Enseñar Doñana con Juan Villa

J.J. Díaz Trillo, Delegación Territorial de Huelva

Pocos escritores han reflejado tan bien el mundo de Doñana como Juan Villa. Caballero Bonald, quien desde su novela Ágata ojo de gato fijara un espacio mítico en ese lugar −el de Argónida− ha confesado encontrar en él “una especie de complemento interpretativo a sus figuraciones”. “Yo siempre −escribe el Premio Cervantes en su prólogo a Doñana. Las otras huellas− he pretendido crear una visión de Doñana más o menos vinculada a su enfoque mítico, mientras Juan Villa ha elaborado una minuciosa y apasionante versión de su realidad histórica.”

Cumplidos ahora los cincuenta años de la declaración de ese maravilloso espacio ecológico y cultural como Parque Nacional, está protegido por leyes a propósito y por una atención constante de la comunidad científica, instituciones y organizaciones ecologistas. Asimismo, su declaración como Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad hacen de Doñana el humedal más importante de Europa. Un territorio que envuelve a 14 municipios de tres provincias limítrofes (Huelva, Sevilla, Cádiz) y se extiende a través de sus más de 120.000 hectáreas por un vasto paisaje de dunas, pinares, marismas, lagunas y mar abierto. Un claro y singular dominio para las especies, de aves sobre todo, que lo necesitan como lugar de tránsito en sus migraciones o les resulta idóneo para mejorar sus condiciones de supervivencia; y hasta propicio para su recuperación, como ha sido el emblemático caso del lince ibérico, que ha logrado salir del momento crítico de su posible desaparición. Laboratorio imprescindible para la investigación biológica más avanzada, Doñana ha sido sobre todo un espacio habitado y habitable, desde tiempos inmemoriales -aparecieron recientemente huellas de un antepasado del elefante con una datación aproximada de 100.000 años- por el ser humano. Su estela a lo largo de los siglos en esta frontera de ecosistemas, tradiciones y mitos, es inseparable -como ocurre con otras especies- de la lucha por la vida.

Obras recientes del autor que nos ocupa, como Doñana. Apuntes, Voces de la Vera o Historia portátil de Doñana abundan en esa “mirada híbrida” con la que el autor abarca toda la riqueza y exigencia de unos predios tan difíciles de domeñar para hacerlos habitables y sostenibles. El también profesor de Lengua y Literatura durante muchos años ha sabido reflejar en colaboraciones periodísticas, académicas, pero sobre todo en sus creaciones literarias, la Doñana entera, sin hurtar a los lectores ninguno de sus muchos ángulos con los que se debe observar para apreciarla completa en su extraordinaria complejidad. Son protagonistas de sus obras sobre todo quienes habitan, como él mismo, este enclave que se mueve entre Naturaleza y Espíritu y cuyo mayor afán sigue siendo vivir en Doñana, pero también de Doñana.

Como escritor y docente, nuestro protagonista ha participado en diversas iniciativas para la divulgación pedagógica de este entorno con tantísimas oportunidades para el aprendizaje. De él han tratado algunos de los seminarios y visitas dirigidas al profesorado en las que Villa ha hecho de algunas de sus novelas una excelente partitura con la que interpretar adecuadamente tan singular Espacio. Recordemos, por ejemplo, la utilidad (adecuadamente combinada con la dulzura horaciana) que nos ofrece su primera novela, Crónica de las arenas (Fundación José Manuel Lara, 2005), para conocer la Doñana de la autarquía franquista, pero sobre todo para entender cómo éste fue siempre un territorio tan hostil como hostigado por “experimentos” naturales y sociales de todo tipo.

Digo en una de mis novelas (nos comenta Juan Villa desde Almonte, donde reside habitualmente con periodos en la aldea de El Rocío y Sevilla) que Doñana es hoy y en cierta manera siempre lo fue un espacio dispético, trastornado por las digestiones de tantos intereses, de tantos amores y de tantos odios como se le han venido prodigando sin que se termine de dar en el clavo. Intento con mis novelas dar pistas para el diagnóstico certero, multiplicar los puntos de vista y evitar la simplificación a la que, sobre todo en estos últimos tiempos, se le ha llevado, simplificación producto de la suma de diversos estereotipos enfrentados y sin aparente conciliación.

