En nuestra legislación forestal el término monte no se ciñe exclusivamente a terrenos arbolados, sino que trasciende el concepto popular de bosque, ampliándolo también a matorrales y herbazales, con independencia de su origen, siempre y cuando cumplan determinadas funciones. Como resultado de una definición tan amplia, los montes andaluces dan cabida a un variopinto abanico de formaciones forestales de una enorme heterogeneidad, tanto desde el punto de vista de su composición específica como de su estructura, lo que les confiere un papel fundamental para la conservación de la biodiversidad por la gran variedad de hábitats que albergan, a la vez que añade un alto grado de complejidad a su gestión.

Andalucía se ubica dentro de la región biogeográfica mediterránea, caracterizada por un régimen pluviométrico escaso e irregular, inviernos suaves y veranos secos y calurosos. Esta climatología particular condiciona fuertemente el desarrollo de nuestras masas forestales, dando lugar a crecimientos vegetativos poco significativos, así como a una mayor vulnerabilidad frente a fenómenos adversos como incendios, precipitaciones torrenciales potencialmente erosivas, sequías periódicas, plagas, etc. En consecuencia, los montes mediterráneos suelen presentar una marcada vocación multifuncional caracterizada habitualmente por una menor importancia relativa de la función productora frente a las funciones ecológica, protectora, paisajística y recreativa.

Además de los aprovechamientos forestales, el monte andaluz genera una serie de beneficios indirectos que, a pesar de su contribución fundamental para mantener la calidad del medio ambiente y, por ende, del ser humano, a menudo pasan desapercibidos al carecer de valor monetario. Se requiere, por tanto, de una adecuada valoración integral de todos estos beneficios que proporcionan nuestros montes.

El rico patrimonio forestal con que cuenta Andalucía, más de 4,6 millones de hectáreas, es producto de la íntima relación que ha mantenido secularmente el ser humano con su entorno natural, cuya estrecha vinculación ha dado lugar, además, a una fructífera faceta cultural. No en vano, atendiendo a la distribución de la propiedad, más del 75% de la superficie forestal se encuentra en manos privadas. Es decir, no todo el monte andaluz es de todos, aunque todos nos beneficiamos de algún modo de él. Por ello, se establecen ayudas para incentivar la gestión sostenible del medio natural.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el reto consiste, en definitiva, en conjugar de manera equilibrada y compatible esta multiplicidad de elementos y de intereses para obtener el máximo beneficio en cada caso, satisfaciendo las demandas que la sociedad requiere de sus montes en cada momento, sin comprometer el futuro de las masas ni el derecho de nuestros descendientes a poder seguir disfrutando de ellos.