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Mi biblioteca

Biblioteca del IES Sierra de Mijas, mi biblioteca

Mi biblioteca Sierra de Mijas

Érase una vez un inmenso edificio con muchas, muchas dependencias y, entre ellas, una ni pequeña ni grande, calurosa en verano y gélida en invierno, en la que se almacenaban libros. No eran libros perdidos sino más bien olvidados, libros cuya existencia incluso desconocían muchos de los que frecuentaban aquel lugar, algunos de esos libros esperaban su primer encuentro con un lector.

Un día alguien entró en aquella habitación. Asombrado, preguntó por esos libros sin encontrar ninguna respuesta. No preguntó para qué servían porque el polvo que se acumulaba sobre ellos indicaba que hacía tiempo que no se utilizaban. Nuestro personaje quedó tan impresionado que se ofreció a ser el primero en descubrir cuáles y cuántos eran. El que más mandaba de todos los que allí mandaban quedó un poco sorprendido por sus preguntas, pero sobre todo por su entusiasmo porque, a fin de cuentas, solo eran libros y no se opuso a su iniciativa, pero le advirtió que no podría desatender ninguna de sus verdaderas obligaciones.

Entusiasmado, el que todo el mundo empezó a llamar “bibliotecario” desde entonces, comenzó lo que para él nunca fue un trabajo. Fue pasando el tiempo. Sentía cómo cada día avanzaba un poco pero la labor era inmensa, las estanterías innumerables y miles los libros, numerosas las lenguas y los saberes que desconocía. Consciente de sus limitaciones y sintiéndose por primera vez solo, volvió a golpear la puerta del mandamás. Para sorpresa de nuestro bibliotecario, el mandamás reunió rápidamente a los sabios de las distintas materias y les encomendó que eligieran, cada uno entre los de su saber, a una persona que a partir de ese momento ayudaría al bibliotecario en su labor. El bibliotecario incluso creyó ver en el mandamás cierto entusiasmo y pensó que tal vez los nuevos aires que hablaban de una nueva era para las bibliotecas, entendidas como un centro de recursos, también habían llegado a aquel lugar. Se formó así el primer equipo de apoyo a la biblioteca, un equipo estable, renovado parcialmente cada año con una selección realizada entre los que manifestaban su deseo de pertenecer al mismo, que con el tiempo se convirtió en el Departamento de Biblioteca, al frente del cual desde entonces sigue el bibliotecario.

La labor no se detenía, el bibliotecario y su equipo estaban satisfechos, pero no había lectores. El bibliotecario sabía que “el verbo leer no admite el imperativo”, así que decidió que la biblioteca abriera sus puertas, saliera de la biblioteca, se hiciera visible, ocupara nuevos espacios y fuera conocida por todos

Poco a poco la gente empezó a entrar en la biblioteca, los primeros por casualidad o atraídos por los carteles que llenaron todo ese gran edificio, los siguientes y los que después siguieron a estos últimos, convencidos por el boca a boca. Y fueron los jóvenes los que primero vinieron y le dieron sentido.

También el mandamás empezó a creer en ella y pensó que la biblioteca debía ocupar otro lugar, no tan alejado ni con escaleras, con más luz y sin frío, y decidieron que estuviera situada en el corazón del centro y organizaron una gran fiesta para la inauguración.

El bibliotecario valoraba esos pequeños avances, pero sabía que no era suficiente con prestar libros. Además le preocupaba que muchos libros no encontraran su lector, por lo que pensó que había que aprovechar cualquier ocasión para que salieran de las estanterías, que había que hablar de lectura y escritura, y la biblioteca se fue convirtiendo poco a poco en un lugar en el que muchos encontraron su paraíso.

Por todas partes empezaron a verse portadas de libros, dibujos, carteles, poemas, cualquier celebración nos conducía a la lecturase compartían emociones y reflexiones, pero, sobre todo, se invitaba a la lectura. Celebraron así el Día del Libro y el Día de la lectura en Andalucía, pero también muchos otros días que convertían a lectura, a la escritura y a los libros en protagonistas. La biblioteca estaba llena, pero los mayores continuaban sin ir a ella. 

