Continente/Contenido: Un recorrido visual por el proyecto Everlasting/Exposure de Kazuma Obara

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Profundizamos en un interesante proyecto fotográfico que contiene la biblioteca del CAF en Almería, se trata de Everlasting/Exposure, de Kazuma Obara. 

De los tantos proyectos fotográficos interesantes que contiene la biblioteca del Centro Andaluz de la Fotografía en Almería, reparo en uno que me llama especialmente la atención, se trata de Everlasting/Exposure, de Kazuma Obara. Su formato y presentación no pasa desapercibido. Lo cojo, ojeo, me invita a sentarme y entrar en él con el mismo cuidado y la misma delicadeza del propio autor. Se trata de tres objetos: dos fotolibros y una réplica de un periódico fechado el 26 de abril de 1986. No entiendo ucraniano, pero la fecha da una pista: coincide con el desastre de la planta de energía nuclear en Chernóbil en la antigua Unión Soviética, hoy Ucrania.

Los tres ejemplares se presentan como un paquete postal recogidos por una cinta elástica. Te sientes la destinataria de este envío una vez lo tienes en tus manos. La forma en que lo presenta ya te hace cómplice. Retiras la cinta y te encuentras en primer lugar con Exposure, un fotolibro cuyo tamaño, pequeño, indica que contiene algo delicado, frágil. Una fotografía de una chica pende en la cubierta desde uno de sus extremos por un endeble trozo de cinta adhesiva. El libro se encuentra precintado, se trata del envoltorio de una película a color de fabricación soviética encontrada por el autor. Para abrirlo, debes cortar la cinta de papel que une cubierta y contracubierta. Este hecho aumenta aún más la personalización del envío. Cortas, entras. En su inicio hay un poema de Taras Sheuchenko, poeta humanista ucraniano, fundador de la literatura moderna de Ucrania. “The days pass, the night pass”, de 1845. Su contenido es triste y encabeza lo que será el desvelamiento de una vida anónima: los 30 primeros años de una niña nacida cinco meses después de la explosión.

Las imágenes, sin contraste, perdidas casi en su definición nos hablan de lo invisible, de la pérdida y del paso del tiempo. Son imágenes de interiores, desoladas, sin presencia humana, muchas de ellas realizadas con las películas de formato medio a color caducadas encontradas por el autor en la ciudad abandonada de Pripyat. El resultado se une al hecho de revelar esas películas a color con químico revelador de blanco y negro. Las imágenes adquieren un aspecto que nada podría describir con más fidelidad el dolor y el silencio, el desastre. Exposure, su título, adquiere cada más sentido. Entre estas imágenes, se suceden varios textos desde el 24 de septiembre de 1986, fecha de nacimiento de nuestra protagonista, Mariia, que en primera persona relata su historia en varios capítulos.


Exquisito en su narrativa, el autor nos permite deslizarnos entre sus páginas de un modo silencioso en un espacio fantasmagórico o devorado por el tiempo, como la misma radiación que absorbe la tiroides de Mariia y este, su cuerpo. Un guiño al título. Así, el fotoperiodista propone un producto final que conecta con coherencia continente y contenido.

Dejo Exposure y tomo la réplica del periódico. Un formato grande, propio de aquella época, nos trasporta a 1986, su contenido nos anuncia el silencio secreto del gobierno soviético ante el desastre.

Nada se dijo.
Llegamos al tercer elemento del proyecto, Everlasting, un fotolibro cuya cubierta y contracubierta son envueltos por una imagen de papel pintado de pared. Es cálido, te lleva a un hogar.

Todo se mueve, todo pasa y no hay fin. ¿Dónde desapareció todo? ¿De donde viene todo? Tanto el necio como el sabio nada saben… de Taras Shevchenko. Así comienza el texto introductorio de esta nueva pieza.
La cámara nos lleva a contemplar un paisaje a doble página. Apenas ha amanecido. A continuación, un vagón de tren. Hay cuatro personas sentadas, una mujer se ríe tímida al vernos, otra mantiene una mirada insegura, perdida. Es temprano y van a trabajar. La cámara les intimida. El tren emprende su trayecto. Nosotros también con él.

