TEXTOS > FRAGMENTOS GINER

Inicio    Textos     Página   1   2   3 

INSTRUCCIÓN Y EDUCACIÓN

La educación actual, descuidada en la casa y todavía más en la escuela, pide urgente reforma, y la Pedagogía tiene infinito que decir y que hacer.

 

Testigo abonado de ello es nuestra presente sociedad, cuyas tendencias adolecen de un vicio radicalísimo. "Se nos enseñan muchas cosas -dice con frecuencia el joven-, menos a pensar ni a vivir." El resultado es lógico. Los hombres medio instruidos, pero no educados, tienen su inteligencia y su corazón punto menos que salvajes; oscilan al azar, guiados por un oscuro instinto más difícil de interpretar que el oráculo de Delfos; ignoran el arte de formar ideas propias y el de servirse de las ajenas, y la anarquía de su desvariado pensamiento se refleja en la inconstancia de su conducta, que por fáciles modos se envilece en el egoísmo y el ateísmo práctico. Así, la sociedad contemporánea, hija de aquella psicología para la cual la nota característica del espíritu es el pensamiento, no ve en el hombre más que la inteligencia, y en la inteligencia, el entendimiento; es decir, la fuerza de penetración y acomodo de los pormenores. Así también el gobierno de esta sociedad no está, como suele decirse, en manos del dinero ni de la fuerza, sino del talento, de los hombres sagaces, astutos, rápidos de comprensión, descreídos de ideal y expeditos de lengua.

 

Por manera que la educación de nuestros tiempos padece, primeramente, por suponer que el elemento intelectual es el único que necesita racional dirección y abandonar el resto a la conciencia individual y al irregular, y a veces contradictorio, estímulo de los varios sucesos a que se fía la formación de nuestro espíritu en todas relaciones. Y en segundo lugar, peca esa educación, dentro ya de esa misma esfera, a que tenazmente se limita, por ser principal, casi exclusivamente, pasiva, asimilativa, instructiva, ciñéndose a imbuir en nosotros las cosas que se tienen por más averiguadas y dignas de saberse, sin procurar el desarrollo de nuestras facultades intelectuales, su espontaneidad, su originalidad, su inventiva. ¡Qué convicciones arraigadas pueden esperarse de semejante sistema!

 

(…) Mientras esto no se comprenda, poco ha de esperarse de nuestros centros docentes, públicos o privados, para la cultura y progreso de la patria. El niño, que detesta la escuela; el joven, que maldice los estudios graves; el Gobierno, que los proscribe de sus cátedras y hasta los persigue en ocasiones; el profesor, que repite año tras año la misma cantilena, suspirando con el alumno por la hora dichosa de las vacaciones que ha de emanciparlos a entrambos, son, después de la atonía del espíritu nacional, el más elocuente testimonio contra un orden de cosas que sólo por excepción deja de inspirar tedio. Con ser tan miserables los recursos materiales consagrados a su subsistencia, quizá todavía exceden al beneficio que produce.

 

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS, Instrucción y educación (1879)

 

INDEPENDENCIA Y LIBERTAD EDUCATIVA

II. De la Institución

Art. 15. La Institución libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas.

Estatutos de la Institución Libre de Enseñanza (1876)

 
EL ARTE Y LAS ARTES

Todas las definiciones que del arte han dado las más diversas escuelas filosóficas, todas las expresiones usuales donde se declara el concepto que de este objeto posee el sentido común, se hallan enteramente conformes en reconocer que el arte consiste en el poder de realizar libre y hábilmente las ideas del espíritu. Aquellos que lo reducen a la representación exterior de lo bello en la Naturaleza, como los que tienen tal limitación por infundada; los que lo cierran en la clásica pentarquía de la poesía, la música, la pintura, la escultura y la arquitectura, al igual de los que lo extienden a toda nuestra actividad, cualesquiera que sean el fin que se proponga y los medios de que para conseguirlo haya de valerse, todos, en suma, convienen en que no hay arte sin esta libre producción de las ideas en obras individuales y efectivas, ora permanentes, ora perecederas y fugaces.

 

(…) Para el sentido común, obra siempre artísticamente quien, en la ejecución de una empresa cualquiera, procede de tal modo que toda su acción, recogida en sí misma y atenta cuidadosamente a su objeto, sin distraerse de él un punto, hace converger y servir para éste con perseverancia y delicado tacto cuantos medios se requieren, hasta lograr que el resultado corresponda a su idea. Así se comprende que pueda hablarse no sólo de artes industriales, en cuya locución excede ya ciertamente el arte la esfera de lo puramente bello, sino de arte para observar y experimentar la Naturaleza, para conducirse en sociedad, para gobernar a los pueblos, para educar a los hombres.

 

(...) He aquí el arte sin duda más comprensivo que pensamos, sin que acertemos a idear otro superior. Antes bien, cualquier otro no es concebible sino como parte de éste, al que viene siempre a parar, como a su centro, constituyendo una de sus manifestaciones. Así, Kant es artista de pensamiento en la razón; Beethoven, artista de sentimiento en el sonido; Washington, artista del derecho en la sociedad: que todos tejen algún hilo primoroso de esa divina trama.

 

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS, Estudios de literatura y arte. Madrid: Librería de Victoriano Suárez, 1876.

 
UNA EDUCACIÓN INCARDINADA EN LA VIDA

Lo que más necesitan, aun los mejores de nuestros buenos estudiantes, es mayor intensidad de vida, mayor actividad para todo, en espíritu y cuerpo: trabajar más, sentir más, pensar más, querer más, jugar más, comer más, lavarse más, divertirse más.

