El cante jondo. Primitivo canto andaluz (y II)

El cante jondo. Primitivo canto andaluz (y II)

Segunda parte de la conferencia leída por Federico García Lorca en el Centro Artístico de Granada el 19 de febrero de 1922

02/04/2020

Texto: Aida R. Agraso

Tras estudiar la primera parte de la conferencia que Federico García Lorca ofreció en el Centro Artístico de Granada la noche del 19 de febrero de 1922, vemos ahora la segunda parte, comenzando desde el punto en el que el poeta granadino centra su atención en las letras. Es particularmente interesante escrutar cómo un poeta, partiendo desde el punto de vista lírico del lenguaje y la realidad, interpretaba esas letras.

(Para ver la  conferencia completa y en facsímil, puede ver este enlace)

"Una de las maravillas del cante jondo aparte de la esencial melódica, consiste en los poemas. Todos los poetas que actualmente nos ocupamos, en más o menos escala, en la poda y cuidado del demasiado frondoso árbol lírico, que nos dejaron los románticos y los post-románticos, quedamos asombrados ante dichos versos. Las más infinitas gradaciones del Dolor y la Pena, puestas al servicio de la expresión más pura y exacta, laten en los tercetos y cuartetos de la siguiriya y sus derivadas. No hay nada, absolutamente nada, igual en toda España, ni en estilización, ni en ambiente, ni en justeza emocional".

Así comienza Lorca a hablar de las letras del cante jondo. A partir de ahí, resulta particularmente emotivo ver cómo se refiere a estas composiciones salidas del alma del pueblo. Y para muestra, su primera afirmación: "Causa extrañeza y maravilla, cómo el anónimo poeta del pueblo, extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre. Hay coplas en que el temblor lírico llega a un punto donde no pueden llegar sino contadísimos poetas.

Cerco tiene la luna
mi amor ha muerto

En estos dos versos populares hay mucho más misterio que en todos los dramas de Maeterlink, misterio sencillo y real, misterio limpio y sano, sin bosques sombríos ni barcos sin timón, el enigma siempre vivo de la muerte (...) En el fondo de todos los poemas late la pregunta, pero la terrible pregunta que no tiene contestación. Nuestro pueblo, pone los brazos en cruz mirando a las estrellas y esperará inútilmente la seña salvadora. Es un gesto patético, pero verdadero. El poema o plantea un hondo problema emocional, sin realidad posible, o lo resuelve con la Muerte que es la pregunta de las preguntas".

Afirma curiosamente que "la mayor parte de los poemas de nuestra región (exceptuando muchos nacidos en Sevilla) tienen las características antes citadas. Somos un pueblo triste, un pueblo extático". Y, comenta, "se esconden los versos detrás del velo impenetrable y se duermen en espera del Edipo que vendrá a descifrarlos para despertar y volver al silencio...".

Tras apuntar que "una de las características más notables de los textos del cante jondo consiste en la ausencia casi absoluta del medio tono", ya que "el andaluz o grita a las estrellas o besa el polvo rojizo de sus caminos", indica que "es pues el patetismo la característica más fuerte de nuestro cante jondo...". Por eso, el "cante jondo canta como un ruiseñor sin ojos, canta ciego y por eso tanto sus textos pasionales como sus melodías antiquísimas, tienen su mejor escenario en la noche... en la noche azul de nuestro campo". Un canto que, dice, está henchido de intimidad y hondura.

"El cante jondo -añade- canta siempre en la noche. No tiene ni mañana ni tarde, ni montañas ni llanos. No tiene más que la noche, una noche ancha y profundamente estrellada. ¡¡Y le sobra todo lo demás!! Es un canto sin paisaje y por lo tanto concentrado en sí mismo y terrible en medio de la sombra, lanza sus flechas de oro que se clavan en nuestro corazón. Enmedio de la sombra es como un formidable arquero azul cuya aljaba no se agota jamás".

