música y sesiones de djs.

La conversación entre Los Hermanos Cubero y David Linde pertenece al Ciclo de diálogos artísticos LA DUDA METÓDICA.  Conversar, dialogar y debatir en torno a las artes en vivo  y generar comunidad en torno a las artes escénicas y la música,  empleando para ello otras formas distintas de la exhibición a partir de actividades de pequeño formato que puedan replicarse o expandirse por varios puntos del territorio andaluz. Esta es la idea que pivota en torno a ‘La Duda Metódica’,  encuentros creados por el Instituto Andaluz de la Artes Escénicas y la Música (IAAEM), entidad dependiente de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales.

 

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