Nos interesamos por los encuentros y visitas que se han llevado a cabo por parte de centros educativos y clubes de lectura para conocer, de la mano del autor como guía, los distintos escenarios de sus creaciones: Creo que mis novelas -toda novela en realidad- constituyen la fórmula mejor, quizás la única, de ampliar si no el espacio, sí el tiempo de un lugar. Como a todo, a Doñana hay que entenderla en su devenir. Que yo conozca, existen una docena de novelas cuyos asuntos se desarrollan en Doñana, desde los arrozales del norte hasta el mar. Comentamos algunas de las más célebres, desde la de Caballero Bonald a la travesía de Grosso y López Salinas, hasta la más reciente del profesor Suárez Japón.

Y seguimos interesados en la manera de mostrarnos ese singular ámbito, de la Diosa lo había llamado nuestro añorado poeta Juan Drago. Las visitas literarias las preparábamos a partir de la lectura de una de mis novelas, en clubs dependientes de bibliotecas públicas, con el profesorado o en tertulias privadas. Se organizaba una ruta a partir de textos concretos y en cada uno de esos puntos se procedía a una lectura y el comentario correspondiente desde todos los ángulos posibles: históricos, sociales, medioambientales…y, por supuesto, literarios. En el transcurso de la conversación se nos antoja a ambos este tipo de experiencias idóneas para la integración de los distintos programas de Innovación Pedagógica que desarrolla la Consejería desde hace años. Como se nos manifiesta la capacidad de un adecuado texto de creación para llegar al espacio mítico de un lugar que la literatura lo hace universal.

Hace unos días, y a propósito de su última obra Voces de la Vera, el periodista Manuel Pedraz, en su programa de Radio Nacional “Historias de papel”, le comparaba con el Stefan Zweig de El mundo de ayer. Ciertamente en sus libros de ficción hay siempre un trasunto de verdad de época, de fresco histórico y social que viene a darnos una visión panorámica de esa Doñana suya, tan real y palpable, como sugerente y poética a veces. Pienso en las aventuras y sinsabores de los protagonistas de El año de malandar (Paréntesis Editorial, 2009) que tuvo dos ediciones y un notable éxito de público. Quizás por establecer una trama más clásica de novela de personajes pero con una incorporación tan exacta del paisaje de los tiempos de Alfonso XIII y el año tan convulso y premonitorio como la Dictablanda de Berenguer, 1931.

En este sentido mis novelas son, o pretenden ser, de estirpe galdosiana: guardan en sus páginas un mundo que se extingue. Si tienen algún valor es ese precisamente: el haber hurtado al olvido unas formas de vida ya extinguidas y abocadas a la desmemoria. Este territorio estuvo siempre habitado por el hombre, guiado por su mano, y para entenderlo hay que tener claro quién lo generó y por qué lo generó de esa manera y no de otra.

"Mis novelas guardan en sus páginas un mundo que se extingue. Si tienen algún valor es ese precisamente: el haber hurtado al olvido unas formas de vida ya extinguidas y abocadas a la desmemoria".

Abundamos en la historia de lo que fue hasta poco antes de la creación del Parque Nacional un Coto de Caza y lugar de encuentro para la aristocracia, de la sangre y del vino.

Siempre vivió Doñana, y sigue viviendo, en una especie de indefinición. La historia ha venido dando por buena la propiedad por la casa de Medina Sidonia a lo largo de seis siglos, pero parece ser que se debió a una usurpación de las tierras de realengo, que usufructuaban los vecinos de los pueblos limítrofes, entre el Condado de Niebla y el Ducado de Sanlúcar. En 1900 la compran los Garvey, dueños de bodegas en Jerez, y hasta prácticamente mediados del pasado siglo su función sigue siendo la misma, coto de caza de las clases privilegiadas; el paso de la aristocracia a la burguesía no supuso en Doñana, como en el resto del continente europeo, revolución alguna. Con la adquisición por parte de WWF de unas miles de hectáreas en los años sesenta se iniciará la Doñana moderna.