Viajamos en dirección a la plataforma nuclear de Chernóbil. Abril de 2017. El trayecto no ha cambiado, sigue siendo el mismo de siempre. El tren aumenta su velocidad, contemplamos a través de la ventana el paisaje a su paso. Los cristales del tren se interponen al paisaje formando un nuevo paisaje. Dos personas han tomado asientos confrontados, no se miran. Es temprano y hace frío.

Nos alejamos, hay silencio. Fundido en negro. Entramos en otro espacio, un espacio abstracto de recuerdos y archivos. Año 1986. Nos presentan a alguien, se trata de la familia Parykvash. Nos relatan su historia entre imágenes de archivo, recuerdos y añoranzas. Se trata de varias generaciones de personas ligadas a la planta nuclear: de hecho se inicia con los padres del joven Sergey Grigorievich, que trabajó en la central. Luego relatan la joven pareja, Pasha y Nareshka: hablan de su infancia feliz, ajenos a lo que ocurría, a un padre empleado de la plataforma que apenas veía y a un colegio donde les formaban para trabajar en la planta en un futuro. Hablan de sus aspiraciones y sueños.

Los testimonios y rostros fotografiados en el tren durante el trayecto nos acercan a una cultura, una historia nada fácil de personas que con resignación aceptan su destino: Pasha se siente orgulloso de trabajar en la plataforma, afortunado de contar con unos días libres, una paga extra y un sueldo que, aún siendo bajo, está por encima del de muchos de los trabajadores ucranianos. La joven pareja toma el relevo de sus padres y están dispuestos a que sus hijos tomen el de ellos. Es una cuestión antropológica, cultural y social que nos muestra el autor.

Trayecto en tren por medio de imágenes y testimonios de la familia Parykvash, se alternan en la narrativa. Todo en el mismo tren que repite un mismo trayecto, una misma historia, una y otra vez, como el viaje mismo de ida y vuelta.
Junto al relato de las historias hay imágenes contiguas de otra época, son negativos de película alterados por el tiempo. Pasado y presente se conjugan. Se cierra en negro, volvemos al tren: Paisajes, ventana, personas. La luz de la ventana se posa en el rostro cansado. El desastre está presente, es una sombra. El hecho constante de evitar el desastre ya impide el olvido, la amenaza y los daños colaterales son presente no pasado, hablamos de hoy. Kazuma sabe de esto y lo cuenta bien.

El trayecto finaliza con la imagen del nacimiento de un bebé, la tercera generación de la familia Parykvash.
Me viene a la cabeza el poema de Taras Shevchenko, con el que comienza el viaje: Todo se mueve, todo pasa y no hay fin. ¿Dónde desapareció todo? ¿De donde viene todo? Tanto el necio como el sabio nada saben…

Hoy, abril de 2022, me pregunto qué será de esa familia sumida en una nueva catástrofe, ahora bélica. Ella representa todas las familias ucranianas. Dónde cabe tanta resignación, tanto dolor; vidas enteras pagando los intereses y la ambición de otros. Y así sucesivamente, generación tras generación. Evererlasting, eterno, eterno destino.

Es admirable la sutileza del autor en el modo de mostrarnos y denunciar este hecho. En la fotografía la imagen sustituye la palabra, en el fotolibro, el formato y sus recursos narrativos poseen un engranaje de códigos bien confeccionados, a veces más racionales y otras más intuitivos del autor-a. En contraposición a la idea de que el fotolibro requiere sobre todo de un diseño atractivo en manos de un diseñador que sepa hacerlo, opino que, como espacio narrativo, debe estar en manos de quien conoce la naturaleza del proyecto que contiene. Autor, editor y diseñador deben estar bien conectados para que cada uno de los elementos formen una sintaxis visual en pro del mensaje. En un proyecto de la naturaleza de Everlasting/Exposure, formal -documental- pero también emocional, el diseño y su engranaje de materiales y códigos se eligen en conexión con el concepto y la intención de la obra: comunicar y emocionar. Estamos yendo más al núcleo de la complejidad con la que se elabora. Se busca, en este sentido, una reacción en el espectador, una experiencia con el objeto. En este caso, la obra es tres piezas, tres objetos unidos, formalmente, por un elemento elástico y conceptualmente, por las consecuencias de un desastre.