Delata el respeto que le tiene a las composiciones jondas afirmando que "se debe tomar del pueblo nada más que sus últimas esencias y algún que otro trino colorista, pero nunca querer imitar fielmente sus modulaciones inefables, porque no hacemos otra cosa que enturbiarlas. Sencillamente por educación". Y añade varias sentencias:

-"Los verdaderos poemas del cante jondo no son de nadie, están flotando en el viento como vilanos de oro y cada generación los viste de un color distinto, para abandonarlas a las futuras".

-"Los verdaderos poemas del cante jondo están en substancia, sobre una veleta ideal que cambia de dirección con el aire del tiempo".

-"Nacen porque sí, son un árbol más, en el paisaje, una fuente más en la alameda".

-"En las coplas, la Pena se hace carne, toma forma humana y se acusa con una línea definida. Es una mujer morena que quiere cazar pájaros con redes de viento".

-"Todos los poemas del cante jondo son de un magnífico panteísmo, consultan al aire, a la tierra, al mar, a la luna, a cosas tan sencillas como el romero, la violeta, y el pájaro. Todos los objetos exteriores toman una aguda personalidad y llegan a plasmarse hasta tomar parte activa en la acción lírica". En este punto, reproduce esta letra:

En mitá der
había una piedra
y se sentaba mi compañerita
a contarle sus penas.

Tan solamente a la Tierra
le cuento lo que me pasa, 
porque en el mundo no encuentro
persona e mi confianza

Todas las mañanas voy
a preguntarle al romero,
si el mal de amor tiene cura
porque yo me estoy muriendo.

Y afirma: "El andaluz con un profundo sentido espiritual entrega a la naturaleza todo su tesoro íntimo con la completa seguridad de que será escuchado".
Analiza, posteriormente, la materialización del viento en estas letras: "El viento es el personaje que sale en los últimos momentos sentimentales, aparece como un gigante preocupado de derribar estrellas y disparar nebulosas, pero en ningún poema popular he visto que hable y consuele como en los nuestros.

Subí a la muralla;
me respondió el viento
¿para qué tantos suspiritos
si ya no hay remedio?

El aire lloró
al ver las duquitas tan grandes
e mi corazón.

Yo me enamoré del aire,
del aire de una mujer,
como la mujer es aire
en el aire me quedé.

Tengo celos del aire
que da en tu cara,
si el aire fuera hombre
yo lo matara.

Yo no le temo a remar,
que yo remar remaría,
yo solo le temo al viento
que sale de tu bahía.

Es esta una particularidad deliciosa de los poemas; poemas enredados en la hélice inmóvil de la rosa de los vientos".

Y, a continuación, habla de "otro tema peculiarísimo y que se repite en infinidad de canciones (las más)", que es el llanto. "En la siguiriya gitana, perfecto poema de las lágrimas, llora la melodía como lloran los versos. Hay campanas perdidas en los fondos y ventanas abiertas al amanecer". Añade estas letras:

De noche me sargo ar patio
y me jarto de llorá,
en ber que te quiero tanto
y tú no me queres ná.

Llorar, llorar ojos míos
llorar si tenéis porqué,
que no es vergüenza en un hombre
llorar por una mujer.

Cuando me veas llorar
no me quites el pañuelo
que mis penitas son grandes
y llorando me consuelo.

Y esta última, que define como "gitana y andalucísima":

Si mi corazón tuviera
berieritas en cristar
T'asomaras y lo vieras
gotas de sangre llorar.

"Su melancolía es tan irresistible y su fuerza emotiva es tan perfilada que a todos los verdaderamente andaluces, nos producen un llanto íntimo, un llanto que limpia al espíritu llevándolo al limonar encendido del Amor. No hay nada comparable en delicadeza y ternura con estos cantares y vuelvo a insistir en la infamia que se comete con ellos, relegándolos al olvido o prostituyéndolos con la baja intención sensual, o con la caricatura grosera". 

Ahonda Lorca en la afinidad con los cantos orientales, y refiere varios ejemplos:

"Séraje al Warak un poeta árabe dice

La tórtola que el sueño
con sus quejas me quita
como yo tiene el pecho
ardiendo en llamas vivas.

