Federico Mayor Zaragoza
Fundación Cultura de Paz
“Por los ríos de Granada sólo reman los suspiros”,
escribió el genial Federico García Lorca, el del “si-
lencio de cal y mirto”, el que reflejó como nadie en
la palabra la singular belleza de la ciudad de las tres
colinas: Roja, Blanca, Cartuja, que escalonan el des-
censo desde la Sierra Nevada a la Vega.
Acequias, aljibes, albercas, surtidores, manantiales,
riachuelos y torrentes cuyo número y extensión no
corresponde a la inmensa masa blanca de los montes
más prominentes de la Península Ibérica.
Agua silenciosa, escurridiza, oculta, que se deposita
en la tierra ubérrima granadina, constituyendo su
inmensa riqueza freática, que las norias descubren y
los arcaduces afloran.
Es proverbial el conocimiento que tenían los árabes
para el embalse —desde los azudes— y la circulación
y uso del agua. El reino nazarí supo, en ésta como
en otras dimensiones de su considerable desarrollo
urbanístico, arquitectónico y artístico, conservar el
esplendor de la belleza de su asentamiento territo-
rial, de su estilo de vida, de sus avances… gracias
al “acuerdo secreto” que desconocía la madre de
Boabdil cuando el rey suspiró en el último recodo
del camino desde donde todavía se contemplaba el
esplendor de su legado.
Con su huida concertada, allí quedaban para la his-
toria sus gentes y sus obras, su cultura y sus monu-
mentos que hoy son motivo de admiración, estudio,
historia.
He tenido ocasión de ver y observar parajes y obras
extraordinarias fruto de la creatividad distintiva de la
condición humana. Ciudades antiguas, más recien-
tes, encaramadas en roquedales, o en el valle, o junto
a los ríos o el mar… y puedo asegurar que Granada
Granada, donde el agua, fuente de vida,
se convirtió hace siglos también en música, en lenguaje, en arte.
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8
] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
Granada,
ciudad del agua
)
“
”