5.2.- Ajedrez para náufragos

 

Manuel Martínez Vallejo,

Profesor de Filosofía. IES Peña del Águila. Mancha Real (Jaén)

 

Cuenta la leyenda que hace ya más de veinticinco años un joven decidió subir al pico del Almadén porque creía que desde allí, en las noches despejadas del verano, podría vislumbrarse el reflejo de la luna sobre el océano.

Pocos meses después llegó hasta la playa de Valdelagrana, en la Bahía de Cádiz, y avistó por primera vez el mar de la educación. Pasaron años y puertos como Cádiz, Benalmádena, donde divisó el faro de los Derechos Humanos, Almuñécar, y en la mochila centenares de teorías, unas fotos de Sebastiao Salgado, una radio y un tablero de ajedrez.

Tiempo después, y junto a la Peña de Martos, descubrió a un novel profesor que jugaba de tú a tú con sus alumnos. Le preguntó si jugaría con él y poco a poco formaron un grupo que aprovechaban por voluntad propia algunos ratos para iniciar una partida.

Y pasaron sexenios y se le ocurrió presentar un proyecto de ajedrez que arrojó a las profundidades de la educación en Andalucía. Y llegaron niños de otros lugares cercanos y lejanos a la vez. Niños que estaban allí sin saber muy bien por qué. Aquel profesor navegó durante varias semanas, pero una noche algunos desaparecieron. Los buscó por babor y estribor hasta que decidió por fin recoger las velas y descansar en una playa desierta.

Un día vio una pisada humana en la arena, más pequeña y ligera que las suyas. Y tras algún temor descubrió una nueva compañera de viaje, una artista que dibujaba piezas reciclables en paneles de cartón y tableros gigantes con ayuda de pequeños seres, con tan sólo unas cuerdas, un pico, una pala y un remolque de ilusión. Al llegar el verano se despidieron y al volver comprobaron que olas enormes habían derrumbado los castillos y tableros.

No podríamos hablar primero (No podríamos hablr primero.jpeg)

 

Sara Bailén Martínez, alumna de la Facultad de Bellas Artes de Granada

 

Algunas lágrimas saladas resbalaron, pero pronto recordaron que solo queda en nuestros corazones el calor de las personas que nos han hecho sonreír.

Poco a poco el soto del ajedrez fue creciendo nuevamente. Primero los peones, luego alfiles, caballos, torres, damas, reyes. Para la primavera los primeros humanos se sentaban de nuevo a la sombra de los árboles, se estrechaban las manos y comenzaban a jugar. Y de nuevo toda la maquinaria se puso en marcha hacia la isla aulaDjaque. A toda máquina. La profesora se despidió hacia nuevas tierras y nuevos seres con los que dibujar nubes y remolinos en los cabellos del viento.

Al llegar el 15 de septiembre todos ya estábamos allí, los profes, los alumnos, las aulas, los padres y madres. Pero no se sabía nada de aulaDjaque. ¿Dónde estaban los tableros?, ¿dónde las piezas?, ¿dónde los murales?, ¿dónde los libros y cuadernos?,¿dónde, dónde…? Seguramente Hermes, el enviado de los dioses, estaría a punto de llegar para reunirnos a todos y aclararnos que todo era un espinoso contratiempo, una DANA inoportuna habría impedido la llegada de los barcos a puerto. Pero la nieve arreció durante este invierno, los fríos helaron las miradas y una única idea rondaba continuamente ¿Cuántos compañeros habrían naufragado? ¿Cuántos más naufragarían? ¿Cuántos más naufragaríamos?

De pronto un correo apareció en el ordenador poco antes del día de los enamorados, era breve: el día catorce en Isla Cartuja, en la Torre de Triana.  La misión clara, coordinar un equipo para aulaDjaque. Únicamente una vez entré en este majestuoso edificio circular; hará unos quince años los interinos conseguimos entrar gritando dignidad y estabilidad para nuestro trabajo. Al poco rato un ejército de antidisturbios nos tenía en jaque y la partida aparecía de nuevo claramente perdida. Os lo comento a vosotros, pero he de reconocer que lo callé en aquella reunión. Pero sí pregunté por los dóndes. En mi caso debo aclarar  que me centraré en la ESO por ser la etapa con la que he trabajado más el ajedrez.

Nos dice Descartes en su obra “El discurso del método” que con unas pocas reglas fáciles cualquier navegante arribará a su objetivo.

La primera regla es que hay que aceptar lo que es evidente, y no caer ni en la precipitación, que sería dar material a diestro y siniestro sin venir a cuento; pero tampoco en la prevención. Y hay que aceptar la evidencia: por el número de colegios e institutos inscritos en aulaDjaque,  éste ha logrado todo  un éxito de participación. Por tanto, es evidente que para el próximo curso todos los centros solicitantes deben disponer de material y presupuesto, aunque sea mínimo. Y es evidente que el curso comienza el 15 de septiembre; no a mediados de octubre.