Una de las partes que más me fascinan del mundo del fotolibro es la relación que establecemos entre forma -continente- y concepto -contenido-. Ambos se funden en un todo. Como narradores visuales, o documentalistas de una historia, que es el caso más cercano a Kazuma Obara, el soporte como espacio se adecúa a la intención, la de provocar una experiencia en el lector. Las últimas tendencias artísticas del siglo XX en torno al movimiento conceptual, el Ready made como punto de partida, manifestaciones artísticas como el Land art, el Body art, la Performance, el Happening, la Instalación, la Intervención, etc, subrayan el protagonismo del espacio y tiempo. Se trata de un salto tan relevante en la creación artística que alcanza su proyección también a la fotografía, ya sea artística, experimental, emocional o documental. Es ahí, en la concepción del espacio y tiempo, donde la fotografía adquiere nuevos soportes, el fotolibro, entre ellos. En este medio, el espacio y el tiempo que construimos trascienden más allá de la apariencia o la apariencia más allá del diseño meramente superfluo. Al igual que una instalación artística nos propone una experiencia por medio de la interacción entre obra, espacio, luz, materia, sonido o no, espectador-a, formas, etc. y códigos narrativos y conceptuales, el proyecto fotográfico de se arma de todas estas estrategias bidimensional y tridimensionalmente en busca de un mismo fin: comunicar y establecer un vínculo de sensaciones entre la obra y el espectador. Este es el Nuevo Documentalismo como tendencia en la fotografía documental contemporánea. Su fin es acercarnos a una realidad desde un prisma más subjetivo y no por ello menos ético. Su objetivo comunicador es más comprometido aún porque su engranaje comprende no una, sino varias narrativas, es más multifuncional. El-la fotógrafo-a del Nuevo documentalismo propone que descubramos a través de su propia experiencia para llegar a nuestras propias conclusiones. Se trata una información más democrática, una obra abierta, por ende, más compleja.

No es casual que Kazuma Obara eligiera esta temática ni que la narrara casi en primera persona, exponiéndose a zonas donde la radiación es una amenaza. Anterior a este proyecto, había realizado Silent Histories publicado en 2014, editado por RM, que aborda la tragedia causada por el bombardeo atómico norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial en Hiroshima y Nagasaki. Ni decir que el autor, de nacionalidad japonesa, proyecta en su obra parte del dolor de lo que no le es ajeno, como un proyecto espejo. Tanto en Silent Histories como en Everlasting/Exposure, su autor pretender dar voz a las víctimas del desastre, invisibles al mundo.

Nada es casual.

El proyecto Everlasting/Exposure de Kazuma Obara, a modo de paquete postal llega a mis manos no por casualidad. Hay un mensaje latente. Ucrania y su ciudadanía vuelve a vivir el horror. Un tren, en esta nueva historia, también es protagonista.
Ojalá la vida les devuelva algo de justicia.

 

Fotos: Pepa Cobo

Cierre: 

Biografía

Pepa Cobo

 

Pepa Cobo, Profesora de Fotografía y actualmente Jefa de Departamento de Comunicación Gráfica y Audiovisual en la Escuela de Arte Carlos Siquier de Almería. Fotógrafa y Artista Plástica.

Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada y Máster Universitario en Fotografía Técnica y Expresión Fotográfica, Universidad de Murcia. Durante muchos años ha venido desarrollando una labor artística multidisciplinar y divulgativa donde ha primado cuestiones de género y otras de índole social. De un tiempo a esta parte, se ha centrado en la obra fotográfica, interesada especialmente en el paisaje conceptual, en el que desarrolla su trabajo.

Su obra ha sido expuesta, seleccionada y premiada en España y en otros países, como Reino Unido o Colombia. Ha coordinado diversos encuentros artísticos en países como Marruecos y España, y participado como representante de Artistas Plásticos en Nicosia y Berlín.
Ha colaborado con diversas revistas nacionales e internacionales. Actualmente, colabora puntualmente con el Área de Sociología de la Universidad de Almería profundizando en las posibilidades que ofrece la fotografía como recurso investigador así como en la Colección Migraciones y relaciones interculturales.

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