Ibni Ziati, otro poeta árabe escribe a la muerte de su amada la misma elegía que un andaluz del pueblo hubiese cantado.

El visitar la tumba de mi amada
Me daban mis amigos por consuelo
más yo les repliqué ¿tiene ella amigos
otro sepulcro que mi pecho?

Pero donde la afinidad es evidente y se encuentran coincidencias nada raras es en las sublimes gacelas amorosas de Hafiz, poeta nacional de Persia que cantó el vino, las hermosas mujeres, las piedras misteriosas, y la infinita noche azul de Siraz". Estas son dos de esas gacelas:

Aunque ella no me amara
el orbe de la tierra
trocara por un solo
cabello de su crecha

Y escribe después.

Enredado en tu negra cabellera
está mi corazón desde la Infancia
hasta la muerte unión tan agradable
no será ni deshecha ni borrada

Y enlaza esta gacela con otra letra del cante jondo, en concreto con una siguiriya: 

Si acasito muero mira que te encargo
que con las trenzas de tu pelo negro
me ates las manos

"No han nada más profundamente poemático que estos tres versos que revelan un triste y aristocrático sentimiento amoroso", afirma Lorca.

Y buscando silimitudes, hermana gacelas de Hafiz con coplas jondas: 

Lloro sin cesar tu ausencia
¿más de que sirve mi anhelar continuo
si a tus oídos el viento rehusa
llevar mis suspiros?

con:

Yo doy suspiros al aire
¡ay pobrecito de mí
y no los recoge nadie!

Hafiz dice:

Desde el eco de mi voz no escuchas
está en la pena el corazón sumido
y a los mis ojos ardorosas fuentes
de sangre envía.

Y nuestro poeta:

Cada vez que miro el sitio
honde te he solido hablar
comienzan mis pobres ojos
gotas de sangre a llorar.

"Fue para mí -explica Lorca- de una gran emoción la lectura de estas poesías asiáticas traducidas por don Gaspar María de Nava y publicadas en París el año 1838, porque me evocaron inmediatamente, nuestros jondísimos poemas".

Por todo ello, concluye Lorca que "es pues, señores, el cante jondo tanto por la melodía como por los poemas una de las creaciones artísticas populares más fuertes del mundo, y en vuestras manos está el conservarlo y dignificarlo para honra de Andalucía y sus gentes". Y dedica sus últimas palabras de la conferencia a los "maravillosos cantaores, merced a los cuales se debe que el cante jondo haya llegado hasta nuestros días".

"La figura del cantaor  -afirma- está dentro de dos grandes líneas; el arco del cielo en el exterior, y el zig-zag que culebrea dentro de su alma. El cantaor, cuando canta, celebra un solemne rito, saca las viejas esencias dormidas y las lanza al viento envueltas en su voz,... tiene un profundo sentido religioso del canto. La raza se vale de ellos para dejar escapar su dolor y su historia verídica. Son simples mediums, crestas líricas de nuestro pueblo. Cantan alucinados por un punto brillante que tiembla en el horizonte, son gentes extrañas y sencillas al mismo tiempo".

Recuerda, en este punto, "a Romerillo, al espiritual Loco Mateo, a Antonia la de San Roque, a Anita la de Ronda, a Dolores la Parvala y a Juan Breva, que cantaron como nadie las soleares y evocaron a la Virgen Pena en los limonares de Málaga, o bajo las noches marinas del Puerto. Quiero recordar también a los maestros de la Siguiriya, Curro Pablos, El Curro, Manuel Molina, y al portentoso Silverio Franconetti que cantó como nadie el cante de los cantes y cuyo grito hacía abrirse el azogue de los espejos. Fueron inmensos intérpretes del alma popular que destrozaron su propia alma entre las tempestades del sentimiento. Casi todos murieron del corazón, es decir, estallaron como enormes cigarras después de haber poblado nuestra atmósfera de ritmos ideales...".

Concluye su conferencia afirmando: "A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las inapreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía y que mediten bajo la noche de Granada la transcendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos".