El aula, un rincón de paz

 

 

Carmen Gil, profesora en el IES San Blas de Aracena, es una escritora polifacética de literatura (cuento, teatro,  poesía...). Tiene más de noventa libros publicados y ha sido traducida a más de quince idiomas. Imparte cursos de poesía en los Centros del Profesorado, charlas sobre animación a la lectura y recitales de poesía. Además, es fundadora de la revista digital de Poesía Infantil Cosicosas para todos los países de habla hispana, creada con la colaboración de escritores y escritoras de Argentina, Ecuador, Venezuela, Perú, Puerto Rico...Sus obras de teatro han sido representadas en numerosas ciudades españolas y en varios países de Latinoamérica.

 

 

Hace unos días, la orientadora de mi centro me pidió que diese un curso sobre resolución de conflictos y convivencia en el aula. Han sido numerosas las ocasiones en que colegas han querido entrar en mi clase a observar. Por eso, creo que ha llegado el momento de ofrecer lo aprendido durante estos treinta años. Y se me ha ocurrido contarlo en forma de artículo, con un solo objetivo: ser útil.

Todos los cursos se nos plantea un reto: hacernos con los grupos asignados y crear en ellos un ambiente acogedor, de trabajo y silencio, en el que el alumnado  pueda sentirse a gusto, seguro y protegido. Pero ¿cómo? A menudo comprobamos con estupefacción que un grupo con una persona se muestra conflictivo y con la siguiente es apacible, colaborador y permite aprovechar la hora de principio a fin. ¿A qué se debe esto? ¿Hay alguna receta mágica? Siento decepcionaros: no existen fórmulas prodigiosas. Al menos, yo no las conozco. Sin embargo, sí que hay pequeñas consideraciones que pueden ayudar a crear un clima propicio para la educación y el aprendizaje.

Un buen comienzo

Las primeras semanas son cruciales. En ellas se decide qué tipo de relación se va a establecer entre alumnado y profesorado. Intentemos dedicar todo nuestro esfuerzo y atención a coger las riendas del funcionamiento de la clase.

 

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Efecto Pigmalión

Durante toda mi vida profesional he defendido un principio, a riesgo de parecer ingenua: si te diriges a la parte buena del alumnado, te responderá con ella. Hace dos años descubrí, con enorme alegría, que esa tesis estaba catalogada por la psicología moderna con un nombre: efecto Pigmalión.  ¡No tenía ni idea!

Según la leyenda mitológica de Ovidio, un escultor llamado Pigmalión se enamoró de Galatea, una de sus creaciones. Pigmalión estaba tan ciego de amor que trataba a la escultura como si fuera una mujer real. Finalmente, por mediación de la diosa Afrodita, Galatea llegó a cobrar vida.

El descubrimiento de este efecto de profecía autocumplida me reafirmó en mis creencias.  Si le hablamos a la parte virtuosa y honesta de la persona, nos contestará con ella. Aunque parece magia, no lo es. Sin ser consciente, con nuestros gestos y expectativas, vamos a reconfortarla, encauzarla, estimularla y a influir en su comportamiento.

Desgraciadamente, también funciona al contrario. A menudo, el equipo docente, con su mejor intención, nos previene negativamente de tal o cual estudiante, y nos creamos etiquetas que van a condicionar nuestra forma de tratarlo. Sin darnos cuenta estaremos esperando, con el corazón encogido, que se cumplan los pronósticos. Nuestra propia inquietud, a través de miradas y señales aparentemente imperceptibles, lo empujará a cumplir las predicciones.

Mi estrategia es actuar como si ese ser humano, hasta ahora  problemático, fuese el mejor estudiante del mundo. Probablemente descubrirá una forma de relación nueva, inédita para él,  que le hará sentirse muy bien.

 

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Orden de fuera hacia dentro

Durante la pubertad, se producen muchos cambios que ponen patas arriba el mundo interior de cualquier adolescente. Por eso, necesita que creemos un entorno ordenado. Si su alrededor es caótico, el desconcierto interno aumentará. Y viceversa.

La primer regla que cumplo desde hace muchos años es poner en orden el aula antes de empezar la clase: organizar las mesas, limpiarlas si están sucias, recoger los papeles del suelo… Y ante la consabida protesta: “Yo por qué tengo que recoger, si no he sido”, nuestra respuesta será bien sencilla: “Yo tampoco he sido y recojo”. Es fundamental dedicar los minutos que sean necesarios a esta tarea, sin que nos preocupe aparcar los temarios. “Perder el tiempo” en ocupaciones como esta, va a garantizar que se pueda aprovechar la hora durante el resto del curso. En cuanto se habitúen, la llevarán a cabo antes de que lleguemos y nos encontraremos el aula ordenada. Tenemos una meta clara: conseguir un clima de armonía. Y debe empezar por los aspectos materiales.

El silencio, un regalo

Otra de las reglas de oro que marcan mi quehacer como maestra es no gritar ni hablar jamás por encima del vocerío del alumnado. Antes de comenzar, suele haber mucho alboroto. El cambio, la espera, el jaleo de los pasillos… sobrexcita al grupo, que llega nervioso y desasosegado. Ante esto, lo mejor es esperar. Sí, esperar aunque nos cueste. Cruzarnos de brazos y hacer manifiesta y evidente  nuestra actitud de espera. No hay que ceder a la tentación de dar una voz para acelerar el proceso. Y lo mismo durante el desarrollo de la clase. No debemos permitir que nadie hable por encima de nadie. Si empleamos un tono adecuado, suave y pausado  para dirigirnos al grupo, este acabará imitándonos.

La OMS recomienda un nivel máximo de ruido de 35 dB en las escuelas. Desgraciadamente, no se suele cumplir. Hoy, en un mundo escandaloso con ruidos constantes (móviles, televisiones, cláxones, alboroto en los pasillos del instituto…), el silencio es un auténtico regalo.  Cuando se consigue que el aula sea un lugar habitualmente silencioso, se crea una especie de hechizo. Quien tenga que levantarse, lo hará procurando elevar la silla para no molestar y no romper el encanto. Si alguien cuchichea, le sisearán para que se calle. Y es que en silencio se encuentran a gusto. Creando este oasis , facilitaremos la tranquilidad, la atención, el diálogo, el respeto, la intimidad… y el verdadero encuentro de cada uno con los demás y consigo mismo.

 

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Cumplir la palabra

Estoy totalmente convencida de que es prioritario ganarnos la confianza del alumnado y que crea en nuestra palabra. Y solo podremos obtenerla no amenazando con sanciones ni haciendo promesas que no vamos a cumplir.

Educar con el ejemplo

Ni nuestros sermones, ni nuestros discursos, ni nuestras reprimendas servirán absolutamente de nada si nuestros actos los contradicen. Para pedirles puntualidad, hemos de ser puntuales. Para exigirles respeto, debemos tratarlos con respeto. Opino, además, que nuestra forma de dirigirnos al alumnado tiene que estar empapada de consideración, deferencia y cortesía. No podemos reclamar lo que no estamos dispuestos a dar por triplicado. ¡Cuántas veces he oído a un grupo explicar el buen funcionamiento de una determinada clase con un “Es que nos trata con respeto”!

La justicia proporciona paz

Para nuestro alumnado, la justicia es un valor esencial. Acepta una sanción gravosa sin protestas si la considera justa y se rebela ante la que no, por leve que sea. Es imprescindible que seamos escrupulosos en el uso del poder que nos confiere nuestra profesión y no lo usemos arbitrariamente.

Hay ocasiones en que reñir o amonestar a determinado alumno o alumna nos provoca angustia, porque nos preocupa su reacción agresiva. Probablemente el resto del grupo sienta el mismo temor. Por ello, resulta indispensable vencer nuestros miedos y hacerle frente. Así los demás querrán ponerse en nuestras manos cuando sientan la necesidad de ser defendidos.

¡Ah!, y no entremos en discusiones individuales en público. Si hay algo que aclarar o explicaciones que dar, mejor en privado y fuera del aula (en el recreo, por ejemplo).

 

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La autoridad, un instrumento necesario

Durante mucho tiempo, la autoridad ha sido confundida con el autoritarismo y se ha visto denostada. Yo, sin embargo, estimo que es un instrumento esencial para alcanzar una atmósfera favorable al aprendizaje y hacer del aula un rincón de paz. ¿Cómo, si no, podremos proteger a nuestro alumnado? ¿Cómo lograremos que se sienta seguro y pueda recurrir a nosotros si precisa amparo?

No dejar a nadie atrás

Es primordial que practiquemos una educación inclusiva, intentando no apartar, relegar ni renunciar a nadie. Cuando haya sanciones, deben integrar a la persona y darle su lugar en el grupo.

Cambiar de canal

Nunca es tarde para hacer descubrimientos. Después de veintiocho años en la enseñanza, hace poco descubrí una técnica que me permite “cambiar de canal” al comenzar una clase: favorece la concentración, deja fuera el estrés, relaja al grupo y refuerza los lazos afectivos entre él y yo. Se trata de los cuentos metafóricos.

Tras saludar al alumnado, digo en voz baja: “Ahora lo dejamos todo, nos olvidamos de lo que nos preocupa y no hacemos otra cosa más que escuchar”. Entonces leo un cuento metafórico corto, a partir del cual iniciamos un breve diálogo. Es cuestión de unos minutos.  ¡Y el resultado es mágico!

Me apetece terminar este artículo con uno de esos relatos, a modo de ejemplo. Espero que os guste.

"Durante la era glaciar, muchos animales morían de frío. Los erizos, para sobrevivir,  acordaron formar grupos; así se daban abrigo y se protegían mutuamente. Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que les proporcionaban calor. Y por eso se separaban unos de otros.Cuando sintieron de nuevo frío, tuvieron que tomar una decisión: o desaparecían de la faz de la Tierra o aceptaban las espinas de sus compañeros. Con sabiduría, decidieron volver a juntarse. Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo realmente importante era el calor del otro".

(Anónimo)

Y llegó el final. Se me quedan muchísimas reflexiones en el tintero. Pero no quiero despedirme sin antes advertiros de que, por mucha experiencia que tengamos, por mucho que creamos saber, siempre llega un alumno o una alumna que nos echa abajo nuestros esquemas y nos hace replanteárnoslo todo y volver a empezar. ¡Eso es quizá lo bonito de nuestra profesión! Ojalá este sencillo artículo os ayude un poquito a afrontar el día a día de las clases y los problemas que plantea.  Con esa ilusión, por lo menos, lo he escrito.