Un mundo
entre el
agua
y la
tierra
Marisma mareal tapizada de algas (verde claro) y vegetación
halófila (ocre).
Foto Héctor Garrido /EBD-CSIC.
La microtopografía, la altitud relativa del terreno
juega un papel fundamental, de modo que diferencias
de apenas centímetros tienen una repercusión enorme
en la incidencia mareal y, con ella, en las comunidades
biológicas. Ésta es la razón por la que se hace tan pa-
tente en las orillas una distribución de la vegetación en
bandas paralelas ordenadas según la topografía. A lo
largo de este gradiente de altura los organismos pasan
de estar condicionados por factores asociados con la
inundación a otros relacionados con la emersión, en
una secuencia ininterrumpida de agua a tierra.
Estas condiciones tan restrictivas limitan el número de
especies capaces de adaptarse a los medios de las ma-
rismas. La vegetación está dominada por unos cuantos
géneros de elementos perennes, herbáceos y leñosos,
de pequeño porte (
Spartina, Arthrocnemun, Sarcocornia,
Salicornia, Halimione…
) capaces de prosperar dando
lugar a uno de los ecosistemas más productivos de la
tierra. La Bahía funciona como un gran sumidero don-
de se reciclan los nutrientes aportados por las descar-
gas fluviales, que gracias a la mezcla y transporte de
las mareas y a la intensidad de la luz del sol, se con-
vierten con eficacia en materia viva. Viene a ser como
un auténtico riñón ecosistémico, capaz de depurar de
forma natural los detritos que se concentran en esta
zona sedimentaria para transformarse, entre otros, en
productos tan demandados como langostinos, peces
o almejas. No obstante, la comunidad faunística más
conspícua son las aves acuáticas, capaces de explotar
con éxito la diversidad de hábitats cambiantes, en el
espacio y el tiempo, que ofrece el medio estuarino
marismeño. Entre ellas predominan las zancudas –
limícolas, garzas, cigüeñas– con una amplia gama de
diseños de picos y de longitud de patas adaptadas a
diferentes condiciones de encharcamiento y tipología
de sustratos para así disminuir la competencia. Otras
aves significativas se incluyen en el heterogéneo grupo
de las palmípedas, con flamencos, gaviotas, charranes,
cormoranes y patos. Sin embargo, la cadena trófica en
la Bahía se comporta como un iceberg en el que el pa-
pel protagonista en la canalización de la energía fijada
por algas y plantas está en microorganismos descom-
ponedores y detritívoros. Una vez más, como ocurre a
menudo, lo importante “resulta invisible a los ojos”.
Todo este mosaico cambiante de paisajes asociados
a la ribera marítima, toda esta riqueza de vida, han
hecho de la Bahía un espacio escogido para el asenta-
miento del hombre desde la Antigüedad. Esta tenden-
cia se acentúa en nuestros días con un territorio cada
vez más alterado que dificulta el mantenimiento de
los procesos y la dinámica naturales del sistema, que
tantos beneficios nos sigue dando. Es evidente que ya
nada queda al margen del efecto de nuestra especie,
pero el desafío está en ser capaces de conservar la
esencia original que tiene la virtud de crear ese hoy
mejor al que todos aspiramos y que algunos lo identi-
fican con el desarrollo sostenible. En último término,
nuestra sociedad será valorada por lo que fuimos capa-
ces de conservar. Y en el agua, que es el vehículo de la
Naturaleza y está en el origen de casi todas las cosas,
se encuentra una de las claves.
)
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
69
]