La segunda regla es que para que algo sea evidente hay que analizar las cuestiones complejas intentando dividirlas hasta llegar a elementos simples. Y verdaderamente compleja en la integración curricular del ajedrez como una nueva “materia” en la ESO. Tras mi experiencia personal y los comentarios de compañeros en algunos talleres en los CEP creo que podemos describir estos puntos simples para intentar comenzar a cimentar con sentido común aulaDjaque:

  • El programa no puede depender únicamente de la buena  voluntad de alguna parte del profesorado.
  • No en todos los centros el profesorado cuenta con el apoyo del equipo directivo para conseguir material o los espacios y tiempos necesarios.
  • Para que un nuevo programa funcione la formación es fundamental, al menos  en los primeros años, porque en caso de naufragar cuanto mejor se sepa nadar más probabilidades de llegar a tierra firme.
  • Coordinar una integración curricular en diferentes materias, de manera transversal,  lo veo muy difícil  en la ESO. Cada profesor tiene un horario diferente y las posibles horas comunes suelen estar muy ocupadas para la gestión de las diferentes materias
  • Si se quiere introducir el ajedrez como un juego, que es lo que es, tenemos el problema de la evaluación. ¿Es necesaria una calificación numérica?
  • No a todo el alumnado ni a todo el profesorado le gusta o le interesa el ajedrez
  • Y está claro que hay multitud de personas maravillosas interesadas en el ajedrez, bien profesores, monitores, alumnos o conserjes. Siempre  dispuestos a iniciar una nueva partida.

Seguramente hay más apartados evidentes, como también es evidente lo complicada que es la situación. ¡Uff! Verdaderamente compleja la posición en el tablero.

La tercera regla es la síntesis, es decir, ir relacionando evidencias con evidencias, intentando engranar de nuevo todo el sistema de forma coherente. Para mí es la más difícil. Pero, aun asumiendo que quizá realice algún paso equivocado, voy a dar mi opinión de cómo “entablar” todo este nuevo engranaje. Intentaré formularla de la forma más clara posible.

En primero de la ESO, en la hora de libre disposición, incluiría al menos tres talleres o programas, a saber: aulaDjaque, aulaDcine y otro a elegir según las características o preferencias del centro.

  • Cada grupo no tendría más de quince alumnos/as
  • Todo el alumnado pasaría alternativamente por cada uno de los talleres durante un trimestre del curso escolar. El número de alumnos no puede ser superior a quince por taller.
  • En segundo de la ESO continuarían al menos dos de los tres programas anteriores, pudiendo cambiar el tercero por otro nuevo. También obligatorios los tres para todo el alumnado y rotativos por trimestres.
  • En tercero de la ESO cada alumno/a elegiría libremente el programa de los tres o cuatro anteriores que más se acomode a su personalidad, intentando profundizar en la excelencia de cada programa.

La cuarta regla de Descartes es la revisión y comprobación de todo el proceso; lo que en nuestro caso serían las reuniones de coordinación del equipo de aulaDjaque, al menos una vez al trimestre .

He de confesaros que desde hace algún tiempo mi razón parece entrar con facilidad en paralogismos. Por ello sé que debo retirarme hasta la orilla para contemplar el crepúsculo del sol sobre el horizonte marítimo. Y sé que volveré a esperar que algún delfín salte sobre la superficie en la lejanía de la costa. Mañana repararé mi barquita “marval” y saldré de nuevo a navegar   para recoger los plásticos y etiquetas que tanto lo están empeorando.

Al despertar la mar había depositado una pequeña cajita de cartón a mi lado. ¿Habría sido el azar o la causalidad? En su interior había una hoja de papel que guardaba este bonito mensaje. Lamentablemente algunas de sus frases han quedado ilegibles por la humedad. Dice así:

“Cuando me comentaron que teníamos una asignatura de ajedrez pensaba que sería una bobada o un disparate. Pero conforme transcurrían las clases, las semanas, los meses, empecé a necesitar cada vez más (…)

Un día a la semana, una hora: era el tiempo que conectábamos con un tablero (…)

Me gustaba mucho jugar porque en cada partida conocía cada vez más a mis amigos, sus gustos, su forma de pensar, su técnica, (…) Aprendía y aprendía, de mis victorias y derrotas. Asimilábamos valores como el respeto, reconocíamos y valorábamos a los otros compañeros y compañeras (…) tratábamos a todos por igual, porque no nos importaba si era de diferente sexo o etnia el contrincante.

Era un juego que me llegó al alma (…) Me sentía única, nadie pensaba ni actuaba como yo; alegre, pues sabía que iba a ser un recuerdo bonito y divertido. (…) Conseguí estimarme como chica (…) y vi que podía llegar a ser igual o mejor que un chico.

 

La igualdad es la mejor estrategia (La igualdad es la mejor estrategia.jpeg)

Sara Bailén Martínez, alumna de la Facultad de Bellas Artes de Granada

 

¡Un juego que necesitaba modestia, concentración y no discriminaba!

No sé si llegará a convertirse en una asignatura. En mi opinión, no debe ser puntuada. No se le tiene que ofrecer un número a la persona que está jugando. Cada individuo tiene su forma de jugar y hacer las cosas, es lo que nos hace únicos (…) Lo especial de este juego es que puedes ser una misma o uno mismo.

Hasta que el ajedrez lo nombren asignatura oficial u optativa, solo seguirá siendo una experiencia (…)”

Ana Cano López, 2º de la ESO, IES Peña del Águila. Mancha Real.

Empujé la barquita mar adentro y agarré con voluntad el remo izquierdo y con valentía el remo derecho. Un nuevo viaje hace el país de Chaturanga había comenzado. Era evidente que nuestro rey había decidido subir al Almadén para ver con claridad y nitidez el nuevo tablero construido.