La rehabilitación de este inmueble se define a través de una estrategia en la que los valores tipológicos inherentes al mismo estén siempre presentes. Los objetivos que se buscan pasan por hacer visible la transparencia de la institución, su vocación de ser abierto, y la creación de un espacio no rígido.
Su historia arranca, según los datos históricos y sus peculiaridades constructivas, al menos en el 1531, año fatídico para la comarca al ser asolada por un terremoto.
Su uso a lo largo de su historia pasa por distintas actividades, hasta que finalmente llega a sede del Ayuntamiento.
Su morfología constructiva define la característica más reseñable: muros de carga ejecutados con conglomerados, no-tapial, de piedras del lugar, de Camarillas, de la Sierra de Baza, de Cieza y Jabalunas, todas ellas cogidas a modo de aglomerante con yesos del propio pueblo.
Tres muros paralelos conforman dos crujías con dos plantas de alzada. La portada no es de especial buena factura pero sí muy querida y asumida. La escalera ocupa una posición casi enfrentada con el eje de la fachada principal. La fachada lateral que cierra las dos crujías reproduce el sistema compositivo de la principal. Las otras dos fachadas son una medianera y un lienzo con huecos dispares en cuanto a tamaño y localización.
El interior estaba resuelto con divisiones aleatorias de tabiques no estructurales que fragmentaban sin ninguna ley, salvo la de la superficie necesaria para los usos que albergaban. El resto de los elementos constructivos no presentaba ningún valor singular a tener en cuenta ni por su materialización ni por su estado de conservación.
Ante este panorama y en función de los datos que aportaron las catas practicadas para el conocimiento de las cualidades de los muros portantes, se decide abordar el proyecto desde la óptica de conservar los valores que permitan preservar la memoria de lo preexistente e incorporar nuevas visiones acordes a la institución que alberga.
Para ello se decide eliminar todo aquello que no sea fundamental. Se define una estrategia estructural de nueva factura acorde a los datos obtenidos de los análisis de los muros principales, y que consiste en la inclusión de elementos estructurales de perfiles de acero anclados a las fábricas, definiendo los espacios que demandaron las autoridades municipales.
Esta estrategia permite absorber los diferentes ámbitos de las estancias a pesar de su diferente uso, tamaño y privacidad, pero siempre referenciando a esas líneas que de forma no perceptible ordenan toda la intervención. Además al eliminar todo elemento entre crujías, permite poner en valor aquellos aspectos fundamentales, como la continuidad espacial de las naves que definen los muros y la comunicación entre plantas reproduciendo la posición de la escalera, convenientemente dimensionada y cualificada.
En las últimas fases del proyecto aparece un elemento a modo de ampliación, que se ubica en uno de los faldones de cubierta, forzando una situación límite, que permite una doble lectura. Por un lado hace visible la intervención y su lenguaje al exterior y por otro señala la situación y significación del edificio en la población. No obstante, se depura el lenguaje para que emerja como transición entre el pretendido mantenimiento de la imagen próxima desde la plaza y la idea romántica de lo existente, con la definición de la nueva intervención interior, tratando de equilibrar ambas. Su cubierta acabada en chapa de zinc apunta esta dualidad.
Interiormente y como reflejo de estas intenciones se fija un elemento común a los tres estratos que permite, a través de huecos practicados en los forjados, la lectura del mismo, sirviendo como índice, para su comprensión. Se trata de una pieza elíptica que atraviesa todas las plantas y que permite en función de su proximidad visual y material, asociar el uso que se da a cada planta, siendo sin embargo su función la misma en todas.