Un día, armado de valor, cuando los mayores estaban todos reunidos, el bibliotecario tomó la palabra y empezó a hablarles de la biblioteca, de los tesoros que albergaba, de cómo les gustaba a los pequeños, de cómo podía ser un complemento, otro recurso más para su labor… y les invitó a visitarla. Como podéis imaginaros, continuaron sin ir a la biblioteca porque eran mayores y porque creían que no necesitaban nada de lo que allí había. 

El tiempo fue pasando. Una mañana alguien atravesó el umbral de la biblioteca. El recién llegado, con ayuda del bibliotecario, encontró en la biblioteca lo que estaba buscando y se lo presentó a los jóvenes que estaban con él. Muy pronto todos los mayores buscaron al bibliotecario y todos los pequeños tuvieron libros de la biblioteca. De esta manera la biblioteca empezó a ser conocida también por los mayores y empezó a ser utilizada, si no por todos, al menos, por algunos.

Los recursos circulaban por todo el centro, se crearon más de cincuenta lotes de libros que acompañaban en la lectura a los más pequeños, pero también libros para todos los demás. La biblioteca continuó transformándose. Cada vez contaba con más fondos, fundamentalmente en papel, pero también llegaron máquinas que permitían navegar sin agua y viajar sin salir de la biblioteca, cañones que no disparaban balas sino imágenes y otros muchos cacharros tan mágicos, como por ejemplo una inmensa pantalla con la que se comunicaban con un dedo. La sensibilidad que todos mostraban hacia la biblioteca permitió que fuera perfectamente dotada.

El bibliotecario pensó que nadie debía irse de aquel edificio sin conocer la biblioteca, así que propuso al mandamás que los pequeños, cuando llegaban por primera vez a aquel lugar, fueran recibidos en la biblioteca y que a esa primera visita siguieran otras para conocerla y para saber cosas tan importantes como que los lectores también tienen derechos. Para ello diseñaron actividades que conformaron su programa de  “Formación de usuarios”.ç

Cada vez la biblioteca tenía más vida, cada vez se organizaban más actividades y el bibliotecario pensó que estaría bien que todo el mundo conociera la biblioteca y construyó una ventana, nuestro blog, a través de la cual cualquiera podía asomarse y compartir las actividades que realizaban. De esta manera todos supieron que de vez en cuando en la biblioteca nos reunimos para hablar de libros y que nuestras puertas siempre están abiertas para compartir lecturas con los que las leen o las escriben, sus autores; que tal vez en el futuro algún famoso escritor tenga entre sus premios el haber ganado uno de nuestros concursos; que también las familias forman parte de este pequeño mundo; que todos los años tenemos, nuestra feria, la Feria del libro, que ya cuenta con doce ediciones y en la que participa toda la comunidad educativa del IES Sierra de Mijas; que también tenemos la Semana de la Ciencia y la Tecnología, a la que por supuesto nos hemos apuntado en todas sus ediciones; que nos encanta visitar otras bibliotecas, especialmente las bibliotecas de nuestro barrio, y participar en las actividades que organizan para nosotros; que somos ecologistas, entusiastas del cine, bilingües, hacemos experimentos caseros, reivindicamos la paz y la igualdad y decimos NO a la violencia; que cuando nos volvemos un poco locos no solo leemos a Harry Potter, sino que también organizamos un partido de quidditch; que la biblioteca está en todo el centro y todo el centro está en la biblioteca; que no solo ocupamos el corazón de ese inmenso edificio, sino que nos sentimos el corazón que anima muchas actividades e impulsamos otras con todos los recursos de los que disponemos... que un día soñamos con una biblioteca de “todos, por y para todos” y hoy pensamos que, a veces, los sueños se hacen realidad; que estamos muy orgullosos de muchas de las cosas que hemos hecho, pero, sobre todo, estamos orgullosos de que nuestra biblioteca sea una biblioteca útil y necesaria y, más que nada, respetada y querida.

Y el bibliotecario y su equipo se sintieron felices y pensaron que estaban en el buen camino y que aún tenían muchas cosas que aprender.

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