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1876)

 

LAS DOS ESFERAS DE LA EDUCACIÓN

a) la educación general, para formar al hombre como tal hombre, en la unidad y armonía de todas sus fuerzas;

b) La educación especial o profesional, que lo prepara para el desempeño de una función social determinada, según su vocación, aptitud y demás condiciones naturales y sociales de su vida individual 

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1892)

 

EL NIÑO ES UN INVESTIGADOR

Desarrollar la actividad, la espontaneidad y el razonamiento en el niño; estimular su iniciativa; favorecer la expansión de sus fuerzas interiores; hacer que sea no sólo partícipe, sino el principal actor de su propia educación en vez de degenerar en una rueda inerte del mecanismo escolar; que bulla en él la vida; que todo le hable; que sienta el deseo de verlo todo, de cogerlo todo, de comprenderlo todo (...) No hay resultado positivo si el niño no crea e investiga por sí. (...) El niño es un investigador; descubre relaciones que tal vez no ha visto nunca el maestro.



Manuel Bartolomé Cossío, Congreso Nacional Pedagógico (1882)

 

 SOBRE LA IDEA DE LA EDUCACIÓN

En el proceso de nuestra educación, es común distinguir la que cada cual hace por sí mismo y la que hace bajo la dirección y tutela del maestro; representándonos, por lo común, estos dos aspectos como dos momentos, dos grados, de todo punto diversos y separados uno de otro. El niño, por ejemplo, se dice, es educado por sus padres, sus mayores, sus maestros; el adulto se educa y aprende por sí propio, aunque valiéndose del medio y de los demás hombres. Y así, en la infancia, el educando es pasivo y receptivo; activos, los que lo rodean. En la edad adulta, fuera ya de tutela, aquél es ya el activo; quizá pasivo, el medio. Para dirigir la educación del niño, están la familia y la escuela; el hombre hecho no tiene -ni ha menester de ellas- instituciones tutelares. Se basta a sí mismo.

 

Que esta concepción es inexacta, no sólo se deduce de la naturaleza de nuestro ser y actividad, sino que la experiencia lo atestigua de tal modo, que sólo cerrando los ojos bajo la aprensión de la rutina puede pasar inadvertido. Que el niño tiene que poner de su parte para educarse, lejos de recibir pasivamente el impulso con que es uso pensar lo van configurando, como desde fuera, sus padres y maestros, es una verdad que lleva ya andado buen camino en la ideas, aunque no tanto en la práctica. Pues, en ésta, todavía no se reconoce bastante que aun la educación rudimentaria del párvulo es imposible sin la cooperación de su espíritu a la dirección de sus mayores; dirección que (lo mismo para su cultura, elementalísima, que para su conducta en todos los órdenes), por más poderosa, autoritaria e infalible que nos empeñemos en creerla, y por más artística, sagaz, acertada y prudente que ella sea en realidad, nunca pasa de desempeñar la función de un excitante para promover las determinadas reacciones que busca. Cada cual se educa, ante todo, por sí mismo.

 

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1892), Escritos sobre la Universidad española Antología (1893-1904)

 

CONTRA LOS EXÁMENES

Cuando se recuerda que, en el último Congreso Pedagógico de Madrid, se derrochó tanta oratoria en pro de los exámenes (cuya supresión había recomendado la Sección de Enseñanza universitaria), y si se tiene en cuenta la extraña defensa que de semejante institución se ha hecho poco ha en el Consejo de Instrucción pública, apoyada en declaraciones y hechos inexactos, no puede creerse inútil insistir uno y otro día sobre este punto; en particular, para mostrar cómo las opiniones más autorizadas en los principales pueblos reclaman, con mayor energía cada vez, la abolición, no sólo de esas supuestas «pruebas», sino de todas las demás prácticas análogas: oposiciones a cargos públicos, a premios, pensiones, etc. Y esto, teniendo en cuenta que, fuera de España, es rarísimo hallar la plaga desarrollada en los términos a que ha llegado entre nosotros; verbigracia: los exámenes anuales por asignaturas, especialmente en la universidad, y las oposiciones directas a cátedras, apenas existen en ningún pueblo donde la enseñanza se encuentra en situación próspera.

(...) He aquí los principales fundamentos de su protesta, publicada con el expresivo título de El sacrificio de la educación al examen. La administración y los maestros tratan al niño como un instrumento que hay que preparar para ganar dinero del Estado (en forma de pensiones y empleos de todas clases), como se educa a un potro para las carreras; sin miramiento alguno respecto de su porvenir, destruyendo su robustez y su resistencia a las enfermedades, ya inmediatamente, ya a la larga, y con ella su mismo vigor intelectual y moral para el trabajo. La emulación, una de las formas inferiores de la lucha animal por la existencia, desmoraliza, obliga a desatender los fines superiores de la educación y hace imposible la diversidad y originalidad en ésta, imponiendo a todos un tipo único: el que ha de dar la victoria en el concurso. El maestro, esclavizado a una tarea servil, no puede consagrar lo mejor de sus fuerzas a aquello que más responde a su vocación y que él realizaría con superior desempeño, sino a ese ideal de satisfacer a los examinadores: todo lo demás es, o perjudicial, o cuando menos artículo de lujo, a que no hay tiempo ni posibilidad de atender. Mientras tanto, por su parte, el discípulo tiene que encogerse de hombros ante la idea nueva, la investigación original, el punto de vista personal y fresco, que es lo único que puede despertar su interés, abrir su espíritu, dilatar su horizonte, fortalecer su inteligencia y su amor al saber y al trabajo. ¿De qué le sirve todo esto en el examen?...

 

FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1892), Escritos sobre la Universidad española Antología (1893-1904)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Inicio    Textos     Página   1   2   3