Para la intención educativa de “enseñarnos” Doñana nos parece muy interesante esa otra vertiente de su obra, que vendría a dar sentido a la “intrahistoria” unamuniana, al relato particular de los seres, a veces atormentados, ante una Naturaleza y un amago de sociedad indómitos. Pensemos en Los Almajos, esa novela breve que, como los relatos de Juan Rulfo, nos produce una rara conmoción. Hablaríamos en este caso de la Doñana más profunda. Tantas veces cruel, y tan alejada del idílico mundo de animales -aves sobre todo- a su aire y espléndidos arenales columpiados por el viento.

Pensar que la vida en Doñana fue idílica, que los que la habitaron se comportaban como Thoreau en su Walden, es mucho suponer. Es cierto que, a pesar de sus muchas y mejores condiciones materiales de vida, sus antiguos habitantes la miran hoy con nostalgia. El exiliado siempre pierde y gana. Aprendieron a vivir en armonía con la naturaleza, puede que a la fuerza, pero ése terminó siendo el armazón de sus vidas, lo que terminaron por conocer y querer: su tierra y su gente.

Hay otra cara del Espacio Natural que queda muy bien reflejada en sus colecciones de artículos −editados ahora con los magníficos dibujos de Daniel Bilbao− e incluso en su último Voces de la Vera (Ed. Comba, Barcelona, 2018). Es la Doñana de las tradiciones y creencias, de sus labores de siempre y del sentido genuino de la fiesta. Especialmente la de El Rocío, en el corazón mismo del Parque y al que usted ha dedicado páginas importantes.

Existen lugares que pueden morir de éxito, me temo que Doñana es uno de ellos. En los últimos tiempos han ido confluyendo en él una serie de elementos difíciles de armonizar: una romería multitudinaria, una urbanización de sol y playa, miles de hectáreas sembradas de frutos rojos y un Parque Nacional. ¿Quién da más?, me atrevo a sugerirle a nuestro autor mientras paseamos alrededor de la Rocina. Eso sería lo tangible. Lo intangible: el terror que parece le han cogido las distintas administraciones, terror que las lleva a la inacción o a las componendas y el parcheo que lo único que han conseguido hasta ahora es prolongar los conflictos. “¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?” que dijo Miguel Hernández. En fin.

Volviendo a la consideración inicial que sobre la obra de Juan Villa hacía Caballero Bonald, y en la que han abundado Antonio Hernández o Manuel Garrido Palacios, entre otros, su Historia portátil (en colaboración con Juan F. Ojeda y Daniel Bilbao) ofrece una respuesta idónea para el objetivo didáctico. En ella, además, adopta usted esa distancia -tan cervantina- que nos lleva a leer algunas páginas con una media sonrisa. Como profesor y escritor, nos deleita con un rápido -pero certero y profundo- vistazo a miles de años de Historia. Del microscopio que abunda en la Estación Biológica −tan señera en la investigación desde hace décadas− pasa usted al telescopio de la sabiduría popular que exhiben los guardas o habitantes de antaño, con quienes viene hablando desde su infancia, y a quienes reivindica como la máxima autoridad del Coto.

Tanto mis novelas como mis artículos son básicamente deudores de la gente de Doñana, nacidos de años de pláticas con ellos. El alma de Doñana no está recogida en documentos, la guardan las memorias y los corazones de quienes la vivieron. En cierta manera no he hecho más que seguir si no en las técnicas y estilo, sí en la intención las pautas de aquello que en los años cincuenta se vino a denominar “novela de magnetofón”, las de Sánchez Ferlosi, Alfonso Grosso, López Salinas o el primer Caballero Bonald. Una especie de paseante que, grabadora en mano, ha intentado recoger lo que ya era un mundo en fuga, y elaborar una especie de fichero de lo que fueron las ciencias de aquellos hombres y mujeres, ciencias que suponen y explican lo que el lugar ha llegado a ser.


Juan Villa Díaz, Almonte, Huelva, 1954, además de reconocido escritor y articulista de varios medios de comunicación, fue hasta su jubilación Profesor de Enseñanza Secundaria en las localidades de Puebla de Guzmán, Huelva y La Palma del Condado. En la actualidad, y además de su faceta creativa, participa en distintos proyectos de investigación y divulgación que, a buen seguro, servirán para enseñar mejor Doñana.